Quiero agradecer a este Foro la oportunidad que me brinda de poder hablar hoy en Madrid, de trasladarles nuestra valoración de la situación y del contexto político, nuestro análisis y nuestra reflexión de futuro desde el Partido Nacionalista Vasco, y de, si así lo desean, poder compartir un coloquio posterior con todas y todos ustedes. Y gracias, en especial, también a José Luís Rodríguez que, en lo que respecta internamente a Euskadi y también su relación con el Estado, ha creado y consolidado esta eficaz plataforma de diálogo, de encuentro y, también, de entendimiento tanto aquí en Madrid, como en Cataluña o en Euskadi.
Y después de esta autopresentación empezamos. Ofrezco mis disculpas de antemano, porque algunas cuestiones que desarrolle en mi intervención les suenen ya conocidas. Estoy convencido de que no hay recetas mágicas para abordar la situación política que vivimos en este momento en Euskadi y su relación con el Estado. Voluntad política, responsabilidad y lealtad en las iniciativas son los dos ejes sobre los cuáles tiene que pivotar – a mi modo de ver- cualquier propuesta de solución. El talante y el talento pueden ayudar, pero no son factores determinantes, y más, cuando las propuestas y las iniciativas no se desarrollan desde la convicción- y lo dije en mi discurso de toma de posesión como Presidente de la Ejecutiva Nacional del PNV- de que la búsqueda de la tan ansiada por todos Paz debe tener como premisa y condición la ausencia del miedo. Del miedo al terror, a la amenaza, a la coacción. Pero también del miedo al fracaso. Miedo a perder el poder por parte de los gobiernos del Estado y miedo, vértigo, por parte del mundo de la izquierda radical abertzale a tener que enfrentarse a una realidad post-violencia donde lo único que vale, lo único que cuenta, son los apoyos que cada partido, cada sensibilidad pueda recibir en las urnas. Con esos miedos no hay un verdadero diálogo.
Creo recordar que la última vez que como en representación del Partido Nacionalista Vasco acudimos a este foro fue en noviembre del 2006. En aquella ocasión fue mi amigo y compañero ex presidente del Euzkadi Buru Batzar, Josu Jon Imaz, quien tuvo la oportunidad de explicar la situación y el contexto político que vivíamos entonces, apenas un mes antes del atentado de la Terminal T4 de Barajas. Es probable que algunos de ustedes estuvieran en aquel acto. Entonces, todavía, y a pesar de los nubarrones que se oteaban, el proceso de paz estaba o parecía aun vivo. Un proceso gestionado por lo que se dijo –en origen- entre el mundo político de la izquierda radical vasca, entre ETA y entre el Partido Socialista y el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Un proceso que contó, desde el primer momento, con el apoyo incondicional del Partido Nacionalista Vasco (Las loas hacia Josu Jon Imaz por parte del Presidente del Gobierno creo que todavía están en la cabeza de todos y todas). Contó, repito, con nuestro apoyo incondicional a pesar de los –por ser suave- desaires que recibimos en público tanto de Batasuna como del Partido Socialista. Y en privado, en privado, fundamentalmente, del Partido Socialista de Euskadi.
Contó con nuestro respaldo absoluto en una primera fase casi idílica –donde Batasuna y el Partido Socialista creían incluso posible, en un plazo no demasiado lejano poder, reeditar en Euskadi el conocido como tripartito catalán-. Y, en una segunda fase, con nuestro planteamiento, respaldo y participación en lo que se han venido a llamar Conversaciones de Loiola, a las que nos emplazamos cuando se percataron Batasuna y el Partido Socialista de que no eran capaces de gestionar un proceso que ya parecía abocado al fracaso desde meses antes. Me imagino que todos ustedes conocerán que aquellas conversaciones de Loiola fueron un proceso de diálogo entre Batasuna, el Partido Socialista y el Partido Nacionalista Vasco. Se desarrollaron entre septiembre y noviembre del año 2006 y se concretaron en un preacuerdo que –es cierto- nunca fue firmado. Fundamentalmente, porque ETA, más que sospechamos, desautorizó a los portavoces de Batasuna cuando éstos les presentaron aquel documento que, se suponía, iba a ayudar poner fin a 30 años de violencia y que tenía que servir para que todo ese mundo de la izquierda radical abertzale se incorporara definitivamente a la contienda democrática, como todos lo hemos venido defendiendo –incluso el PP- desde el Acuerdo de la Mesa de Ajuria-Enea hasta la pasada legislatura estatal. Un documento que planteaba unas bases políticas para un acuerdo futuro entre partidos. Un acuerdo que pudiera ser refrendado por la sociedad vasca.
