La vida política en Euskadi va transcurriendo entre la ansiedad y el desconcierto en el que nos sumen los acontecimientos casi diarios, y la esperanza, razonable y razonada, de paz y convivencia política, con la que visualizamos el medio plazo. No hay nuevas víctimas de la violencia política y las personas que han estado amenazadas hasta hace unos meses empiezan a recobrar la tranquilidad.
El horizonte de pacificación es nuestra esperanza. Lo es para la sociedad vasca, que fue duramente castigada por la dictadura, que ha vivido con gran desazón demasiados años de violencia terrorista, que rechaza tenazmente las actitudes –políticas, mediáticas y sociales- que tratan de romperla. Nuestra comunidad ha logrado vivir en positivo su diversidad de sentimientos identitarios y sensibilidades políticas y, con ello, ha ido sentando las bases para acoger, con mentalidad más abierta, a los “nuevos vascos” que se acercan a Euskadi en busca de un futuro mejor.
El proceso de paz que parece ir encauzándose definitivamente, nos trae un tiempo para la política con mayúsculas, de esfuerzo democrático para un acuerdo de convivencia. Pero seguimos con los sobresaltos, con los monstruos que siguen asomándose desde el pasado, alimentados con opulencia en otro tiempo y que devienen en auténticos obstáculos incluso para la normalización de nuestra vida política y social.
La decisión de procesar al Lehendakari es la última grave afrenta a la sociedad vasca: el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha determinado invadir el ámbito de la política en su más alto grado de representación democrática de Euskadi, al admitir a trámite una querella contra el Lehendakari. ¿Motivo? Trabajar activamente –de verdad y sin aspavientos- a favor de la paz y de la convivencia a través del diálogo con todos los agentes políticos y sociales, tarea para la que cuenta con el respaldo y el apoyo de la mayoría de la sociedad vasca.
Esta incomprensible actuación del Tribunal ha de llevar a los representantes de diversos estamentos judiciales a actuar en consecuencia, con serenidad y responsabilidad, conscientes de que están en juego la recuperación del sentido más profundo de la justicia y el prestigio social del poder judicial, tan deteriorado y, sin embargo, tan necesario para la pervivencia del Estado de Derecho.
Por lo que respecta a los responsables políticos, deberemos superar éste y otros obstáculos anteponiendo los intereses generales a los partidistas y trabajando con generosidad y eficacia, condiciones necesarias para caminar con cierta seguridad en la búsqueda de un acuerdo político y un modelo de convivencia, así como de un marco de relaciones con el Estado en el que sean realidad el pacto y la bilateralidad efectiva.
¿Cómo lograr un acuerdo político de fondo? No existen, probablemente, ni experiencias universalmente válidas, ni fórmulas infalibles ni procedimientos cuya aplicación rigurosa asegure, sin más, el resultado.
El diálogo entre los representantes políticos es la herramienta básica. Y son precisas, además, algunas reglas de juego, principios metodológicos, una agenda de actividades, un calendario de trabajo, etc. Pero lo fundamental es la disposición política de los interlocutores, compartir la decisión de llegar a acuerdos. Ésta es base sobre la que logrará madurar el acuerdo político, tal como nos lo exige la ciudadanía a todas las formaciones políticas.
En el Partido Nacionalista Vasco, consideramos una serie de elementos clave para este proceso:
- aspiramos a la articulación política entre los ámbitos jurídico-políticos de Euskadi y a que sean los ciudadanos de cada uno de los territorios los que puedan decidir sobre la posibilidad de formar una única comunidad política o la articulación de otro mecanismo de relación político-institucional. Entendemos que tal voluntad debe ser respetada.
- hemos vinculado nuestra capacidad de decidir al compromiso de pactar, al igual que lo hiciera el principio jurídico formulado por el Tribunal Supremo de Canadá y que recoge también la Propuesta de Nuevo Estatuto de Euskadi. Se trata, en realidad, de buscar una formulación compartida del derecho a decidir. Además, el valor del pacto, entre vascos y con el Estado, conecta con nuestra mejor tradición foral y sobre él hemos construido también nuestras dos experiencias estatutarias, la de 1936 y la del Estatuto de Gernika. Desde esta premisa, trabajaremos por un acuerdo para el ejercicio de la libre decisión y del respeto a la voluntad de los vascos y por la búsqueda de un compromiso activo en favor de la plurinacionalidad del Estado.
- el acuerdo político sólido lo entendemos ligado a un doble compromiso: a) no imponer un acuerdo de menor aceptación que los actualmente vigentes, lo que garantiza la aceptación, en clave de aportación social e integración política, de la voluntad de la sociedad vasca; y b) no impedir un acuerdo de mayor aceptación que los actualmente vigentes, lo cual evita el veto de las Cortes españolas.
- La aceptación de este doble compromiso tiene sus ventajas:
*por un lado, supone la autolimitación de las partes, lo que facilita objetivamente un proceso político sin atajos y libre de escenificaciones “enemistosas” que tanto aburren a la ciudadanía;
*por otro, previene el veto político, porque obliga a cada parte a situar permanentemente sus propuestas en el tablero y a tomar en consideración los límites reales del otro;
* finalmente, el compromiso no imponer-no impedir introduce en el proceso resolutivo el principio de realidad, lo que evita el riesgo de la frustración social y puede asegurar, además, la consecución de un verdadero punto de encuentro político en Euskadi y con el Estado.
Hablamos de lograr un acuerdo político y del respeto a la decisión libremente expresada por la ciudadanía. Lo que conlleva el compromiso con la consulta ciudadana. Así lo expresaba el propio Lehendakari en su Discurso de Investidura: “…si alcanzamos un Acuerdo, solicitaré autorización al Parlamento Vasco para que, en un escenario de ausencia de violencia y sin exclusiones, se realice una consulta popular a la sociedad vasca que ratifique el Acuerdo Político alcanzado”. Y añadía: “esta autorización deberá incorporar, de forma pactada, los diferentes aspectos relacionados con la propia consulta, tales como la ratificación de las condiciones de ausencia de violencia y no-exclusión, los principios democráticos establecidos para la aceptación de los resultados y el procedimiento habilitador para la negociación e incorporación de los mismos en el ordenamiento jurídico”.
Pactar también las condiciones para llevarla a cabo es el procedimiento para asegurar su carácter integrador, un buen resultado y su viabilidad en la posterior negociación.
El pacto y la no-imposición constituyen las reglas de juego para lograr acuerdos políticos sólidos: los acuerdos de Irlanda, tan valorados internacionalmente, aceptaron el principio de diferenciar el juego político de las mayorías frente al acuerdo amplio que se requiere a la hora de definir una comunidad y se formularon unas previsiones acerca de lo que habría de entenderse como el “consenso suficiente”. Lo que, en nuestro caso, habrá de ser acordado y no fijado unilateralmente por el Estado.
Es tiempo para responsabilidad, para las decisiones estratégicas, no para movimientos tácticos ni cortoplacistas. Tiempo de escuchar, de reflexionar, de actuar con serenidad y decisión. En el Partido Nacionalista Vasco hemos realizado un ejercicio sincero y sereno para acercarnos al resto de fuerzas políticas con estos valores y el bagaje de nuestra propia ideología nacional vasca y el objetivo de poner en marcha el necesario foro de diálogo con vocación de acuerdo. En ello estamos.