Tenemos ante nosotros cuatro años. A este pueblo le asiste el derecho de generar y decidir su propio futuro. Las y los guipuzcoanos recorreremos este camino también ahora. Deseo para todas y todos nosotros la sabiduría política para adivinar los retos, acertar en las respuestas y cumplir debidamente el mandato democrático.
Señoras y señores junteros, autoridades forales en funciones, representantes de partidos políticos, ciudadanos y ciudadanas, buenos días:
En primer lugar, enhorabuena a todas y a todos: 28 junteras y 23 junteros hemos constituido las Juntas Generales de la XI legislatura, como representantes que la ciudadanía de Gipuzkoa. Un saludo especial y cordial para ti, señora Eider Mendoza: procuraré mantener la dignidad y lealtad del testigo que recibo en este momento. Tras dar mi respuesta afirmativa al ser requerido para la presidencia de esta institución, agradezco esta oportunidad y apoyo al Partido Nacionalista Vasco y a los grupos junteros. Cómo no, el respaldo de la familia ha sido indispensable para dar este paso. Beraz, eskerrik asko nire emazte Begoñari, eta gure seme-alabei, Sofia, Tomas eta Joni.
Confieso mi emoción y responsabilidad por haber sido designado presidente de las Juntas Generales de Gipuzkoa. Siento alegría y responsabilidad a la vez. Me produce un gran respeto el cargo de la presidencia de la institución foral, y buscaré vuestra colaboración a lo largo de la legislatura.
También quiero tener un recuerdo para aquellos que nos han dejado en los últimos años, en especial para mis padres a quienes debo buena parte de lo que soy y, en el caso de mi aita, quien me transmitió la pasión por Gipuzkoa, por Euskal Herria y también por el Derecho. No me olvido de mi querido maestro navarro, Demetrio Loperena, que nos dejó demasiado pronto, pero nos dejó igualmente su magnífica visión sobre los Derechos Históricos vascos, tan vinculados a Gipuzkoa y a nuestra identidad política.
Los inicios de legislatura conllevan a menudo novedad y continuidad, pues el futuro está por hacer y, a la vez, también se dirige una mirada al pasado, bien para cerrar unos capítulos bien para continuarlos. Esta undécima legislatura no será una excepción.
El futuro no se descubre, se construye. Es posible más de un futuro, y de nosotros y nosotras depende establecer las bases del porvenir de Gipuzkoa y de nuestro país, para que convivan con el resto de pueblos en esta época global. Eso es precisamente lo que estamos haciendo durante estos años por medio de la política. Pero no cualquier tipo de política sirve para construir un futuro digno.
Necesitamos una política abierta para dirigir el país, que mira a la realidad de Gipuzkoa y Euskadi y escucha a su ciudadanía. Actualmente 325.000 guipuzcoanos y guipuzcoanas tienen empleo, 25.000 más que hace cuatro años; el año 2015, a consecuencia de la crisis, habían perdido su empleo 44.000 hombres y mujeres, y la tasa de desempleo era de un 13 %; ahora está por debajo del 8 %, y son 27.000 las y los guipuzcoanos sin empleo. Afortunadamente, son 18.000 personas desempleadas menos; pero todavía son muchas. La situación de falta de trabajo puede atrapar a la persona en su totalidad; necesitamos, por tanto, una política que combine una visión general del bien común y, a la vez, una mirada que baje a nivel humano, a fin de promover una economía para poder vivir dignamente, genere empleo y afiance la protección social, garantizando la igualdad de oportunidades. Una mirada abierta significa tener la capacidad de ver tanto el lado positivo como el negativo, para llevar a cabo una política que responda a la realidad, tanto desde el gobierno, evitando triunfalismos, como de la oposición, sin caer en catastrofismos. Es un tiempo que necesita una política de esperanza, cuando emerge desde el centro del bienestar un malestar y desánimo que se extienden en la sociedad.
