Iñaki Anasagasti
08Uztaila
2006
08 |
Iritzia

¿CUÁL HA SIDO LA SENSACIÓN MÁS IMPORTANTE DE LA SEMANA?

Iñaki Anasagasti
Uztaila 08 | 2006 |
Iritzia

El jueves 6 se reunieron en Donosti, Batasuna y el Partido Socialista. Estupendo. No hacían más que lo que dijo Suárez al inicio de la transición: “hacer normal lo que es normal a nivel de calle”. O a nivel de Parlamento, porque López y Otegi se veían en el Parlamento Vasco y, en la legislatura anterior, acudían a las comisiones, aunque no a los programas de radio y televisión en los que Batasuna se hacía presente.
Hay que recordar que el partido socialista aprobó, junto al PP, la ley de partidos en aquel mes de agosto de 2003 en el que nos quedamos solos en el Congreso de los Diputados defendiendo lo contrario. Convocaron a tal efecto un pleno extraordinario para enviar a Batasuna a la oscuridad de los márgenes de la política en iniciativa que nacía, tras el asesinato de Ernest Lluch, del mal llamado Pacto Antiterrorista que no fue más que un pacto antinacionalista en plena Cruzada no solo contra ETA y Batasuna, sino contra el Partido Nacionalista Vasco mientras José Luís Rodríguez Zapatero se jactaba públicamente de no haber dado nunca la mano al presidente del EBB del PNV, Xabier Arzalluz ni a Fidel Castro, cuando por lo bajo y sin fotógrafos permitía reuniones de su partido con Batasuna, dato éste que le recordaba este jueves, fuera del hotel, al Partido Socialista, la madre de Joseba Pagazaurtundua.

Bien está pasar página. Bien está decir, como dijo López, que aquella era una foto inédita, aunque sin apretones de manos, ni grandes sonrisas. Bien está que López no se pusiera corbata para no desentonar ante Otegi. Bien está hablar de todo, pero también bien estará recordar que es lo que hemos hecho cada uno desde siempre en este país, porque nosotros hemos hablado, hablamos y hablaremos con todos, porque ese es el santo y seña de un sistema democrático.

Es como lo que decía Otegi de que había que ilegalizar al PP por no condenar al franquismo en Estrasburgo. Unos no condenan a Franco, otros no condenan a ETA, otros no condenan al GAL. Nosotros condenamos a ETA, al GAL, a Franco y a cualquier tipo de violencia.

Digo esto porque se acercan días de marcar bien el terreno y la gente tiene que saber con quién se juega los cuartos y si los partidos son consecuentes con lo que dicen en momentos en los que Aznar dimite del Consejo de Estado para ser comisionista del magnate Murdoch, Nicolás Redondo, el socialista de la foto en el Kursaal con Mayor Oreja, está en el Consejo de las Koplovitz, Mayor Oreja, el de la foto del Kursaal, no condena la sublevación militar contra la legítima constitución republicana de 1931, Luís Aragonés no dimite como seleccionador después de decir que lo haría y Otegi dice que su encuentro con Patxi López es una victoria democrática.

Sin embargo, de todo esto, a mí, lo que me ha parecido más importante de la semana, por encima de todas las fotos, de todas las poses y de todas las reiteraciones ha sido que cuando nos enteramos del desgraciado accidente del Metro de Valencia, todos creímos a la primera que había sido un accidente y nadie pensó en un atentado.

Es ha sido, dentro de la tragedia, lo más importante como símbolo de normalidad. Una normalidad que avanza pasito a pasito. A pesar de las fotos forzadas con sonrisas de plástico y de las vacías frases rimbombantes.

CONOZCO AL MEXICANO FELIPE CALDERÓN

He contado más de una vez como me enteré de la ruptura de la tregua de ETA en 1999. Me encontraba en Bucarest en una reunión de la Internacional Demócrata Cristiana. Muy temprano me llamó José Mari Etxeberría dándome la mala noticia. La había oído en la BBC. Sin embargo no conté, porque era un dato no relevante, que la víspera habíamos estado cenando con un joven político mexicano del que casi nadie sabía nada y que solo participaba como Observador en aquel Buró. Era Felipe Calderón.

