Gorka Urtaran Agirre
Portavoz de EAJ-PNV en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz
Siempre he creído que el BAIC era un proyecto que necesitaba ser repensado. Primero porque el Ayuntamiento no podía soportar el 80% de una inversión multimillonaria que ponía en riesgo la capacidad de la Hacienda local vitoriana y nuestra calidad de vida. Segundo porque el proyecto, tal y como estaba diseñado, no se ajustaba a las necesidades culturales de la ciudad y comportaba unos gastos de mantenimiento difícilmente sostenibles con los ingresos generados por su propia actividad. Era, por tanto, necesario reformularlo en base a una propuesta doble, la de las dos “efes”: financiación y flexibilidad. Financiación externa para evitar, entre otras cosas, detraer 50 millones de euros de la sociedad municipal Ensanche 21 -algo que, insisto, no íbamos a permitir-, y flexibilidad para ajustar el proyecto a las necesidades sociales y culturales de Vitoria-Gasteiz y a nuestra capacidad económica.
Desde EAJ-PNV entendemos esta propuesta como la más razonable, de sentido común, habida cuenta de la parálisis que sufre Vitoria-Gasteiz en el desarrollo de proyectos de envergadura y, sobre todo, del esfuerzo económico ya realizado en este proyecto. El caso es que ya no hay proyecto que repensar porque PP y Bildu han decidido enterrar el BAIC de un plumazo. Es una decisión absolutamente legítima y respetable, pero no exenta de una triple preocupación.
La primera preocupación surge al constatar que en Vitoria-Gasteiz, a diferencia de lo que ocurre en ciudades de nuestro entorno, los partidos políticos somos incapaces de consensuar los grandes proyectos -estratégicos o no- de la ciudad, de acordar políticas o estrategias locales que añadan un plus de competitividad y calidad de vida a nuestro municipio. Hay una reiterada incapacidad para intentar optimizar y rentabilizar las políticas que, con mayor o menor acierto, han sido decididas anteriormente por el gobierno de turno. En definitiva, se evidencia una incompetencia política supina, fruto de disputas e intereses partidistas absolutamente estériles, que tiene como consecuencia el derroche ingente de recursos económicos en planes y proyectos una y otra vez fallidos.
La segunda preocupación deviene de la desidia del Gobierno municipal por explorar diferentes alternativas antes de tomar una decisión de semejante calado. El señor Maroto no solo no se ha “dejado la piel” (sic) por intentar lograr una mayor financiación, sino que ni siquiera ha levantado el teléfono para contactar con los responsables del resto de instituciones implicadas en el proyecto (Diputación Foral de Álava, Gobierno Vasco y Gobierno del Estado) de cara a lograr una mayor implicación económica que aliviara significativamente la presión a la que el BAIC sometía a las arcas municipales.
Estoy convencido de que si el alcalde hubiera puesto la mitad del empeño que puso por vetar una mayor subvención a lo que él llamaba Auditorio, el panorama sería muy diferente. Tampoco se ha preocupado especialmente por contactar con el arquitecto del proyecto, el señor Bayón, para flexibilizarlo tanto en contenido como en plazos de ejecución. No ha intentado repensar el BAIC para ajustarlo a las necesidades sociales y culturales de Vitoria-Gasteiz y a nuestra capacidad económica. No ha buscado una fórmula para aprovechar, para optimizar lo realizado (y gastado) logrando un complejo más versátil y menos costoso tanto en su construcción como en su mantenimiento, algo viable si atendemos a las recientes declaraciones del propio Bayón. Nada de todo eso.
Y la tercera preocupación se genera por la precipitación con que PP y Bildu han decido enterrar el proyecto. Si algo me ha sorprendido en este proceso, es la facilidad con que PP y Bildu, sin mayor análisis, han decidido enterrar el BAIC. Es una precipitación que sobrepasa la imprudencia y alcanza la temeridad política. Hoy en día se desconoce el coste económico de esta decisión. No están calculados todavía los daños emergentes que pueden reclamar las empresas ni las aportaciones que hay que devolver a otras instituciones. Tampoco se han explorado en detalle todos los escenarios jurídicos posibles. Esta incertidumbre obliga, independientemente de la opinión que se tenga sobre el BAIC, a un análisis meditado y sosegado de todas las opciones de coste posibles, en aras a evitar una inesperada sanción económica. Pues tampoco. PP y Bildu, no solo no han analizado en detalle el coste de su decisión, sino que, además, nos han impedido al resto un mínimo análisis y contraste.
Creo sinceramente que esto no se puede volver a repetir. Y esta reflexión sirve tanto para los partidos políticos que pusimos en marcha este proyecto sin los apoyos externos suficientes como para los que ahora lo entierran sin explorar alternativas ni conocer los costes de su decisión. Creo que ya son muchas las ocasiones en que la clase política gasteiztarra ha demostrado no estar a la altura de las circunstancias ni ha atendido los verdaderos intereses de la ciudad. Desde el inicio reciente de mi quehacer municipal, he reivindicado una nueva forma de hacer política basada en el consenso, la cercanía y participación ciudadana, la transparencia, la honestidad, la honradez y la humildad. Hoy resalto otra variable que debe contemplar esta nueva cultura política: la capacidad de optimizar y rentabilizar la política local heredada, sin enterrar todo el trabajo anterior.