Xabier Ezeizabarrena
Iritzia
El Correo y El Diario Vasco
Pasados más de dos meses desde las elecciones de marzo, parece evidente que en el nacionalismo vasco en su conjunto se está produciendo una profunda reflexión interna y externa que va desde el estudio de los resultados hasta el análisis estratégico de distintas cuestiones de calado que marcarán la agenda política vasca en el futuro, incluida la convocatoria de una consulta popular si el Parlamento Vasco lo autoriza. Desde mi punto de vista, hay motivos externos y ajenos al PNV que han pesado en las últimas elecciones, junto a otros propios de nuestro partido y del nacionalismo histórico. Entre los externos, los dos fundamentales han sido la bipolarización entre PP y PSOE en unas elecciones generales que no son de corte presidencialista pero que ambos partidos han convertido, de facto, en elecciones presidencialistas a su medida. El segundo motivo de los externos deriva del anterior, puesto que tanto en Euskadi como en Catalunya ha pesado el voto útil a Zapatero a causa del miedo general a una derecha muy dura y poco social. En Euskadi, Zapatero ha sido premiado por buscar la paz aunque fuera sin éxito. Por ello, llama la atención que el Presidente haya reculado tan rápidamente de sus posiciones sobre el diálogo con ETA, ya en el debate de investidura.
No obstante, hay otros motivos endógenos que en el nacionalismo histórico debemos analizar con rigor y con autocrítica para asumir que hay cosas que no estamos haciendo bien y que la sociedad nos demanda. Tenemos la obligación de estar muy atentos a los cambios sociales e identitarios que se están produciendo en Euskadi, especialmente en el voto joven y urbano. Para ello, la centralidad y el éxito en la gestión han sido las herramientas del nacionalismo histórico. Ello no debiera suponer renuncia alguna a la defensa y reconocimiento de nuestros Derechos Históricos como pueblo, pero creo que tenemos que aprender a explicar que queremos ejercer esos derechos (incluido nuestro derecho de decisión) para crear más bienestar en la ciudadanía y un país más competitivo, solidario y en Paz en el marco de la UE. En suma, que reclamamos más poder político para crear más bienestar. Los datos económicos constatan que hace 20 años Euskadi estaba muy lejos de su situación actual en el índice de desarrollo humano de la ONU. Hoy estamos terceros y sólo Noruega e Islandia nos superan en ese ranking. La ONU mide dicho índice en base al PIB per capita, el nivel de alfabetización, el acceso a la educación y la esperanza de vida, entre otros datos significativos. Alcanzar este índice de desarrollo ha sido posible creciendo en nuestro poder político, incluso ejerciendo competencias que el Estatuto de Gernika reconoce pero que el Gobierno central ni transfiere ni cumple.
En este contexto, tanto el PNV como el nacionalismo histórico deberíamos renovar abiertamente nuestro contrato social con la ciudadanía con humildad y amplitud de miras. Reconociendo nuestros errores y renunciando a cualquier prepotencia. Transparencia, honestidad, compromiso y trabajo incansable han sido y son nuestra identidad política. En ello tiene que seguir pesando nuestra base humanista y social, solucionando los problemas de quienes más lo necesitan. Tenemos que seguir siendo ejemplares en la defensa de los derechos fundamentales de todas las personas. Es bueno que seamos conscientes de que nuestro derecho de decisión, como el de Francia, el de España o el del Reino Unido, tiene su marco, también, en los derechos fundamentales de todos. La libre determinación en la UE presupone un compromiso real con los derechos fundamentales (esto afecta igualmente a los Estados miembros). Ese es el camino seguido por Escocia y Quebec. Entre otras cosas porque el marco internacional y el de la UE nos obligan a todos, seamos o no Estados. ETA, mientras, sigue asesinando y coaccionando a la sociedad, de modo que el nacionalismo histórico debe seguir en la vanguardia de la lucha contra ETA y su barbarie totalitaria.
Y en ese camino, debemos afrontar el futuro con ilusión pero también con el máximo rigor y compromiso para recuperar el voto urbano y estar cercanos a los problemas de la sociedad y, en especial, de la juventud. Somos una organización centenaria que ha participado en la gestación del movimiento europeísta, en la lucha contra los fascismos europeos y en la recuperación de las libertades, tras sendas guerras, a ambos lados de los Pirineos. Pero no basta con el pasado; las sociedades cambian rápidamente y debemos adaptarnos a las nuevas realidades. En parte lo hemos hecho así en las últimas décadas para situar a Euskadi y a su sociedad en la vanguardia europea en muchos campos. Pero debemos explicarlo una y otra vez con los datos que lo avalan y la gestión del nacionalismo histórico. Todo ello es parte del derecho de decisión, puesto que tal derecho no es un fin en sí mismo. Lo más importante es decidir nuestro futuro en clave de derechos fundamentales y creación de bienestar. En una palabra, no basta con decidir, queremos decidir para vivir mejor, para gestionar mejor, crear más bienestar y convivir en Paz, armonía política y social con quienes nos rodean en la UE.
El objetivo anunciado por el Lehendakari en el Parlamento Vasco en septiembre de 2007 siempre fue y es un acuerdo con el Gobierno central sobre nuestro hecho diferencial y sobre nuestros derechos como pueblo. Y el acuerdo podría ser posible, incluso sobre la consulta, dado que no existe ninguna prohibición constitucional al respecto. Si Zapatero tiene visión de estadista, estaríamos ante una ocasión histórica para plasmar, de verdad, la relación de bilateralidad con el Estado que reconoce la Disposición Adicional 1ª de la Constitución a los Derechos Históricos de los vascos. Un padre de la Constitución como Miguel Herrero de Miñón lo tiene escrito hace mucho tiempo; es cuestión de voluntad política para acordar pues la bilateralidad ya está presente en la Adicional 1ª. Claro que tampoco conviene olvidar que estamos ante la tercera oferta de pacto político desde el Lehendakari al Gobierno central en 4 años. Todo es cuestión de plasmar las voluntades políticas. De lo contrario, si el Gobierno central se niega siquiera a negociar un posible acuerdo, es del todo lógico y coherente con la palabra dada y con la propia esencia de la democracia que el Lehendakari solicite al Parlamento Vasco autorización para convocar una consulta en Euskadi.
Quien hasta ahora se ha negado a la negociación bilateral con Euskadi y solicitó autorización al Congreso para dialogar con ETA, ¿puede negar legitimidad al Lehendakari para solicitar la autorización del Parlamento Vasco y consultar a su sociedad?