Estábamos en una semana en la cual los empresarios vascos le habían pedido a Aznar “arrojo político” y Arzalluz se había entrevistado con Almunia. Seguía la violencia callejera y el presidente del EBB había advertido que si la cosa seguía así, nos movilizaríamos contra ella; HB había respondido que apostaba por las vías políticas. Las encuestas, abrumadoramente, decían que los ciudadanos querían una solución para el asunto de los presos, mientras Barrionuevo comenzaba a estar harto de ser el chivo expiatorio y llamaba “Moisés” a Felipe González. Todo, pues, se movía mientras se esperaba una aproximación de presos antes de las Navidades así como se veía con precaución la llegada de un mes de enero de 2000, comienzo del siglo XXI, si las cosas no cambiaban sustancialmente. En Irlanda el Sinn Fein y el IRA daban una lección de realismo político y pactaban con sus eternos enemigos en un conflicto cien mil veces más envenenado y endiablado que el vasco, mientras a Mayor Oreja se le comenzaba a acabar un tiempo que él se dedicaba a pudrir. Ése era pues el contexto de aquella llamada telefónica, que nunca hubiera esperado, pues en mi ingenuidad creía que tras la sigla ETA quedaba un mínimo de inteligencia política y un gramo de humanidad. Craso error.

La víspera habíamos hecho en Bucarest una ofrenda floral ante la estatua de Cornelio Copescu, líder del Partido Campesino rumano y hombre de una pieza. No se había doblegado ante el comunismo y por esa razón había pasado 17 años de su vida en la cárcel. Su mujer había fallecido en prisión.

A Copescu nosotros le conocíamos. Era un hombre alto, distinguido y de cara angulosa. Un ejemplo de dignidad. Su estatua estaba frente al Senado, de cuya terraza había huido Ceaucescu, aquel loco que engañaba a Occidente con un teórico enfrentamiento con Moscú. Era simplemente un dictador sanguinario. Y ante ese asesino, Copescu había levantado la bandera de la democracia. Lo había pagado caro.

Nuestro viaje tenía por objeto participar en la reunión del Buró de la Internacional demócrata Cristiana, de la que éramos partido fundador. Nos habíamos salido del grupo parlamentario, por su derechización creciente y por ser más atractiva la oferta de crear un subgrupo de Naciones sin estado, dentro de los Verdes.

Manteníamos nuestro sello en homenaje a una generación, Aguirre, Leizaola, Irujo, Rezola, Jáuregui, Landaburu, y a un ideario que no estaba nada mal. Por ejemplo, en su documento base decía algo tan interesante como esto: “El derecho de los pueblos a la autodeterminación y el libre ejercicio de sus derechos legítimos es, sin duda, una forma elevada de justicia, ya que es afirmación y reconocimiento de un sentimiento de identidad y de cultura y de una voluntad de vivir juntos en estructuras políticas sociales libremente elegidas. Por consiguiente, este derecho no podrá ser invocado para negar a nadie el ejercicio y disfrute de sus derechos”.

Cogiendo esta argumentación logramos sacar por unanimidad una condena ante lo que estaba ocurriendo en Chechenia, y Etxebarría, que era Comisario de Cuentas, fue aplaudido por su trabajo junto a un alemán y a un venezolano.

Con Felipe Calderón hablamos de todo en aquella cena: de la situación mexicana, de la Internacional DC y de Aznar, del PP, de su presencia como Observador y de lo que se podía hacer con aquella plataforma. Recuerdo que le invitamos y que fuera hacía un frío horrible. Hoy ha ganado las elecciones por la campana. Ojalá siga siendo el mismo buen tipo que mostró comprensión hacia lo vasco aquella noche en Bucarest cuando quizás, sólo él soñaba con ser presidente de México.

