«Sin la colaboración del PSOE con el PP no se nos habría llevado a juicio»
La Fundación Sabino Arana se ha convertido en una especie de bálsamo para Juan María Atutxa (Areatza, 1941), tras haber abandonado la primera línea política después de padecer el veto personal de la oposición en la elección del máximo responsable del Parlamento vasco y de ser sometido a juicio por no haber disuelto el grupo de Sozialista Abertzaleak.
¿Con qué sensación se ha quedado al término del juicio?
Con la sensación de ratificarme en todo lo que teníamos interiorizado: la de que todo esto ha sido un sinsentido. No tuvo sentido que se presentaran las querellas y mucho menos lo tuvo que, después de un largo proceso de instrucción y de que se diera orden de archivo por parte de la magistrada encargada del caso, éste se haya retomado como consecuencia del recurso presentado por el sindicato ultraderechista Manos Limpias. No se ha juzgado a tres personas, sino lo que se ha querido entender como rebeldía de una institución que les escuece.
¿Le ha sorprendido la actitud de la fiscalía en la vista oral?
El ministerio fiscal ha desarrollado un papel complicado porque por una parte, como corresponde a una institución jerarquizada como ésa, ha obedecido la orden que le vino dada desde las más altas esferas, desde la fiscalía general del Estado, pero, por otra parte, su proceder ha sido la de una acusación pura y dura. Iba tentando a la res brava para acercarla y ponerla en manos del tribunal para que éste le dé la estocada.
Su antiguo compañero de Mesa Carmelo Barrio, del PP, señaló en el juicio que nunca les vio intención de obedecer al Supremo. ¿Le dolió?
No me sorprendió nada, porque el 3 de diciembre de 2003, cuando unos y otros tuvimos que declarar, también vimos el mismo talante. Comparecían como testigos pero han actuado como una acusación que va en busca, en el caso de Barrio, de la condena de sus ex compañeros.
Le noto muy molesto...
Es que todo esto hay que tenerlo en cuenta porque una cosa es que tengas que ir a colaborar con la Justicia, testificando sobre lo que te pregunten, y otra cosa es entrar en juicios de valor acerca de las intenciones de los demás. Pero tratándose de esas personas tampoco me ha provocado una gran perplejidad.
Seguramente, el papel más incómodo en este caso ha sido para del Partido Socialista...
Está recogiendo las consecuencias de una tempestad que ayudó a generar bajo las faldas del Partido Popular. Muchos éramos conscientes de que aquel estilo de hacer las cosas y de utilizar a su antojo los más altos resortes de la Justicia nos llevaba por una senda enormemente peligrosa para la democracia. Sin la colaboración del PSOE con el PP no habría sido posible la apertura de este procedimiento ni se nos habría llevado a juicio. Sin estar arropada por los dos grandes partidos estatales, la "Sala del 61" no habría dictado los autos de 2003. De ahí nació la fiera y seguimos soportando las consecuencias de aquel monstruo que se creó.
¿El PSOE se ha distanciado suficientemente de aquella estrategia?
Digamos que ahora ve las cosas de otra manera.
¿Esto le tranquiliza de cara a lograr la absolución?
No espero otra cosa más que la absolución ya que en ningún momento me he sentido bajo la responsabilidad de haber desobedecido. Hicimos lo que pudimos. Nunca dijimos que no al Tribunal, sino que no podíamos hacer lo que nos exigía.
Es curioso que mientras unos le acusaban de ser connivente con la izquierda abertzale ilegalizada, Batasuna le criticara con dureza por creer que les perjudicó. ¿Cómo se lo explica?
Ambas partes miraban desde su interés particular. Unos decían: "ustedes tres se niegan a echar del Parlamento a la voz de ETA". Se trataba de una manipulación pura y dura, porque esos señores se hubieran sentado en el mismo sitio, hubieran ocupado los mismos locales, casi seguro se hubieran llamado "Grupo Mixto-Sozialista Aber-tzaleak", también hubiesen seguido cobrando... ¿Qué hubiera cambiado? Nada. Todo ruido y ni una sola nuez.
