Iñaki Anasagasti
21Azaroa
2004
21 |
Iritzia

La enmienda del año

Iñaki Anasagasti
Azaroa 21 | 2004 |
Iritzia

Iñaki Anasagasti

Iritzia

Deia


El portavoz del PP, Eduardo Zaplana, denunció un supuesto pacto secreto entre el PNV y el PSOE para aprobar los presupuestos. Ignacio Astarloa llegó a concretar que el pacto tenía que ver con «no encarcelar a Ibarre-txe si convoca un referéndum». Un medio de comunicación llegó a decir que el pacto consistía en que Ibarretxe fuera a la reunión de presidentes. Y, sin embargo, de todo lo dicho, nada de nada.

Dijimos que si no había acuerdo con el Gobierno vasco en relación a los tres asuntos pendientes (“Prestige”, Cupo, Ertzain-tza) no llamasen a nuestra puerta. Lo dijimos y lo hicimos el miércoles. Votamos en contra de los primeros presupuestos de Zapatero aprobados con los votos de PSOE, IU y ERC.

Y se dio un hecho importante que ilustra hasta qué punto tenemos capacidad de influencia y de incordie y que si no hubiera sido por la debilidad de CiU, que al final se plegó en la Mesa del Congreso, aquella enmienda nuestra, la enmienda del año, hubiera terminado con el presupuesto del Ministerio de Vivienda y con la dimisión de la ministra Trujillo. Nos falló CiU a cuenta del ofrecimiento que les hicieron de tener un representante en el Banco de España y una poco defendible argumentación: «Si sale vuestra enmienda ese dinero hubiera ido al Gobierno de Maragall y eso a nosotros no nos interesa». Lo mismo hubiera ocurrido en el caso vasco. Ese dinero hubiera ido al Departamento de Javier Madrazo. ¿Y qué? ¿Se puede ser tan sectario? Pues lo fueron.

El Grupo Vasco en el Congreso propuso en comisión que 539 millones de euros del presupuesto del Ministerio de la Vivienda fueran transferidos a las comunidades autónomas. En ese trámite parlamentario obtuvimos el apoyo y el voto de ERC e IU, claves para el PSOE, lo que a este partido le produjo un ataque al corazón porque ya no podía hacer nada en el Pleno hasta que, retorciendo el reglamento, se sacaron de la manga la figura del voto particular que para su tramitación debía ser aprobado en reunión de la Mesa del Congreso. CiU decidía. De votarnos a nosotros, la señora Trujillo se quedaba sin Ministerio y las Comunidades Autónomas hubieran contado con un jugoso presupuesto. Pero Jordi Vilajoana, de CiU, votó con el PSOE. No han aprendido nada y no han olvidado nada. Una pena.

El Grupo Vasco en el Congreso lo ha hecho bien. Ha mantenido su postura hasta el final y ha defendido con solvencia y argumentos los intereses de Euzkadi mientras hacía lo que anunciaba. Ahora los presupuestos están en el Senado. Que se ponga el cinturón de seguridad.

¿Qué es el socialismo?

Dicen que el socialismo es lo que hacen los socialistas. Encierra este aserto la carencia de ideología de un PSOE que lo mismo le da que el gato sea blanco o negro, porque lo que importa es que cace ratones.

Decía el hijo de Ghandi el pasado domingo en una entrevista que los siete pecados del mundo eran: la riqueza sin trabajo, el placer sin conciencia, el conocimiento sin carácter, el comercio sin moralidad, la ciencia sin humanidad, el culto sin sacrificios y la política sin principios.

Política sin principios es permitirle a Galindo, un asesino, torturador y secuestrador, no cumplir su pena. Política sin principios es hablar del Estatuto de Gernika y no tocar de él una coma para su cumplimiento. Política sin principios es acusar a la Ertzaintza en base de un anónimo como hizo el alcalde de Andoain. Y política sin principios es ponerse como un basilisco, como lo hizo Pastor el domingo pasado, al protestar contra una manifestación a favor de La Naval en la que no estuvo el PSE, hipotecado en su franquicia por estar a las órdenes de Madrid. Pero ¿de qué se queja Pastor, si sus diputados y senadores en Madrid cuando se habla de estas cosas permanecen callados como muertos? Y política sin principios es no contestar, como hacen López y Ares, cuando les preguntan sobre Vera.