DESAYUNO CON SÉGOLÈNE ROYAL

En Francia dos parejas se llevan el gato al agua de la información. Una es la formada por Nicolas Sarkozy y su esposa Cecilia, nieta de Albéniz y la otra la compuesta por el secretario general del partido socialista francés, Francois Hollande y su esposa, la ex ministra Ségolène Royal.

En nuestro viaje a Francia pedimos poder saludar a Ségolène. Queríamos conocer a esta mujer de 52 años, madre de cuatro hijos y esperanza blanca del socialismo francés si el veterano Lionel Jospin no presenta nuevamente su candidatura a sus setenta años.

Todos hablan de ella y ven en su sonrisa la seducción necesaria para abrir la puerta a una nueva generación de políticos y la irrupción en serio de la mujer en la política francesa.

Habida cuenta que el presidente del grupo de Amistad francés es compañero de Ségolène no nos fue difícil llegar a ella y desayunar en un amplio piso que tienen los cuestores del Senado francés ante una mesa llena de croissant y pastelitos.

Ségolène tiene estilo, una bonita sonrisa y ojos azules muy intensos. Dicen de ella que habla claro y a pesar de que no está casada con Hollande sino mantiene una unión civil, no es partidaria de llamar matrimonio a la unión de los homosexuales y habla del necesario orden en una sociedad y de disciplina para los chavales.

Estuvimos con ella hora y media al día siguiente de la victoria de la selección francesa frente a la española.
Habló poco y contestó a las preguntas de forma muy general. Desde luego no me impresionó nada lo que dijo. No es de éstas personas que te deslumbra. Está bien y nada más. Al final le regalamos un pañuelo que nos dijo que usaría ese mismo día en la televisión cosa que hizo.

En la red digital se desarrolla una de sus actividades predilectas como candidata a las elecciones primarias del Partido Socialista de las que saldrá el candidato a la presidencia de la República. Se trata de un portal que se llama Désirs d’avenir, deseos de futuro (www.desirsdavenir.org), en el que la señora Royal y sus seguidores están inventando un programa, que se publicará como libro el próximo septiembre. La iniciativa ha suscitado risitas nerviosas de los grandes popes socialistas, hombres maduros con muchos libros y programas de gobierno a sus espaldas y que volverán a escribirlos con motivo de las elecciones presidenciales. Aunque Ségo no es una desconocida, pues fue consejera de Miterrand y desarrolló una buena labor como ministra de enseñanza escolar y luego de la familia desde 1997 hasta 2002, hasta hace unos pocos meses era, fundamentalmente, “la mujer del jefe”, el primer secretario del PS, François Hollande. Tiene muchas y buenas ideas sobre cuestiones de sociedad y de igualdad, pero quienes la critican consideran que no tiene idea alguna respecto a los grandes temas políticos, y que su actitud política es la propia de una madre de familia. Laurent Fabius, uno de los elefantes socialistas, dijo en una frase lapidaria y desafortunada: Si gana ¿quién cuidará de los niños?

LUÍS ARAGONÉS, JOSÉ MARÍA AZNAR E IGNACIO ASTARLOA, ¿GENTE DE PALABRA Y DE PRINCIPIOS?

El pasado lunes 26 en el avión que nos llevaba a París leí un impactante artículo en la Vanguardia de Manuel Trallero que en su título lo decía todo: “Ojalá que pierda España”. Al articulista le molestaba entre otras cosas “esa multitud congregada en la Plaza Colón bajo la enseña rojigualda que mandó colocar el señor Aznar, convencidos de que son los Tercios de Flandes. Porque si en el peor de los casos España hace un papel cumplido, la ola de baba patriotera, tipo tsunami, que nos puede invadir por tierra, mar y aire, los daños colaterales sobre nuestra inteligencia, puede tener las mismas consecuencias que un discurso de Bono sobre la unidad de la Patria. ¡Qué pierda España, pero que pierda ya…! Y ahora que no me vengan los de izquierdas –los mismos que decían que el fútbol era el opio del pueblo en tiempos de Franco- explicando que, en este mundo de globalización, hamburguesas para todos y señoras con pechos de plástico, el fútbol sirve para reafirmar la identidad”. En este espléndido trabajo Manuel Trallero se refería al seleccionador Luís Aragonés después de decir que le hervían las meninges cada vez que le veía a Manolo el del bombo y cada vez que le veía a unos presuntos seres humanos, henchidos de supuesto ardor guerrero, “Opá, a por ellos, a por ellos” u oigo aquello de que “Viva España” nacida de una noche de borrachera alemana en Palma y magistralmente interpretada por Manolo Escobar. Su alusión al sabio de Hortaleza, no sé como será el tonto del pueblo, decía…”el seleccionador nacional, el ínclito Luís Aragonés, en cualquier país civilizado estaría de patitas en la calle por ser un racista”. Pues va a ser que no. Después de decir que si no pasaba a cuartos dimitiría ahí está el muy insensato diciendo que le gusta mucho el puesto y que continúa en él mientras la Federación de Fútbol aplaude su mentiroso gesto.

