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2017
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EAJ-PNV: raíz y brote de la nación vasca

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Ekaina 07 | 2017 |
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Andoni Ortuzar. Sabino Arana Fundazioa.

Lagun agurgarria, eta Sabino Arana Fundazioaren presidente jauna, Juan Mari Atutxa: mila esker gonpidapen hau luzatzeagatik eta zuekin izateko aukera bikain hau emateagatik. Zuei, lagun eta adiskide guztioi, eskerrik asko gaur hain goiz esnatzearren eta zuen eguneroko eginkizunen gidoia aldatzeagatik hona etorteko ni entzutera. Espero dut zuen ahalegina debalde ez izatea.

‘EAJ-PNV: raíz y brote de la Nación Vasca’ es el título que he elegido para dar respuesta a esta invitación de la Fundación Sabino Arana. Me parece que es una bonita analogía comparar a nuestro Partido con un árbol, con un ser vivo que combina decenas y decenas de años de tronco prieto y nudos firmes con verdes y tiernos brotes que se abren cada primavera y siguen haciéndolo crecer y reverdecer año a año.

Nuestro árbol germinó hace 122 años en buena tierra y, aunque sus primeros años fueron complicados, pronto empezó a mostrar sus fortalezas y a dar sus primeros frutos. Hace ahora cien años, uno de aquellos brotes llevó a un jeltzale, a Ramón de la Sota y Aburto, a la Presidencia de la Diputación de Bizkaia. Un mandato de solo dos años pero que supuso un antes y un después en la vida del Territorio y de su institucionalización. Como recuerda Andrés Urrutia en su artículo de ‘Hermes’, aquel programa que el primer Gobierno de mayoría nacionalista vasca propuso es hoy el origen de instituciones como Euskaltzaindia, o de actuaciones como las de las escuelas de barriada de Bizkaia, o de la utilización del euskera como lengua oficial. Esto es, aquel brote de 1917 dio origen a ramas fuertes que, a pesar de los pesares y de cuarenta años de dictadura, han subsistido, crecido y tienen que dar todavía muchas hojas y frutos a este País. Una curiosidad. Sabéis que soy de 1962 y de Sanfuentes, zona minera, donde el euskera apenas ha tenido espacio hasta hace pocos años. Pues bien, las primeras palabras que yo vi escritas en euskera fuera de mi casa fueron precisamente las del rótulo de aquellas escuelas de barriada en las que se educaron primero mi ama y luego mis hermanas. Allí estaba, en un bonito azulejo blanco y azul, con grafía vasca, la inscripción “Bizkaya’ren Auzo Ikastola”. Nos enseñaban aquella inscripción como si fuera un tesoro y para demostrarnos que teníamos un idioma nuestro, que había habido vida antes de la dictadura y que volvería a haberla después. Y hoy, aunque ya no son escuelas sino una casa social para el pueblo, allí sigue aquella inscripción, el primer vestigio de Euskera escrito y oficial que llegó a nuestra zona y que sobrevivió al franquismo. También eso se lo debemos a aquel equipo de nacionalistas ilusionados y llenos de proyectos e ideas que llegaron al Palacio Foral hace ahora cien años.

Precisamente este centenario de la llegada por primera vez de jeltzales al gobierno de una Institución importante del País ha sido la excusa, la razón de esta iniciativa de la Fundación Sabino Arana. Está bien, en estos momentos en los que todo parece evanescente y líquido, recordar y poner en valor que algunas cosas e instituciones que hoy están entre nosotros, que algunos ejes centrales de nuestra identidad que hoy parecen indiscutibles, no lo fueron ni existieron siempre; que son y están gracias a que hace ahora un siglo y en los años siguientes generaciones de abertzales y euskaltzales sembraron una semilla, pusieron en marcha un metódico plan para construir Nación, para levantar el edificio de la Nación Vasca sobre bases sólidas. En el 17 fueron unas; en el 36 –en medio de una guerra– fueron otras (la Universidad Vasca, la Ertzaintza, los Servicios Sociales…..); y a partir del 77 las que hoy conocemos. Esta es una de las principales características del nacionalismo vasco que encarna el PNV en sus 122 años de historia: el carácter institucionalizador de nuestra política. Ya Sabino Arana dejó organizado un Partido con unas estructuras y unos métodos más propios de un Estado que de un partido. La vocación de crear instituciones y construir desde ellas ha sido una constante de EAJ y sus dirigentes, por muy adversas que fueran las circunstancias. Muchas veces, unos para zaherirnos y otras como mérito, se nos etiqueta como un “partido gestor. Yo creo que lo que somos es un “partido hacedor”, que luego intenta gestionar bien las Instituciones levantadas.

