Históricamente, los intentos para acabar con la violencia sólo tienen dos vías posibles: la vía policial y la negociación. En el caso de ETA solamente la vía policial se ha experimentado de forma exhaustiva en todas sus formas y recurriendo a todos los medios posibles, ya sea legales o ilegales. La otra vía, la de la negociación o el diálogo, se ha intentado en varias ocasiones, pero nunca con la suficiente intensidad. En cuanto ha habido problemas los halcones han impuesto su ley de vuelta a la vía policial.
ETA engañó a la ciudadanía en la tregua de 1998 cuando afirmó que "esta generación no volverá a tomar las armas", al final todos los que entendíamos que una generación equivale más o menos a 20 años nos encontramos con la tomadura de pelo de que al parecer ellos se referían a los mayores de la organización y con "otra generación" se referían a los que tenían cuatro o cinco años menos. En esta tregua del 2006 nos hemos topado con que la kale borroka no cesó, con que las labores de aprovisionamiento de armas no habían cesado y, lo que es aún más sorprendente por lo novedoso, que sin aviso previo de ruptura de tregua ETA decide cometer un atentado.
ETA ha perdido totalmente la credibilidad, ya no valen anuncios de tregua o ceses permanentes de la actividad armada, no serían creíbles vista la experiencia. Ya sólo queda un camino que es anunciar el abandono definitivo de la actividad armada con propuestas de verificación de destrucción de arsenales al estilo irlandés.
ETA, además, ha dejado en ridículo al mundo de su entorno político, léase Batasuna, que ha demostrado ir varios pasos detrás de lo que se estaba cociendo, y ser incapaz de tener su propio discurso y mantenerlo sin necesidad de tener que adaptarlo a cada paso a las circunstancias que les vengan impuestas por los de la capucha. Batasuna debe de ser capaz de tener su propio discurso y lo que es más importante de mantenerlo con firmeza. Sería mucho pedir que fueran ellos los que impusieran la línea ideológica y estratégica a ETA como ocurrió en Irlanda con el Sinn Féin y el fuerte liderazgo Adams-McGuiness, pero no es mucho pedir que al menos mantengan una línea propia y no sujeta a los caprichos de los encapuchados.
El principal error que han cometido los gobiernos del Estado tanto en este proceso como en el anterior es dar por sentado que ETA declaraba una tregua movida por su debilidad interna o por sentirse ya derrotados. En esas condiciones los portavoces parece que iban a la mesa de negociación como quien va a las rebajas de enero a ver si pillan un saldo de bajo coste. El segundo error es utilizar medidas que son de justicia como monedas de cambio.
No se puede poner en duda que sólo ETA ha sido la responsable de este fracaso, pero ver cómo tras una tregua de 9 meses y más de 3 años sin muertos, cuando los mas conservadores exigen al Gobierno que dé marcha atrás de los pasos dados, la respuesta consiste en que no se puede dar marcha atrás porque no se ha dado ningún paso adelante, lo cual es un poco descorazonador.
El derecho de los presos condenados, sean comunes o no, a cumplir la condena lo más cerca posible de su domicilio es incuestionable, lo mismo que el derecho de todo condenado que cumpla ciertos requisitos a acogerse a los beneficios penitenciarios, o a no sufrir el llamado derecho penal del enemigo. La postura del Gobierno español permite al mundo de ETA mantener abierto el frente de los presos, que junto con sus familiares y allegados constituyen un colectivo muy amplio de personas que se sienten injustamente tratadas y son muy fácilmente manipulables por ETA y Batasuna, al igual que el PP utiliza y manipula el colectivo de las víctimas. Es necesario desactivar ese frente y ofrecer al colectivo la posibilidad de ver una salida.
En un proceso global de búsqueda de la paz mediante el diálogo todos deben dejar aparcados sus intereses partidistas, no se puede abordar un proceso de paz en el que los actores estén más preocupados por lo que va a pasar en las próximas elecciones que por el proceso en sí mismo. Las instituciones deben de poder liderar un proceso de dialogo entre todas las fuerzas políticas. El lehendakari, al margen de su filiación política, tiene un importante papel institucional y debe de contar con el apoyo de todos para poder poner en marcha un proceso de diálogo en el que todos sin distinción puedan participar. Dicho proceso de diálogo, por supuesto, debe de contar con una serie de premisas indispensables, la primera ya apuntada es la desaparición de la violencia. No es posible negociar cuando una de las partes pone sobre la mesa la tesitura de o me dan lo que quiero a vuelvo a usar las armas, La segunda premisa es que en un proceso de diálogo no puede haber temas excluidos, y que no existen ideas que estén por encima de la voluntad de los ciudadanos. Nadie puede poner condiciones sobre cuál debe de ser el punto de llegada de ese proceso, ni tampoco nadie puede poner condiciones sobre temas que deban estar excluidos del diálogo.
A veces los procesos ocurren por pura buena suerte, pero no podemos esperar a que ésta llegue, de la misma forma que no podemos esperar a que nos toque la lotería para pagar la hipoteca de nuestras casas. El talante está muy bien, pero sólo cuando envuelve o acompaña a algo real. De momento el talante que hemos podido comprobar es sólo un gran envoltorio de celofán atractivo que envuelve una caja vacía. La fortuna sólo ayuda a los audaces, y en todo el proceso ha faltado audacia y valentía.
El PP quería que el proceso fracasase e hizo todo lo posible, pero también en el seno de ETA la facción más radical trabajaba en el mismo sentido. La falta de valentía de quienes estaban implicados en el proceso y el no haber sido capaces de dar pasos firmes y decididos nos ha llevado a donde estamos ahora.
¿Y ahora qué? Ahora es la hora de los audaces.