¿Y luego se quejan de que nadie cree ya nada a nadie?

Ahí le tienen también ustedes a José María Aznar, el gran patriota español que cuando entró en el Consejo de Estado resumió su principal objetivo: “Mi deseo es que por encima de las orientaciones políticas de cada gobierno prevalezca la unidad histórica de España”. El Consejo de Estado tenía un importante encargo del gobierno que era un informe sobre la reforma de la Constitución. Pues bien. Cuando se descubre que mantenía un acuerdo de consultoría con Rupert Murdoch y ha de elegir entre esa defensa de la unidad de la Patria en el Consejo de Estado o cobrar del magnate, se queda con el magnate. ¿Qué les parece?

Menos mal que en el PP ha surgido un nuevo cruzado en la defensa de dicha unidad. ¿Se acuerdan de lo que he dicho y repetido sobre Ignacio Astarloa? Algunos me dijeron que exageraba. Sin embargo creo que me quedaba corto porque ahí le tienen hecho un basilisco ante la posibilidad de que el PSOE se reúna con Batasuna. El ex letrado mayor del Parlamento Vasco, el hijo del hombre bueno del PNV en Madrid, el solícito simpatizante del PNV en Gasteiz y del PSOE en Madrid dice ahora que “reunirse, con el aval del presidente, con ETA-Batasuna es ilegal, viola el código penal, la ley de partidos y además es una traición a todos y cada uno de los principios básicos de la democracia y de la decencia”. ¡Toma ya! Que nos hable el tránsfuga Astarloa de decencia es como que ahora Aznar nos hable de la unidad de España, previo cobro de Murdoch o Luís Aragonés de respeto a la palabra dada y amor a los negros.

Y es que éste es el patio en el que se mueve la opinión pública española al inicio del actual mes de julio en una sociedad que debería tener un poco más respeto a los principios.

CON DELORS EN PARÍS

En el último viaje a París solicitamos vernos con Jacques Delors y Ségolène Royal y logramos estar con ellos.
Jacques Delors tiene ya 82 años pero sigue en activo en una oficina en el centro de París como presidente de un organismo europeo que sigue de cerca aspectos relacionados con la cohesión y el empleo en la Unión Europea.

Esta muy bien física y mentalmente y le gustó recibirnos y darnos su visión de cómo ve el momento político que vive la Unión con una parálisis que le pregunté si se correrá el riesgo, como las aguas estancadas, de pudrirse. Me dijo que no pues siempre la Unión ha encontrado una salida a sus crisis pero que veía pocos europeos de verdad en acción. Lo intergubernamental es lo que prima y si uno va a Bruselas solo a reivindicar lo suyo, no habrá nada que hacer.

Dijo que a Europa no había que ir a discutir entre ministros sino a buscar soluciones y nos fue desgranando los puntos fuertes y los débiles de la actual situación recordando lo que debe el estado español a los Fondos de Cohesión y a los Estructurales a la hora de explicar la actual situación política y económica que se vive en el estado.

Todos le hicimos preguntas y al final en nombre de la delegación le regalé una pluma que agradeció. Cuando nos sacamos la foto me dijo que su mujer era de cerca de Mauleón y que él siempre había sido vinculado a lo vasco y por tanto un poco subversivo. Estuvo muy atento.

