Sr. Presidente de Gobierno,
Señorías,
Buenos días.
Hay maneras muy diferentes de contar lo que sucede, Señor Presidente. Hay gente que se ha ido a Pinto y, por la manera de contarlo, parece que se ha ido a Sidney. Y hay gente que se ha ido a Sidney y parece que se ha ido a Pinto. Algo de eso ocurrió cuando empezaron a conocerse los primeros teletipos sobre lo ocurrido en la última Cumbre Europea. Mientras los más optimistas aseguraban que estábamos a punto de llegar a Sidney, los más reticentes sostenían que apenas habíamos pasado de Pinto.
Fueron momentos de desconcierto, es verdad; pero no alarma. Porque de un tiempo a esta parte ya no nos alarma desconocer la realidad; desde que estalló la crisis –hace ya un quinquenio- nos hemos acostumbrado a que la hojarasca de los eufemismos oficiales nos impida conocer la verdad desnuda, sin máscara ni cáscara.
La versión oficial hablaba de un éxito sin paliativos. Por fin -se nos dijo- la crisis europea contaba con un diagnóstico compartido y una hoja de ruta clara. El futuro quedaba encauzado hacia una auténtica unión fiscal y bancaria. Y lo que era más importante aún: las urgencias más apremiantes quedaban definitivamente resueltas. Con las medidas adoptadas, la presión de los mercados sobre los tesoros amenazados iba a ceder de inmediato.
Los fondos europeos renunciaban al estatuto de prioridad absoluta en el cobro y se mostraban dispuestos a hacer 2 cosas que hasta entonces eran inimaginables: a) enganchar directamente con las entidades financieras, rompiendo “el círculo vicioso entre bancos y emisores soberanos” y b) garantizar la estabilidad financiera de la Eurozona, comprando bonos en el mercado secundario. Dos grandes logros, sin duda alguna, por los que merecía felicitarse. No eran la panacea, ni el paquete óptimo, pero respondían razonablemente a lo que se venía demandando desde el Gobierno.
La música sonaba bien. Evocaba a Sidney. Daba la sensación de que habíamos llegado lejos. Pero… siempre hay un pero… entre tanta luz seguía habiendo una zona de oscura penumbra: los aguafiestas habituales no paraban de repetir -desde la Comisión, la Eurozona y el BCE- una frase que en aquél contexto optimista resultaba fatídica: “nada es gratis”, decían. “Nada es gratis”.
Ya sabemos que nada es gratis. O, cuando menos, deberíamos saberlo. Pero la insistencia que ponían en repetir la frase una y otra vez nos hacía pensar que a lo mejor nos estábamos llamando a engaño y seguíamos estando más cerca de Pinto que lo que creíamos.
“Ha ganado Hollande”, gritaron los franceses. “Ha ganado Monti”, atronó la prensa italiana. Algunas cabeceras españolas se esforzaron, también, en incorporar a Rajoy al triunvirato de los ganadores. Pero Vd., algo más comedido -ya vamos aprendiendo a no pisar gratuitamente callos europeos- sostuvo que el único que había ganado era el euro.
Y ciertamente, por primera vez desde que se creó la moneda única, empezamos a tener la sensación de que el euro dejaba de ser un huérfano desamparado, un caso único de moneda homeless, sin padre ni madre -es decir, sin Banco público ni Ministerio de Hacienda propios- y de que, por fin, alguien empezaba a hacerse cargo de su amparo y tutela.
Horas después, cuando pasamos de leer los teletipos a leer directamente el texto en el que se había plasmado la Declaración de la Cumbre, empezamos a entender un poco mejor por qué los aguafiestas habituales ponían tanto énfasis en la advertencia de que “nada es gratis”. El documento estaba preñado de peros. Es más, en algún caso, los peros que acompañaban alsí, eran tantos, que ni tan siquiera permitían adivinar el sí. Y un sí, rodeado de peros, es algo que, en realidad, se acerca mucho más al no que al sí.