El proceso fracasó y se truncó –fundamentalmente a causa de ETA- aunque siguió latente a pesar del atentado de Barajas, durante meses hasta la ruptura oficial del Alto el Fuego-Permanente. Quizás en Madrid no se ha seguido esta cuestión tan al detalle pero la realidad es que, desde hace algunos meses, el mundo de Batasuna, como en ocasiones también el entorno del PSOE, se está empeñando en ofrecer su particular versión de lo ocurrido en Loiola. De aquello como mucho puede haber seis versiones, las de los seis que estuvimos presentes en aquellos días. Y quienes estuvimos allí sabemos lo que ocurrió y lo que entonces planteamos cada formación y lo que pensaba y estaba dispuesto a ofrecer el Gobierno de Rdez. Zapatero y lo que estaba dispuesto a aceptar la izquierda radical abertzale.
No era la primera vez que se había intentado la negociación para ayudar a acabar con la violencia en Euskadi. Lo intentó Felipe González y lo intentó también Aznar. En esta última experiencia todas las partes –excepto el PP- parecíamos coincidir en una cosa, -antes he dicho que se contemplaban ya hace 20 años en el acuerdo de Ajuria-Enea-, la constitución de los dos carriles distintos: pacificación y normalización política.
La propia Izquierda Radical en la denominada Declaración de Anoeta adoptaba una iniciativa política con la pretensión de “sacar el conflicto de las calles y llevarlo a una mesa de negociación”, estableciendo que las pautas de este proceso desligaban dos ámbitos de actuación.
Creo que el Partido Socialista –a la desesperada- en los primeros meses de gestión del Alto el Fuego y en los últimos meses de su idilio con Batasuna cruzó una barrera que no debía haber cruzado y quiso negociar con ETA directamente cuestiones políticas. Cuestiones que afectaban y afectan exclusivamente a los partidos políticos. Se nos puede decir que también nosotros lo hemos hecho en algún momento de estos últimos 30 años. Puede ser, pero con dos matizaciones. Una, el Partido Nacionalista Vasco nunca ha tenido en su mano poder satisfacer las demandas, ni siquiera las políticas, de ETA y dos, que de experiencias anteriores era necesario aprender, para no volver siempre a la misma casilla de salida, tal y como aportamos como bagaje –cuando se nos preguntó- al Partido Socialista y al Gobierno Español.
Y lo peor de todo es que de aquella situación de “casi acariciar con los dedos un acuerdo” pasamos, casi sin solución de continuidad, a ver la otra cara de Rodríguez Zapatero. La cara de un Rodríguez Zapatero, primero, frustrado por el fracaso de no haber podido culminar algo de lo que él estaba convencido iba a conseguir sacar adelante, y así lo había transmitido a sus más cercanos. Que él iba a triunfar donde el resto no lo habían conseguido hacer. El Rodríguez Zapatero que pasa del KO técnico en el que le sumió el atentado del aeropuerto de Barajas a una lucha sin cuartel contra todo el que se mueve en el entorno de la izquierda radical. Ha ido mucho más lejos que cualquier otro presidente y en mucho menos tiempo. Y lo he repetido en algunas ocasiones también, estamos ante el Zapatero consciente de en qué situación consiguió el poder en el 2004 y que ha optado por construir por la vía judicial y fiscal un cordón sanitario en previsión de, entre otras cuestiones, lo que ETA pudiera hacer hasta las elecciones del 9 de mazo.
Ha encarcelado todo lo susceptible de ser encarcelado. Y ha optado por ilegalizar todo lo supuestamente ilegalizable. Estuvo dispuesto a ir más lejos que nadie sólo con el mundo de la Izquierda Radical Abertzale para alcanzar un acuerdo, pero también ha ido más allá que el Partido Popular en la época de Aznar. Y así, haciendo política a golpe de ciaboga permanente, es muy muy difícil mantener el rumbo y lo único que podemos conseguir es echar la nave a pique.
