Luke Uribe-Etxebarria
08Marzo
2010
08 |
Opinión

La presidencia “de turno” de la UE

Luke Uribe-Etxebarria
Marzo 08 | 2010 |
Opinión

Una de las consecuencias institucionales más importantes del nuevo Tratado de Lisboa es la pérdida de peso y relevancia político/institucional y mediática de las "presidencias de turno" de la UE que, desde enero, ejerce el presidente español, Rodríguez Zapatero. Son varios los factores que inciden en esta circunstancia.

En primer lugar, la creación de la figura del "presidente permanente" de la UE, en la persona del belga flamenco, Herman von Rompuy. Su quehacer, antes realizado por las "presidencias de turno", consiste en convocar, organizar y dar cuenta de los trabajos del Consejo Europeo, institución formada por los jefes de Estado y/o de Gobierno de los 27 Estados de la UE, y cuya función es la de establecer e impulsar las grandes prioridades políticas y estratégicas de la Unión Europea.

 

El primer ministro del Estado que ejerce la presidencia ve sensiblemente menguado su protagonismo al pasar de presidente del Consejo Europeo a Jefe de Gobierno del país que asume la Presidencia del Consejo, a secas, en nueve de sus formaciones sectoriales (Economía/Finanzas, Industria, Agricultura, Medio Ambiente, Cultura, etc.,), a excepción del Consejo de Asuntos Exteriores, que lo preside la nueva Alta representante de la PESC, la británica Catherine Ashton.

 

De hecho, el Tratado, ahora, ni siquiera menciona el papel del primer ministro de la "presidencia de turno" y el Reglamento Interno del Consejo Europeo lo reduce a la no demasiado atractiva posición oficial de "miembro del Consejo Europeo que representa al Estado miembro que ejerce la presidencia del Consejo". Y, si ésa no es una situación nada cómoda, el escenario para el presidente del Gobierno español es aún más delicado por ser el primero que está conviviendo con estas nuevas reglas.

En segundo lugar, es en la política exterior de la Unión -que también es un ámbito de gran relieve político y de alto protagonismo mediático- donde también se visualizará nítidamente la pérdida de poder e influencia de Zapatero a favor del presidente Von Rompuy.

Eso es así por las novedades del Tratado en esta materia, que determinan que el presidente permanente asumirá el máximo rango en la representación exterior de la Unión en asuntos de Política Exterior y de Seguridad, y que, además, despojan a la "presidencia de turno" de la dirección del Consejo de Asuntos Exteriores. Eso supone que la UE, como tal, la han de liderar externamente el presidente del Consejo Europeo y la Alta Representante; y, para los asuntos no vinculados a la PESC, también el presidente de la Comisión, Durao Barroso.

Obviamente, esto significa que, para las actuaciones de política exterior y de seguridad común que se lleven a cabo fuera del Estado español, Zapatero no tendría ninguna función especial durante su presidencia -lo que afecta a las reuniones del G-20, a las que Zapatero acudiría como invitado español pero no como representante de la UE, o al G-8 al que seguramente no acudiría y, en cambio, sí lo haría Van Rompuy- y, en caso de crisis internacional sobrevenida durante el semestre de presidencia española, no entra dentro de la lógica del nuevo Tratado que el presidente español salga de la UE y visite, por ejemplo, Moscú, Oriente Medio o el Cáucaso con pretensiones de representar a la Unión.

 

En este sentido, el Tratado también despeja las tradicionales e históricas dudas de los mandatarios mundiales que, cuando pretendían encontrar un interlocutor europeo único para abordar asuntos de trascendencia internacional, no sabían qué número de teléfono marcar, en un episodio caricaturesco que puso de relieve el entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, y que simbolizaba la falta de peso político internacional y mundial de la UE. Pues bien, a partir de ahora, será el presidente permanente del Consejo Europeo, Von Rompuy, quien deberá "descolgar el teléfono" a la llamada, por ejemplo, de los presidentes de EEUU, Rusia, China, la India o Brasil.

 

Cabe añadir que la inasistencia del presidente norteamericano, Barak Obama, a la cumbre UE-EEUU, y la consiguiente inexistencia de "la foto en Madrid" suponen, además, que, para Zapatero, aunque no quizás para sus ministros,  la "presidencia ha terminado".

Por añadidura, y como siempre, los grandes países de la Unión -Alemania, Francia, Inglaterra, que representan más del 50% del PIB comunitario- tienen por costumbre tomar iniciativas o imponer vetos por su cuenta, o mancomunadamente, que terminan condicionando los mejores programas (la iniciativa para "rescatar" a Grecia, de la que Zapatero ha estado ausente, es un ejemplo). Al margen de que tomar decisiones teniendo que poner de acuerdo a 27 socios resulta una tarea que raya lo imposible. Y Zapatero carece de la "autoritas" suficiente, dada la precaria situación económica de su país, como hemos podido comprobar en su rifi-rafe con Alemania a propósito del déficit público.

En este contexto, la presidencia española puede estar repleta de actividades, reuniones y cumbres muy exitosas desde el punto de vista mediático, de muchas imágenes y fotos de primera página, pero bastante más diluida en cuanto a resultados concretos. Todo se está desarrollando para el "consumo interno español", una necesidad perentoria para Zapatero, sus ministros y algún que otro presidente de Comunidad Autónoma -como el lehendakari López-, dado el enorme deterioro de su imagen, producto de sus políticas y decisiones.

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