Siguiendo con la metáfora de la raíz y los brotes, se preguntarán cuál es la savia que mantiene vivo y activo a este Partido, la que hace que una de las formaciones más antiguas de Euskadi y del Estado sea hoy, permítanme estando en Bilbao fanfarronear un poco, la más sana del panorama político, con una más que buena aceptación social y una sólida situación interna. No se trata, en todo caso, de presumir sino de perseverar, de trabajar para que esta situación se mantenga. Porque nuestra actual bonancible situación no es producto de la casualidad sino del trabajo sistemático y de las enseñanzas extraídas en épocas no tan benignas para nosotros.

Bueno, ¿y cuál es la savia que mantiene vivo y unido al PNV? Pues una mezcla de valores y sentimientos que debemos proteger y mantener.

El primer valor lo llevamos en nuestro nombre. Somos el Partido de la Nación Vasca. Es bueno tener claro el objeto social, y nosotros lo tenemos en la sigla. Es la raíz que se hunde en la tierra vasca y extrae de ella la mayor energía posible para, día a día, saber cuál es nuestro cometido, nuestra labor. Para qué nacimos y para qué queremos seguir creciendo.

Junto a ello, un claro sentimiento de pertenencia a este Pueblo, un amor y una identificación con el ser vasco que mantiene activas las vías de comunicación entre la raíz y el tronco. Pero para que el tronco salga fuerte y sobre todo tieso, derecho, le hacen falta más componentes a nuestra savia. Uno muy importante, el valor del servicio a la comunidad. Nuestro Partido se debe a Euskadi y a sus gentes. La militancia es el nexo de unión entre el Partido y la calle. La militancia no es el fin de nuestra acción. No somos un coto cerrado, ni un partido de cuadros. Tenemos muchos militantes y muchos y buenos cuadros, pero con una decidida vocación de servicio a la sociedad.

Otro valor decisivo es la honradez, la honestidad. Este es un valor que nunca se trabaja bastante y nunca se llega a su óptimo máximo. Pero hay que pretenderlo, y nosotros lo hacemos. No me estoy refiriendo solamente a la rectitud en la gestión de la cosa pública, de los recursos y dineros de todos y de todas. Esto es muy importante hoy, que vivimos estupefactos casos de corrupción generalizada. Pero tan importante como esto es la honestidad para decirle a la gente la verdad. No lo que conviene a quienes gobernamos, ni tampoco lo que a la ciudadanía le gustaría oír. No. Como dicen ahora nuestros jóvenes, a la sociedad hay que decirle “esto es lo que hay”. Y, a partir de ahí, proponerle acciones, proyectos, medidas, soluciones. Pero siempre desde la verdad. Honradez en la gestión y honestidad en la relación con la sociedad son las guías que deben mantener recto nuestro tronco, a pesar de que siempre hay vientos o temporales duros que puedan provocar inclinaciones.

Sólidas raíces y tronco derecho. Solo nos falta una copa de ramas fuertes para tener un árbol que merezca la pena. No sé a ustedes, pero a mí me gustan los árboles de copa ancha, de muchas ramas, con mucha hoja, capaces de recoger hasta la última gota de agua y el rayo de sol más tardío. Son los árboles por antonomasia de nuestros bosques autóctonos. Son árboles abiertos. Este es también un valor del PNV. Ser un Partido abierto. Un partido abierto a la gente, un partido abierto al que viene de fuera, un partido abierto a lo innovador, a las novedades sociales, económicas, tecnológicas y geoestratégicas. La apertura es, además, un signo de fortaleza, de seguridad. Cuando uno no está seguro de sí mismo normalmente se repliega, se apoca, se convierte en ciprés. Nosotros queremos un partido abierto y creo que lo tenemos. Un partido abierto a la ciudadanía y a los Territorios. Estamos particularmente contentos de la evolución en Nafarroa e Iparralde. Nuestra apertura se nota en las políticas que hacemos. Probablemente Euskadi es hoy el espacio europeo más socialdemócrata si analizamos la globalidad de las políticas públicas. Como nuestra socialdemocracia es intuitiva y comunitarista y no proviene de la resaca marxista, creo que hemos sido capaces de articular un sistema de relación entre la Administración y el mundo económico, industrial y financiero mucho más equilibrado que en nuestro entorno.

