La primera reacción fue de sorpresa. Nadie pensaba que iba a ocurrir algo así. Luego se supo que había sido por un solo voto. Con lo que se valoró la importancia de cada voto. Y, lógicamente, todos me miraron. Había sido muy polémica su designación en plena época Aznar, como Obispo de Bilbao en sustitución de Monseñor Larrea. Arzalluz había hablado de un “tal Blázquez” y ese comentario dio la vuelta a los teletipos. En mi caso, Javier González Ferrari en una entrevista que me hizo en radio al preguntarme sobre las características que debería tener el Obispo de Bilbao, le dije que, descartando las religiosas, no siendo yo nadie par valorarlas, sí se imponía, por lo menos que supiera euskera. Ferrari me contestó que Blázquez lo aprendería. Y yo le repliqué con un comentario coloquial venezolano, que también repicó en todas las redacciones y que ha vuelto a actualizarse: “Loro viejo, no aprende a hablar”.
Hay que recordar el contexto de aquellos años de hierro, la situación del país en tregua de ETA y la campaña de demonización que había contra el PNV. Dicho esto y nombrado Blázquez, el PNV no volvió a hacer el menor comentario sobre el Obispo dándole un tiempo razonable para que se habituara a su nueva diócesis y fuera la curia de su nueva administración quien estableciera su modus operandi.
He de decir que en un acto celebrado en la Plaza Elíptica de Bilbao en pleno secuestro de Miguel Angel Blanco, tanto Arzalluz como yo mismo conocimos y saludamos al obispo.
Hace dos años, en una misa celebrada en la parroquia de Mundaka acudió Blázquez junto a Monseñor Zirarda. Se reinauguraba la iglesia tras unas concienzudas obras de refacción, adecentamiento, arreglo del tejado y limpieza de la fachada, promovidos por el párroco Balendin Zabalo. Allí pude escucharle al obispo leer un más que aceptable euskera y pronunciar un medido discurso evangélico. Posteriormente lo saludé con mi familia en la sacristía, cantó alguna canción en euskera con mi hija y nos fuimos a tomar uno potes a un bar del pueblo.
Valga toda esta introducción para ambientar el tipo de relación mantenida con una personalidad de la iglesia que en estos años como Obispo de Bilbao ha tratado de estar en ese difícil punto de equilibrio entre las necesidades de una diócesis tan complicada, una Conferencia Episcopal muy exigente en su españolidad, unos sentimientos propios de palentino ejerciente y una crisis eclesial y religiosa tan importante navegando en todos estos campos con la prudencia necesaria para tratar de no herir a nadie y llevar su verdad todo lo más allá que las circunstancias se lo permitían.
¿Es una buena elección la de Blázquez para una Conferencia Episcopal necesitada de un gran revulsivo?
El tiempo lo dirá, pero el mero hecho de que el nacionalcatolicismo de Rouco Varela, con sus proclamas anti nacionalistas, sus sermones tridentinos en la boda de los Príncipes, su actitud tan marcadamente conservadora y en línea con el Partido Popular, haya dado paso a Blázquez es todo un avance.
Blázquez, me da la impresión que, sin ser un teólogo de la liberación tratará de llevar la Conferencia por la vía de la colaboración y el buen entendimiento más que por la de la confrontación directa con el gobierno y en sintonía con unos nuevos tiempos que, sin ser los suyos, los tendrá en cuenta.
La luz roja de las parroquias medio vacías se ha encendido en la Conferencia Episcopal y a Blázquez le corresponderá ponerla en ámbar.