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Pradales: "Hay que establecer incentivos fiscales para que los creadores y las iniciativas culturales estén respaldados"

Amaia Artetxe

Renovar los valores que han dado a los vascos una personalidad propia, fomentar el uso del euskera, proyectar al exterior la cultura vasca, conseguir que esta última se vea como un suelo común... Son algunos de los retos marcados por el área de Cultura que coordina Imanol Pradales
zamudio."Determinados valores, actitudes... que en otro momento servían para identificar lo vasco ante terceros -como la responsabilidad individual y colectiva- se han desplazado por otro tipo de valores y actitudes. El imaginario colectivo vasco se está modificando porque la globalización nos introduce otros parámetros. Y eso afecta a la raíz de lo que ha sido la identidad vasca reconocida en nuestro entorno". Así resume Imanol Pradales una de las principales transformaciones que se han producido en los últimos años en el ámbito cultural.

¿Cómo mantener la identidad vasca en ese mundo en transformación?

No se trata sólo de criticar lo que viene, sino de intentar aprovecharlo y, a la vez, renovar y transformar los valores, los modos de pensar, sentir, actuar vascos que nos daban una personalidad determinada. Sin duda, habrá que recuperar algunos conceptos, amoldándolos. Y en ese sentido, el tema de la responsabilidad individual y colectiva nos parece fundamental. Está muy bien que avancemos en clave de derechos y hay que hacerlo, pero también hay que avanzar en clave de responsabilidades, individuales y colectivas. El gran reto sería la identidad renovada.

¿Cómo alcanzar ese reto?

En el tema de la identidad uno de los elementos fundamentales es la lengua, el euskera. Hay que tener una apuesta decidida por el aumento de de los euskaldunes, pero tenemos que poner el foco en el uso de la lengua. ¿Significa esto que debe aparcarse el castellano? No. Ni el francés. Euskadi tiene tres lenguas, una propia, singular, el euskera, y otras dos que son el castellano y el francés. El reto es ir hacia una sociedad que debe ser, cuando menos, trilingüe. Y cuando digo trilingüe es euskera, castellano, inglés, euskera, francés e inglés. Pero teniendo en cuenta que la lengua minorizada es el euskera, que la lengua que necesita una promoción activa, sin imposiciones, es el euskera y que el objetivo no es sólo aumentar el número de euskaldunes, sino el uso del euskera.

¿Cuál es la fórmula para lograrlo?

Hay que transformar el modelo educativo para renovar la identidad, no para cargarse los valores que se están imponiendo, sino para reinterpretar nuestros valores tradicionales, adaptarlos al nuevo contexto. Para eso y para aumentar también el uso del euskera, debemos darle una vuelta de arriba a abajo, como un calcetín, al modelo educativo. Y el modelo educativo no es ni la Universidad, ni el Bachiller ni la ESO, es todo.

¿Todo?

Hay que repensar cómo formamos a la gente. Por ejemplo, cada vez tenemos menos emprendedores en el país, porque frente al valor del riesgo, el arriesgarse, que es algo que estuvo muy presente en la identidad vasca durante mucho tiempo, ahora lo que prima es la seguridad. Si cuando educamos a los jóvenes primamos la seguridad sobre el riesgo, es difícil que luego tengamos un mayor número de emprendedores. Eso sólo se puede trabajar desde una transformación profunda del modelo educativo. Un modelo educativo que, además, tendrá que ser capaz de establecer cauces de participación más activos por parte de diferentes agentes: los padres, el alumnado... Un modelo educativo que debe integrar y valorar la diferencia. Estamos abocados a aulas con colores distintos porque se van a tener que integrar personas de otras culturas. Lo importante es que la gente vea la cultura vasca como un solar común, como un suelo común donde hay un patrimonio compartido, donde lo vasco es capaz de integrar otras cosas, como lo ha hecho históricamente. Y eso nos lleva a otro reto.

¿A cuál?

La cultura debe ser motor de cohesión social. No debemos tratarla como algo específico de un departamento de un Gobierno. En la medida en que se logre convertir en ese solar común será también algo que permita cohesionar socialmente el país. A su vez, pretendemos que la cultura sea motor de desarrollo democrático.

