La cuestión les ha sentado tan mal que ya han decidido dos cosas: no ir a la coronación del “croupier” en noviembre y, si juega el Mónaco en España y viene al Bernabeu, no dejarle entrar en el palco del Real Madrid. La imagen de España por encima de cualquier otra consideración. Ya lo dice Jiménez de Parga, quien fuera presidente del Tribunal Constitucional: “No hay más nación que la española”. Pero lo mismo dice Bono y Alfonso Guerra y Paco Vázquez y Rodríguez Ibarra y Aznar. Ya verán ustedes cómo los catalanes del PSC y ERC reculan con su estatuto.
Pues bien. A este personaje, Jiménez de Parga, lo hemos tenido de presidente del Tribunal que dirime los conflictos entre la Administración central y las Comunidades Autónomas. Y ese Tribunal celebraba el martes 25 años de vida. Un Tribunal que es un árbitro casero y comprado.
Enterado de que al aniversario acudiría el Lehendakari, me pareció una correcta cortesía que algunos no tienen, pues a más de uno le dio un retortijón y lo cortés no quita lo valiente, acudí. Me encontré con una gran celebración que a mi juicio no procedía. ¿Por qué? Se les llena la boca hablando que la transición fue una reforma, no una ruptura con el pasado. ¿Con qué pasado? Desde luego sí lo fue con el de la democrática República, ya que ésta tuvo su Tribunal Constitucional que se llamaba Tribunal de Garantías. De este Tribunal formaron parte dos miembros preeminentes del PNV: Francisco Basterretxea, padre de Nestor, bermeano y gran jurista. Y Pepe Eizaguirre, tolosarra y experto letrado. ¿Qué celebraban pues el martes estos señores tan encopetados?
Otra cosa que me llamó la atención fue el discurso del rey, que lógicamente no aplaudí. Este señor se levantó, se fue al estrado, leyó unas cuartillas y les dijo a todos los magistrados y políticos presentes lo que tiene que ser el Tribunal Constitucional, cuando él es “irresponsable” ante la ley. El rey no puede ser juzgado por nadie. Artículo 56-3: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Caso único en la legislación europea. Y sin embargo este señor dice a los demás cómo tiene que funciona un Tribunal que juzga, mientras sus amigos y testaferros, Prado y Colón de Carvajal, Mario Conde y Javier de la Rosa, están encarcelados. Pero todos aplaudían como posesos. No me digan que en este Madrid, donde las lagartijas andan con cantimplora por el calor que hace, el “ABC” saca en portada una boda gay y “El País” una princesa, le declaran la guerra a un principito porque pregunta por ETA cuando ellos se la pasan hablando de ella, es un sitio serio donde hacer política. Oh, la, la, la, la!!!
Comentaba estas cosas con un malagueño. Me decía: “Iñaki tienes razón. Todo esto es impresentable y una gran chapuza. Estamos marcados por el odio. Pero es el precio que tenemos que pagar para no matarnos los unos a los otros”. Apañados estamos, le dije. ¡Vaya democracia!
CON ABDELAZIZ EN MADRID
Hablaba el martes con Llamazares y Sabanés, dirigentes de IU. La primera había hecho de puente para que el líder del Frente Polisario visitara Madrid. Sólo les pidieron una cosa: exclusividad en los primeros contactos. El martes, Inés me contaba sus penas. La víspera, sin decirles nada, Mohamed Abdelaziz había ido a visitarle a Aznar a FAES. La noticia de ese día era pues esa fotografía con la particularidad de que Aznar anunciaba su visita a los campos de Tinduff.
Reflexionábamos que esa foto, que hacía polvo a IU, era buena para el Polisario porque ponía nervioso a un errático PSOE y a un gobierno socialista que un día acariciaba a Mohamed, otro dice que el Plan Baker está amortizado y al siguiente se saca no se que conejito de la chistera, mientras los saharauis se fríen en el desierto a fuego lento, dolidos y aquejados de una inmensa impotencia asentada en una gran tomadura de pelo.
