Josu Erkoreka
12Mayo
2009
12 |
Intervención

Debate Estado de la Nación

Josu Erkoreka
Mayo 12 | 2009 |
Intervención

Señorías, señor presidente del Gobierno, en opinión de mi grupo parlamentario, el momento político se resume en una sola frase. Una frase tan sencilla como inquietante: Quo vadis, Zapatero? ¿A dónde va Vd., y con quién, señor presidente?

Señorías, vivimos tiempos de incertidumbre y confusión. Europa atraviesa momentos difíciles y en todo el planeta se respiran aires de crisis. A la crisis económica -que erosiona ya sin piedad los fundamentos de nuestro desarrollo- se suman otras crisis de todo orden: políticas, sociales, de valores y hasta de paradigmas. La coyuntura nos sitúa ante retos que nunca antes habíamos vivido y nadie sabe, a ciencia cierta, como afrontarlos de modo eficaz. Todos buscan recetas nuevas para plantar cara a los nuevos tiempos. Todos suspiran por liderazgos sólidos, con ideas frescas, empuje y capacidad de iniciativa.

Señorías, señor presidente, el Estado español, no es en esto una excepción. Entre nosotros, se perciben, también, los ecos de las crisis globales, con todo su halo de preocupaciones y aspiraciones. Pero a los signos generales de los tiempos, ya de por sí bastante inquietantes, se añade aquí un problema propio y específico. Un problema que no se da en otras latitudes: La impronta personal de un Presidente veleidoso e imprevisible. Un enamorado de la improvisación, que constituye un factor adicional de incertidumbre, inestabilidad y preocupación.

Todo el mundo sabe que, cuando arrecia el temporal, hacen falta rumbo claro y mano recia. Pero aquí, parece ocurrir todo lo contrario. Pese a la virulencia con la que nos golpea el ciclón, la nave sigue flotando al garete y el pasaje empieza a preguntarse con preocupación creciente si el piloto está de fiesta o, sencillamente no está, porque nadie corrige la deriva del buque ni parece dispuesto a cerrar la vía de agua por la que se nos han filtrado ya más de 4M de desempleados.

Y en este contexto, la frase en la que se condensa el momento político -¿Quo vadis Zapatero?- encierra una particular gravedad. Porque en tiempos de bonanza, la desorientación del puente puede constituir una anécdota irrelevante. Pero cuando acecha la crisis, los pilotos despistados son una auténtica catástrofe. Son una fuente inagotable de preocupación y hasta de angustia.

Señorías, se ha cumplido ya el primer año de legislatura. El periodo de tiempo que habitualmente utiliza el Ejecutivo para trazar el rumbo del mandato e iniciar la navegación con arreglo a la ruta fijada. Sin embargo, la situación política dista mucho de reflejar la claridad y la estabilidad que serían deseables en los tiempos que corren. Un año después de su constitución, el Gobierno sigue manteniendo el mismo paso vacilante y desnortado con el que inició la legislatura. Todavía parece lastrado por las especiales circunstancias que rodearon la investidura.

Señor presidente del Gobierno, las elecciones del 9-M las ganó Vd. De eso no cabe duda. Pero lo hizo, en buena parte, merced a la ventaja que sacó al PP en Catalunya y Euskadi. Si estas dos CCAA no computasen en el marco general, el triunfo electoral hubiese correspondido al PP. Compruébelo si no está seguro. Rescate los resultados arrojados por las urnas y saque cuentas. Las razones de este hecho no son difíciles de explicar: Fue en estas dos CCAA donde más intensamente cuajó el mensaje de alarma que Vd. lanzó durante la campaña, alertando sobre los peligros que entrañaba el acceso al poder de un PP tremebundo, que consagró la legislatura anterior a acusarle de romper España y venderse a los terroristas.

Pero aquel resultado electoral le situó a Vd. ante una curiosa paradoja. Lo que le hacía sumar votos en unos sitios -su apuesta por el Estatut y el proceso de paz- le restaba apoyos en los demás. O dicho de otro modo, las mismas razones que le habían hecho ganar en Catalunya y Euskadi, le habían llevado a estancarse e incluso a perder escaños en otros territorios del Estado. Y las posiciones de unos y otros eran irreconciliables. No era posible satisfacer simultáneamente a todos. O seguía Vd. apostando por ese vago halo de pluralismo y respeto a la diversidad territorial que definió su primer mandato o, sencillamente, cortaba por lo sano con los devaneos aperturistas que tan vulnerable le habían hecho, al parecer, ante el electorado español. Había que elegir. No era posible complacer a unos, sin incomodar a los otros. Lo que en una parte le llevaba al triunfo, en la otra le conducía a la derrota.