Jacques Delors ha sido presidente de la Comisión Europea de 1985 a 1995 y es padre de Martine Aubry la alcaldesa de Lyon y ex candidata francesa.

LA EDUCACIÓN DEL SIGLO XXI

Hablamos con él de educación y salió a colación aquel famoso informe Delors.

El Informe Delors fue elaborado por una comisión internacional para la educación del siglo XXI, a petición de la Unesco. Su nombre obedece a que estuvo presidida por Jacques Delors.

Al contrario de otros informes sobre educación, el Informe Delors está hecho por personas del mundo de la educación y de otros «mundos», pero además estuvo compuesta no sólo por personas del mundo occidental, sino de todo el universo. Esto es muy importante, porque ciertamente hay grandes diferencias culturales entre unos y otros.

Tiene dos partes importantes: la primera la introducción del informe y la segunda la educación, una utopía necesaria. El informe es interesante porque dedica la menor parte a las previsiones hacia el futuro, y la mayor parte a intentar soluciones y alternativas para la educación del siglo. En el primer párrafo se intenta dar las líneas que definen la orientación del trabajo. Destacan tres elementos: la educación es un factor indispensable para conseguir la paz; es fundamental en el desarrollo más humano de las personas y de la sociedad; y, aunque hay otros medios para lograrlo, la educación es el más importante.

LAS TENSIONES

En el primer apartado, analiza cuáles son las tensiones –no las plantea como problemas–. Asegura que el siglo XXI planteará diversas alternativas ante las cuales habrá que elegir, pero, frente a esta realidad, ¿qué debo hacer para que la tensión no me engulla?

 Algunas de estas divergencias son globalización versus localización, universalización versus individualización: la sociedad actual tiende a que todos seamos cortados por el mismo patrón o lo que algunos han denominado el pensamiento único. El Informe Delors defiende que cada persona debe ser ella y que la única forma de superar tensiones es que cada uno sea como es.

Otra divergencia es tradición y modernidad: con esta modernidad que transmiten los medios de comunicación, muchas veces podremos perder aquellas cosas más humanizadoras.

Una tercera divergencia es la de las soluciones a largo y corto plazo: actualmente todo se debe resolver de hoy para mañana. Muchas veces, antes de conocer la propuesta, ya la estamos criticando. Este es un tema de importancia capital para la educación, porque en la educación de la persona se debe trabajar durante mucho tiempo; de un día para otro no cambian las cosas.

Una más es la competitividad versus la igualdad de oportunidades: debemos defender la igualdad de oportunidades.

La cuarta divergencia es la expansión del conocimiento contra la capacidad de asimilar: es imposible asimilar todo el conocimiento de que disponemos. En este sentido, creo que no se toman medidas serias, porque la verdad es que cada vez más, necesitamos el conocimiento.

Otra de las divergencias es la de las dimensiones materiales y espirituales: incluso se dice que precisamente en este punto nos jugamos la continuidad de la humanidad. Mientras nos sigamos decantando por las realidades materiales, agotaremos la naturaleza.

En el Informe Delors se habla de que todas estas divergencias tienen como principio los cambios en los estilos de vida, que van generando tensiones, cambios culturales, cambios en la estructura familiar, que vive el mundo contemporáneo.

LOS CUATRO PILARES DE LA EDUCACIÓN

Tras aconsejar que debemos superar estas tensiones, en la segunda parte el Informe Delors dice textualmente (pág. 76, cap. 4): «Eso que proponemos supone trascender la visión puramente instrumental de la educación considerada como la vía necesaria para obtener resultados (dinero, carreras, etc.) y supone cambiar para considerar la función que tiene en su globalidad la educación. La realización de la persona, que toda entera debe aprender a ser.» En esta parte explica los conocidos cuatro pilares de la educación.