Esa apertura a la sociedad nos permite, además, sondear, tomarle constantemente la temperatura. Tenemos un termómetro de precisión para saber lo que ésta quiere, sus preocupaciones, sus anhelos. Y esto nos ayuda a ir por delante de la sociedad pero sin separarnos nunca mucho de ella. No hay cosa peor en un líder que desconectarse de la gente, bien por ir demasiado adelantado, bien por quedarse rezagado. Partido de gobierno y sociedad nunca tienen que perder la visión el uno del otro.

A estas alturas de la charla, supongo que las y los que son del PNV se habrán quedado tranquilos y tranquilas al ver que el Presidente del EBB anda bien de autoestima como Partido. Los que no son del PNV pero les caemos bien, se estarán alegrando de nuestra buena situación. Alguno habrá que ni es del PNV ni quiere que nos vaya bien, y ese estará un poco contrariado. Y mis compañeros periodistas, pensando que aún no he dado un titular que llevarse a la grabadora.

Evidentemente, no es oro todo lo que reluce. Hay problemas, hay retos, hay desafíos que nos impiden quedarnos en la autocomplacencia. La política, la cosa pública, no pasa por sus mejores momentos. La mala fama ganada a pulso por muchos políticos y gobernantes y esa modernidad cada vez más líquida de la que hablaba Bauman, que hace que tengamos una sociedad con poca memoria, han colocado a buena parte de Europa (sin hablar de Trump o Putin) al filo del abismo de populistas y xenófobos. Europa, esa Europa por la que suspiraban el Lehendakari Agirre o Landaburu, pasa hoy malos momentos. Y nosotros habíamos fijado y fiado en la Europa unida buena parte de nuestras esperanzas. Vamos a tener que esperar, pero no vamos a desistir. Creemos en esa Europa unida y abierta al mundo, suma de identidades, pueblos y culturas. Hay que darle la vuelta a la regresión que hemos tenido en el sentimiento europeo y en la reestatalización de sus instituciones. Se abren tímidos rayos de esperanza. Algo bueno tenía que traer Trump, aunque fuera por su torpeza. Los desplantes a Europa, su decisión de salirse de los acuerdos mundiales medioambientales, han azuzado el orgullo de algunos dirigentes europeos, y ahora parecen dispuestos a moverse. Ojalá sea así. Desde luego, desde nuestra modesta posición, que cuenten con nosotros para ello.

Nuestra sociedad, mucho menos convulsionada que las del entorno, no vive sin embargo ajena a estos movimientos. Algunos dirán que es por contagio vía televisiones españolas de la explosiva situación social del Estado. Otros meterán el dedo diciendo que a lo mejor Euskadi no es tan oasis como supuestamente decimos los nacionalistas. Sea lo que sea, es cierto que la sociedad vasca está cambiando. Sobre todo las nuevas generaciones, que han vivido enteramente en el periodo autonómico, con el autogobierno vasco que hoy disfrutamos, tienen otra relación con la política y con sus opciones electorales. Siempre pongo el caso de Vitoria-Gasteiz como paradigmático de ese comportamiento electoral líquido. Recordemos. En las autonómicas de 2012 ganó el PNV, en las Europeas de 2014 ganó Bildu, en las Municipales de 2015 ganó el PP, en las españolas de 2016 ganó Podemos y en las últimas autonómicas volvió a ganar el PNV. La misma ciudad, cinco elecciones en cuatro años y cuatro partidos diferentes ganando en cada una de ellas. En Vitoria-Gasteiz, la capital de Euskadi. Es un caso quizás extremo, pero podríamos traerlo a la Margen Izquierda, en la que me he criado y vivo. Una zona históricamente socialista que poco a poco ha virado electoralmente hacia el voto al PNV en elecciones vascas, forales y municipales, pero que en las de ámbito estatal sigue la dirección que marca la veleta según el viento que venga de Madrid. Y lo mismo pasa en amplias capas urbanas de todo el País.