Y la política sin principios es lo que hizo el alcalde socialista de Barcelona, Joan Clos, al ciscarse en todos los socialistas fusilados y tener que pronunciar un suntuoso discurso de la más rancia pleitesía hacia un hombre que no dio golpe en su vida mientras nos lo proponía como modelo de conducta.

La historia es la siguiente. Resulta que había que entregar la Bandera de Combate a la fragata más moderna de la Armada española que se iba a denominar originariamente ‘‘Roger de Lauria’’ en recuerdo del almirante del siglo XIII que, a las órdenes de la Corona de Aragón, salvó a Catalunya de una invasión francesa tras una victoria naval en el Golfo de Rosas.

La Casa Real solicitó, en recuerdo de D. Juan de Borbón, que no se le pusiera el nombre de Roger de Lauria, sino de ‘‘Almirante Juan de Borbón’’. Dicho y hecho. Al pobre Roger de Lauria, que había hecho algo por Catalunya en su día, lo mandaron al baúl de los recuerdos, mientras que se le ponía el nombre de un personaje que había maniobrado contra sus hermanos para ser el heredero, se había ofrecido a Franco, en plena guerra, vestido de falangista, le había dado al dictador la educación de su hijo, no había dado golpe en su vida y al final, entre otras gracias, le había vendido al Ayuntamiento de San Sebastián el palacio de Miramar que el ayuntamiento había obsequiado a su madre, la Reina María Cristina.

Pero lo malo no es esto. Lo malo no hubiera sido que un político de la catadura de Trillo lo hubiera puesto como ejemplo, sino lo pésimo fue que este 7 de noviembre en el puerto de Barcelona el socialista Joan Clos, alcalde de Barcelona, enumerara las falsas virtudes de D. Juan y dijera que el recuerdo del Conde de Barcelona será «el mejor instrumento para difundir las ideas de honorabilidad, sacrificio, entrega y generosidad que definieron la vida de D. Juan y que son imprescindibles para la construcción de la paz legítima».

No entiendo cómo este tipo de falsedades no tiene una sanción social. Sólo es entendible en función del oceánico desconocimiento sobre la trayectoria vital de un personaje que si a algo fue leal fue a sus intereses personales y, como me dijo un diplomático español en Estoril al enseñarme en un bar restaurante que frecuentaba el señor Conde, «ahí tenía D. Juan su esquina. Aquí venía todos los días a darle cuenta al whisky».

Mientras Clos decía estas cosas las dotaciones de siete embarcaciones exclamaron siete vivas a España, mientras el himno español sonaba tres veces para rendir homenaje a los reyes, y todos los socialistas catalanes que estaban allí aplaudían. No así representantes de CiU y de ERC, cuyo concejal, Pere Portabella, dijo que todo eso era un despropósito y un acto de exaltación del militarismo y de conceptos como la bandera de combate en un acto contradictorio con la cultura de la paz. Pero sin embargo, el PSOE y el PSC lo han apoyado con entusiasmo porque, como dicen, «refuerza el vínculo de la Corona con Catalunya».

Es lo que decía el hijo de Ghandi sobre la política sin principios. Que un sedicente partido republicano como el socialista se preste a semejante mascarada es impropio de una organización con miles de muertos por defender la República. Y éste no es un tema menor. Recomiendo el artículo escrito por Juan Goytisolo ‘‘La República como horizonte’’, escrito el domingo pasado en ‘‘El País’’. Después de analizar y definir como grotesca la boda real dice que los sentimientos monárquicos no movilizan a casi nadie y se pregunta sobre el papel que puede desempeñar la institución monárquica en horizontes abiertos a la rosa de los vientos. ‘‘¿Cabe imaginarse su existencia dentro de treinta o cincuenta años? Francamente pienso que no. A diferencia del pasado, nuestro tiempo corre de forma vertiginosa’’.

