La imagen de la Mesa nos trae, por lo general, gratos recuerdos. La agradable conversación entre amigos, la gozosa celebración familiar, el sabroso y “salsero” debate … Seríamos capaces de “arreglar el cielo y la tierra” en torno a una buena mesa.
Es cierto que algunos ágapes acaban en un molesto atracón o que al día siguiente de una cena prometedora, todo sigue igual, pero, probablemente, no se nos ocurriría otro escenario que haya propiciado y logrado acuerdos más satisfactorios que el de un grupo de personas en torno a una mesa.
Algo tiene también de fetiche político la Mesa. No hay más que ver cómo sigue viva la de Ajuria Enea de 1988, transformada, 18 años más tarde, en Resolución del Congreso, o la entrañable de Egino que, aunque ahora parezca estar fuera de juego, puede que se nos presente, paradójicamente, llena de vida y de calor el próximo invierno.
La Mesa para debatir, para vernos frente a frente, para conocernos y reconocernos en nuestras diferencias, en nuestras fobias y filias. La Mesa con tantas sillas como personas, como sensibilidades, como sentimientos, como proyectos. La mesa con todos y todas, sin exclusiones, sin violencia, sin miedo, … sabiendo que todos vamos a ser escuchados y respetados, que entre todos representamos a la ciudadanía vasca que es la que corre con los gastos.
Hemos hablado tanto de la mesa de Partidos que casi todos no hemos convencido ya de sus bondades. Se nos antoja tan buena la idea de sentarnos a una Mesa, nos es tan importante contar con un escenario tangible -la Mesa- para diseñar las bases de nuestra convivencia política, tan imprescindible para el trabajo previo sereno y discreto antes de ir al Parlamento Vasco con el amplio acuerdo conseguido a los postres, … tanto la hemos imaginado que no queremos que nadie nos estropee el invento de un manotazo.
Ya sé que sólo se trata de una mesa, que podría ser otro mueble más sofisticado pero, hemos discutido tanto de los previos, hemos hecho tanto planes -lo que vamos a llevar cada uno, cómo la vamos a organizar, lo que vamos a poder degustar- que le hemos tomado cariño. Porque es un mueble funcional, muy a la medida de Euskadi, sencillo, imprescindible, duradero, sólido.