La gran lucha de estos tiempos es la lucha por la visibilidad de los problemas. Muchas veces los mensajes contaminantes, la saturación informativa o nuestra propia insensibilidad llegan a un punto en el que se niega la propia realidad. Hablo de realidades tan duras como la pobreza. Hoy por hoy, hay que derribar muchos muros, muros de hipocresía y demagogia, para lograr que las personas sin recursos logren verdadera visibilidad. Son personas que luchan por encontrar su lugar en el día a día de cada ciudad, cada barrio, cada calle. Personas que no quieren ser vistas como mobiliario urbano, sino ejercer como ciudadanos y ciudadanas, con todos los derechos y deberes que ello conlleva.
En el último año, las tasas de pobreza y de personas en la calle han aumentado, fundamentalmente por la horrible situación de crisis económica, recorte de derechos y pérdida de principios éticos en la actuación de las Administraciones Públicas. Se está llegando al extremo de restringir las leyes que garantizan derechos básicos como la vivienda y la alimentación mientras se hace un uso partidista de otras leyes como la reglamentación del padrón.
Desde el Ayuntamiento de Gasteiz vivimos actualmente situaciones esperpénticas en materia de protección social. En palabras del gobierno del señor Maroto, se dice que para que las personas tengan derecho a comer, debe existir una ley. Esto indica que si no estás dentro de esa norma, no comes. ¿Quién es Javier Maroto para negar un plato caliente? Es alcalde, está claro, pero ese cargo implica estar al servicio de toda la ciudadanía, sin excepciones, resolviendo sus necesidades en vez de crearlas y hasta aumentarlas, como es el caso.
Algo parecido al problema del hambre sucede con las personas que duermen en la calle. Cada día su situación es peor. No son “green”, no sirven para hacer publicidad. A estas alturas del año ya han conocido unas cuantas heladas, han sufrido el frío un buen número de noches y han comprobado que todavía no se han abierto las puertas de los servicios municipales de acogida porque no se ha puesto en marcha el Dispositivo de Atención Invernal.
Una vez más, el PP utiliza pretextos técnicos para mantener los albergues cerrados. Es vergonzoso comprobar cómo se utiliza reiteradamente a los funcionarios y funcionarias municipales a modo de chivo expiatorio, de escudos humanos, para tomar decisiones poco éticas, justificando políticas totalmente antisolidarias.
¿Cuál es el motivo para negar un techo bajo el que pernoctar? Antes de decir la verdad, el alcalde opta por negar razones, maquillarlas o cambiarlas a cada momento. Como decía Groucho Marx, “éstos son mis principios y si no le gustan, tengo otros”. Ésos son los principios de Maroto. Según convenga, no tendrá ningún problema en cambiarlos. Eso sí, a la hora de tomar medidas no durará en seguir el manual de la antisolidaridad.
Ahora más que nunca conviene participar en la celebración, el próximo 22 de noviembre, del Día de las Personas sin Hogar. Que el señor Maroto compruebe que hay problemas de verdad, con nombre y apellidos y con agujeros en los zapatos, el estómago y los bolsillos. Es verdad que el término “celebración” no es el más adecuado. Hablemos del próximo día 22 como el de la visibilización de estas realidades ya que el alcalde las niega y oculta.
No vale con un recuento de personas en la calle dictado por el Gobierno Vasco. No vale con dar escuetamente las gracias a las asociaciones que trabajaron durante una noche en aquel recuento. Lo que vale son las acciones para que cada una de esas personas contabilizadas coma y se sienta querida y acompañada porque no es culpable de estar en la calle. Los culpables ocupan otras posiciones, más escondidas, más invisibles. Hagámoslos también visibles.