En el siglo XIX se consolida el modelo de Estado centralista, el cual trae consigo un profundo deterioro de realidades plurinacionales de los estados español y francés.
Ante la práctica negación de nuestras realidades nacionales, el sentimiento identitario va tomando conciencia en Euskadi, Galicia y Cataluña: se van creando asociaciones y entidades culturales de prestigio, movimientos ciudadanos a favor de la lengua y la cultura nacionales, formaciones políticas, sindicatos, etc. con vocación de construir nación.
Además, las fuerzas nacionalistas de Galicia, Euskadi y Cataluña comienzan a trabajar conjuntamente en la búsqueda de una estrategia concertada.
El 11 de septiembre de 1923, Díada Nacional de Catalunya, se firma en Barcelona el Pacto de la Triple Alianza, lo suscriben Françesc Macià, Nicolau D’olwer, Ventura Gassol y Antoni Rovira i Virgili por Catalunya; Alfredo Somoza y Francisco Zamora por Galicia; y Egilior, Gallastegi, Uribe-etxebarria y Robles Arangiz por Euskadi.
Diez años más tarde, en el Pazo de Fonseca en Galicia, se firma el Pacto de Compostela, y se crea Galeuzca. Firman el acuerdo Batista i Roca, junto con Nicolau D’olwer por Catalunya; Castelao, Suárez Picallo y Alonso Ríos por Galicia; e Irujo y Rezola por Euskadi. Posteriormente, en 1934 ERC ratifica este pacto.
Galeuzca quedó truncada por la sublevación militar del 36. La guerra, la derrota y la interminable dictadura apagaron la genialidad, el entusiasmo y el compromiso de aquella generación irrepetible.
Pero quedó – y sigue vivo- un sentimiento de hermandad y solidaridad entre gallegos, vascos y catalanes. Y también una cierta complicidad social y política que se mantuvo incluso en los años más negros del franquismo. Se evidencia, una vez más, que la negación de nuestros derechos colectivos, además de los individuales (suelen ir de la mano), la agresión a nuestras ideas y a nuestra cultura, la violencia y el fascismo, nunca han podido con la tenacidad democrática y las aspiraciones de los pueblos.
En julio de 1998 nace la Declaración de Barcelona. (entre BNG, CiU y PNV). Se retoma el objetivo de trabajar, a través de la acción coordinada, por el reconocimiento efectivo, y consecuente, es decir, el reconocimiento jurídico-político, de nuestras realidades nacionales.
Conciliándolo siempre con el necesario respeto a la especificidad de nuestras respectivas naciones y con respeto también a las decisiones estratégicas que cada partido adopte, en función de su diagnóstico y análisis político.
El reto político de la Declaración de Barcelona
El Estado español es para los socios actuales –y futuros- de la DB, una amenaza y también una oportunidad; por un lado, es la institución que nos niega como naciones, que no cree en la diversidad aunque a veces la predique e incluso la trate de exclusivizar. Pero, a la vez, es el espacio político por excelencia para nuestra acción concertada.
La estrategia que siguen las fuerzas políticas mayoritarias del Estado (PP y PSOE) respecto a nuestro derechos nacionales está bien articulada. Hablo de actuaciones concretas, como, por ejemplo, la apuesta por la homogeneización artificial del sistema autonómico y por un municipalismo que esconde la dilución de nuestras instituciones nacionales. Se impone una reflexión conjunta sobre esta cuestión para que nuestras instituciones nacionales no queden diluidas en el municipalismo homogeneizante que propugnan PP y PSOE.
Esta política nos afecta directamente y afecta al desarrollo de los proyectos nacionales de Euskadi, Catalunya y Galiza.
Ante tal situación, hemos de fortalecer la acción política conjunta de Galeusca/Galeuscat/D.B. Para ello, es imprescindible impulsar las relaciones y la coordinación con otras fuerzas políticas del Estado español (y del estado francés) que consideran el reconocimiento a la plurinacionalidad como valor democrático, y a las naciones como realidades vivas que han de ser reconocidas así por los poderes de los estados.
Además, tenemos que promocionar los estudios, análisis y adaptación permanente de los conceptos, programas y de actuaciones sobre los que se sustenten las políticas más coherentes con la plurinacionalidad de los Estados.
Difundir nuestros planteamientos políticos al conjunto de la sociedad, haciendo frente de forma conjunta y proactiva a las actitudes políticas hostiles también será necesario.
El impulso de las relaciones entre asociaciones culturales, lingüísticas, pedagógicas, deportivas, económicas, etc., como forma de comunicación, interconocimiento y colaboración es otro punto que tendremos que cuidar.
Para finalizar, será importante también la coordinación política en el Congreso de los Diputados y en el Senado e impulsar conjuntamente la reforma del entramado institucional (Constitución, ordenamiento jurídico básico, Senado, Tribunal Constitucional,...). Además se deberá de trabajar de manera coordinada en los foros internacionales.
Pero para que Galeuscat pueda avanzar se tienen que dar tres condiciones imprescindibles:
Que nosotros creamos en su eficacia. Es, en realidad, lo más importante. Sólo seremos eficaces en la medida en la que seamos conscientes de que somos la única alternativa a la idea de Estado-nación, de que, juntos, somos la tercera fuerza política del Estado (las coyunturas políticas de mayorías no absolutas de ninguno de los dos partidos de ámbito estatal, salvando evidentemente las distancias, son, en este sentido las mas propicias).
Actuar desde la reflexión sincera y leal sobre las prioridades y la eficacia de nuestra actuación.
Y, para terminar, hacernos mas presentes en la vida social y política de Galicia, Euskadi y Cataluña; sin olvidarnos de Madrid ni de los foros europeos. Hacerlo sin complejos, como fuerza política de presente y de futuro, con interlocución en Europa y en el mundo: a)consolidando la acción conjunta CiU, BNG y PNV; y b)estableciendo después relaciones estables con otras fuerzas políticas. Por encima de intereses partidistas particulares, por muy legítimas que sean.
Se lo debemos a aquellas personas que, en tiempos más difíciles que los actuales, fueron capaces crear y sostener Galeusca. Se lo debemos en definitiva a la ciudadanía de Galicia, Euskadi y Cataluña.