No sé qué va a ocurrir en los próximos meses. No sé lo que va a hacer ETA. Creo que ETA ha cometido su mayor error histórico, que es decir mucho después de todos los que lleva cometiendo desde su existencia. Pero creo sinceramente que es así. Reconozco que después de toda una vida viviendo en Euskadi soy incapaz de poder interpretar las claves del mundo de ETA, que cada vez estoy más convencido sólo busca su propia supervivencia y su propia perpetuación. Y esta vez su estrategia le ha llevado a justificar y a impulsar y a aplaudir la aniquilación de su representación institucional. Ni tan siquiera en esta ocasión, por segunda vez, han intentado presentar listas alternativas. Quizás, quizás también, en parte, porque en anteriores ocasiones tenían la garantía (tanto en las elecciones autonómicas del 2005 como en las municipales del 2007, de que de una u otra forma, iban a poder estar presentes), y esta vez sabían que no iba a ser así. Pero también, y más importante, porque desde hace mucho tiempo lo que verdaderamente ha perseguido ETA es el voto nulo, la acumulación de voto nulo. ETA entiende el voto nulo como voto suyo. Como el voto victimista que le vuelve a legitimar y le puede permitir sobrevivir en una situación que creen propicia, únicamente para conseguir más votos nulos, por el viraje de 180 grados dado por Zapatero.
Y en esta estrategia encuentran a un gran aliado - dándose por supuesta la actitud del PP-, el Partido Socialista de Euskadi, o al menos una de sus almas, pero en cualquier caso el alma que desde hace varios años se ha impuesto, de una u otra forma. Un partido que está dispuesto a impulsar y arriesgar hasta límites insospechados para llegar a un acuerdo con la izquierda radical abertzale e incluso con ETA, pero que no está dispuesto a llegar a acuerdo alguno con el Partido Nacionalista Vasco o con otras sensibilidades políticas vascas democráticas.
Pero no nos podemos resignar a que y - el Partido Nacionalista Vasco no lo va a hacer- a que sólo quepa una solución cuando ETA quiera o esté dispuesta a ello. Y que el partido gobernante en el Estado sólo entienda la cuestión vasca como un precio político a ETA por la paz, y, de manera más miserable, a un precio político que traiga el desplazamiento político del PNV del Gobierno de las instituciones vascas.
Por eso creo, e insisto en ello, que hoy sigamos en Euskadi en la situación en la que vivimos, créanme que así lo siento, es culpa de ETA en lo relativo a la ausencia de paz, pero hay otros aspectos que no son responsabilidad exclusivamente de ETA: la situación que afecta al autogobierno de Euskadi, a la normalización en la convivencia política, a la satisfacción de las aspiraciones políticas de una mayoría de la ciudadanía vasca, es culpa también de los partidos políticos y de nuestra propia incapacidad para haber abordado de forma serena y leal el conflicto que vivimos en la sociedad vasca., aunque también digo que en esto hay quienes tienen más responsabilidad que otros.
La política vasca parece, pues, estar envuelta en una espiral que la condena al bloqueo permanente o en una noria que da vueltas sin fin. Nosotros sinceramente creemos que no debe ser así. Que es el momento de empezar a recorrer nuevos caminos. Y los nuevos caminos hay que trazarlos, hay que desbrozarlos desde el binomio PAZ (respeto a los derechos humanos) y normalización política (reconocimiento del sujeto político, de sus aspiraciones políticas diversas, del derecho a decidir y el acuerdo sobre su ejercicio). Un binomio que debe caminar en paralelo como mejor garantía para resolver de forma adecuada y, sobre todo duradera, el futuro interno de Euskadi y su relación con el Estado.
La paz, como desafío ético. Una paz de todos no es una paz conseguida tras un anticipo a cuenta de los beneficios a obtener por cada uno de los que participan en su consecución. Lo he dicho antes, la paz de todos tiene como premisa y condición la ausencia del miedo, y, como consecuencia y premio, la derrota del terror y la normalidad democrática.
Creo sinceramente, y así lo recalqué en mi discurso de proclamación, que es necesario poner luz y taquígrafos en las futuras conversaciones de paz. Y por eso nos hemos comprometido a no acudir a ningún diálogo resolutivo, es decir negociación, que en el futuro ETA y cualquier gobierno de España puedan entablar, y que pudiera tener riesgos de entrar en el terreno político que corresponda a la fuerzas políticas, y sólo a las fuerzas políticas, que no tenga una habilitación parlamentaria, un control parlamentario y una sanción parlamentaria, vasca y española.
