A veces en esta vida no nos queda más remedio que hacer actos de fe, y en política pasa a menudo. Sabemos que hay datos que los ciudadanos no conocemos, que hay contactos discretos, negociaciones, confiamos en que los políticos con responsabilidades importantes tengan todo previsto, planes B a punto por si falla el plan A; ases en la manga por si acaso.
La tregua de ETA lleva ya varios meses en vigor, no ha habido víctimas mortales por terrorismo de ETA en los últimos tres años, y sabemos positivamente que ha habido contactos entre el Gobierno del Estado y la organización armada. Hasta ahí todos compartimos esos datos objetivos, y una mayoría de este pueblo muestra abiertamente confianza y optimismo en que esta vez será por fin la buena. Pero la gran pregunta es: ¿Hay razones objetivas para el optimismo mas allá de los actos de fe bienintencionados?
Lo que ha hecho ETA hasta ahora es la parte que ya he descrito y es un dato objetivo, pero ¿Qué ha hecho el Gobierno del Estado? La respuesta ha de ser forzosamente: nada, declaraciones grandilocuentes, palabrería y nada más. Es cierto que para dar pasos de los que no admite marcha atrás se debe de exigir unas ciertas garantías, pero hay medidas que precisamente por ser fácilmente modificables, si el proceso no avanza adecuadamente, deberían de haberse tomado ya hace meses. La primera es la derogación de la Ley de Partidos y la consiguiente legalización de Batasuna; la segunda es el acercamiento de los presos a cárceles próximas a Euskadi; y la tercera, crear la mesa de partidos. Las tres son relativamente sencillas de poner en marcha, y ninguna de ellas produciría efectos no reversibles.
Existe una cierta teoría perversa según la cual, cuando una organización terrorista entra en un periodo de tregua indefinida, la vuelta a la actividad armada es tanto más difícil cuanto mayor haya sido el periodo sin actividad. Y siguiendo con esa misma teoría perversa, no importa cual haya sido la causa del no avance del proceso de paz, la desilusión que producirá en los ciudadanos esa vuelta a las pistolas, restará mucho más apoyo social y generará mayor rechazo hacia los pistoleros y su entorno político que hacia el Gobierno. Si el Gobierno del Estado está siguiendo esa teoría perversa estaríamos ante un espejismo y un fraude premeditado.
El inmovilismo del Partido Popular no puede servir de excusa para la falta de audacia del Gobierno, pues nunca van a contar con ayudas del PP. Para el aznarismo vigente, no hay más doctrina que la de la España eterna y la de recuperar el control de la situación lo antes posible y por cualquier medio, no puede esperarse nada de ellos que no sea poner palos en las ruedas. No es por tanto su actitud boicoteadora algo que pueda tenerse en cuenta a la hora de dar los pasos necesarios para el avance del proceso.
El poder judicial, por su parte, se está encargando de apagar los fuegos con gasolina de alto octanaje y de crispar los ánimos. La teoría que preconiza la aplicación de la ley atendiendo también a las circunstancias sociales del momento en el que se aplica, se está utilizando precisamente en el sentido contrario al que la lógica pacificadora nos indica.
Voy a aventurar una teoría que muy pocos van a compartir. La suma de la inactividad del Gobierno del Estado, más la labor obstruccionista del PP, más la acción ilógica de la judicatura , ¿no estarán coordinadas y planificadas por una sola mente perversa?, ¿no serán el resultado de la teoría de mantener la tregua todo lo que se pueda antes de hacerla fracasar? Los ciudadanos y organizaciones políticas y sociales que estamos apostando por el proceso de paz, que estamos haciendo un acto de fe creyendo que hay elementos que se nos escapan y que hay expertos que saben bien lo que se hacen para conseguir la paz definitiva y la superación del conflicto, ¿no estaremos haciendo el canelo una vez más?
Nada deseo más, que esa teoría que acabo de exponer resulte equivocada y carezca de fundamento. Pese a haberla expuesto, quiero seguir manteniendo mi optimismo y hacer actos de fe, creer que el proceso está en marcha y que pronto veremos resultados tangibles, que hay datos y acciones que aún no conocemos, que se están manteniendo negociaciones, y que hay voluntad auténtica por llegar a acuerdos.
Sinisten dut, sinisten dut.