En 1878fue reconocida la independencia de Montenegro, por un lado y de Serbia, por otro, en el Congreso de Berlín. La independencia se derogó en 1918. Estos 40 años fueron muy convulsos en los Balcanes, en los primeros signos de decadencia del Imperio Otomano. Montenegro en este período tuvo que luchar, junto con los serbios, contra los turcos en la primera guerra balcánica y austriacos en la primera guerra mundial. En la mayor parte de este período fue el rey Nikola Petrovic, su héroe nacional y perteneciente a una vieja dinastía principesca, el jefe del estado. Sus hijas fueron reinas consortes de la monarquía italiana de los Saboya y de la casa real serbia.
Fue precisamente su yerno, el rey serbio Petra Karadjordjevic, que aprovechando que Montenegro dispuso sus tropas al mando único serbio en la primera guerra mundial ocupó y se anexionó Montenegro, en 1918, mientras el rey montenegrino estaba con su gobierno en Italia al amparo de la protección de la reina, su hija Elena. Destituido su rey, Montenegro fue forzado por los aliados a formar parte del reino de serbios, croatas y eslovenos, que fue rebautizado más tarde como Yugoslavia.
Más tarde, en 1992, a pesar de que ya cuatro de las seis repúblicas que conformaban Yugoslavia optaron por la independencia, Montenegro decidió por referéndum preservar los lazos de unión con Serbia en una situación ya de incipiente guerra abierta en la península balcánica Las relaciones entre los dos países se deterioraron, a medida que la guerras de Serbia se brutalizaban y Milosevic, en su soledad internacional, amenazaba con arrastrar al abismo a su "hermano menor". Ya en 1996 Montenegro abandonó la moneda común, el dinar, y adoptó el marco alemán.
Finalmente, la UE, con la mediación de Javier Solana en 2002, imposibilitó un referéndum de independencia, sustituyéndola un año más tarde por una federación, a pie de igualdad, entre Serbia y Montenegro difiriendo la consulta hasta 2006 en cualquiera de las dos entidades. En estos tres años, la Federación, aunque solamente haya gestionado una competencia común como es la Defensa con su ejército único, no ha funcionado, mejor dicho, de facto han funcionado como dos países independientes y, por consiguiente, el referéndum es exigido por los montenegrinos. La liga de fútbol es única para los dos pero la moneda es diferente, los montenegrinos han incorporado el euro, la política exterior se dirige separadamente y las fronteras son controladas, a cada lado, por las policías de las dos naciones. Lo que resulta paradójico es que cuando sean dos Estados tendrán que vivir sin puestos fronterizos, compartiendo la misma moneda y una política exterior diseñada conjuntamente con los demás Países de la UE.
Las condiciones impuestas por la UE, y aceptadas a regañadientes por las autoridades montenegrinas, para que el éxito del referéndum se sustancie en una negociación de acceso separado exige, por una parte, la participación de, al menos, un 50% del electorado en el referéndum, así como la obtención de un 55% de votos favorables. Si el primer requerimiento es razonable y frecuentemente utilizado en los referéndums importantes, la mayoría cualificada exigida podría resultar tan injusta como desestabilizadora. Las mayorías cualificadas pueden ser exigibles en muchos supuestos pero en éste supone la quiebra del principio de un ciudadano un voto. Nunca los "más" deberían ser los "menos". Si la opción independentista supera el 50% y no alcanza el 55%, resultado muy posible ante lo ajustado de las encuestas, no va a descansar hasta que los deseos de la mayoría se hagan efectivas, en una segunda y posteriores consultas.
Entiendo que haya prevenciones y se activen mecanismos coercitivos de defensa de los derechos humanos, especialmente de las minorías nacionales, porque los hábitos democráticos de estos países son muy incipientes, también en Montenegro, y hay tendencias totalitarias, pero nunca a costa de subvertir el orden democrático y universal del juego de las mayorías y minorías.
Desde la percepción serbia, para muchos, es desgarrador que partes de su cuerpo político sean periódicamente amputadas. Un renovada ola de radicalismo nacionalista, que ya antes consolidó a Milosevic, inevitablemente arrumbará a los moderados en Serbia. Pero saben que ya es imposible el recurso a las armas para recuperar lo perdido. A corto plazo, las iras de los serbios irán dirigidas a muchos de los montenegrinos que viven en Serbia, algunos se verán obligados a retornar, y también contra las pocas empresas montenegrinas instaladas en el país vecino. Anteriormente, el boicot económico serbio también afectó de manera significativa a empresas eslovenas y croatas, pero con el paso del tiempo la situación se ha estabilizado y el factor emocional se ha desactivado a la hora del acercamiento a la cesta de la compra.
En 1878, cuando por primera vez le fue reconocida la independencia, Montenegro era el Estado 27º del mundo ahora sería el 192º en el listado de las Naciones Unidas. Si entonces fueron las grandes potencias y sus alianzas las que determinaron el futuro de Montenegro, ahora mediante diálogos y acuerdos previos, son sus pobladores, en definitiva, los que deciden su futuro político. Si entonces necesitaba de una potente armada para defender su territorio y fronteras del ataque de los vecinos y de una moneda propia para su desarrollo económico interno, en el futuro inmediato su seguridad y bienestar estarán ligados a una estructura superior, que acogerá a más de 30 países interdependientes que compartirán los rasgos de soberanía que anteriormente, a muchos de sus componentes, les definían como Estados. Estas estructuras postestatales son las que desdramatizarán las independencias venideras y arrojarán al desván de la historia los manuales de soberanías absolutas que servían para interpretar un mundo ya en trance de superación.
Después de 13 años de la independencia de Chequia y Eslovaquia, Montenegro, sino Kosovo serán las primeras naciones europeas del siglo XXI que accederán a la estatalidad. No serán los últimos. Una tenaz determinación en el empeño e inteligencia serán las claves, porque ya no quedarán Serbias que faciliten las emancipaciones nacionales.