Iñaki Anasagasti
13Abuztua
2007
13 |
Iritzia

Se fue nuestra Golda Meier

Iñaki Anasagasti
Abuztua 13 | 2007 |
Iritzia

La llamábamos así en Caracas. Con su viejo bolso, como la jefa del Gobierno israelí, y su andar continuo, era la clásica persona que entraba en la descripción de Bertold Brechet sobre las personas imprescindibles. Ella siempre estaba allí.
Garbiñe Urresti, nacida en Ondarroa, hija de Penta, aquel abertzale y sindicalista de Soli al que le habían puesto este nombre por los motores suecos que representaba, fue enfermera del hospital de La Rosaraie en Ilbarritz (Iparralde), donde el Gobierno vasco en 1937 se ocupó de los heridos y mutilados de guerra. Llegó a Caracas aventada por el exilio. Allí, lo primero que fundaron los vascos, mucho antes que el Centro Vasco, fue la Asociación de Socorros Mutuos con un lema: Vasco, ayuda al Vasco. Y constituyeron el Panteón Vasco en el Cementerio del Este, donde se encuentran enterrados los primeros exiliados, y era Garbiñe quien se ocupaba de aquel panteón y que estuviera limpio y arreglado y cuando fallecía un vasco que el cura pudiera celebrar una misa o el responso.
Pero también fue presidenta de Emakume Abertzale Batza, miembro de la Junta Extraterritorial del PNV y de STV y de todo lo que funcionara en el Centro Vasco de Caracas. En ese bolso guardaba los mil recibos que iba cobrando para que las pequeñas cosas funcionaran. Fue tesorera de EGI de Caracas, el grupo que mantenía Radio Euzkadi.
Mi mayor relación con ella la mantuve cuando todos los lunes nos reuníamos en el piso que Jokin Inza tenía en el barrio de La Candelaria, y allí seguíamos la vida vasca a través de las cartas de nuestros corresponsales, y planificábamos lo que íbamos a hacer en Radio Euzkadi, nuestra emisora clandestina que funcionaba allí en onda corta.
Cuando en 1975 dejé Venezuela y vine a Euzkadi, fue Garbiñe quien asumió la coordinación de la emisora clandestina preparando los programas, llamando a los locutores, metiendo el akullu al llamado Interior para que le suministráramos información y llegando a hacer de locutora con su voz aguda aunque cascada, que le daba un toque añadido de clandestinidad.
Hasta hace poco conducía e iba a la iglesia. Una caída le rompió el fémur y hasta el final ha estado lúcida y muy viva, pero acaba de fallecer a los 95 años en Caracas, el día en el que una Comisión Gestora se hacía cargo del ayuntamiento de su localidad natal. Ella, mujer brava y peleona, hubiera estado encantada entre el público animando a sus correligionarios para seguir construyendo país. Como hizo con ilusión y entrega toda su vida.

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