Urkullu. "Ponemos excesiva trascendencia en nuestro quehacer y quizá la sociedad busca un discurso más relajado"
IGOR CAMAÑO
Cabría imaginarle nervioso, tenso, preocupado. El partido que preside ha perdido casi 118.000 votos en las elecciones del domingo. Pero no. La voz de Iñigo Urkullu, presidente del EBB, suena serena, ordenada, con tanta dosis de autocrítica como confianza en un futuro mejor
bilbao. Iñigo Urkullu no esconde que los resultados del PNV han sido malos. La política ya le ha puesto un reto: recuperar el terreno perdido.
Todos los afiliados y simpatizantes del PNV se hacen una pregunta para la que quizá aún no tenga respuesta: ¿qué ha pasado?
Creo que tenemos respuesta y creo que manejamos bastantes claves de lo que ha pasado. Lo primero es admitir que los resultados han sido malos. Así, sin paños calientes. Lo siguiente, hacer autocrítica y ofrecer soluciones. Hay cuestiones coyunturales y estructurales. Entre las primeras está el atentado del viernes. Ha tenido una incidencia muy diferente en Euskadi y en el Estado español. Y también está la bipolarización, pero no sólo de esta campaña, sino de la propia legislatura. Los medios han alimentado ese discurso y eso ha llevado a una situación muy diferente a otras ocasiones. No ha habido efecto funicular de un partido a otro. En estas elecciones han subido PSOE y PP; todos los demás hemos bajado.
Cita cuestiones externas, pero algo habrá hecho mal el PNV, ¿no?
Claro. Las causas no hay que buscarlas sólo en los resultados del domingo y, desde luego, van más allá de lo que dicen otros partidos políticos o ciertos editoriales. No cabe refugiarse en el discurso de que las elecciones generales no van con nosotros. Igual no hemos sabido transmitir a la ciudadanía lo que hemos logrado en las Cortes, hasta el punto de parecer que nuestra presencia allí no era importante. Y tampoco deja de ser menos cierto que no hemos superado un tiempo pasado en el que hemos generado dudas como PNV. La sociedad quizá percibe que ponemos excesiva trascendencia en el quehacer político, llegando en algunos momentos a una caricaturización de angustia. Y lo digo empezando por mí mismo. La ciudadanía quizá perciba la política de una manera más relativa. La gente mira todo con más sosiego que nosotros y quizá busca un discurso más relajado. Quizá se preocupe de otras cosas.
Estos resultados, ¿podrían reabrir las heridas internas?
No puedo garantizarlo, porque sería fatuo por mi parte, pero la reflexión que iniciamos ayer en el EBB es compartida, constructiva, serena y profunda. Aunque hemos celebrado una asamblea general, hemos elegido un presidente y una Ejecutiva de forma unánime, consensuada, quizá todavía nos falten gestos internos que se perciban por la sociedad. Íntimamente lo hemos superado bien, pero quizá no lo hemos sabido exteriorizar a la ciudadanía. Todos tenemos vocación de dar por definitivamente olvidada esa etapa pasada. Somos conscientes de cuáles son nuestras fortalezas y debilidades.
¿Cuáles son unas y otras?
Fortaleza es nuestra unidad, el discurso atractivo que tenemos que hacer, el buen gobierno de las instituciones, saber ubicarnos en los fenómenos mediáticos que generan la bipolarización, y dar a la sociedad lo que pide desde la firmeza en los principios y el pragmatismo en la acción política. La debilidad es todo lo contrario: la división, el mal gobierno, estar encerrados en nosotros mismos...
¿Adónde han ido esos casi 118.000 votos que ha perdido el PNV?
A PSE y PP, así como en menor medida a la abstención. No creo que esos votos hayan ido a otro partido de la órbita abertzale. No hemos sabido captar votos de la abstención, bien por el miedo escénico de ese sector o porque no hemos sabido transmitir que las generales también van con nosotros.
¿Cree que esos votos se han ido para siempre o volverán?
Vamos a intentar recuperarlos. Además de la autocrítica, de lo atractivos que tenemos que ser como partido, de lo abiertos que tenemos que ser, porque quizá nos hemos quedado encerrados en nosotros mismos, insisto en un hecho irrefutable: han subido PSOE y PP y hemos bajado todos los demás. Desde nuestro sólido suelo creo que podemos volver a atraer ese voto que se ha ido por el "¡ojo, que vienen Rajoy y el PP!". Tengo esperanza en ello.
Que el voto al PNV ya no es para siempre, como antiguamente el matrimonio, parece ser una lección de estos comicios.
La fidelidad en el voto no es la que era hace cinco o diez años. Es verdad. El voto urbano, el voto joven por debajo de los 44 años... son elementos con los que tenemos que saber trabajar. En este último sector ha calado el voto mediático, lo que es una cara amable, sonriente, el talante, y no tanto las propuestas.
Hay municipios en los que sacaron mayoría absoluta en las municipales y ahora los socialistas les doblan en votos. ¿Cómo es posible?