Y exigimos, como condición necesaria para un proceso final dialogado de la violencia, anuncio de alto el fuego definitivo, y acreditado, de la acción violenta de la organización ETA, y el estricto cumplimiento de la legalidad vigente, doméstica e internacional, por parte del Estado Español en materia de Derechos Humanos.
La solución al conflicto político, un acuerdo de convivencia. El otro desafío en la agenda abierta que mantenemos como Pueblo y como Partido Nacionalista Vasco es la necesidad de alcanzar un camino de solución al conflicto político existente en Euskadi.
Lo hemos dicho también: negar la existencia de un conflicto político en Euskadi equivale a favorecer la perpetuación del mismo.
Sería bueno que entendiéramos que la normalización política es, en sí misma, un bien que se les debe a los ciudadanos, haya o no terrorismo. Asegurar que ETA no es ningún agente político y condicionar la normalización política de toda una sociedad a la agenda del terrorismo es, cuando menos, incoherente.
Y el mero hecho de abordar con normalidad la normalización política sería la mejor prueba de normalidad política y, con ello, el mayor desprecio que pueda hacerse a ETA, salvo que se quiera bajo el pretexto de la existencia de ETA, la capacidad de veto político por parte de una organización terrorista.
El discurso oral que, a través de los medios de comunicación, el PSOE y del PP trasladan a la opinión pública, tiende continuamente a este doble mensaje. Por un lado, ETA no es quién para decidir ninguna cuestión política, pero, por otro, mientras persista la violencia no cabe, al parecer, profundizar en la normalización política. ETA se convierte así en una excusa para no avanzar en cuestiones que afectan a la vida social, cultural, económica, representativa y simbólica de la ciudadanía. ETA así lo percibe y la sociedad también.
Y creo que podemos ser capaces, desde el nacionalismo que representa el Partido Nacionalista Vasco, si se quiere ser leal para el propio concepto de política y democracia, de poner un punto final al conflicto político por medio del reconocimiento de los derechos históricos de los vascos y el ejercicio de su actualización, recogido en la vigente Constitución Española. Creemos que ese camino es posible, que lo podemos y debemos explorar y trabajar, y me gustaría que en este caminar nos acompañasen el resto de fuerzas políticas.
Superar ese impasse es nuestro objetivo, y el trazado pasa por cimentar un acuerdo político de respeto bilateral en el que se reconozca el derecho a decidir de la sociedad vasca, concebido éste como un espacio de encuentro, de manera que todos lo sientan y reconozcan como un derecho compartido. Sin imposiciones pero también sin vetos externos.
La pretensión actual de que se reconozca nuestro derecho a decidir es, una vez más, un derecho democrático sujeto al dictado de la voluntad de la ciudadanía, derecho restringido y autolimitado (No se trata del Derecho a la secesión, -y desde el Partido Nacionalista Vasco somos sinceros al plantearlo- sino la manera, el modo democrático en el que se establezca cordialmente la relación de Euskadi con España y Europa.
La democracia no es compatible con unidades impuestas como tampoco con separatismos obligados. Ni en el interior de nuestra Nación, ni en las relaciones con el Estado y con Europa. La independencia o la dependencia impuestas son imposiciones antidemocráticas. Y para conocer si se trata de posiciones democráticas de la ciudadanía o de imposiciones antidemocráticas sobre ella, es obligado conocer y respetar lo que se manifiesta en los procesos de consulta en los que todos los ciudadanos puedan participar libremente, tanto en el debate como al manifestar su decisión.
Y también lo hemos dicho, dar un nuevo portazo a las posiciones constructivas del nacionalismo vasco situaría al PNV ante la tesitura de analizar seriamente si su estrategia de concordia o de cohabitación compartida y correspondida tiene o no mayor recorrido. Y a fuerza de ser pesado con este tema, insisto en la idea de que no nos parece democrático ni ético que se esté dispuesto no ya sólo a hablar, a negociar con derivada política y a alcanzar acuerdos con la Izquierda Radical Abertzale y no se esté dispuesto a hablar con el Lehendakari y con el Partido Nacionalista Vasco. La mejor arma contra ETA, contra sus constantes intentos de legitimación social, es la democracia. Cuanto más democracia menos ETA.