Gobernar es elegir, señor presidente. Y elegir significa, inexorablemente, optar por unas vías y descartar otras. Y Vd. eligió, señor presidente. Eligió. Aunque, eso sí, procuró que no se notase demasiado. Decidió abordar la investidura rehusando los apoyos externos. Fue una opción muy clara. Inequívoca. Prefirió salir elegido, en el segundo intento, con el apoyo exclusivo de los diputados socialistas, que proyectar la imagen de un presidente hipotecado por los pactos con los radicales de izquierdas y con los nacionalistas periféricos.

Aquel gesto fue una concesión al españolismo más cerrado e intolerante, aunque procurara dulcificarlo prodigando carantoñas a diestro y siniestro. Fue un guiño a los votantes que le habían dado la espalda acusándole de vender España a los nacionalistas y a los terroristas. Fue, en definitiva, una rectificación en toda regla de la estrategia anterior. Porque, al actuar de esa manera, venía Vd. a reconocer, directa o indirectamente, que la fotografía con la que arrancó su primera legislatura como presidente -acompañado del tripartido catalán y de otras formaciones nacionalistas y de izquierdas- fue una equivocación que no estaba dispuesto a repetir.

Vd. hizo lo que creyó conveniente y era libre de hacerlo. Pero ha de admitir que aquello fue el adiós definitivo a la España plural y diversa, que desde entonces sustituyó por la España central y convexa.

La opción de salir investido en la segunda convocatoria no era la ideal. Sólo tenía un precedente en la etapa constitucional. La primera y única vez que un presidente del Gobierno salió elegido en estas condiciones, fue en febrero de 1981, cuando Calvo Sotelo formó aquél gabinete precario y efímero que sucumbiría en tan sólo año y medio. No era un buen modelo de referencia, es evidente. Pero, pese a todo, Vd. prefirió apuntarse a él, que verse manchado con compañías enojosas y perjudiciales. Era el tributo que quiso pagar ante los sectores de la opinión pública que miraban y siguen mirando con malos ojos el entendimiento con los rojos y los separatistas.

Aquella fue una decisión estratégica, para lo bueno y para lo malo. Y aunque intentó disimularla, sus efectos fueron evidentes. Al optar por concurrir a la investidura sin compañías, Vd. decidió que las formaciones que integran la amalgama minoritaria de la cámara -las izquierdas y los nacionalistas- no sirven para los acuerdos estables. Sólo son útiles para recabar su auxilio cuando el Gobierno se encuentra con el agua al cuello y, aun entonces, en tanto en cuanto el peligro persista. Nada más. Su estrategia, era meridiana. No buscaba socios, sino samaritanos. No demandaba compañeros de viaje, sino muletas para salir de los barrizales. El papel que asignaba a estos partidos era el de simples palanganeros. Y, claro, a nadie le gusta ejercer tan triste papel.

Los lodos que hoy dificultan su camino, señor Presidente, arrancan de aquellos polvos. Las distancias que Vd. quiso marcar al comienzo de la legislatura, empiezan ahora a pasarle factura. Los diputados no somos socorristas. Hemos sido elegidos para defender un programa y no para pasarnos el día lanzando el chaleco salvavidas a un Gobierno que se hunde irremisiblemente arrastrado por su desorientación y su soberbia. En la sesión de investidura, Vd. rechazó las fotografías compartidas. Y los que entonces se sintieron rechazados le recuerdan ahora que no son ONGs dedicadas a la filantropía, sino formaciones serias que no buscan contactos efímeros, sino compromisos serios y de fondo. No quieren ser utilizados como trapos de cocina que se cogen o se dejan a gusto del consumidor.
Pero el Gobierno sigue refugiándose en la misma ambigüedad con la que arrancó el mandato. Se esmera en salvar la cara recurriendo a expresiones eufemísticas como la de “geometría variable”, pero, en realidad, sólo consigue salvar el día a día, recurriendo a increíbles ejercicios de funanbulismos parlamentario, que no son expresión de una estrategia coherente y estable, sino fruto de lo que pueda dar de sí la presión angustiosa que en cada sesión ejerce sobre los grupos parlamentarios. Hoy con unos y mañana con otros. Sin apuestas serias. Sin método ni estrategia.

