El mundo vive una nueva carrera armamentística nuclear, esta vez multipolar y tecnológica, marcada por el nacionalismo imperial y egoísta y la desconfianza entre las grandes potencias. El sistema de control de las armas nucleares puede hundirse en cualquier momento. La era del control nuclear se desmorona. Los expertos, advierten: los arsenales atómicos van a escapar a cualquier control.
El gasto militar mundial aumenta a sus máximos. Estados Unidos recela de China, país que no está sujeto a ningún acuerdo de limitación de armas nucleares y cuyo gasto militar aumentará de nuevo este año un 7’5 por cien, un porcentaje por encima del crecimiento de su PIB. Rusia se prepara también para la nueva era afirmando que “nunca perderá una carrera armamentística”. Francia entra en la defensa espacial y presenta su nuevo submarino nuclear de ataque. Estados Unidos anuncia la creación de su Fuerza Espacial para 2020, rompe los acuerdos de control de los arsenales y fabricación de armas nucleares con Rusia, negocia acuerdos con Corea del Norte, denuncia el acuerdo nuclear con Irán y transfiere tecnología nuclear a Arabia Saudí.
El marco general de la disuasión nuclear atraviesa actualmente la peor crisis de su historia. Comenzó en 2001, cuando Estados Unidos abandonó el Tratado sobre Misiles Antibalísticos firmado en 1972. Y ahora, en un año, todos los demás acuerdos que Estados Unidos y Rusia firmaron para la limitación de la proliferación de armas nucleares, incluido el acuerdo START III sobre la Reducción de Armas Estratégicas, pueden caducar. Todas las negociaciones bilaterales podrían interrumpirse y, en consecuencia, también todas las inspecciones mutuas y multilaterales. Nos encontramos ante la clara amenaza de una nueva carrera armamentística que podría empujar a otros países firmantes de los tratados de no proliferación a querer protegerse frente a esta deriva. Por ejemplo, en Oriente Próximo, siempre expuesto a tensiones, ciertos países de la Península arábiga analizan medidas para defenderse del programa nuclear iraní.
En junio pasado, se reunió en Roma el Foro Internacional de Luxemburgo sobre la Prevención de una Catástrofe Nuclear. En este Foro, creado en 2007, participan expertos de todo el mundo para defender la consolidación de los esfuerzos en materia de seguridad nuclear. Las conclusiones de la reunión han sido preocupantes. Por eso, sus integrantes han decidido redoblar sus esfuerzos para lograr que el Tratado START siga vigente durante cinco años más. “Si el Tratado es prorrogado, es posible confiar en que durante los próximos 5 años las partes negocien para alcanzar un acuerdo sobre el principio del equilibrio estratégico. Para ello, lo lógico sería la redacción de un nuevo acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, con la clara intención de integrar en el mismo a China”.
Una persona de la experiencia y visión histórica como Mijaíl Gorbachov ha escrito recientemente un artículo en el Wall Street Journal bajo el título “La locura de la disuasión nuclear”. En su texto, el antiguo dirigente ruso, que transformó la URSS y promovió el acuerdo sobre las armas nucleares de alcance intermedio en 1987, subraya “la necesidad urgente de un diálogo estratégico entre Estados Unidos y Rusia” y alude a la crisis de los misiles soviéticos en Cuba en 1962 recordando que “documentos recientemente publicados muestran hasta qué punto el mundo se aproximó a la línea fatídica. No fueron las armas nucleares quienes salvaron al mundo -afirma-, sino el hecho de que dirigentes como John F. Kennedy y Nikita Khrouchtchev recuperaron el espíritu y la voluntad de negociar y acordar”.
Entre tanto, parece que las opiniones públicas occidentales ya no sentimos desde hace tiempo el peligro de una catástrofe nuclear global, cuando bastaría una voluntad terrorista o un solo error técnico o político para hacer posible el recurso a un arma de destrucción masiva. Sin embargo, deberíamos reaccionar y presionar a los presidentes americano, ruso y chino, así como a la propia Unión Europea, otra vez ausente por su exasperante debilidad, para no fiar nuestro futuro existencial a la eficacia de la simple disuasión, sino a acuerdos responsables y equilibrados.