El complejo puzzle polÃtico vasco y el extraordinario tiempo histórico que nos toca vivir conforman una ocasión única para que los responsables polÃticos demos la talla a la hora de afrontar el doble reto de la pacificación y de la convivencia polÃtica, sin perdernos en riñas mediáticas. Con excesiva frecuencia, los dirigentes polÃticos, en un ejercicio abusivo de autoestima, denominamos debates a lo que no son sino discusiones contra-pedagógicas que, en algunos casos, no pasan de la categorÃa de broncas mas o menos soterradas.
Es tiempo de responsabilidad y no de rifirrafes mediáticos vestidos de titulares más o menos sonoros. Es tiempo estratégico, no táctico ni cortoplacista. Tiempo de escuchar, de reflexionar sobre lo que nos demanda la sociedad. Tiempo de actuar con serenidad y decisión, sin aferrarnos al discurso políticamente correcto. Los buenos líderes -y todos los que estamos metidos en esto queremos serlo- son aquellos capaces de interpretar e interpelar a la sociedad; los que van un paso por delante de la gente. Sus discursos no son siempre cómodos y, sin embargo, nunca pierden de vista las expectativas sociales de fondo.
La sociedad vasca es una sociedad madura, con un conocimiento consciente de sus derechos democráticos y aspiraciones políticas. Una sociedad que expresa con claridad meridiana sus opciones políticas en cada coyuntura histórica.
Según todos los indicadores, se pueden identificar tres valores ético-políticos prioritarios asumidos por el conjunto social vasco: a) el respeto absoluto a la vida y a los derechos humanos de todas las personas; b) el diálogo sincero entre las diferentes sensibilidades identitarias y políticas y c) la búsqueda de un acuerdo interno con una formulación del respeto democrático a la voluntad libremente expresada por la ciudadanía vasca.
Los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco hemos realizado un ejercicio sincero y sereno para acercarnos, con estos valores y el bagaje de nuestra propia ideología nacional vasca, al doble reto de la pacificación y de la convivencia política en Euskadi.
Intentamos renovar, permanentemente, la cultura de la paz, de la defensa activa y concreta de los derechos humanos y los derechos cívicos y políticos; de la igualdad, la solidaridad y la justicia; del respeto a la diversidad y la defensa activa de las libertades democráticas. Asumimos, así mismo, el compromiso activo de solidaridad con las víctimas. Todos hemos aprendido en Euskadi que la paz será definitiva cuando, junto con las armas, cese también el esquema ideológico del todo vale para conseguir objetivos políticos. El planteamiento "no a la violencia, sí al diálogo" de la sociedad vasca, no exige a nadie renuncia a sus aspiraciones políticas.
En nuestro país tenemos un viejo conflicto político pendiente, el cual tiene mucho que ver con la no aceptación de la bilateralidad y del pacto por parte del Estado. Su resolución requiere un juego complejo de acuerdos y respeto democrático a la voluntad de la ciudadanía vasca. No puede ser interpretado dando a entender que el proceso estatutario ha sido ilegítimo y que, por consiguiente, el recurso a la violencia tiene justificación.
Es preciso afirmar que el terrorismo no es la consecuencia natural de un conflicto político. Y señalar, así mismo, que la lucha contra el terrorismo, legítima por parte de los poderes de un Estado de Derecho, sólo puede abordarse con más democracia. La legitimidad de los Estados se asienta en la separación de poderes y en la igualdad de todas las personas ante la ley, y no en actuaciones político-judiciales que lesionan derechos fundamentales de personas y colectivos. Las actuaciones antidemocráticas en la lucha contra ETA deben ser definitivamente superadas para normalizar las relaciones sociales y políticas.
Creemos en el final dialogado de la violencia, una vez que ETA haya manifestado su decisión de acabar definitivamente con ella. Y lo apoyamos porque significa buscar una salida democrática, tomar en consideración las potencialidades del ordenamiento jurídico; y, finalmente, comenzar a cerrar todas las heridas y a abrir todos los caminos.
El comienzo del final dialogado es absolutamente necesario. En primer lugar, porque nuestra sociedad ansía y necesita la paz para poder respirar. En segundo lugar, porque nuestras decisiones políticas futuras, nuestro acuerdo político de fondo, no pueden estar condicionados por una ETA que no ha sido capaz de aceptar ni la voluntad del pueblo vasco ni la legitimidad democrática de las instituciones que nos hemos dado.
Más pronto que tarde ha de llegar el día en que sea posible ese final dialogado y comenzar el proceso de paz aunque debamos recorrer un largo camino para verla consolidada. Y los partidos llegaremos al acuerdo a través de un debate sincero sin imponer ni impedir. Ése es el reto, es la exigencia de la sociedad vasca. Y ése es también nuestro compromiso y nuestra confianza. El compromiso y la confianza de las mujeres y los hombres del Partido Nacionalista Vasco.