La posibilidad de que el MEDE pueda recapitalizar directamente los bancos se subordina al previo establecimiento de un Mecanismo Único de Supervisión (MUS). ¿Cuándo se establecerá ese MUS? No hay certeza alguna. Sólo se sabe que la Cumbre pide al Consejo que lo estudie antes del final de 2012. Pero estudiar, como se sabe, no es lo mismo que aprobar. Y menos aún si hablamos de un órgano como el CE, en cuyo seno se estudian iniciativas que tardan años en aprobarse o incluso no se llegan a aprobar jamás.
Pero hay más aún. Cuando el MUS se apruebe, si es que alguna vez llega a aprobarse, la recapitalización directa no será ni automática, ni gratuita.
No será automática porque, cuando se consiga establecer ese MUS, la Declaración de la Cumbre nos dice que recapitalización directa “podría” hacerse; no dice que “se hará”, ni tan siquiera que “se podrá hacer”, dice que “podría hacerse”; con toda la fuerza condicional que encierra esta expresión. ¿Y cómo podría hacerse?, se pregunta uno. ¿En qué condiciones? Podría hacerse, tras “la adopción de una decisión regular”; es decir tras previa adopción de un acuerdo que habrá de ser tomado por mutuo acuerdo. Como se ve, toda una carrera de obstáculos que, paso a paso, golpe a golpe, nos van alejando de Sidney y nos van aproximando a Pinto.
Pero tampoco será gratuita. Y no lo será porque, como también lo expresa la DC, la decisión de recapitalizar directamente los bancos debe basarse en una condicionalidad adecuada, que podría ser:
a) Específica de cada entidad
b) Específica de cada sector
c) O a escala de toda la economía, es decir, macroeconómica. Justo lo que ocultaban los que nos decían que estábamos en Sidney.
Algo parecido ocurre con la flexibilización introducida en los fondos europeos, para que contribuyan garantizar la estabilidad financiera de la zona euro, operando en los mercados de manera que pueda relajar la tensión existente sobre la deuda de los EEMM. Como “nada es gratis”, según nos advertían los cenizos en la madrugada dell día de San Pedro, sólo actuarán con arreglo a una condicionalidad muy estricta, que incluye, por supuesto, el cumplimiento escrupuloso de todos los compromisos adquiridos “incluidos sus respectivos calendarios, en virtud del Semestre Europeo, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y al procedimiento de desequilibrio excesivo”, a lo que se añade, además, el respeto “a sus recomendaciones específicas por país”.
Así estaban las cosas cuando, con el mes de julio, comenzaron las rebajas. La lectura del texto de la DC ya nos había permitido constatar que, aunque no estuviéramos en Pinto, desde luego, tampoco estábamos en Sidney. En el mejor de los casos, ocupábamos algún punto perdido entre Pinto y Sidney. Y no había motivos para dejar de soñar en que, pese a todo, todavía podíamos encontrarnos muy cerca de Sidney.
Pero las grandes rebajas estaban aún por llegar. Los que la madrugada del viernes se apresuraron a recordar que “nada es gratis”, no se hicieron esperar demasiado para empezar a enseñar sus tijeras. El lunes siguiente, sin más demora, ya estaban haciendo públicas sus reticencias al acuerdo. Al acuerdo, cuya letra pequeña estaba ya estaba cargado de peros, se le añadían, ahora, las rebajas procedentes de los que, en tan sólo 72 horas, pasaron del digo al diego.