Batasuna alega que no se les pagaron cantidades que les correspondían...
Para Sozialista Abertzaleak hubiera sido mucho más cómodo que, haciendo dejación de nuestra responsabilidad de defensa de la autonomía y de la capacidad autoorganizativa del Parlamento, hubiéramos seguido las órdenes del Supremo, entre otras cosas porque así hubieran llegado a cobrar las cantidades que quedaron retenidas. Pero de haber dado el paso, hubiéramos pasado de ser una institución que reivindica el respeto que se merece a estar tirados por los suelos. Nos colocaron entre dos paredes; pero no defendimos ni a personas ni a grupos concretos, sino a la institución.
Esa actitud al final le ha costado la presidencia del Parlamento...
Unos me vetaron diciendo que actué de tal o cual manera durante mi época de consejero de Interior. Pero puedo decirle una cosa: si hoy fuese el 7 de febrero de 1991, cuando juré por primera vez el cargo, o si fuera enero de 1995, cuando juré por segunda vez, en líneas generales mi actuación sería la misma. Más aún en aquella situación. No me arrepiento de nada. De nada. Me mantengo firme frente a los que me vetaron por mi actuación al frente de aquel Departamento.
Y, ¿ante los otros?
La paradoja radica en que los otros me vetaron porque dicen que con mi forma de actuar y de dirimir las cosas en el Parlamento he estado defendiendo a quienes iniciaron el veto.
Se le llegó a acusar de apoyar a ETA...
Me dijeron que estaba conchabado con ETA y resulta que todos los días tengo que hacer virguerías para que los aliados de estos a quienes dicen que defendí no me arranquen la cabeza. ¿Cómo se entiende? ¿Cómo explico en mi casa que tengo que salir por no sé dónde y a no sé qué horas cuando leen después que el PP y el PSE-EE me acusaban de connivencia? Menos mal que en mi casa saben a ciencia y conciencia quién es cada uno.
En un principio su idea era la de no presentarse a las elecciones de abril. ¿Se arrepiente de no haberlo hecho?
No. Nunca me he arrepentido. Tenía decidida mi posición de no presentarme a las elecciones de 2005, pero fue precisamente un alto dirigente de la formación política en la que yo milito quien el día 22 de julio de 2004 mantuvo un encuentro conmigo para preguntarme si mi decisión de no volver era irrevocable. Le respondí que no era inamovible, aunque pensaba que ya había llegado el final de mi vida política activa. Al final, sin grandes esfuerzos, el Partido y yo, con conocimiento previo de mi familia, decidimos que era conveniente continuar una etapa más. Así lo hice y no me arrepiento de nada.
Tras los primeros empates en la votación para elegir al presidente del Parlamento, EA le dio por amortizado. ¿Le sorprendió esta posición de quienes se presentaron coaligados con el PNV?
Me guardo las valoraciones para mí. Pero no sólo para esta entrevista. Para siempre. Tengo buena memoria y no olvido nada pero, en estas cosas, cuanta más leña al fuego se echa más acritud se genera.
Sus palabras ya son lo suficientemente significativas...
... (Ríe)
Deduzco que no piensa escribir sus memorias.
No. No tienen ningún valor. No me siento tan importante como para escribir mis memorias.
Al final decidió dejar incluso el escaño. ¿Por qué?
Lo decidí el 23 de mayo, cuando cambió la candidatura para presidir el Parlamento y salió elegida Izaskun Bilbao. El Partido sabía ya que mis días en la Cámara estaban contados. Yo creía que desde cualquier otra responsabilidad podía ir aportando mi granito de arena en favor de una causa y un pueblo. Ya no pintaba nada.
¿Existió alguna motivación de carácter más personal?
Consideré que cada día que tuviera que encontrarme con determinadas personas en el Parlamento reverdecería la situación que me tocó padecer y me pareció que no era conveniente. Advertí a mi partido que preferiría no volverme a sentar en el escaño tras la vuelta vacacional y así lo hice.