El resultado de esta política no puede ser más inquietante. El entorno parlamentario del Gobierno es, hoy, un auténtico galimatías; un mosaico policromado y cambiante que ofrece cualquier cosa menos una imagen de coherencia y estabilidad. Hoy predominan los rojos, mañana los verdes y pasado mañana los azules, en función de los apoyos que cada día haya podido cazar el partido del Gobierno en su peregrinar cinegético por los escaños. Y cuando todos fallan, santo remedio: El Grupo mayoritario cambia de criterio, se suma a la oposición y a otra cosa mariposa. Así puede mantenerse un mes, señor presidente. Incluyo un trimestre. Pero no es serio afrontar el resto de la legislatura con semejante bagaje.

En la sesión de investidura, le pregunté, recurriendo a un símil extraído del mundo del naipe, si en esta legislatura estaba dispuesto a jugar a la mayor o sólo iba a apostar a la pequeña. No me respondió, evidentemente, Pero ahora admito que el que se equivocó fui yo, no Vd. Pensé, ingenuamente, que Vd. estaba por la labor de jugar y apostar limpiamente. Craso error. Su propósito consiste en jugar simultáneamente varias partidas, con distintas baraja y diferentes compañeros. No porque sea un gran aficionado a los naipes, sino porque esa es la única manera de engañar a todos al mismo tiempo. Vd. elige, en cada momento y lugar, la baraja que más le conviene para burlar a los compañeros de juego que ha elegido: la francesa, la bávara, la napolitana o incluso la del tarot. Eso sí, para Euskadi siempre reserva la baraja española y asegura que las complicidades sean patrióticas.

Pero todo esto, señor presidente, su inclinación por los equilibrios en el cable y las contorsiones imposibles, ha sido pecata minuta mientras la bonanza económica permitía a los ciudadanos relativizar e incluso hacer mofa de los caprichos y excentricidades de la clase política. Pero las cosas han cambiado señor presidente. Han cambiado radicalmente. Con la economía al rojo vivo y el desempleo desbocado, la sociedad ya no tolera que sus gobernantes se dediquen a hacer ejercicios de funanbulismo. Los ciudadanos reclaman y exigen una estrategia clara, valiente y ambiciosa de lucha contra la crisis, impulsada por un Gobierno capaz de ejercer un liderazgo fuerte y estable. Y esta demanda se cierne especialmente sobre Vd, que es el presidente del Gobierno.

Y Vd no puede seguir mareando la perdiz por más tiempo. No puede seguir jugando al bingo en cada sesión parlamentaria esperando que la diosa Fortuna le sonría para salvar las votaciones más delicadas. Está obligado a formar un bloque parlamentario sólido y coherente con el que plantar cara a la crisis. Se lo está exigiendo todo el mundo. Los españoles y hasta los que no se sienten españoles, que son muchos y crecientes en Euskadi y Catalunya, pero se ven, también, les guste o no, afectados por sus decisiones y perjudicados por sus equivocaciones.

En el hemiciclo no le falta donde elegir, a la hora de formar ese bloque. La Cámara le ofrece, básicamente tres opciones.

Vd. puede optar por recuperar el eje de izquierdas con el que trabajó la primera parte de la pasada legislatura. Es una opción legítima. Ese eje tiene sus propias recetas para afrontar la crisis económica y, con su apoyo, el Gobierno podría disponer de una estrategia clara y un apoyo parlamentario firme y estable.

Alternativamente, también puede inclinarse por suscribir una gran coalición con el PP siguiendo el modelo alemán. Una fórmula de emergencia, que le obligaría a buscar trabajosos consensos con esa derecha a la que la secretaria de organización de su partido acaba de acusar de “ultraliberal, ultraconservadora, insolidaria y antisocial”. Es otra opción.

Y en tercer lugar, cuenta, igualmente, con la posibilidad de recabar el apoyo de los partidos nacionalistas de vocación centrista que ocupan un espacio político intermedio entre Sarkozy y Segoléne Royale.

Estas son, a grandes rasgos, las tres opciones entre las que puede elegir si quiere dotar a su Gobierno de un respaldo parlamentario sólido y coherente.

