Coincidiendo con el permanente debate sobre Europa, resulta pertinente recordar el legado de históricos nacionalistas vascos como José Antonio de Aguirre y Manuel de Irujo, entre otros, frente a quienes abogan por el paulatino debilitamiento dela UniónEuropeaen el ámbito internacional. Sus ideas pioneras recobran hoy toda su actualidad y vigor. Precisamente cuandola UniónEuropeasigue debatiendo y buscando su Norte en un mundo globalizado, en sus relaciones con los grandes actores políticos y, también, con los pequeños, la historia viene a demostrar que tanto Aguirre como Irujo fueron dos hombres adelantados a su tiempo.
Así, para Aguirre, rememorado por L. Mees en su “Profeta pragmático”, Europa suponía “la más grande de las esperanzas”, tal y como proclamó en La Hayaen 1953 ante 500 delegados del movimiento europeísta. Para Aguirre, Europa suponía un nuevo marco donde los Estados “cederán autoridad supra-nacional” (…) “Europa comenzará a existir definitivamente. De aquí se deriva una política por Europa que es la que nosotros perseguimos, y otra contraria que es la que mantiene Franco”. (…) “aplicando todas estas consideraciones a nuestro problema particular, no ya sólo el vasco, sino al español y aun el peninsular, por implicar también a Portugal, es fácil deducir que tenemos enfrente la plataforma de una gran política que nos alcanza de lleno. Si Europa se constituye en las bases que han sido reflejadas, se producirá una conmoción general que alcanzará, sin remedio, a todos los países, quiéranlo o no sus dirigentes actuales. (…) El conjunto de estas instituciones en función nos servirá para demostrar ante nuestro pueblo, el pueblo español y también ante Europa nuestra situación de indigencia y el derecho que nos asiste a ser europeos y a pertenecer, por lo tanto, a la unión continental y a recibir de ella los beneficios consiguientes. Nuestro programa tendrá entonces una razón de ser interior y exterior que será entendida por todas las personas razonables, pues no será fácil entonces oponer argumentos basados en supuestos peligros comunistas u otros de índole parecida, puesto que precisamente la autoridad supra-nacional constituirá la garantía más firme contra todo intento antidemocrático”.
Pero, además de estos nuevos conceptos, algunos de los cuales todavía hoy en día se encuentran de absoluta actualidad, Aguirre y Lekube anticipó también la necesidad de que Europa redundara con acierto en la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos como límite infranqueable de cualquier sistema político moderno. Ya en 1944 Aguirre escribía que “la garantía de los pueblos, principalmente de los pequeños, reside precisamente en estas más amplias estructuras supraestatales”. Sólo un año más tarde, Irujo recuperaba en su libro sobre “Inglaterra y los vascos” al mismo San Luis: “todas las libertades son solidarias”. Para ambos, Europa ha de ser, ante todo, un espacio de libertades como el que hoy disfrutamos.
Y así se recoge también, casi con carácter sistemático, en la correspondencia de Aguirre con Irujo y con Lizaso, su hombre de referencia en Londres, en este caso, poco tiempo antes de sufrir en Bélgica la invasión del ejército de Hitler:
“en la práctica de la política internacional, llámese realista o, como un autor moderno titula, “sucesora de Maquiavelo”, el pensamiento parece que no quiere claudicar, antes bien, se centra un poco alrededor de la doctrina eterna y clásica del derecho y de la libertad”. (...); en buena medida como parte de un “orden nuevo en el que las características basadas en el derecho natural de los hombres y de los pueblos tengan una consagración política basada en el respeto y la libertad”. (…) “la historia nos enseña que si los principios se salvan, dominan al fin a la corrupción de las costumbres”.
Curiosamente, pese a los grandes cambios acaecidos y al indudable salto en el tiempo, el pensamiento vasco y europeo pueden seguir teniendo modelos de referencia en quienes se anticiparon a su tiempo político y jurídico en más de medio siglo. En suma, como decía Juanjo Alvarez hace pocos días en estas mismas páginas (DV, 15-5-2011), “ante la impotencia de los estados-nación frente a las consecuencias de la globalización, es hora de apostar más por la Unión Europea”.