1) Aprender a conocer: dominar los instrumentos del conocimiento, vivir dignamente y hacer mi propio aporte a la sociedad. Hace énfasis en los métodos que se deben utilizar para conocer –porque no todos los métodos que se utilizan sirven para aprender a conocer– y asegura que, en el fondo, debe haber el placer de conocer, comprender y descubrir.

2) Aprender a hacer: aprendemos para hacer cosas y nos preparamos para hacer una aportación a la sociedad. Las personas se forman para hacer un trabajo, aunque muchas veces no puedan ejercerlo. En lugar de conseguir una cualificación personal (habilidades), cada vez es más necesario adquirir competencias personales, como trabajar en grupo, tomar decisiones, relacionarse, crear sinergias, etc. Aquí importa el grado de creatividad que aportamos.

3) Aprender a convivir y a trabajar en proyectos comunes: en el Informe se asegura que este es uno de los retos más importantes del siglo XXI. Nunca en la historia de la humanidad se había llegado a tener tanto poder destructivo como actualmente. Ante tal situación, debemos aprender a descubrir progresivamente al otro; debemos ver que tenemos diferencias con los otros, pero sobre todo tenemos interdependencias, dependemos los unos de los otros. Y para descubrir al otro, debemos conocernos a nosotros mismos: cuando sepa quién soy yo, sabré plantearme la cuestión de la empatía, entenderé que el otro piense diferente de mí y que tiene razones tan justas como las mías para discrepar.

El Informe Delors propone que se favorezcan los trabajos en común, que se preste atención al individualismo –que no está en contra de la individualidad–, y que destaque la diversidad, como elemento necesario y creador. Tengo la sensación de que cuando se habla de la atención a la diversidad, se intenta romper la diversidad; pero no se trata de eso, no es acabar con la riqueza de la diferencia, sino tratarla adecuadamente para igualar a todos y así evitar conflictos. Este tercer pilar está muy influido por la actitud del maestro y por su relación con los alumnos.

4) Aprender a ser: es el desarrollo total y máximo posible de cada persona. La educación integral de la que se viene hablando desde finales del siglo XIX y comienzos del XX; aquella del pensamiento autónomo.
Creo que estos pilares son fundamentales si consideramos globalmente los cuatro, no de dos en dos, es decir, no poner por un lado el conocimiento (la ciencia), y por el otro, el hecho (la tecnología); esto no sólo en el sentido material sino también en el sentido humanístico.

En tercer lugar, este Informe también destaca el papel de las emociones. Nuestro sistema educativo ha dado prioridad a las dimensiones cognitivas, a las que están relacionadas con el conocimiento, y ha olvidado las dimensiones afectivas; ésta es una palabra que paulatinamente ha ido saliendo del ámbito escolar desde finales del siglo XIX e inicios del XX. Incluso, si nos paramos a pensar, vemos que la escuela acoge muy bien a los niños más pequeños y los satisfacen emocionalmente. Pero una vez terminada la primaria –no sé si esto es demasiado traumático– acompañamos a los niños para que aprendan a leer y escribir y los empezamos a preparar para los conocimientos de la secundaria. Damos por sentado que la madurez emocional ya se ha consolidado cuando tienen 8 y 9 años; cuando la verdad es que ninguno de los adultos ha acabado su educación emocional. Después, cuando llegan a la universidad –claro, este es el templo de la ciencia–, no podemos ocuparnos de los problemas emocionales de los jóvenes.

Creo que si tenemos en cuenta las tensiones de angustia a las que se refiere el Informe Delors, estamos absolutamente obligados a hacer un tratamiento sistemático de las emociones de los estudiantes. Pero esto sólo es posible con una educación emocional de los padres y de los profesores. En el mundo occidental, se ha hecho una división: por un lado, todo lo que es el conocimiento, la ciencia, el saber y el poder; y por el otro, todo lo que son las emociones, la vida familiar, las amistades, la vida privada, la ausencia de poder.

En fin. Que con Delors se puede estar hablando mucho de todo. Le dije al final en broma que Europa solo podía salir de su parálisis si él, Delors, volvía a la Comisión. Y es que con el actual Barroso, poco lejos se va a llegar.

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