Iñaki Anasagasti
02Octubre
2009
02 |
Opinión

1979, el año de la segunda autonomía

Iñaki Anasagasti
Octubre 02 | 2009 |
Opinión

E l pase de la preautonomía a la etapa autonómica fue no sólo la noticia de aquel año 79 sino que supuso un año de noticias. El proceso iniciado a finales de 1978 con el envío a Madrid del proyecto de Estatuto de Gernika, el mismo día en que se disolvieron las Cortes, culminó con el regreso del lehendakari Leizaola para poner, con la entrega de su legitimidad histórica, el punto.

Al filo de aquel acontecimiento histórico para el pueblo vasco, Euzkadi vivió dos procesos electorales -legislativo y municipal-, la huelga general del 7 de diciembre, la entonces más importante de los últimos cincuenta años, contra los recortes autonómicos del Estatuto del Trabajador, y cerraba el año con la mirada puesta en el resultado de las negociaciones de los Conciertos Económicos y en las elecciones para el Parlamento vasco.

Dos protagonistas Dos nombres fueron protagonistas absolutos de aquel año político vasco: Carlos Garaikoetxea, como presidente del Consejo General Vasco y del EBB del PNV, y Jesús María de Leizaola, lehendakari del Gobierno vasco en el exilio. El primero porque, tras su elección como presidente del Consejo General Vasco sustituyendo a Ramón Rubial con su solo voto en contra, asumió la negociación del Estatuto de Gernika en momentos políticos e incluso familiares de extraordinaria dificultad. Las jornadas de conversación con el presidente Suárez en el Palacio de La Moncloa para establecer un acuerdo en cuanto a los contenidos de autogobierno para Euzkadi mantuvieron un interés que sobrepasó el marco geográfico vasco. Detrás tenía al PNV y a todos los partidos políticos vascos salvo a HB. El símbolo que había supuesto el fin de 42 años de exilio del Gobierno vasco con el regreso del lehendakari Leizaola, multitudinariamente recibido el 15 de diciembre, tuvo su momento clave al día siguiente en Gernika con la entrega simbólica de poderes históricos. A igualdad de rango autonómico y legalidad democrática, Leizaola imprimió carácter al proceso político que se había iniciado con el fin de la dictadura, en un emotivo acto en Gernika, al día siguiente de su llegada de París. Rindió cuentas, como hubiera querido hacerlo el lehendakari Aguirre.

Elecciones, compás de espera El año 1979 comenzó pues marcado por el envío del proyecto de Estatuto a Madrid y el anuncio de la celebración de elecciones. Las legislativas tendrían lugar el 1 de marzo y las municipales se celebraron simultáneamente con las de apoderados a Juntas Generales el 3 de abril. La convocatoria de nuevas elecciones legislativas, con el lógico vacío parlamentario, y las municipales establecieron un obligado compás de espera. Los resultados de ambas consultas electorales cambiaron la correlación de fuerzas de Euzkadi: el Partido Nacionalista Vasco consiguió ser ampliamente mayoritario (15 de los 30 miembros de la Asamblea de Parlamentarios eran nacionalistas), descendía notablemente la representación socialista, se mantenía EE y Herri Batasuna alcanzaba una representación electoral equivalente a PSE y UCD. Pero el contenido del proyecto de Estatuto, en el que se constataron notables influencias de los sectores nacionalistas (PNV y EE se habían mantenido prácticamente unidos durante toda la negociación) no se cuestionó en ningún momento. Más bien al contrario, se convocó el 20 de marzo una asamblea de parlamentarios para refrendar formalmente el proyecto. Herri Batasuna, que decidió no integrarse en el Consejo General Vasco ni en las instancias políticas provinciales, insistió en que debía ser la vía municipal el cauce representativo para la confección del Estatuto. Aunque diversas declaraciones públicas de los representantes políticos pusieron de manifiesto que lo importante era la representatividad democrática (la razón de que el Estatuto de 1933 se hiciera por vía municipal fue la causa de que, en aquella etapa histórica, las elecciones municipales precedieran a las legislativas), también las representaciones municipales (en las que la representación por fuerzas políticas era sensiblemente equivalente a la del Parlamento) hicieron público y solemne su apoyo al Estatuto. Así las cosas, en una asamblea celebrada en Vitoria el 3 de junio del 79, representantes electorales de ayuntamientos, diputaciones y juntas generales asumieron y ratificaron el proyecto de Estatuto de Gernika.