Hasta la fecha, es obvio que no ha optado por ninguna de ellas. No hay más que echar un vistazo al hemiciclo para comprobarlo. Desde el frente progresista le recuerdan todos los días de que sus ramalazos izquierdistas son poses vacías y sin recorrido, y le piden a Vd. que, además de en los mítines, se acuerde también de la izquierda en la política cotidiana.



Con el PP tampoco parece dispuesto a pactar. Excepto en Euskadi, claro está, donde las izquierdas y las derechas españolas comparten la alta misión patriótica de evangelizar a los bárbaros rebeldes del norte en los sagrados principios de la unidad de destino en lo universal. Pero aquello es Euskadi y esto España. Y los que allí son ángeles liberadores, aquí son seres perversos, demoníacos y repelentes. ¡Dios mío! ¡Cuanta razón tenía Josep Pla cuando decía aquello de que lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas!

Y por lo que se refiere a las formaciones nacionalistas de centro… ¿para qué hablar? Es clarísimo que tampoco con nosotros buscan acuerdos estables. A menos, claro está, que defienda usted la tesis de que las grandes relaciones de amistad y cooperación han de inaugurarse, siempre, pisando callos. Empezaron agraviando a CiU en Catalunya y ahora acaban de repetir la maniobra con nosotros en Euskadi. A unos de la mano de la izquierda independentista y a los otros de la mano de la derecha españolista. Inmensa coherencia la suya, señor presidente.

El Gobierno es muy libre de seguir pescando en los caladeros del Congreso, intentando probar suerte cada día, para llenar las bodegas del barco aunque sea con las especies más heterogéneas. Es una manera, como cualquiera otra, de afrontar la temporada. Vd. puede seguir empeñándose en engañar a todos a la vez, jugando al mismo tiempo partidas diferentes, con barajas distintas y compañeros diversos. Puede seguir haciéndolo, si quiere. Es más, sospecho que eso es, precisamente, lo que hará. Pero tenga en cuenta tres cosas. Primera: Su prolongada ambigüedad le podrá resultar divertida, pero está desangrando la economía y llenando las oficinas del paro. Segunda: Me temo que ya no le queda mucho margen para seguir tentando la suerte, porque son cada vez menos los que se fían de Vd., dentro y fuera del hemiciclo. Tercera: Los ciudadanos, angustiados por la situación, ya no están para reírle las gracias al Gobierno o para permitirle nuevos devaneos con la frivolidad.

Hacer política bajo su presidencia, señor presidente, es como montar en una de esas atracciones de feria que desorientan al usuario apagando la luz y moviendo el suelo en sentido circular. Es nadar en el caos. Pero su ligereza, no nos autoriza a los demás a eludir nuestras propias responsabilidades. Sea cual sea el contexto parlamentario en el que hemos de desarrollar nuestro trabajo -y el creado por Vd. es un auténtico jeroglífico, señor presidente- los Grupos no podemos sustraernos a la obligación de definir las pautas que guiarán nuestra actuación.

A ello dedicaré la segunda parte de mi intervención.


Mi Grupo Parlamentario va a seguir manteniendo la misma actitud constructiva y responsable que ha mantenido durante los últimos años en esta cámara y fuera de ella. Los partidos políticos siempre han de actuar con responsabilidad. Siempre. Cuando están en el Gobierno y cuando están en la oposición. Esa es una convicción muy arraigada en el Grupo Parlamentario vasco, de la que creo que hemos dado elocuentes pruebas en los últimos tiempos.

Pero Vd. nos ha mandato a la oposición, SP. Bueno, Vd., y la sala del 61 del TS que para los efectos es lo mismo. Y la responsabilidad del partido opositor no es igual a la del partido gobernante. La responsabilidad del gobernante está muy mediatizada por el pragmatismo. La del opositor es más exigente, más principialista, más libre para fijarse objetivos y proponer iniciativas. ¡Pero qué le voy a decir a Vd., si Vd. conoce mejor que nadie en este país la diferencia que existe entre la responsabilidad de un partido de Gobierno y la de un partido de oposición! Cuando Vd. prometió solemnemente en Barcelona que asumiría sin un solo retoque el Estatut que aprobase el Parlament de Catalunya, estaba en la oposición. Pero cuando el Estatut aprobado por el Parlament llegó a esta cámara, Vd. ya no estaba en la oposición. Estaba en el Gobierno. Y obviamente, no lo asumió, sino que lo sometió a un riguroso cepillado. Hizo todo lo contrario de lo que prometió. Esa es la diferencia, SP, que Vd. conoce a la perfección.