Y el Estado –estos años representado por Rodríguez Zapatero-. no es consciente de la situación que él mismo pueda estar a punto de generar. Preocupante sería pensar que sí es consciente y no sólo en relación con el conflicto vasco. Al final en Euskadi vivimos poco más de dos millones y medio de personas (el 6 por ciento de la población) y representamos algo más del 6 por ciento del PIB. Pero si se enquistara el conflicto político en Euskadi y se cumpliesen los peores augurios en relación al Estatut de Catalunya, un estatuto previamente “cepillado” y del que pende la seria amenaza de inconstitucionalidad, rebrotaría con toda su fuerza el problema de las nacionalidades insatisfechas en un Estado invertebrado. Y esa amenaza, fruto de un análisis político, no de una aptitud premeditada por nuestra parte, debe ser tenida en cuenta por quienes desean, en un futuro inmediato, gobernar España, porque pueden tener en breve plazo, la mayor crisis institucional de cuantas se hayan podido dar en el Estado desde 1977 y habiendo soportado intentos como la LOAPA y más de 25 años de Leyes de Bases y de incumplimiento de autogobierno. Pero hasta aquí!
La voluntad del PNV es la de hacer posible un acuerdo cuyas referencias sustanciales he tratado de explicar en mi intervención. Tenemos legitimidad y fuerza para liderar una negociación en tal sentido.
Pretendemos hoy un acuerdo desde la política, desde el diálogo y el respeto a la bilateralidad. Un acuerdo que nada tiene que ver con esta o aquella transferencia insatisfecha. Un acuerdo de verdad. Y quien opte por este camino tendrá nuestro apoyo para llegar al final del camino. Apoyo para alcanzar el mayor respaldo social de las iniciativas que se determinen, y, también para poder llevar a cabo sin fisuras la acción de gobierno. Desbaratando los desafíos de involución que puedan provocar actuaciones judiciales politizadas, presiones de grupos de interés, estados de opinión prefabricados, etc.
Y estoy convencido, además, de que hay problemas básicos y fundamentales de un Estado de Derecho que es necesario zanjar cuanto antes. Les pediría, por ejemplo, que, por una vez se pusieran en la situación del Lehendakari y de los ciudadanos y ciudadanas de Euskadi. Qué dirían ustedes si a la máxima representación institucional de su país unos jueces estuvieran dispuestos a llevarles ante los tribunales y a condenarle por haberse reunido con personas que, en aquellos momentos, tenían todos sus derechos civiles y políticos intactos. Lo haríamos ahora también. Sigo insistiendo en la misma idea. El Gobierno se puede reunir con ETA, hablar de cuestiones incluso políticas –y así lo ha reconocido Rodríguez Zapatero- y el Lehendakari no puede hablar con representantes de una sensibilidad política. Una sensibilidad que, antes, en esa época y después, ha convocado decenas de ruedas de prensa, manifestaciones, actos públicos, entrevistas en prensa, sin que sucediera nada, y con el visto bueno de Garzón y del Gobierno. Eso sí, hasta que alguien decidió políticamente que no era bueno que lo siguieran haciendo.
Y también, convendrán ustedes conmigo, que no es de recibo que todas y todos nosotros, los medios de comunicación y cualquier ciudadano y ciudadana interesada pueda acertar, con muy poco margen para el error, cuáles van a ser algunas de las decisiones de los principales estamentos de control judiciales en función, simplemente, de los nombres que componen la sala o el tribunal.
Lo manifesté también el miércoles pasado en el acto de Galeuscat que celebramos en Madrid. Se lo dijimos a Rodríguez Zapatero -pero creo que es extensible también al partido que gane las próximas elecciones-: si apuesta por refundar el Estado español, sin corsés, con lealtades y obligaciones bilaterales y recíprocas, ahí nos puede tener a nosotros. Si su apuesta es un Estado abierto, en el que sus órganos y poderes interiorizan la variable territorial y la realidad plurinacional, ahí nos puede tener a nosotros. Si quiere construir un Estado que signifique espacio de libertades individuales y colectivas, ahí nos puede tener a nosotros.
