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2007
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Los huevos, la tortilla y el ´napar ardoa´

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Azaroa 02 | 2007 |
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Xabier Ezeizabarrena

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Noticias de Gipuzkoa


La patria, para algunos, sigue siendo un dogma intangible, pero un fuerte dogma al fin y al cabo. Parece intangible por basarse en meras convenciones históricas, pero luego se hace fuerte e inexpugnable en los fueros políticos. Eso sí, se dogmatiza y se eleva a la enésima potencia su carácter omnímodo e insusceptible de modificación cuando sus contornos se encuentran formalmente constituidos, mientras se omite u obvia tal dogma allí donde los pueblos o las sociedades pretendan o siquiera busquen un contorno nuevo o diferente.
Y el dogma ha evolucionado en sus formas y en sus normas y lo ha hecho habitualmente para bien, aunque nadie duda que los contornos de cada patria dibujan e interpretan los derechos fundamentales a la conveniencia y a la necesidad política de cada cual y de cada momento puntual. Mientras tanto, los contornos patrios no se discuten, ni siquiera con aquellas reformas y propuestas que puedan encontrar luz en el ordenamiento o en la propia fuerza de la democracia. El contorno es, pues, sólido, pétreo, intangible a la democracia o a la palabra del pueblo, sencillamente porque el contorno se impone, pese a todo, por encima de la palabra o la voz de los hombres.

Lo anterior viene a cuento de un más que recomendable artículo del filósofo Rubert de Ventós (El País, 15-9-2007) en el que se reflexiona y se explicita, con agudo ingenio, sobre la abundancia en los pagos ibéricos de "más de un sectario de la intelectiva , ciertamente, pero también los tenemos del Monetarismo o del Constitucionalismo, de las Prístinas Esencias Nacionales o, por el contrario, de las Intangibles Fronteras Patrias. Simplificando, diría que hay sectarios del Cristianismo, sectarios del Monetarismo (los liberal-leninistas) y sectarios del Oficialismo y de la integridad de la (su) patria. Los primeros creen sobre todo en la Iglesia católica; los segundos, en el Libre Mercado, y los terceros en el Boletín Oficial del Estado -o, simplemente, en el papel timbrado-. A todos ellos les une eso, la fe. No la fe en lo mismo, obviamente, pero sí el hecho de entender aquello en lo que creen como la Única Verdad, como la inapelable Realidad, como el Hito que separa lo que va y lo que no va a misa. A su particular misa, claro está".

Mirando a Europa, como dice Rubert de Ventós, fueron "Monnet, Schuman y De Gasperi, quienes se atrevieron, para construir Europa, a sacar los huevos del cazo ("los Estados europeos son huevos duros", había dicho De Gaulle, "y con huevos duros no se hace una tortilla"). Pese a De Gaulle y muchos otros, la tortilla ha sido posible de cara a Bruselas en el nivel supraestatal, pero los huevos siguen sin cuajar en el interior de muchos de esos Estados, imputándose a los nacionalismos sin Estado un fervor político basado en la pasión que la "racionalidad" de los Estados no ha observado dentro de sí mismos. Sin embargo, peores pasiones nacionales, en otros momentos de la historia, estuvieron en la base de buena parte de las guerras y holocaustos que han forjado la propia Europa.

Y es que ahora, como insiste Rubert de Ventós, el Estado democrático es aquel que, "en nombre de la Voluntad Popular, sacraliza el ámbito y las fronteras dentro de las cuales esta voluntad tiene derecho a expresarse".

Claro que, si la tortilla no cuaja, un buen recurso puede ser la gloriosa Isegoría vinícola , de Carlos Coello (Gerónimo de Uztariz nº 20, 2004), donde los injertos constitucionales van y vienen de cepa en cepa, relativizando cualquier destino único, frente a la fuerza de la democracia y los derechos: "¿Acaso el imaginario colectivo de esa nación o patria común es hija del pacto cívico o del devenir histórico? La nación del artículo 2 de la Constitución no es una voluntad universal de los ciudadanos sino un terroir , un nomos predeterminado e hijo de la historia, y reducido territorialmente, si cotejamos la invocación a la nación española ultramarina en la Constitución de 1812 (art. 1: "La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios")".

Para Carlos Coello, "las únicas páginas constitucionales de las que se vendimia un vino constitucional con el que alegrarse el corazón con Ihering, son aquellas que establecen las auténticas cepas nobles de la viticultura constitucional: las que sustentan los pámpanos de los derechos individuales". Yo añadiría también los derechos colectivos como segunda cara de una misma moneda. "Las demás viñas y pámpanos constitucionales son accesorias. Lo que confiere tipicidad al vino constitucional es el catálogo y variedad de las uvas de los derechos. Ese es el vino de primera lágrima... Ese vino -a gusto de Orixe o de Iparraguirr- sería un napar ardoa , serviría para alegrar el corazón. Hala bizi, bai hala da". Tal vez, precisamente, a través de nuestros Derechos Históricos, como primer sorbo de una Constitución no escrita.

Lejos ya de tales caldos, para Rubert de Ventós, "el perfil de los Estados actuales pocas veces resultó dibujado por ninguna Constitución o voluntad popular: Montesquieu nos dejó una teoría del dintorno democrático (separación del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, etcétera) pero no de su contorno. De hecho, el trazado de las actuales fronteras es producto del azar y de la violencia: del semen de sus reyes, el pacto de sus señores y la sangre de sus súbditos. Ir desacralizando mitos fundacionales y proponer un referéndum sin violencia como forma de definir este ámbito me parece un fenomenal avance democrático.

Y considerar por principio una aberración antidemocrática el que pueblos como el vasco o el catalán puedan decidir sobre su futuro votando "a la canadiense" me parece el mayor abuso que pueda hacerse de las palabras Constitución, Democracia o Libertad. ¿O es que tales términos sólo son sagrados cuando han sido consagrados a sangre y fuego por una historia que hoy todos reconocemos no apta para menores? ¿O es que cuando se trata de África las buenas fronteras han de haber sido trazadas por las potencias coloniales con la regla y el compás? ¿O es que sólo son demócratas las fronteras defendidas en Argelia o Turquía por unos militares golpistas que todos reconocen como impresentables? ¿O no será al fin y al cabo que aquel solitario "sectario de la intelectiva" en la lista del doctor Canals forma hoy en España legión; una legión que no duda en anteponer un nacionalismo camuflado en Constitución a la expresión libre de los pueblos".

Sea como fuere, con napar ardoa o sin él, para hacer tortilla hay que romper los huevos, y tanto Rubert de Ventós como Carlos Coello han afinado bien empezando por dar un primer toque a las cáscaras. El tiempo nos dirá si la tortilla cuaja.

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