Mi Grupo, por tanto, actuará con responsabilidad; pero con la responsabilidad propia de una formación opositora. Con estricto apego a sus postulados ideológicos y sus principios programáticos. Hará una oposición exigente y crítica, sin más concesiones que las estrictamente indispensables a la dictadura del realismo. Aportará sus ideas y también sus votos para respaldar las iniciativas serias que se planteen en el combate contra la crisis económica y el paro, pero no hará el juego a uno sólo de los excesos propagandísticos del Gobierno. Y, por supuesto, seguirá prestando, como siempre, especial atención a todo lo que tiene que ver con el autogobierno, el desarrollo y el bienestar del País Vasco. Pero no tendrá razones para mostrarse comprensivo con un Gobierno cuyas dificultades son, en buena medida, fruto de sus errores, de su soberbia o de su propia incapacidad.

Seremos muy críticos con las campañas publicitarias impulsadas desde el Gobierno para falsear la realidad o transmitir una imagen engañosa de la situación. Basta ya de patrañas, señor presidente. Yo no aspiro, como otros, en esta cámara, a ponerle de rodillas. Pero me parece esencial que, cuando menos, se tome las cosas en serio. De rodillas, sentado o de pié, como Vd quiera. Pero que se tome las cosas en serio. Los ciudadanos merecen que sus gobernantes les diga la verdad sobre la situación económica. La sociedad no puede continuar estupefacta ante la esquizofrénica imagen de un Presidente cuyas candorosas previsiones -optimistas hasta la fabulación- se ven desautorizadas todos los días por los más prestigiosos organismos especializados, del exterior y del interior.

Y si los hechos le diesen la razón, nada tendríamos que objetar. Pero desgraciadamente no es así. Basta contrastar la situación económica actual con lo que Vd. viene predicando durante los últimos años para concluir que, una de dos: O su Gobierno tiene un problema de incompetencia o, lo que es peor, tiene un problema con la veracidad de los mensajes que emite a la sociedad. Pero en cualquier caso, tiene un problema cuyas consecuencias están sufriendo los ciudadanos en sus propias carnes.

Cuando Vd. hace predicciones, señor presidente me recuerda a la Sociedad. Americana de Física que en 1990 se reunió para anticipar lo que iba a ser la década siguiente, y no acertó ni una sola de las predicciones. Tampoco Vd. da una en el clavo. Sus previsiones, como las de los físicos americanos, se han visto, todas, desmentidas por la realidad. Pero con una diferencia sustancial. En aquéllos, la predicción era un ejercicio meramente especulativo. Sus errores no perjudicaban a nadie. Y los de Vd, señor presidente, son una fuente inagotable de perjuicios para el tejido empresarial y puestos de trabajo.

No hace todavía dos años, sostenía que “España está en la champions ligue de la economía mundial” y se planteaba objetivos ambiciosos para competir con otros países en los índices de renta per cápita. ¿Qué ha ocurrido con sus vaticinios? Que han sido pisoteados por los hechos. El desplome del PIB durante el último trimestre, acaba de ponernos ante el peor dato desde que se inició la serie estadística allá por el año 1970. Y por si ello no fuera suficiente, la Comisión nos ha advertido de que seremos los últimos, de la Europa a 27, en salir de la recesión.