Vemos que el compromiso o la adhesión electoral tienen en una nada despreciable parte de la sociedad un corto periodo de caducidad. Además, mucha gente vota en muchas ocasiones no tanto a quien quiere que gobierne como a la opción que más castiga al partido que en ningún caso quiere que gobierne. Es, en mi modesta opinión, lo que sucedió en Euskadi con el triunfo de Podemos en las elecciones españolas. Más que un voto a Podemos era un voto de rechazo al PP, un voto de protesta. Por lo tanto, el voto ya no sirve solo para aupar a una formación al gobierno sino también para protestar o censurar a quien gobierna, aunque luego eso suponga un auténtico follón político por la falta de mayorías para conformar gobiernos con suficiencia parlamentaria.

Este cada vez más extendido comportamiento electoral provoca un lógico escalofrío en un Partido como el nuestro, que es un partido “de orden”, institucional, y que siempre ha tenido una alta fidelidad de voto. Es evidente que las cosas no nos van mal. Los resultados de las últimas elecciones y también las recientes encuestas publicadas nos dibujan una más que sana situación. Pero no podemos dormirnos en los laureles. El voto no es nuestro, no nos pertenece. Pertenece a la gente y nos lo tenemos que ganar a pulso y votación a votación.

Otro gran reto es el del sostenimiento del Partido como proyecto de futuro. Un proyecto que debe renovarse. Los nuevos brotes, las nuevas quimas que necesita nuestro árbol para seguir siendo frondoso y poder así dar cobijo a un ideal tan importante como la construcción nacional de este País. ¿Cómo aseguramos la transmisión del ideal abertzale a las nuevas generaciones? ¿Cómo conseguimos que las nuevas generaciones se vinculen al PNV, se afilien como vía de adhesión a la Nación Vasca? En esta época de globalización y de revolución digital, ¿cómo mantener en la juventud ese sentimiento de pertenencia abertzale? Estas eran algunas de las preguntas que me formulaba en el artículo escrito para el último número de la revista ‘Hermes’. Ya decía allí que aún tenía más interrogantes que respuestas. Pero como Partido tendremos que buscar más pronto que tarde esas respuestas. Decía también en ‘Hermes’ que “algunas cosas sí tengo claras. Confío en nuestra innata capacidad de adaptación a los nuevos tiempos y a sus demandas sociales, y creo que nuestros valores tradicionales de honradez, trabajo y solidaridad, seguramente expresados de otra manera, van a seguir estando vigentes. Por eso nos toca trabajar en unir sentimiento abertzale y visión global. Sentimiento de pertenencia a esta pequeña Nación e internacionalización”. Y terminaba mi artículo con una caricatura que pretendía resumir nuestra tarea futura, nuestro reto de hoy y de mañana: “Emocionar en ‘rojo, verde y blanco’ a través de Facebook”. Construir el nacionalismo vasco 4.0. El abertzalismo 4.0.

Voy terminando con un breve apunte de los etxekolanas que tenemos en el corto y medio plazo. La mejor manera de preparar el futuro es gestionar bien el presente. Es en lo que andamos ahora. Tenemos tres grandes retos: superar definitivamente la crisis económica y reconstruir una sociedad próspera, justa y solidaria; abordar sin dilación el tratamiento para sanar las heridas dejadas en este País por cincuenta años de acción de ETA; y alcanzar un acuerdo lo más amplio posible para renovar nuestro autogobierno, para conseguir un Nuevo Estatus político que reconozca a Euskadi como Nación y deje en manos de los vascos y vascas la determinación de su futuro.

No son ninguna de ellas tareas fáciles, y menos en un momento en el que –salvo nuestra rara excepción– están más de moda la bronca política y los blancos o negros que los grises que siempre dibujan los acuerdos. Nosotros vamos a procurar acuerdos. Acuerdos lo más fuertes y plurales posibles. Sin caer en la imposición ni aceptar vetos.

Como ven, a este antiguo árbol “zar, sendo, zindo” esta nueva primavera de Euskadi le pilla lleno de savia, con nuevos brotes, esperando nuevos frutos y enraizado firmemente en tierra vasca.

Eman da zabal zazu munduan fruitua.

Hala bedi!

Eskerrik asko!

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