En los últimos días dirigentes del Partido Socialista se han empeñado en mezclar dos asuntos que sustentan la esperanza del conjunto de la sociedad vasca para vivir en paz y para lograr un acuerdo que aporte normalidad a todos los déficits políticos que venimos arrastrando desde hace ya demasiado tiempo. El señor Miguel Buen y el señor Patxi López han puesto en la misma coctelera de pensamiento la paz y la normalización política. El primero ha dicho que la portavoz del Gobierno vasco plantea la «paz a cambio de dar satisfacción a reivindicaciones nacionalistas». El segundo ha añadido que la «paz no es soberanía, ni autodeterminación ni mucho menos un galimatías sobre sujetos y objetos de decisión sobre el ser o no ser de Euskadi».
Ambos dirigentes socialistas aportan estas ideas al debate público y político en nuestro país para pasmo del común de los mortales. ¿No habíamos quedado en que no se debía mezclar la consecución de la paz con el legítimo planteamiento de las ideas políticas de cada uno y con el necesario acuerdo que deberemos lograr?
En la retina de nuestra memoria y en la de cualquier vasco o vasca están las interminables acusaciones que los socialistas realizaron hace bien poco tiempo contra el PNV y contra el lehendakari por mezclar paz y reivindicaciones políticas. Por qué mezclan ellos ahora la aspiración del conjunto de los ciudadanos, piensen como piensen, por conseguir la paz con las ideas políticas ¿Acaso en el camino de lograr que la violencia desaparezca de una vez y para siempre de nuestras vidas no debemos estar todos, no va a ser tarea de todos, al margen de las ideas particulares que cada uno tengamos? ¿Acaso no se nos ha explicado en los medios de comunicación, en continuas filtraciones periodísticas, que lo que los socialistas han acordado con ETA y la izquierda abertzale era formar una mesa para dialogar con ETA con el propósito de poner fin a la violencia y constituir otra en la que se sentarán única y exclusivamente las formaciones políticas que representan a los ciudadanos para conseguir un acuerdo lo más amplio posible y que integre a las distintas sensibilidades existentes en Euskadi?
Si éste es el modelo, con el que por cierto todos estamos de acuerdo a excepción del PP, con qué interés actúa ahora el Partido Socialista diciendo a los ciudadanos que la paz no es autodeterminación ni es soberanía. ¿Claro que no lo es! Pero esto ya estaba claro desde hace tiempo. ¿Por qué mezclan entonces estos dos caminos haciendo que uno parezca condicionado al otro? A no ser, que puede ser en realidad lo que esté pasando, que el Partido Socialista estime que en la mesa que constituyan los partidos haya temas que no se pueden plantear y que, entre ellos, esté el proponer un acuerdo para que se respete la decisión que tomen los vascos y las vascas en una consulta democrática. Y para que nadie luego manipule las palabras insistiré en el término "acuerdo" para que se respete la decisión que aquí se adopte.
La experiencia más cercana nos dice que las exigencias de consensos suficientes eran una mentira y ahí está la reforma aprobada por el Parlamento andaluz. La experiencia cercana también nos dice que las firmes promesas realizadas en actos partidistas del estilo de que «yo respetaré lo que decida el Parlament de Cataluña» también se han quedado en nada. ¿Y se queja el señor Buen de cómo es posible que no se valoren las palabras dichas por el presidente Zapatero (sería más exacto decir secretario general del PSOE) en un reciente acto de su partido en Bilbao? Porque llueve sobre mojado, señor Buen, y porque cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar.
Todas estas aportaciones al debate político están siendo bien pobres, poco imaginativas y, me temo, poco valientes para encarar un proceso de diálogo político en una mesa en la que estén sentados el conjunto de los partidos políticos. Es razonable, legítimo, y entra dentro de la normalidad política, que el Partido Socialista afirme que sus propuestas no serán las mismas que propongan el PNV o EA o Batasuna o Aralar por citar a las formaciones abertzales. Como tampoco serán las mismas que propongan el PP o IU. Pero deja de ser razonable o admisible que se nos diga que estos partidos no pueden plantear el derecho a decidir o la búsqueda de puntos de encuentro sobre la territorialidad, única y exclusivamente, porque el Partido Socialista no comparte las mismas. Y es incalificable que se mezclen con la consecución de la paz. La posibilidad de decidir democráticamente no es una opción de partido: es un principio democrático.
¿Qué le parecería al señor Patxi López que alguien dijera que la paz no es incumplir el Estatuto de Gernika, torpedear el Concierto Económico, dar un portazo a las decisiones del Parlamento vasco o "cepillarse" cualquier acuerdo que adopte encaminado a reformar nuestro autogobierno? Le parecería inadmisible y, efectivamente, lo sería.
Cada uno aporta al debate lo que considera oportuno. El Partido Socialista está diciéndonos a los vascos y las vascas que perdamos toda esperanza de poder decidir democráticamente nuestro futuro. Lo camuflan afirmando que ellos siempre han respetado las decisiones democráticas de la sociedad vasca y al señor López no se le despeina ni un pelo pensando que el Estatuto que se refrendó democráticamente sigue sin cumplirse más de dos décadas después. Este parece ser todo el respeto que debemos de esperar a las decisiones democráticas que la sociedad pueda adoptar. Tú decide lo que quieras que ya haré luego yo lo que me dé la gana en Madrid.
Nosotros estamos dispuestos a vivir juntos y a decidir juntos, pero antes nos debieran dar la oportunidad de poder decidir vivir juntos, porque de lo contrario la conclusión será que vivimos juntos a la fuerza.