Con el paro, ha ocurrido igual. A finales de 2007 aseguró Vd. que en la próxima legislatura -refiriéndose a esta- lograríamos el pleno empleo. Y añadió: “No lo quiero con carácter coyuntural, lo quiero definitivo". Es más, uno de los principales lemas de su campaña electoral apuntaba en el mismo sentido: “Por el pleno empleo”. Pues bien, la dura realidad vuelve a desmentirle estrepitosamente: En el primer trimestre del año se han producido 6 parados por minuto, 400 cada hora y casi 9000 al día. Y la tasa de desempleo es la mayor de toda Europa. Se sitúa en el 17,4%. El doble de la media europea.
Decía Cicerón que “la fortuna es ciega y además, deja ciegos a los que favorece”. Es unánimemente reconocido que a usted, la ciega fortuna le ha sonreído notablemente a lo largo de su trayectoria. Pero al parecer, también le está dejando ciego.
En su ciego optimismo, nos dijo, primero, que la crisis económica era una patraña de los catastrofistas. Luego matizó y sostuvo que era algo opinable. Finalmente, cuando no tuvo más remedio que admitirla, quiso desviar la atención, alegando que no era un problema español, sino mundial, y que estábamos en las mejores condiciones para afrontarla. No está mal como consigna de campaña, sino fuera porque la realidad le está contradiciendo a cada paso.
Cuando asumió la crisis nos aseguró que la recuperación daría comienzo en el segundo semestre de 2009. El segundo semestre de 2009 arranca dentro de 48 días, SP. ¿Cree de verdad que estamos a punto de iniciar el repunte? Yo no. Y prácticamente nadie a nuestro alrededor. El presidente de una gran corporación industrial me decía hace unos días que algunas compañías sobreviven gracias a la cartera de pedidos que tenían cuando empezó a manifestarse la crisis. Cuando esa cartera se agote, dentro de unos meses, esas empresas pasarán a engrosar la lista de las que ya están en crisis, contribuyendo a empeorar la actividad económica y el empleo.
Pero Vd. sigue erre que erre insistiendo en que la recuperación está a la vuelta de la esquina. Y la pregunta que todos nos hacemos es la siguiente: Si hasta hoy todas sus previsiones han sido ensoñaciones telúricas, radicalmente apartadas de la realidad ¿a santo de qué hemos de conceder credibilidad a las que hace ahora? ¿Por qué hemos de suponer que acertará hoy si su curriculum invita más bien a desconfiar de Vd.?
Señor presidente, No conozco un solo empresario que no se indigne ante sus infundados arrebatos de optimismo. Refúgiese en su ceguera, si así lo desea, y siga confiando en los golpes de la suerte. Pero no pretenda arrastrarnos a todos al abismo, porque sería de una inmensa irresponsabilidad. Se ha especulado mucho sobre su confesado optimismo antropológico, que algunos han tildado de patológico. Visto lo visto, yo pienso más bien que su optimismo es, sencillamente, estratégico. Interesado. Electoralista. Se muestra optimista para salir del paso y mañana será otro día.
El Grupo Parlamentario vasco será crítico también con los intentos gubernamentales de trivializar los grandes desafíos con los que se enfrenta la economía, ocultándose tras parapetos demagógicos. Todos los organismos especializados coinciden, con inusitada unanimidad, en la necesidad de abordar una serie de reformas estructurales, que resultan imprescindibles para recuperar la senda del crecimiento sobre bases sanas. Reformas en el mercado de trabajo, en las pensiones, en la educación, en la energía o en la competitividad. En esta cámara, algunos grupos le hemos reclamado también estas reformas.

Hasta la fecha, el Gobierno ha dado dos tipos de respuestas a esta demanda. O ha devuelto la pelota, argumentando que además de pedir reformas estructurales, hay que precisarlas, o se ha refugiado tras soflamas demagógico-sociales, que parecen decir mucho pero no dicen nada. En ambos casos, la actitud del Gobierno ha sido criticable.

En el primer caso, porque es a él a quien corresponde llevar la iniciativa, como órgano constitucionalmente llamado a dirigir la política interior. No puede escurrir el bulto, señor presidente. No puede desentenderse de su responsabilidad. Es el Gobierno el que ha de presentar propuestas para el debate; algo que todavía está por hacer.