La negociación en Madrid Siguiendo las normas establecidas, la Asamblea de Parlamentarios designó el 14 de mayo a la delegación vasca, compuesta por 14 miembros, que discutieron con la Comisión Constitucional (33 miembros, de ellos cuatro vascos) el proyecto propuesto por los parlamentarios vascos. El 26 de junio concluyó el plazo de presentación de motivos, de desacuerdo (sólo lo hicieron UCD, PSA y FN) y el día 30 comenzaron las negociaciones. De hecho la fórmula de negociación resultó más respetuosa con la soberanía vasca de lo que fue en su día la Constitución republicana. La fuerza mayoritaria de Euzkadi, el Partido Nacionalista Vasco, los aspectos más controvertidos del Estatuto, Suárez y Garaikoetxea, con consultas intermitentes a los líderes de otras fuerzas políticas, tras duras negociaciones, llegaron a un acuerdo. «El Gobierno acepta el principio de una nueva concepción del Estado», sintetizó Garaikoetxea el resultado del difícil pulso estatutario. En relación con el Estado, la batalla había concluido puesto que, una vez refrendado en consulta popular en los territorios afectados, el Estatuto sólo volvió a las Cortes para ser ratificado. Quedaba pendiente todo el desarrollo y concreción del contenido básico del Estatuto. En el 103 aniversario de la abolición foral, el 21 de julio de 1979, en una sesión conjunta de la Comisión Constitucional y los delegados a la Asamblea de Parlamentarios, firmaron el texto que se había ya acordado en otra fecha significativa, el 18 de julio. La zozobra de las negociaciones, los temores que suscitaron los motivos de desacuerdo de UCD (prácticamente a todos los artículos), habían quedado atrás. Y así, el 25 de octubre, cerca del 60% de los vascos acudieron a las urnas para ratificar muy mayoritariamente el Estatuto de Gernika. La campaña para el referéndum se desarrolló con bastante dureza y la sombra abstencionista fue alejada con alguna dificultad. ETA no dejó de ser el triste acompañante con sus numerosos atentados, su reguero de sangre y sus continuas extorsiones.

Tres graves problemas El final feliz de este proceso político no alejó en 1979 la agudización de otros problemas que afectaban de modo fundamental a Euzkadi: violencia, paro y crisis económica. La violencia de doble signo, protagonizada por las dos ramas de ETA y el aumento de las acciones de los 'comandos autónomos', por una parte, y los atentados a refugiados en Iparralde, por otra, representaron un reto a la utilización de las vías pacíficas y democráticas para la consecución del autogobierno reclamado por los vascos. En cuanto al mundo laboral, las encuestas de aquel año lanzaron la cifra del 17,1% de parados en el País Vasco como la más reciente alarma. Este problema se enquistaba en la crisis económica sufrida por Euzkadi, sin duda alguna la más grave de su historia. Este año 2009 se cumplen treinta años de todo aquello. Las situaciones no son comparables. Treinta años después el Estatuto de Gernika sigue siendo un gran punto de encuentro aunque, tras la aprobación de la LOAPA en 1981, la Administración central no lo ha completado en 36 transferencias básicas y ha hecho todo lo posible para quitarle toda su singularidad. En 1979 nadie hubiera pensado que Madrid se constituiría en una autonomía política con parlamento, himno y bandera, que, por cierto, tuvo que improvisar, pero ahí estaba el quid de lo que se buscaba. Diluir aquel espíritu del 79 de las tres nacionalidades históricas en la achicoria para todos. El mejor apoyo que se le puede dar hoy a la autonomía vasca es volver a aquel espíritu singular de negociación y no actuar siguiendo el criterio de las rebajas de otoño como en el caso de las políticas activas de empleo. Sería todo un fraude. En el 30 aniversario de la aprobación del Estatuto de Gernika, «el mejor apoyo que se le puede dar hoy a la autonomía vasca es volver a aquel espíritu de negociación y no actuar siguiendo el criterio de las rebajas de otoño», sostiene el autor

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