Las primeras vinieron de Finlandia y Holanda. “Nada es gratis”, recordaban también ellos. No eran partidarios de que el MEDE se dedicase a adquirir bonos en el mercado secundario. Y amenazaban con impedir la unanimidad necesaria para adoptar acuerdos en el seno del Mecanismo. ¿Iban de farol? Es posible. Basta leerse el Tratado sobre el MEDE para darse cuenta de que los acuerdos del Consejo se Gobernadores no se toman por unanimidad, sino, según las materias, de común acuerdo, por mayoría cualificada o por mayoría simple. Y que basta una mayoría cualificada del 85% para las decisiones de urgencia que, de no ser adoptadas, amenazarían la sostenibilidad económica y financiera de la zona euro. Pero fueran o no de farol, su amenaza hizo daño. Vaya si lo hizo. Nos acercaron un poco más a Pinto
A ellos se sumaron después, los social cristianos bávaros que, en un modélico gesto de solidaridad evangélica, advirtieron a Merkel de que se anduviese con cuidado con los vecinos del sur porque no estaban por la labor de ayudar al prójimo. También ellos hicieron daño. Y nos volvieron a situar un poco más cerca de Pinto.
Luego vino el BCE, flemático e imperturbable. Y defraudó una vez más a quienes pensaron que, tras lo acordado en la Cumbre Europea podría animarse a intervenir en el mercado secundario. También defraudó -huelga decirlo- a los que creyeron honestamente que iba a despertar de su letargo y bajar el tipo de interés más allá del simbólico cuartillo en el que se ha quedado.
En cuestión de días, esta acumulación de peros y de rebajas, ha llevado a todo el mundo a sospechar que, digan lo que digan las siempre entusiásticas proclamas oficiales, en realidad estamos mucho más cerca de Pinto que de Sidney. No hay más que ver cómo han evolucionado desde entonces la prima de riesgo y el IBEX-35, que a la primera oportunidad han vuelto a las andadas. Sus cotizaciones siguen, todavía, al rojo vivo.
Finalmente, la intensidad que han adquirido en esta última semana los anuncios -o quizá mejor, las amenazas- de nuevos recortes que han sido formuladas desde el Gobierno acaban por perfilar un panorama francamente sombrío. Nada era gratis, efectivamente. Si alguien tenía dificultades para entender por qué se empeñaban en aguar la fiesta repitiendo esa cantinela, ahora tiene ocasión de verlo con absoluta claridad. Y en los próximos días, efectivamente, se llevarán a cabo nuevos recortes, con la agravante de estiaje. Porque nada es gratis.
Sr. Presidente, no estamos ante un recorte más; estamos ante la madre de todos los recortes. Su discurso de hoy nos lleva a la certeza de que no estamos en Sidney. Ni tan siquiera estamos entre Pinto y Sidney, lo cual podría darnos algunas esperanzas. No. Estamos entre Pinto y Valdemoro, y más cerca de Valdemoro.
El principio del fin de Rodríguez Zapatero comenzó un 10 de mayo, cuando anunció lo que iba a hacer en los dos años que le quedaban de legislatura, lo que hasta la víspera había jurado y perjurado que no iba a hacer. Usted ya tiene su 10 de mayo, hoy es su 10 de mayo.
No puedo pronunciarme sobre todas y cada una de las medidas que hoy ha anunciado desde la tribuna, es un paquete abigarrado y sobrecargado. Sin embargo no quisiera dejar pasar dos observaciones, muy genéricas:
La primera tiene que ver con el autogobierno. Es evidente que avecinan fuertes vientos reformistas. Confío en que el Gobierno no pretenda aprovechar la ocasión para llevarse por delante el autogobierno vasco, y de manera especial su singularidad económica y financiera plasmada en el Concierto Económico, no faltará quien le invite y quien le impulse a hacerlo, a aprovechar el viaje para arrasar con todo. Los viento reformistas son una ocasión excelente para convertirlos en huracanes y dejar todo arrasado.
Tal y como le advertí en la sesión de investidura, estaremos vigilantes ante los ataques al autogobierno y al Concierto Económico y hoy le puedo asegurar que como entonces me reafirmo, y le aseguro que nos mantendremos firmes en su defensa.
