La primera mitad del siglo XX en Europa fue terriblemente convulsa y dramática, tras una pandemia que causó millones de muertes, una gran crisis económica con origen en el ‘crash‘ de 1929 en Nueva York y, finalmente, dos Guerras Mundiales que enfrentaron a los europeos entre sí y devastaron grandes extensiones de nuestro Continente. En aquel terrible contexto, y ante una Europa traumatizada por la dramática situación política, económica y social del momento, el ministro francés de Exteriores, Robert Schuman, leyó el 9 de mayo de 1950 una declaración que desde entonces lleva su nombre y que no solo proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero sino que también instaba a la conformación de una Europa unida, basada en la cooperación y en la solidaridad, y que contribuyera a la paz mundial. Aquel discurso político fue considerado como el origen de la creación de la Europa que hoy conocemos y, por ello, el Consejo Europeo en la Cumbre de Milán de 1985 decidió declarar oficialmente el 9 de mayo como el Día de Europa
En los presentes días, ya avanzado el siglo XXI, nos encontramos ante una situación inesperada y excepcional como consecuencia de la pandemia mundial del Covid-19, que está afectando de manera especialmente dura a algunas zonas del planeta, entre ellas Europa. La reacción europea ha resultado decepcionante hasta la fecha, con cierre de fronteras, repliegue interno de los Estados miembros y el autoritarismo como principal respuesta política, lo que se ha traducido en una amplia restricción de derechos y libertades de la ciudadanía y en una insuficiente solidaridad interna, sobre todo con los países del Sur, los más golpeados por esta epidemia.
A lo largo de las últimas siete décadas, Europa ha avanzado en su largo proceso de construcción y ha mostrado, en una perspectiva histórica, su resiliencia ante la naturaleza de las diferentes crisis a las que se ha debido de enfrentar. Pero, al mismo tiempo, ha evidenciado también sus carencias y debilidades, que tienen su principal expresión en la falta de edificación de un verdadero ‘demos’ europeo y en la resistencia de los Estados a ceder soberanía a las instancias comunitarias.
La crisis del Covid-19, por todo lo que supone de tragedia para tantas familias que han perdido a sus seres más queridos y también por las severas consecuencias económicas y sociales a la que nos aboca, supone también una nueva oportunidad para que Europa encare decididamente las grandes transformaciones en su proyecto que requieren los grandes retos globales del siglo XXI. Se nos avecina un mundo polarizado entre Estados Unidos y China, con tensiones crecientes por ambos lados en su pelea por la hegemonía global. Un mundo en el que Europa se convierte en la única esperanza para poder ofrecer otro modelo de desarrollo que sea respetuoso con el medio ambiente, que defienda la justicia social y, sobre todo, que resulte más humano. Pero ello exige, en primer lugar, lograr un salto cualitativo en el proyecto de integración europea, a partir de la oportunidad que se presenta con la próxima Conferencia sobre el futuro de Europa y desde el impulso y la determinación política. Y, seguidamente, demanda el diseño de un auténtico modelo de gobernanza multinivel que defina claramente funciones y competencias, y en el que hallen cabida, además de los Estados, las Naciones sin Estado, los gobiernos regionales y las autoridades locales, construyendo la nueva Europa de abajo hacia arriba y en mayor complicidad con nuestra sociedad.
A lo largo de sus 125 años de historia, EAJ-PNV puede ofrecer infinidad de ejemplos de su vocación europeísta, desde su propia participación en todas las organizaciones y movimientos de referencia en la génesis europea. El 70 aniversario de la Declaración de Schuman es una efeméride propicia para reafirmar nuestro compromiso europeo y nuestra adhesión al futuro del proyecto europeo. De una nueva Europa renovada, unida políticamente con un rol protagónico en un mundo interconectado e interdependiente que demanda, ante todo, cooperación internacional. De una Europa democrática, fundamentada en los mismos principios inspiradores de nuestros Padres Fundadores y respetuosa con la voluntad de sus pueblos originarios.