En ocho meses no hemos hecho las cosas tan mal, ni siquiera mal, para que haya sucedido esto. No hemos sabido fidelizar nuestro voto. Ha habido votantes del PNV que han entendido estas elecciones como las de "¡ojo, que viene no sé quién!". Ante eso han preferido votar a Zapatero. Eso se ha visualizado nítidamente en Nafarroa. Allí sucedió lo que sucedió en verano y en cambio el PSN ha mantenido el tipo. Sólo han subido PSOE y PP.
Y CiU.
No me vale. CiU se dio hace cuatro años un gran batacazo. ERC e IU lo han sufrido en estas elecciones.
¿Qué ofrecen los socialistas a la ciudadanía vasca que no le den los abertzales, más allá de esa cara amable de Zapatero que comenta?
Creo que nada. Sólo el efecto arrastre del PSOE a nivel de Estado ante una política absolutamente conservadora del PP; es la contraposición del talante de Zapatero versus la derechona de Rajoy. Ahí están las elecciones municipales y forales. El PNV fue la fuerza más votada en eso que se decían feudos socialistas. El PSOE ha tenido unos niveles de voto muy importantes y las lecturas deben ser más largas que mirar cuatro años atrás. Hay que hacerlo a 1993 ó 1979, por ejemplo.
De sus resultados, ¿cabría interpretar que el PNV tiene que reflexionar y variar sus líneas estratégicas de actuación?
No. A la hora de hacer autocrítica debemos fijarnos en nuestra manera de hacer política y buscar siempre el mejor ejemplo posible que podamos ofrecer. No podemos relajarnos en ningún ámbito electoral. También habrá que trabajar el fenómeno mediático del bipartidismo y encontrar formas más atractivas para llegar a la ciudadanía. Y sobre la línea estratégica, nosotros ofrecemos un acuerdo político al presidente español. Seguimos creyendo que es posible dar una solución definitiva a un problema político y hacerlo desde un ofrecimiento de acuerdo que después sea validado por los ciudadanos. Quizá eso a la ciudadanía no le llega nítido y lo tenemos que trasladar de forma más clara. Eso hay que hacerlo desde una unidad absoluta, a sabiendas de que otras formaciones y grupos de comunicación van a intentar sembrar división entre el PNV y el lehendakari y en el seno del partido. Hay que conjugar todo eso con una política militante desde las instituciones. Nos estamos esforzando por hacer bien las cosas desde las instituciones, pero lo tenemos que demostrar a todos los niveles.
Por tanto, la hoja de ruta seguirá siendo la referencia del PNV.
Yo no diría hoja de ruta. Obviaría ese término perteneciente al conflicto palestino-israelí. Hay que afrontar la política vasca desde modelos y lenguaje propios. Como PNV y lehendakari seguiremos insistiendo en la voluntad de llegar a un acuerdo y en hacer que la gestión de las instituciones sea entendida como algo más que una mera gestión administrativa.
La fortaleza del PSE, ¿le hará más atrevido a la hora de buscar ese acuerdo o cree que se enrocará en dar por cerrada la etapa de reformas constitucionales?
El PSOE tiene dos asignaturas pendientes respecto al modelo de Estado: Catalunya y Euskadi. Estas elecciones han dejado cuatro grupos en el Congreso: PSOE, PP, CiU y PNV. Galeuscat es el tercer bloque de la política estatal y el Estado debe dar respuesta a estos problemas. Tiene referencias de sobra dentro de la propia UE para hacerlo, como el modelo escocés, alemán o suizo. El PSOE tiene mimbres suficientes si quiere llegar a un acuerdo con el PNV y otros grupos de la Cámara vasca para solucionar el problema.
Esos otros grupos abertzales también han bajado en votos. ¿Es la coalición la solución, como algunos defienden?
No quiero aventurar reflexiones que afecten a otras formaciones. Lo que verdaderamente dolió al PNV y al electorado abertzale institucional fue la escisión. Tenemos nuestro propio proyecto político y creemos que sigue teniendo plena vigencia. Todos tendremos que hacer nuestra reflexión, pero cada uno la suya. Desde luego, a nosotros nos vale con la nuestra.
La política ya le ha puesto un reto: recuperar el terreno perdido. ¿Qué hará estos próximos días?
Hablar mucho: con los compañeros de Ejecutiva, con personas de la sociedad para ver cómo interpretan estos resultados, y con analistas de la sociedad, no políticos... Tenemos que imbuir al partido, desde arriba a abajo, de que estamos en el siglo XXI, de que somos un pueblo pequeño con muchos retos y un gran proyecto. Mi reto es inculcar la grandeza del proyecto desde la pequeñez.
¿Qué mensaje trasladaría al afiliado que siente que ha caído un mito?
Serenidad, consciencia de que los resultados no han sido buenos, que no hemos perdido el suelo de votos y esperanza de que hemos conseguido un grupo en el Congreso y vamos a tener capacidad de hacer política. Las primeras horas y los primeros días después de unas elecciones con resultados malos suelen ser aprovechados por otros para seguir castigando al partido al que no le han salido las cosas.