Se ha muerto Primi Abad, un patriota vasco de esos realmente irrepetibles. Para muchos vascos y vascas su nombre, probablemente, les dirá muy poco. No fue nunca una persona pública. Ni un político tal y como hoy podríamos entenderlo. Renegó de la relevancia y del protagonismo personal. De él, durante estos días, tan sólo aparecerán unas pocas reseñas biográficas de su vida en algunos medios de comunicación. Pero gracias a personas como él, gracias a toda una generación de vascos y vascas que desde el anonimato y desde el trabajo desinteresado en la sombra lo dieron todo por Euskadi, hoy este Pueblo sigue vivo y en marcha. Gracias a personas como Primi, toda una generación de vascos y vascas -aunque muchos de ellos y de ellas no sepan quien fue- van a tomar las riendas de la Euskadi más avanzada y progresista de la historia. Personas que no dudaron en luchar y luchar, sin descanso a pesar de los reveses, las decepciones, la persecución, la carencia casi absoluta de medios y las traiciones, por recuperar la democracia en Euskadi y por que sus descendientes pudieran vivir en una sociedad distinta.
Fue miembro de Juventud Vasca (Euzko Gaztedi) en tierra de mineros socialistas, anarquistas y comunistas, en unos días en los que las discrepancias iban más allá de las palabras. A su militancia política, hay que sumar, la sindical (en "Soli"). Fue miembro del Partido Nacionalista Vasco y de ELA-STV durante su larguísima vida. Además, Primi fue un hombre de acción. Organizador en la inmediata preguerra de Euzko Aberkoi Batza, "subió" a combatir al Gorbea antes de que se formase Euzko Gudarostea. Oficial de las milicias del PNV, resultó herido en Sabigain. Tras salir de la cárcel, se incorporó a la Resistencia: primero en la "Red Álava" (junto a Antonio Causo, otro hombre de la Margen Izquierda). Luego, en Euzko Naia. Tuvo que huir a Francia, incorporándose a la Brigada Vasca y, luego, a los comandos entrenados por el Ejército de Estados Unidos, en las cercanías de París.
Vino luego un largo y fructífero exilio. Fue el primer presidente de Euzko Gaztedi de la posguerra, lo que le convirtió en referente de esta organización hasta nuestros días. Luego, vendrían sus luchas contra todos los totalitarismos al margen del color (azul o rojo), y las acciones de propaganda (jugándose siempre el tipo). Y, cuando muchos, por edad, consideraban cumplida generosamente una etapa, Primi, el eterno joven de la Zona Minera estaba allí. En 1974, participó en la organización del viaje clandestino de Leizaola al interior, y, poco después, en los entrenamientos de los grupos de seguridad, embrión de lo que hoy es la Ertzaintza.
Tras finalizar la dictadura de Franco volvió a Euskadi, a Muskiz y allí hizo lo que siempre deseo hacer: trabajar desde el anonimato por y para Euskadi y en Euskadi, aportando su experiencia, tesón, vitalidad y capacidad organizativa para la puesta en marcha del Partido Nacionalista Vasco en este municipio minero.
Para muchos de nosotros, en aquellos primeros años difíciles de trabajo tras la muerte de Franco, fue un ejemplo en el que mirarnos y del que aprender. Se vivían momentos convulsos en Euskadi. Pero hombres como Primi Abad desde la firmeza de sus convicciones abertzales nos aportaron la experiencia y un ejemplo de tesón y esfuerzo que, hoy más que nunca, nos tienen que servir a todos los abertzales, para afrontar los grandes retos que como Pueblo tenemos por delante. Primi Abad entendía el nacionalismo como la mejor expresión de la democracia. Un hombre que combatió en tres guerras (además de la clandestinidad antifranquista en los día en que uno se jugaba la vida: su jefe Luis de Álava fue fusilado) siempre se rebeló contra la violencia y los violentos. No le gustaba ETA, y mostraba sus disgusto a las nuevas generaciones de EGI, siempre que podía.
Decía D. José Miguel de Baradiaran que "Porque fuimos somos y porque somos seremos". La Euskadi de hoy no es el resultado de la casualidad o de la buena suerte. Un Pueblo pequeño como el nuestro no puede dejar su destino y su futuro en manos del azar. La Euskadi de hoy es el resultado del trabajo de generaciones de vascos y vascas. Es el fruto de la abnegación de personas como Primi Abad que, sin pretenderlo ni buscarlo, hicieron la historia, nuestra historia.