¿En qué sentido?

Una de las grandes transformaciones que se está dando es que cada vez las fronteras entre lo que era una cultura de élites y una cultura de masas son más difusas. Por ejemplo, la ópera, que era un elemento típicamente de élites y está dejando de serlo. Hoy en día se está dando un cierto proceso de democratización cultural. La frontera entre lo que es cultura para gente mayor y gente joven es más difusa también: en el concierto de Bruce Springsteen de BEC había generaciones muy distintas compartiendo un espacio cultural... En el deporte ocurre lo mismo, se está democratizando, ya no lo practican sólo los jóvenes, la gente mayor ha entrado en esa dinámica.

¿Qué otros retos se han planteado?

La cultura en general y la cultura vasca se han convertido en una auténtica industria. Lo cultural es también tractor socioeconómico. El Guggenheim es el ejemplo: es factor de modernidad, de progreso de tracción socioeconómica, de integración... Una industria. Tenemos algunos retos ahí, algunos objetivos claros. Hay que buscar apoyos más decididos a los creadores de cultura en Euskadi. No hay creación cultural si no hay creadores culturales. Y en Euskadi tenemos una riqueza enorme desde el punto de vista de la creación cultural, pero debemos reforzar el papel de las iniciativas que surgen desde la sociedad civil. Las instituciones deben acompañar, promocionar, reforzar y fortalecer las iniciativas que surjan desde la sociedad civil. No podemos pretender que todo venga dado por las instituciones.

¿Cómo se refuerza el papel de esas iniciativas de la sociedad?

Hay que establecer incentivos fiscales que permitan que los creadores y las iniciativas culturales de todo tipo estén respaldadas. Tenemos un Concierto Económico que nos permite hacer apuestas de este tipo. Segundo, hay una excesiva atomización de iniciativas e instituciones culturales alrededor de lo vasco y es necesario buscar una mayor articulación, con infraestructuras culturales comunes que puedan utilizar pintores, escultores... para que entre ellos también hablen y eso lleve a la creación de cosas más potentes. Así tendríamos más más presencia y más proyección internacional.

¿Esa proyección es otro objetivo?

El cuarto reto que nos hemos marcado es la cultura como instrumento de comunicación. Y como es comunicación tiene que tener una doble dirección: una proyección hacia dentro, interna, y externa. Y obviamente uno de los temas fundamentales es cómo integrar la cultura vasca en la sociedad de la información. Aquí hay muchas cosas que empiezan a surgir. Por ejemplo, que exista una Euskal Etxe Digitala, un portal web en el que cualquier persona en cualquier parte del mundo pueda acceder en red a información documental, etnográfica, histórica, lingüística... de lo que es lo vasco. Un lugar de encuentro de todo lo cultural tanto a nivel de Euskadi, interno, como -y especialmente- para proyectar al exterior lo que implica la cultura vasca. Otras ideas son la creación de una gran editorial vasca o una gran compañía de teatro, o de danza...

Y relacionado en cierta forma a la proyección de la cultura, hay un quinto reto. La cultura es memoria, tradición, pasado, es lo que hemos sido, eso está muy bien y hay que hacer una difusión proactiva de la memoria. Pero hay que dar un paso, no hay que quedarse en eso. El paso es la proyección futura de lo que queremos que sea lo vasco. No podemos descansar la pervivencia de la cultura vasca en lo que hemos sido. Estamos obligados a pensar y reflexionar cómo queremos que se nos vea en un contexto global en el futuro. Y para eso tenemos que buscar por ejemplo a través de la literatura una puerta de entrada a otras culturas, hay que ir hacia nuevas formas de expresión literaria, buscar nuevos canales para hacer esa proyección a futuro de lo que ha sido el patrimonio de lo vasco pero con una orientación de renovación. Ese cómo proyectamos a futuro, es volver al inicio de nuestra reflexión, a la renovación de la identidad.

Por otro lado, también es indispensable la conexión del nodo cultural vasco a redes internacionales potentes para proyectar nuestro país. Eso nos obliga a estar presentes en espacios culturales de vanguardia, como Nueva York, Londres o París.

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