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La lección de Loiola

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Otsaila 06 | 2008 |
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Amatiño

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El Diario Vasco


Medios afines a la izquierda nacionalista-socialista han hecho público parte del texto de las “Bases políticas del futuro acuerdo” que fue objeto de debate y negociación durante las conversaciones que representantes de PNV, PSE y Batasuna mantuvieron en Loiola, en otoño de 2006. Ni la información es nueva, ni el objeto de su publicación es otro que el de satisfacer al consumo interno de los seguidores y simpatizantes de Batasuna, pero tiene cuando menos la virtud de poner negro sobre blanco tanto el texto que parecían dispuestos a aceptar los tres partidos implicados, como el punto de desacuerdo que originó la ruptura de las conversaciones. Estamos, por tanto, ante un texto significativo por cuanto apunta la frontera entre lo que pudo ser y no fue y, quizá, cara a futuras conversaciones, también la muga entre lo que es posible y no puede ser.
Conviene, en primer lugar, poner en valor algunos de los puntos sobre los que habían llegado a un principio de acuerdo los representantes de partidos tan distintos como PNV, PSE y Batasuna, no en vano los tres empezaban por reconocer la identidad nacional del Pueblo Vasco y aceptaban la realidad social, lingüística, histórica, económica y cultural de Euskal Herria, conformada por sus siete territorios. Asimismo se comprometían a “defender que las decisiones que sobre su futuro político adopte libre y democráticamente la ciudadanía vasca serán respetadas por las instituciones del Estado”, siempre en ausencia de violencia y de conformidad con las normas y procedimientos legales.

Las tres sensibilidades coincidían en que el acuerdo habría de garantizar que “todos los proyectos políticos pueden no sólo ser defendidos”, sino que además “puedan ser materializados si ése es el deseo mayoritario de la ciudadanía vasca expresado a través de los procedimientos legales”. El mismo borrador consideraba el euskera como patrimonio común del Pueblo Vasco y apostaba por su reconocimiento legal y oficial, al igual que el castellano, tanto en la Comunidad Autónoma Vasca como en la Comunidad Foral de Navarra.

PNV, PSE y Batasuna se comprometían asimismo a “promover la creación de un Órgano Institucional Común para los cuatro territorios comprendidos en dichos ámbitos”, siempre que contara con “la adhesión y el respeto de la voluntad democrática de la ciudadanía en cada ámbito territorial “ y, además, “el modelo institucional resultante podría modificarse en el futuro respetando la voluntad popular y en el marco de los procedimientos legales vigentes en cada momento”. Se contemplaba, igualmente, la creación de una eurorregión vasca, dentro de las posibilidades que permite la Unión Europea. Finalmente, los tres partidos se comprometían a que “en última instancia, tras los procesos de negociación pacto y tramitación de las instituciones competentes, los acuerdo serán sometidos a la decisión de la ciudadanía a través de referéndum”.

Este principio de acuerdo, que el lector sabrá valorar en sus justos términos, se rompió cuando, en una reunión posterior, los representantes de Batasuna dieron un giro de 180 grados y, convertidos ya en mensajeros de la voluntad política de ETA, pretendieron incorporar aspectos que conculcaban el espíritu y le letra de cuanto hasta entonces propiciaba el acuerdo y ellos mismos habían defendido. Concretamente dos. Por un lado, el cambio de ordenamiento jurídico-político de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, al margen de los procedimientos legales y si más límites que la voluntad popular del conjunto de la ciudadanía. Y, por otro, la elaboración de un “Estatuto de Autonomía para los territorios de Araba, Gipuzkoa, Bizkaia y Nafarroa en un plazo no superior a dos años” Dicho Estatuto debería de ser “refrendado por la mayoría de la ciudadanía de cada ámbito”.

Como ya es sabido, PNV y PSOE no aceptaron los cambios planteados y Batasuna no estaba en condiciones de retirar el encargo de ETA. Lo militar se volvía a imponer a lo político. ETA que, supuestamente debería estar por aquellas fechas en otra mesa de negociación con el Estado, pretende estar en las dos y se resiste a no ser agente político. Batasuna avalaba aquel giro, mostraba así su total falta de autonomía política y amenazaba sin rubor: si PNV y PSE no aceptaban sus nuevas tesis sobre Navarra, todo se rompería, con el implícito que esta afirmación contenía. O sea, ETA volvería a matar.

PNV y PSE no aceptaron el chantaje. Una vez más, ETA pretendía que la paz se condicionara a la imposición de sus tesis, por encima de la representación política y de la libre voluntad democrática. El entonces presidente del EBB, Josu Jon Imaz, lo denunció públicamente. La propuesta, además de ser democráticamente inaceptable, suponía “para los que defendemos un futuro compartido desde el respeto a la voluntad, identidad e instituciones de los navarros, un retroceso de una generación en nuestro proyecto”. O, en palabras recientes del actual presidente del EBB, Iñigo Urkullu, “como nacionalistas vascos y como demócratas, no podíamos aceptar, como nunca hemos aceptado la amenaza ni el chantaje de ETA, ni que decidiera por nosotros”.

Por tanto, la publicación del borrador de Loiola en medios afines a la izquierda nacionalista-socialista, lejos de servir de satisfacción para sus militantes y simpatizantes, es una ocasión de oro para que el resto de los ciudadanos sepamos hasta dónde se pudo llegar, dónde y por qué se produjo la ruptura, y quién fue la organización que la produjo. Una organización que sigue sin admitir que ni es agente político, ni cabe pretender objetivos políticos bajo la amenaza de las armas.

Conviene tenerlo en cuenta ahora que el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, acaba de anunciar la voluntad del PNV de retomar los acuerdos a los que pudo haberse llegado de no haberse producido la injerencia de ETA. Como él mismo ha reconocido: “Allí (en Loiola) se produjeron grandes avances que, sin duda, van a poder utilizarse en el futuro, quizás antes de lo que mucha gente se piensa”. Negociación política sí, pero sin ETA.

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