Me refiero también a una política abierta de mirada amplia. En esta coyuntura, quiero aplaudir a los hombres y mujeres del Aita Mari. Recuerdo que fueron nuestras Juntas Generales las que concedieron, hace dos años, la primera ayuda de 8.000 euros para la adquisición de un motor para la lancha de salvamento; una ayuda pequeña pero de gran sensatez, bien orientada hacia una causa justa. Creo que estamos en deuda con las y los activistas de Salvamento Marítimo Humanitario, porque llaman a nuestra conciencia tanto política como social e individual con el grito de las personas refugiadas e inmigrantes, para que no miremos hacia otro lado.
Merece citar algo que escribió el lehendakari Agirre, cuando narraba lo vivido en la Segunda Guerra Mundial en la frontera francesa, huyendo de los nazis. Decía así: “A eso de las ocho de la noche llegamos a la frontera. El espectáculo era impresionante y desconsolador. Una muchedumbre despavorida y anhelando escapar se aglomeraba contra la barrera. Conseguimos llegar hasta ella, pero estaba cerrada. Un fuerte cordón de gendarmes y de policías vestidos de paisano impedía el paso de aquellos miles de personas que ansiaban salvar sus vidas. A fuerza de tergiversar las ideas más puras y sencillas, Europa se había vuelto loca… No podía yo comprender que el sentido humano hubiese llegado a escalas tan bajas como para olvidar que en la desgracia todos los hombres son iguales”. Hoy, estas palabras de José Antonio Agirre son un clamor para que no permanezcamos indiferentes a las personas y pueblos que sufren desgracias inimaginables para nosotros. Constituyen una denuncia a los Estados, a la Unión Europea y a la comunidad internacional, que no hacen justicia a las personas y pueblos. Palabras que evocan dolor y animan a favor de una política abierta.
Como anticipaba el Lehendakari Agirre, la dignidad del ser humano no admite otra moneda de cambio que la de los Derechos Humanos sin ningún tipo de distinción. Desaparecida ETA y asentada la paz entre nosotros, en esa labor inmensa espero que seamos capaces, desde este Parlamento Foral, de armonizar nuestras necesidades de empleo, bienestar y desarrollo con el impulso de las políticas sociales y la protección del medio ambiente y sus limitados recursos. Todo ello sin olvidar el sufrimiento de tantas víctimas para que nunca se vuelva a repetir.
Para ello nos hallamos aquí representantes de diferentes ideologías y opiniones. En este lugar político, las Juntas Generales, tomamos la palabra para expresar nuestras ideas políticas, para escucharnos y respondernos con respeto y talante democrático. Esta ha sido mi intención en esta intervención y así deseo concluir.
Euskadi es pequeña, lo sabemos. Pero ello no obsta para que sea un pueblo. Siempre hemos sido un pueblo pequeño. No hay mal alguno en la pequeñez. Lo que es malo es que se nos niegue la identidad nacional desde Madrid, y también desde París. Lo que nos indigna a muchas y muchos de nosotros es el hecho de que seamos tratados como si estuviésemos uno o dos niveles por debajo de aquellos pueblos que forman Estados. Veo una democracia herida, por ejemplo, el caso de Catalunya. No se trata de un problema que no nos atañe a los vascos, ya que formamos parte del mismo Estado y tenemos una cuestión de carácter nacional, es un asunto que nos afecta.
De modo que, a mi modo de ver, solo hay una manera de curar la herida de la democracia: fortaleciendo la propia democracia. El camino es el ejercicio de la libertad, el cumplimiento de lo que dice el pueblo para vivir en paz, tanto en Gipuzkoa y Euskadi como en Catalunya, basando las relaciones con el Estado en la igualdad entre los pueblos y el respeto mutuo.
Tenemos ante nosotros cuatro años. A este pueblo le asiste el derecho de generar y decidir su propio futuro. Las y los guipuzcoanos recorreremos este camino también ahora. Deseo para todas y todos nosotros la sabiduría política para adivinar los retos, acertar en las respuestas y cumplir debidamente el mandato democrático.