De ahí que esta institución tan representativamente española y que en estos años a los vascos no nos ha servido para nada, trate de acercarse cada vez más a Euzkadi. Pronto los tendremos de nuevo por aquí en Gipuzkoa porque es eso lo que le ha recomendado el socialismo gobernante. Los sedicentes republicanos. Toda una estrategia de españolización. Lo malo es que hay empresas vascas que se prestan a ello.

Marceau, y el arquitecto Luis Arana

Este miércoles, Rodríguez Zapatero ha venido al Senado a someterse a las preguntas de control parlamentario. Innova porque ningún presidente anterior lo ha hecho. Y es bueno porque es un trámite vivo que le da a la Cámara actualidad y sintonía con los problemas reales.

Puesto a tiro parlamentario, Joseba Zubia le ha hecho una pregunta a la que el PSOE siempre ha eludido su respuesta. No digamos el PP. Veintinueve años después de la muerte del dictador, el Gobierno español sigue manteniendo y usufructuando el producto de un robo. Se trata del edificio adquirido por el PNV en París en el número 11 de la Avenue Marceau, utilizado posteriormente por el lehendakari Aguirre, incautado por la Gestapo en 1940, recuperado en 1944 por los nacionalistas y vuelto a robar por Franco en 1951 a cuenta de que, durante la ocupación alemana, un Tribunal del Sena dictó sentencia favorable a consagrar aquel expolio. Y el robo continúa.

Lo malo del caso, para nosotros, es que está en París, en una zona magnífica, y es una extensión de la Embajada española, por lo que lo tenemos crudo. Aquí no hay razones ni derechos. Aquí lo que se impone, una vez más, llámese Aznar o Zapatero, es la política de Estado que no es más que una variante de la política de establo, es decir, la ley de la selva. Zapatero dejó abierto el tema.

Desde luego lo que se impondría sería ir a París y meternos en nuestra casa. Si se hizo con los batzokis, ¿por qué no con el palacete de la Avenue Marceau?

Frente a este abuso de posición dominante, de poder y de falta de moral, nos encontramos con que el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, cosa que en Euzkadi no se ha hecho, organizó hace dos semanas un acto de recuerdo y desagravio a los arquitectos depurados en su ejercicio profesional tras la guerra civil. Con este motivo se han entregado 83 diplomas que corresponden a los 83 arquitectos represaliados por las ‘‘actas de depuración sociopolítica’’ realizadas en 1940, año en que nos quitaron el edificio de la Avenue Marceau, por la Dirección General de Arquitectura, a través de una Junta de Depuración, tras la propuesta de los propios colegios profesionales. Entre los arquitectos depurados figuran profesionales vinculados a la generación del racionalismo y del movimiento modernista como Secundino Zuazo, José Luis Sert, Rafael Bergamín, José Puig i Cafalch, Fernando Chueca Goitia, y … siéntense, nada menos que Luis Arana Goiri, el hermano de Sabino Arana diseñador de la ikurriña. De la lista, 17, estuvieron exiliados en México.

El presidente del Consejo, Carlos Fernández Pezzi, recordó el acuerdo de hacer público «la total reprobación de los colegios y su Consejo de las medidas sancionadoras que en la posguerra fueron impuestas a arquitectos por motivos ‘‘de estricta represión política’’ utilizando como instrumento a la propia organización colegial».

Ignoro si en Euzkadi se ha hecho algo parecido pero ya va siendo hora de que se quite ese manto de silencio sobre un pasado que a muchos no les gusta se remueva para que no queden al aire sus desvergüenzas. Muy bien por el Consejo Superior de Madrid y muy mal que un acto como éste, en el que se homenajea nada menos al arquitecto diseñador de la ikurriña, personalidad represaliada, no se haya enterado aquí nadie, ni nadie se haya hecho eco del mismo. ¡Pobre Don Luis! Y luego a todas horas hablamos de identidad.

Los colegios profesionales vascos ¿a qué esperan? Nunca es tarde para restablecer una verdad ahogada a sangre, fuego y persecución sistemática producto de una victoria militar. La verdad, la justicia, la honorabilidad, el respeto, tiene que salir a la luz, tarde o temprano. ¿O no?

PARTEKATU