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"¿Dónde vas, economía?" Pedro Azpiazu

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Iraila 20 | 2010 |
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Hace apenas tres años empezamos a oír hablar de las hipotecas subprime y a intuir que la situación económica estaba dando un considerable giro. Hace apenas dos, en septiembre de 2008, la caída de Lehman Brothers fue el auténtico punto de inflexión que truncó la fase de crecimiento económico en la que vivía Occidente y nos adentró en lo más profundo de la crisis. Una crisis inicialmente financiera, provocada (permítanme la simplificación) por unos brokers de Wall Street y unos bancos de inversión que buscaban el beneficio fácil, asumiendo riesgos excesivos con la esperanza de que el mercado, intrínsecamente bueno según ellos, volvería a corregir los excesos.

Pero la burbuja financiera y especulativa que impulsaba otra gran burbuja, la inmobiliaria, a base de dinero fácil y bajos tipos de interés, estalló dando al traste con grandes bancos de inversión, seguros y otras entidades financieras, lo que obligó, a su vez, a los Estados a destinar para su rescate ingentes cantidades de recursos públicos con el fin de evitar males mayores. Y lo que comenzó como una crisis financiera se trasladó con gran rapidez por el mundo desarrollado, convirtiéndose en una crisis económica sin precedentes en el pasado más o menos reciente. Así, las economías empezaron a ver que su producción caía bruscamente y que el paro aumentaba con igual o mayor intensidad.

Este impacto fue más intenso, curiosamente, no en aquellos países cuyos sistemas financieros estaban más afectados, sino en los que sus economías eran más frágiles y vulnerables. Dentro de los famosos PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), el caso español es el más evidente.

La baja productividad de su economía, la escasa cualificación de la mano de obra, la brecha tecnológica respecto de los países del entorno en I+D+i, el elevado peso del sector inmobiliario en la estructura productiva y el excesivo endeudamiento de las empresas y familias, ha llevado a que la tasa de paro de la economía española se encuentre en el 20%, una de las más altas de todo el mundo.

El aumento del paro y el descalabro del aparato productivo han derivado, por un lado, en aumentos de los gastos vinculados al desempleo y, por otro, a caídas en la recaudación tributaria inesperadas, lo que ha situado el déficit público en el 11,4% del PIB en 2009, cuando un año antes las cuentas públicas presentaban un superávit del 1,7%. El cambio fue, por lo tanto, brutal en un corto período de tiempo.

Ante esta situación, se generó una alarma en los mercados, que empezaron a desconfiar profundamente de los fundamentos de la economía española y del liderazgo político necesarios para afrontar la situación. Un Gobierno sin apoyos parlamentarios suficientes y con un presidente cuya credibilidad estaba cuestionada, no era la mejor manera de enfrentarse a la situación.

Así, el fin de semana del 7-8 de mayo, la Unión Europea obligó al Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero a adoptar medidas drásticas; a recortar los gastos públicos, a dar marcha atrás en su política social (congelación de las pensiones, anulación del cheque bebé y la rebaja de los 400 euros en el IRPF, descenso de sueldos de los funcionarios, entre otras), y a recortar inversiones, marcándole una senda de déficit público rigurosa y, en definitiva, tutelándole las cuentas públicas.

La Unión Europea, con Alemania a la cabeza, ha apostado por el control del déficit público a ultranza, a pesar de que dicha política puede implicar mayores costes, al menos a corto plazo, en términos de crecimiento y empleo. En Estados Unidos, por el contrario y tras muchos debates, el presidente Obama lo ha hecho por una política fiscal más expansiva, en pro del crecimiento y el empleo, sacrificando la situación de las cuentas públicas. En mi opinión, hubiera sido más prudente combinar ambas, o no ser al menos tan radical en la reducción del déficit público en un tiempo tan corto, pero las reglas establecidas y aceptadas en el seno de la Unión Europea son las que son.

Y en este contexto se encuentra hoy la economía española. Con una Europa vigilante, una economía que no arranca, un paro que sigue aumentando, y a las puertas de recibir en el Congreso un Proyecto de Presupuestos Generales para el próximo año muy restrictivo y que va a implicar grandes sacrificios para todo el mundo.

¿Qué reflexión cabe realizar al respecto? No sabemos aún si el Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero va a ser capaz de aprobar o no las cuentas públicas, si habrá o no acuerdo con el Grupo Vasco o con otros. Lo que parece aceptado con carácter general es que si el Gobierno no aprueba los Presupuestos se verá obligado a anticipar las elecciones generales. Y lo que es evidente es que la responsabilidad de que ello pueda ocurrir no es del Grupo Vasco, del Partido Nacionalista Vasco, (somos 6 de los 350 diputados en el Congreso), sino de la mayoría de la Cámara.

Sin embargo, creo que un anticipo electoral puede sumirnos en una tensa campaña con el riesgo de abandonar las responsabilidades y decisiones económicas que haya que adoptar, permitiendo a los mercados que desestabilicen la situación aún más, con las negativas consecuencias que de ello pueden derivarse para la economía y el empleo. En todo caso, un Presupuesto austero no debería olvidar ni sacrificar partidas clave para sentar las bases de la recuperación económica como son la formación, I+D+i, ni que debe seguir con las reformas estructurales en el sector financiero, en el energético, y, sobre todo, en la reforma y en la racionalización del gasto público.

Tenemos que caernos del guindo, la crisis nos ha hecho más pobres, sobre todo, y valga la redundancia, a los más pobres y desprotegidos de este primer mundo, y lo que es más difícil de aceptar es que el pasado no va a volver. El paro va a convivir con nosotros durante mucho tiempo. Tan sólo la vuelta a los valores tradicionales, (olvidándonos de la cultura del pelotazo y de las ganancias fáciles), al esfuerzo, a la formación, a la apuesta por proyectos empresariales sólidos y al trabajo responsable también de instituciones públicas y políticos, serán las claves del éxito. En ese contexto, tampoco deberemos olvidar que hay que establecer los adecuados mecanismos de solidaridad para que todos sobrellevemos la situación con la máxima dignidad.

El pasado no va a volver, situémonos en la nueva realidad, la del presente, y trabajemos por un futuro mejor.

PARTEKATU