Asimismo recordábamos las decenas de iniciativas que habíamos tomado sobre este asunto en los ocho años de Aznar y la guillotina del PP con que eran recibidas y rechazadas. Ocho años de indigencia absoluta para terminar en una mentirosa fotografía que de alguna forma trastocaba el panorama. Ya lo hemos dicho más de una vez. Estamos seguros que si alguna vez los saharauis son independientes harán como los estonios y letones: si te he visto, no me acuerdo. Sin embargo, nosotros perseveraremos y ayudaremos a tope a la causa saharaui. Todas las libertades deben ser solidarias.
Hablábamos de estas cosas antes de participar en un desayuno ofrecido por el Nuevo Forum al líder Polisario. Lleno hasta la bandera. El asunto interesa y la coyuntura de represión en los territorios ocupados ha hecho que comiencen de nuevo a estar presentes en la agenda internacional.
Abdelaziz, el presidente, con voz fuerte y segura, en árabe, desgranó sus reflexiones que pueden resumirse en una idea: “referéndum de autodeterminación organizado y supervisado por Naciones Unidas a lo que un Marruecos democrático no puede oponerse, de lo contrario no sería un régimen democrático”. No se porqué esta música me sonaba. Y sin embargo, todos en Madrid la aplaudieron.
Me llamó la atención que el dirigente polisario no mencionara en su primera intervención el agradecimiento de su gobierno al inmenso esfuerzo y a la simpatía que tiene su causa en Euzkadi y en España. Más de diez mil familias, que no es moco de pavo, acogerán en sus casas a sus niños este verano, sin contar con la ayuda desinteresada que se les suministra. Habló de fosfatos, pesca, gas, petróleo, turismo y de cómo su gente ha de irse a Cuba y a México. Estuvo bien, pero le faltó un toque amable.
A la noche hubo otra recepción en un hotel. También fui. Desde Zerolo hasta dirigentes del PP, pasando por unos tímidos socialistas, gente de FAES, y movida madrileña sin excluir a Txomin Aurrekoetxea, que para ellos es una especie de Laurence de Arabia y la alcaldesa de Berriz, que al día siguiente emprendían una acción de presión contra el régimen monárquico tan canallesco y conculcador de los derechos humanos. Todavía recuerdo el reciente viaje de Juan Carlos de Borbón a Rabat llamándole “hermano” a Hassan II, y “primo” a su hijo. El mismo personaje que, después de decir aquellas cosas tan heroicas de que España no abandonaría el territorio español del Sahara, volvió con el rabo entre las piernas, dejando a aquella gente abandonada a su suerte.
De momento, el Senado prepara un viaje. Les hemos dicho que la condición mínima tiene que ser que sea un viaje libre, en el que se pueda visitar a los condenados en el último juicio y la prensa pueda informar. Veremos.
LANCASTER BOMBER Y LOS GUDARIS
El domingo pasado por la noche las televisiones daban cuenta de los actos conmemorativos celebrados en Londres con motivo de cumplirse el sesenta aniversario del fin de la segunda guerra mundial. Un inmenso gentío, medio millón de personas, rodeaba el Palacio de Buckinham y la familia real al completo saludaba desde el balcón al personal que, entusiasmados, les aplaudían.
“No me sorprende que durante estos difíciles días para Londres, la gente se vuelva hacia el ejemplo dado por esta generación de resistencia, humor, sostenido coraje, a menudo bajo condiciones de gran privación”, afirmó la Reina Isabel II con su peculiar sombrero modelo lámpara, ante una formación de veteranos de la Segunda Guerra Mundial, en las celebraciones con motivo del sexagésimo aniversario del fin de aquella gran contienda. “Su ejemplo, y su memoria –añadió- debería ser mantenida viva por generaciones más jóvenes cuando se esfuerzan por preservar la paz en nuestro conflictivo mundo”.
Un millón de amapolas – las populares “poppies” que cada año los británicos se colocan en la solapa para recordar a los caídos en la Segunda Guerra Mundial y que adornan las coronas con las que tributan su memoria –fueron lanzadas desde un avión Lancaster Bomber sobre miles de personas congregadas en el centro de la capital británica para seguir las celebraciones.