Durante esta legislatura Rodríguez Zapatero ha estado permanentemente gobernando a golpe de encuesta o de titular de prensa. Esa política no da ya más de sí. Hemos conocido al Rodríguez Zapatero del talante y del supuesto acuerdo y al Rodríguez Zapatero que para Euskadi y para los vascos y vascas está aplicando las mismas recetas que Aznar. No sabemos, al menos en lo que respecta a los vascos, qué es lo que piensa y cree sinceramente.
Estos últimos años hemos estado firmando continuamente avales, letras a noventa días, para salvar al Gobierno socialista en su pugna con la derecha. Hemos sido los nacionalistas los que hemos sacado muchas veces las castañas del fuego a un Ejecutivo zarandeado. A cambio hemos recibido vagas promesas, cheques sin fondos y muchos incumplimientos de palabras dadas. Esa fase se ha acabado. Tenemos que inaugurar un nuevo tiempo en la política. Y creo sinceramente y repito que otro Estado es posible. Y desde el Partido Nacionalista Vasco mostramos nuestra disposición a trabajar por ello, además de apelar desde la voluntad política a un acuerdo político ofreciendo la fórmula que ayude a gestionar las distintas identidades nacionales para vertebrar satisfactoriamente las distintas Naciones. En nuestro caso, en el caso de Euskadi, a alcanzar un acuerdo político entre las formaciones políticas y entre las instituciones de Euskadi y el Estado con el objetivo del desarrollo normalizado del autogobierno de Euskadi tanto en su sentido identitario como en su fondo competencial.
Termino, cambiando radicalmente de tema. No quiero que se vayan de aquí con la sensación de que en Euskadi, sólo existe ETA y que no sabemos trascender del bloqueo que parece imponernos la falta de normalización política y la violencia. No es verdad. La solución a esos desafíos –la paz y la normalización política- no está sólo en nuestras manos, otros desafíos sí lo están, y los estamos afrontando.
Somos una sociedad en transformación, en plena transformación. Una sociedad dinámica y moderna, con una administración que prima la solidaridad y el bienestar de sus ciudadanos y ciudadanas. Abierta y cada día más multicultural. Hay ejemplos que no hace falta venderlos y como están con nosotros aquí Consejeros del Gobierno Vasco, la Presidenta de JJ.GG., el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna y el Diputado General de Bizkaia, José Luís Bilbao- es obligado citar a Bilbao. Ejemplo de cambio, adaptación y progreso, reconocido y ejemplo a nivel internacional.
Nuestro camino sólo puede ser el de la competitividad, el de la innovación y el de la solidaridad en el desarrollo de su fondo competencial. Y esta es una de las principales apuestas del Partido Nacionalista Vasco, de todas las administraciones vascas y de todo nuestro tejido social y empresarial. No es fácil. El modelo económico y empresarial del Estado español hace que Madrid actúe como un imán con capacidad de atraer la implantación y, sobre todo, las sedes sociales y los centros de decisión de las empresas. Es, sin duda, un handicap añadido para la que se denomina periferia del Estado, con el que convivimos y al que tenemos que adaptarnos, y lo hacemos pese a lo anterior.
Soy optimista. Estoy convencido de que para una nación pequeña como la nuestra vivimos una época de oportunidades si sabemos hacer realidad el gran reto de nuestra generación: Hacer de la sociedad vasca un referente líder en creatividad, en innovación, en desarrollar las universidades como polos de talento y tolerancia. Dentro de nuestro programa de trabajo hay más compromisos que la paz y la normalización. Y entre los objetivos que como partido nos hemos marcado está lo que desde el PNV hemos denominado un Nuevo Contrato Social entre ciudadanos. El Plan Euzkadi 2025, y que se tiene que resumir en un catálogo de compromisos y actuaciones inmediatas y mediatas en orden a la mejor ubicación de nuestro País en el orden globalizado.
Infraestructuras, innovación, conocimiento, tecnología, formación profesional, idiomas, Universidad, desarrollo del Territorio(nuestro bien más escaso), políticas de sostenibilidad y medio ambiente (nuestro segundo bien más escaso), políticas demográficas( población joven, nuestro tercer bien más escaso) y recuperación y uso de nuestro acervo lingüístico-cultural ( la seña identitaria que nos distingue en el proceso uniformador que la Globalización presupone) tienen que ser compromisos compartidos de ese nuevo contrato social entre vascos y vascas. Este es el PNV de 2008 y éstas son sus reflexiones y compromisos.