Los gestos de solidaridad le habrán compensado, al menos en cierta medida...
Aunque Dios me diera otros 200 años de vida no podría agradecer lo suficiente a las bases de mi partido y a otras muchísimas personas ajenas al mismo el cariño, el calor, el apoyo y la deferencia que me han mostrado.
Deja la política en un momento que se cree decisivo. ¿Lo es?
Ha habido momentos de llorar, de rasgarse la piel a jirones y los ha habido de expectativa, de ilusión. Pero hemos tenido tantos dientes de sierra que ahora tenemos de ser comedidos. Por tanto, cuidado con lanzar las campanas al vuelo.
Compartió Gobierno vasco con el PSE. ¿Fue un error el alejamiento de ese partido?
Personalmente creo que sí y esto no es ningún secreto. Ahora parece que el intento de entenderse se ve con mayor naturalidad por ambas partes. Estuve doce años sentado junto a representantes socialistas en tres consejos de gobierno, en la Diputación [de Bizkaia] y en el Gobierno vasco. Nunca un socialista me pidió que dejara de ser nacionalista y yo tampoco se lo pedí a él. Creo que aquella experiencia fue buena.
Las cosas cambiaron...
Hemos pasado una fase en la que el Partido Socialista se plegó a las pretensiones del PP -aquí a las de Mayor Oreja-, y fue un error enorme. También nosotros nos fuimos inclinando hacia otra parte como consecuencia del tándem formado por PP-PSOE. En todo caso, al final el PSOE se dio cuenta de su error, aunque sigamos pagando sus consecuencias, y nosotros nos hemos dado cuenta de que es necesario hablar y llegar a un entendimiento con los socialistas sin que ello suponga gobernar juntos.
¿Qué cree que aporta el último documento del PNV?
El documento tiene los pies en el suelo. Salvo uno, todos los partidos le han visto aspectos positivos. Les ha resultado difícil hallar tachas en él. Es un texto que abre puertas, que abre la posibilidad del diálogo.
Ahora se pretenden consensos amplios, como se señala en ese documento...
Para aprobar un nuevo Estatuto, que va a ser la regla de juego para los próximos 25 años, es normal que se pida una mayoría cualificada. ¿Vale el 51% contra el 49%? Posiblemente, ésa es una mayoría pírrica. Yo siempre lo he entendido así.
¿Incluso con el Nuevo Estatuto Político?
La propuesta de Nuevo Estatuto obtuvo en el Parlamento vasco lo que nuestra ley exige y sin embargo no se respetó. El primer paso se dio en la Cámara. A partir de ahí, se hubiera necesitado una mayoría cualificada. Si así está establecido, un 51% frente al otro 49% es impecable desde un punto de vista democrático, pero si queremos darle a este pueblo un instrumento válido no podemos quedarnos en eso.
¿La fórmula del derecho a decidir y la obligación de pactar puede ser un punto de encuentro en Euskadi?
Creo que sí. El derecho a decidir es algo legítimo y democrático.
¿Se ha superado el debate sobre la soberanía o la cosoberanía en el seno del PNV?
Es una cuestión totalmente superada. Se trata de términos que hacían surgir alguna aspereza aunque en el cimiento principal estamos todos de acuerdo. Sabemos a lo que aspiramos y no daría más importancia a la terminología.
Ha pasado un año desde que se presentó la Propuesta de Anoeta. ¿Le parece que han acompañado los hechos a las palabras?
Todavía la izquierda abertzale tiene mucho que demostrar. Batasuna tendrá que recuperar la credibilidad que perdió tras la ruptura por parte de ETA de la tregua en 1999. De todas formas, el PNV debe hablar tanto con el PSE-EE como con la izquierda abertzale, sin que ello suponga marcar equidistancias de ningún tipo. Es imprescindible que la formación política más importante de este país hable con unos y otros para lograr la paz y la normalización.