En el segundo, porque ningún Gobierno responsable puede huir de la realidad. Y decir perogrulladas como la de que hay que proteger a los desempleados o la de que hay que apostar por las energías renovables, es huir de la realidad. Todo el mundo está de acuerdo con esos principios. No conozco a nadie que los ponga en cuestión. La controversia surge en la definición de los matices. Las discrepancias afloran a la hora de concretar cómo y para qué se configura el mix energético o se precisan las condiciones del despido y el paro. Estos debates son imprescindibles e inaplazables. Y no nos podemos permitir dilatarlos mientras el país se desertiza y las cifras del paro se disparan a velocidades de vértigo.
En fin, señor presidente, hay otros tres puntos que centrarán, también y de manera particularmente intensa la atención y el trabajo de mi Grupo Parlamentario.
En primer lugar, la defensa del autogobierno vasco. Hoy más que nunca es necesario desarrollar una intensa labor de vigilancia para impedir que una legislación invasora o unas transferencias devaluadas quebranten aún más el ya maltrecho autogobierno de Euskadi. De hecho, ya se anticipa por el horizonte algún intento en este sentido. Yo he sido testigo aquí, en el Congreso, del nulo respeto que ustedes profesan por las competencias autonómicas. Hasta los estatutos de la última generación han sido vulnerados ya en repetidas ocasiones por la legislación emanada de los gobiernos socialistas. Y ahora, en Euskadi, han puesto al zorro a cuidar del gallinero, lo que ha encendido todas las luces de alarma. Si mi Grupo no extrema la vigilancia, el daño puede ser catastrófico e irreversible.
Téngalo claro, señor presidente. El Grupo Parlamentario vasco se opondrá rotundamente a todo intento de transferir a Euskadi mercancía averiada. En el empeño de erosionar del autogobierno vasco Vd podrá contar con el apoyo de los populares y de Rosa Díez, que a buen seguro no le faltarán. Pero tenga la seguridad de que, cada vez que lo intente, nos tendrá enfrente, denunciando el atropello.
En segundo término, pondremos especial cuidado en asegurar que los intereses estratégicos de Euskadi no queden sepultados en la agenda del Gobierno bajo otros asuntos de mayor relumbrón publicitario; algo que nadie hará si no lo hace mi Grupo.
Le voy a poner un ejemplo, señor presidente. Un ejemplo que Vd comprenderá muy bien. En la última cumbre hispano-francesa ustedes han hablado mucho del País Vasco. Pero en esas conversaciones, el País Vasco se ha visto reducido a ETA y poco más. Está bien que hablen de ETA, yo lo aplaudo, pero no que ETA agote la agenda sobre el País Vasco. Le digo esto porque sabemos que en esa cumbre han tratado, también, otros asuntos que interesan a Euskadi pero que, al hacerlo, curiosamente, se han olvidado de Euskadi. En el capitulo de las infraestructuras de transporte, por ejemplo, han acordado impulsar el eje mediterráneo; un proyecto prioritario y único de alta velocidad, esencial para garantizar la continuidad de la red ferroviaria transeuropea. Pero ese eje, señor presidente, tiene dos ramales: el mediterráneo y el atlántico, que transcurre por Vitoria, Bilbao, Irún, Dax, Burdeos, Tours y París. A nosotros nos hubiera gustado que, al margen de la colaboración contra ETA, Vd hubiese hablado, también, con Sarkozy de ese proyecto para defenderlo en su totalidad y exigirle una actuación responsable y consecuente en el ramal atlántico. Pero no lo ha hecho. Y yo lo denuncio aquí, porque nadie lo hará en caso contrario, y le anuncio que lo seguiré haciendo en los próximos tiempos.
En fin, señor presidente, quisiera poner en valor la importancia que reviste para nosotros el puntual cumplimiento de los acuerdos. Sabemos por experiencia que ustedes sólo cumplen los pactos que se ven apremiados a cumplir cuando se encuentran entre la espada y la pared. Cuando no es así, se olvidan de lo acordado tan pronto como la contraparte cumple con lo que le corresponde. Todo esto -insisto- lo sabemos por experiencia propia, aunque admito que nunca nos acostumbraremos a estilos tan poco serios y formales.
Señor presidente ¿a qué están esperando para dar cumplimiento a los compromisos todavía pendientes del último acuerdo presupuestario? Hace ya más de seis meses que pactamos con ustedes un plan de regeneración integral, urbana y portuaria de la bahía de Pasajes, y su Gobierno sigue apalancado en una actitud inoperante y reactiva que impide avanzar lo más mínimo en esos proyectos. Hace ya más de seis meses que pactamos con ustedes la reducción de la edad de jubilación de la Ertzantza y la cosa sigue como estaba. ¿A qué están esperando para cumplir esos y otros acuerdos? ¿A lo que todos sospechamos? ¿Pero cómo son tan zafios, señor presidente? ¿Cómo no son capaces de entender que los acuerdos políticos hay que cumplirlos por principio: por lealtad, por credibilidad y hasta por ética y no sólo por interés coyuntural?
Concluyo, SP, y lo hago sin aspavientos, en la convicción de haber aportado los hechos y argumentos que a juicio de mi Grupo Parlamentario hacen, que el momento político se condense en la pregunta: ¿Quo vadis, Zapatero? ¿A dónde va Vd. y con quién, señor presidente?

COMPARTE