La segunda observación tiene que ver con el principio de igualdad. Nos preocupa la posibilidad de que en aplicación de ese paquete medidas anunciadas, el Gobierno pretenda aplicar unas reglas restrictivas a todas las administraciones públicas de modo uniforme y a todas las entidades financieras en lo que tiene que ver con éstas. . No todo el monte es orégano. Hay entidades financieras que han cumplido sus deberes, que han respondido razonablemente a las exigencias de solvencia. Hay administraciones públicas que ha sido rigurosas. No apliquemos las medidas de modo homogéneo, no pretendamos que todo el monte sea orégano y que todas las medidas sean idóneas para todas ellas.
Seamos capaces de distinguir el grano de la paja, y formulemos medidas capaces de adaptarse a situaciones que de raíz son heterogéneas, y también lo ha sido en la conducta y en rigor.
Finalmente, no quisiera concluir, Señor Presidente, sin hacer una referencia, siquiera tangencial, al Pacto de Crecimiento y Empleo. En la sesión de control del día 27 le pregunté por los planteamientos que iba a defender en el Consejo Europeo de cara a promover el crecimiento y empleo y no sería lógico que hoy me olvidase de ello.
Un viejo profesor de economía decía en el siglo pasado que la mejor manera de distinguir entre la estructura y la coyuntura consiste en tener en cuenta que estructura es lo que dura, y lo demás es coyuntura. El crecimiento tiene mucho de ambas cosas: de estructura y de coyuntura. Es coyuntura porque nos permite, hoy y aquí, reactivar la economía, combatir el estancamiento y plantar cara ala recesión. Peroes también estructura porque, o se apuesta por un modelo de crecimiento sostenible a largo plazo, o los estímulos meramente coyunturales, sin método, ni horizonte, no pasarán de ser vientos efímeros, que a la larga suponen pan para hoy y hambre para mañana.
En los 8 folios que el escrito de conclusiones dedica al Pacto del Crecimiento y el Empleo, se contemplan medidas que apuntan a la estructura y medidas que se centran enla coyuntura. Lasprimeras son impecables. Hablan de la economía digital, de la economía verde, de las industrias en red, del mercado interior de la energía, del mercado único digital, de innovación, de competitividad. La UE nunca defrauda cuando hace planes a L/P. Sabe perfectamente diseñar modelos ideales. Otra cosa es que, llegado el momento, esos planes se hagan realidad. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, la estrategia de Lisboa, del año 2000, que se marcó el objetivo estratégico de convertir la economía de la Unión, antes del 2010, en “la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de un crecimiento económico duradero, acompañado por una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y una mayor cohesión social? El Plan era espléndido. Lo que pasa es que acabó en agua de borrajas, porque nadie se lo tomó en serio. Y llegó el año 2010 y la economía de la Unión era cualquier cosa menos la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo.
También las medidas de carácter estructural previstas en el Pacto del Crecimiento y Empleo, están bien planteadas. Pero ya veremos en qué quedan.
El problema es que las medidas coyunturales, los estímulos a corto plazo, se quedan un poco cortos. Los 120.000 € comprometidos para medidas de crecimiento “de efecto rápido”, son claramente insuficientes para poner en marcha el conjunto de la economía europea y no impedirán que los países en recesión sigan estándolo durante bastante tiempo.
No quisiera, sin embargo, despreciar lo conseguido. El hecho mismo de que la UE se comprometa en un Pacto de Crecimiento y Empleo que exceda de la palabrería hueca, constituye un motivo de satisfacción que no debe desdeñarse.
En resumidas cuentas, SP, y con esto concluyo, al término de la Cumbre Europea nos hicimos la ilusión de que habíamos avanzado mucho y podíamos encontrarnos en las proximidades de Sidney. Pero los peros de la Declaración de la Cumbre y las rebajas de julio nos han vuelto a poner antela realidad. Seguimos estando donde estábamos: ente Pinto y Valdemoro. Y casi todo está todavía por hacer.