Los cronistas españoles han querido ver en este acto una especie de reafirmación del carácter inglés ante las adversidades. No deja de ser una lectura interesada porque lo que hacen los británicos es reafirmar su orgullo sobre lo que fue la conducta del pueblo y ejército inglés ante los ataques del totalitarismo. Resistieron a los nazis y con el concurso norteamericano les vencieron. Aquí la familia real española no podría celebrar nada de eso. Juan Carlos por esas fechas llegaba a Madrid para ser educado por el dictador, su padre Don Juan, había llegado a vestirse de requeté, Alfonso XIII conspiró lo que pudo desde Roma para que le devolvieran el trono y, durante cuarenta años, Franco, el amigo de Hitler y Mussolini nos oprimió aquí de lo lindo, mientras mandaba este saludo a Hitler: “Querido Fürher: en el momento en que bajo su guía los ejércitos alemanes están finalizando victoriosamente la mayor batalla de la historia, deseo manifestarle la expresión de mi entusiasmo y admiración, así como la de mi pueblo que conmovido contempla el glorioso desarrollo de una lucha que siente como propia y que llevará a término las esperanzas que ya alumbraron en España cuando vuestros soldados compartían con nosotros la guerra contra los mismos enemigos, aún cuando camuflados.
(…) No necesito asegurarle cuán grande es mi deseo de no permanecer ajeno a sus preocupaciones y cuán grande mi satisfacción de prestarle en cada momento los servicios que Vd. considere como los más valiosos”.
Esa es la gran diferencia que tratan de ocultar edulcorando la historia, no haciendo comentarios políticamente incorrectos, recordando que aquí a todo el facherío en lugar de hacérseles un juicio de Nuremberg los tenemos en el machito recibiendo reverencias. Esa la diferencia entre un país serio, con todos sus defectos, y otro de pandereta. Con un Juan Carlos que la última vez que saludó desde el Palacio Real fue en 1975 con Franco cuando éste había ejecutado penas de muerte, entre ellas a Juan Paredes Manot, “Txiki”.
Otra lectura es el respeto de la sociedad inglesa hacia sus soldados veteranos. Llegan a tener un Ministerio que se ocupa de ellos, sus pensiones, sus desfiles, su ubicación en los actos públicos, el recuento de sus batallas, la recogida de sus testimonios para que toda aquella epopeya no quede perdida en el vacío. Aquí, que por circunstancias de una sublevación militar, y que llegamos a tener un ejército al servicio del primer gobierno vasco democrático, nada de nada. Sabemos que los gudaris van falleciendo porque en las esquelas, sus familias, orgullosas de la historia de sus mayores, ponen a qué batallón perteneció su padre o su aitxitxe con el título de gloria: haber sido gudari. Ellos sí estaban orgullosos de lo que hicieron y de la defensa que de una sociedad con valores realizaron. Eran la legalidad y fueron perseguidos, fusilados, deportados, metidos en campos inmundos, pasaron mil penalidades, tuvieron que exiliarse y se les depuró de los sitios donde trabajaban. Y, sin embargo, nunca han tenido un reconocimiento oficial, un monumento, un día para el recuerdo de su gesta. Y nos la pasamos hablando de identidad. Sinceramente nunca he entendido esta garrafal y absoluta falta de sensibilidad por quien tiene la obligación y presupuesto para preocuparse de ellos. Esta es la cada vez más difícil deuda por saldar que tienen las instituciones vascas con gente que estuvo a su servicio. Han pasado 69 años y por muy jóvenes que fueran aquellos gudaris, la edad está pudiendo más que Franco.
Sólo deseo que el Gobierno Vasco retome aquel acuerdo del propio gobierno vasco en el exilio que dispuso que cada 15 de octubre se recordara el día del gudari. La fecha tenía su origen en el fusilamiento masivo que hicieron en 1937 los franquistas de representantes del PNV, PSE, ANV, STV, CNT y UGT en Santoña. ¿Por qué no nos parecemos en eso un poco más a los ingleses y un poco menos a algunos españoles que no pueden celebrar el fin de la guerra mundial porque fueron ellos quienes encendieron la mecha?.