Escribo estas líneas sobrevolando la costa noroeste americana con los recuerdos, aún muy vivos, del Jaialdi de Boise. La cita de este año, seguramente contra la voluntad de sus organizadores, había generado cierta expectación y hasta polémica. Era la primera ocasión en que acudía allí el nuevo lehendakari. Desde los aledaños del Gobierno se cuestionaba cómo iba a ser recibido por los 'amerikanuak', una comunidad sobre la que los constitucionalistas habían inventado toda una leyenda en torno a su radicalidad y cercanía al mundo abertzale y al lehendakari Ibarretxe. La coincidencia de una delegación de Bizkaia, encabezada por José Luis Bilbao, añadía además una nota de morbo.
También, en este caso, el Gobierno vasco se puso antes la venda que la herida.
Esa táctica de generar previamente incertidumbres y temores ante un acontecimiento para luego, cuando no pasa nada, 'vender' normalidad es muy querida por este Gobierno. En el Jaialdi de Boise su aplicación ha sido de manual. Se puso primero un foco de alta potencia sobre el supuesto comportamiento hostil que la colectividad vasca y la delegación bizkaina iban a tener para con el lehendakari, y después, sin solución de continuidad -al no cumplirse las previsiones-, apuntarse 'un tanto más' para la imagen del lehendakari, en ese ridículo intento por aparentar normalidad y respaldo donde el euskobarómetro señala desconfianza y desapego.
No hace falta más que leer las declaraciones efectuadas por López durante su estancia en Boise para confirmar que se había creado, con premeditación, un clima negativo para poder, después, rentabilizar lo obvio como un éxito. Cualquiera que conozca mínimamente a los vascoamericanos sabía que su acogida -con independencia de lo que cada uno piense sobre López- iba a ser respetuosa y afectuosa, tratándose de un lehendakari. Para ellos, como para mí, esa figura institucional, sea quien sea el que la ostente en cada momento, está por encima de personalismos y politiquerías. Lo mismo cabe decir del comportamiento de la delegación de Bizkaia. Si alguien cree y defiende el actual ordenamiento jurídico e institucional de Euskadi esa ha sido siempre la representación foral bizkaina. Una cosa es discutir en casa para defender lo que uno cree que es legítimo y otra cosa distinta es dar un espectáculo de codos por salir en la foto, donde y ante la propia colectividad vasca a diez mil kilómetros de Euskadi.
López ha intentado que todo el Jaialdi se interpretara según y cómo a él se le tratara y yo, en lo que me queda de artículo, voy a intentar justo lo contrario: analizar a López por sus actitudes en el Jaialdi. Máxime cuando allí ha tenido comportamientos muy diferentes a los que acostumbra en Euskadi.
Mas allá de que López no lució ni impuso en ningún acto la bandera española que, con tanta fruición, nos coloca en todos los rincones de Euskadi en que puede, el lehendakari habló en Boise de «la identidad vasca». ¿Pero no era ese un concepto que había que superar? ¿No es esa, la identidad, una perversa matraca de los nacionalistas frente al concepto más moderno de ciudadanía? Parece que en Euskadi para López es sí, pero en Boise resulta que no. Prosigamos con el imaginario del Jaialdi. A pesar de que en su gran mayoría son de ascendencia bizkaina, los 'amerikanuak' sienten una Euskadi compuesta por siete territorios, como así quedó patente en la exhibición cultural del Centro Morrison. El Basque Block, auténtico epicentro de la fiesta, estaba plagado de escudos con el Zazpiak Bat. Según las manifestaciones de López, lo vivido en Boise es «el ejemplo a seguir». En Euskadi, por tanto, un país 'a tres', y en Boise, a gusto con la patria 'imperialista' de los nacionalistas.
El lehendakari visitó el Capitolio de Idaho, donde se entrevistó con el gobernador del Estado. En la delegación americana había dos vascos de peso en Boise: Pete Cenarrusa y Ben Isursa. Como nos comentó más tarde el gobernador 'Butch' Otter, un artículo no escrito de la Constitución de Idaho dice que el secretario de Estado tiene que ser vasco. Pues bien, allí acudió el séquito del Gobierno vasco y salió maravillado de la reunión. ¿Pero no era ese tal Pete aquel que promovió un acuerdo del Parlamento de Idaho en favor del derecho a decidir del pueblo vasco? ¿No eran él y el alcalde David Bieter dos peligrosos nacionalistas vascos promotores desde USA de la autodeterminación de Euskadi? A juzgar por las sonrisas y los abrazos que el lehendakari dispensó a ambos, parecería que les va a incluir en la nómina de políticos a admirar junto con Obama.
Siempre se nos ha espetado que el nacionalismo vasco es una enfermedad que se cura viajando. En el caso del lehendakari López parece ser al revés, cuando está fuera de Euskadi, con los vascos del exterior, no diría yo que se vuelve abertzale, pero casi.. A mí, en principio, me parece un paso adelante, positivo. Ahora, no sé que va a decir de todo esto Antonio Basagoiti. Igual debiera invitarle el lehendakari al próximo viaje a la diáspora para ver si también en él se opera esta transformación.
A los políticos se nos puede y se nos debe pedir coherencia. Es hoy lo que le pido al lehendakari, que sea coherente. Sería bueno que él reconociera todos los negativos y falsos clichés que se habían difundido sobre la diáspora vascoamericana y sus representantes más destacados. Y, sobre todo, sería bueno que esa 'normalidad' que saludó en Boise la aceptara aquí también y respetara la identidad vasca tal y como la entendemos la mayoría social y política de la ciudadanía vasca. Ojalá que ir a Boise le haya servido al lehendakari para entender un poquito mejor su propio país. Y hablando de entenderse, el lehendakari tiene que tomarse en serio lo de aprender euskera y, así, poder 'entenderse' con los 'amerikanuak', que mayoritariamente solo hablan nuestro idioma y el inglés. Así, cuando vuelva al Bar Leku-Ona de Boise no le cantarán, como el pasado viernes, 'Guk euskeraz. Patxi, zuk zergatik ez?'.