De camino hacia Azpetia, para asistir al funeral de Inaxio Uria, estoy repasando por última vez este artículo con el corazón encogido. ¿Dónde buscar motivos para la esperanza? Creo sinceramente que, cada cual, debemos esforzarnos en hacer lo mejor posible nuestras responsabilidades. Y en este espíritu y deseo se enmarca también este artículo sobre el presente y el futuro.
Hace ahora treinta años embadurnábamos las paredes con carteles y pintura. La comunicación se hacía en la calle. En estos mismos días, hace ahora tres décadas, propugnábamos, con una efectiva “campaña de la alpargata” y el boca a oreja, la abstención en el referéndum constitucional de 1978. Sin más televisión que la oficial del régimen en transición desde el franquismo y con unos medios de comunicación todavía coartados por la censura, el mensaje se divulgaba a través del asfalto. En las reuniones de parroquia o sacristía. En los encuentros gastronómicos o deportivos.
El asociacionismo y la toma de partido se hacía en las agrupaciones de tiempo libre. En las tiendas, en las actividades culturales, en las salidas al monte, en las rondas populares de txikiteo y tertulia.
Treinta años más tarde, recordar aquella liturgia se nos hace casi anecdótico.
Porque el cambio social producido en Euskadi, como sociedad desarrollada y en progreso continuo, ha sido magnifico. Vertiginosa evolución diría yo.
Ya casi nadie se relaciona en la taberna con sus vecinos. Apenas nos vemos en el rellano de la escalera o en el aparcamiento de una gran superficie comercial, ataviados con prendas deportivas cómodas y con un carro lleno de consumibles seleccionados libremente en hileras de estanterías.
Nos comunicamos también de forma selectiva e individualizada. Decenas de canales de televisión y radio que se varían por un mando a distancia o por una señal de voz. Con libertad plena de movimientos gracias a los medios de locomoción, a la expansión de la telefonía, de los terminales de datos de diseño cuasi diminuto.
Y con Internet, la red de redes. La gran autovía por la que el medio sigue siendo el mensaje. Con las oportunidades de la libre posibilidad de expresión pero, al mismo tiempo y también por el gran abanico de posibilidades que ofrece por el grave riesgo de la manipulación interesada, de la falta de contraste de los mensajes o por desinformación general inducida por la propagación masiva de rumores, bulos o mensajes carentes de veracidad.
La transformación social es lo que tiene. Avanzamos con la velocidad del rayo dejando flancos abiertos a la tendenciosidad o la maledicencia. Pero como afirma el dicho, “renovarse o morir”. Y el Partido Nacionalista Vasco siempre ha dado un paso al frente ante el reto de amoldarse a los nuevos tiempos.
Hoy, aniversario de la Constitución, en el Partido Nacionalista Vasco hubiéramos presentado las nuevas herramientas de participación vinculadas a nuestra pagina web. Una presentación que suspendimos en solidaridad por Ixaxio Uria. Queríamos presentar una nueva herramienta de comunicación, www.eaj-pnv.eu, para acercarnos al nuevo mundo de la comunicación directa. Un portal de contenidos dinámico, con servicios multimedia e interactivos que haga más fácil la comunicación y el diálogo con la ciudadanía. Con canales de ida y vuelta, en los que el esquema tradicional de emisor-mensaje-receptor también sea recíproco. En el que la voz y el mensaje del PNV llegue nítido, sin ruido, sin interferencias, directamente a la terminal de quien quiera conectarse con nosotros/as. Y en el que también, cualquier ciudadano/a vasco/a pueda plantearnos sus inquietudes, sus ideas, sus sensaciones vitales.
Nuevos tiempos, nuevas necesidades, nueva manera de participación en la política.
He dicho anteriormente que hace treinta años pegábamos carteles y hacíamos pintadas para expresar nuestra opinión sobre la Constitución que el Estado español sometía a referéndum en aquel momento.
Nos quedamos fuera de aquel consenso. Consenso que, reconocemos hoy, ha servido para que España progrese considerablemente en la vía democrática. Pero que hoy, como ayer, sigue teniendo con nosotros, con Euskadi y su Comunidad Autónoma, con la sociedad vasca, una gran asignatura pendiente.
Nuestro planteamiento entonces fue claro reconózcase al País Vasco el estatus de autogobierno, su modus vivendi abolido por la fuerza en el siglo XIX y encontraremos un punto de convivencia en el siglo XX.
Pero el Estado español y sus representantes políticos no supieron en su momento dar una respuesta adecuada a esta reivindicación. Se quedaron cortos en el camino con un reconocimiento expreso de los derechos históricos de los territorios vascos y su necesidad de actualización en el marco constitucional en su Disposición Adicional. Diseñaron un modelo de Estado descentralizado pero en nuestro caso, con una autonomía subordinada al conjunto legal que establecía la primacía de la denominada nación española.
El PNV surgió para construir la nación vasca, bajo el principio de que Euskadi es la patria de los vascos. Y aquel modelo constitucional constreñido y cerrado se le hacía imposible de asumir.
Sin embargo, el PNV nunca ha sido un partido maximalista. Un partido del todo o nada. Y acatamos la posibilidad de explorar las vías de autogobierno que aquella formulación política nos brindaba. Como aceptamos anteriormente la República y la vía estatutaria.
Hoy, treinta años después, nos sentimos orgullosos de haber avanzado en la senda del título octavo y gracias a aquella apuesta tenemos, por primera vez en nuestra historia, a las dos terceras partes del conjunto de los vascos y vascas bajo un mismo proyecto institucional.
Gracias a aquella decisión hemos avanzado mucho como pueblo sin que seamos todo el Pueblo y hemos alcanzado las cotas de bienestar, de calidad de vida y de autoestima nacional que hoy disfrutamos y que nadie quiere perder.
Pero hoy, en el siglo XXI, debemos emplazarnos para seguir avanzando. Dar un paso más. Conseguir que la esencia de un conflicto surgido en el siglo XIX se supere en el siglo XXI.
Ese paso se llama reconocimiento y respeto mutuo, bilateralidad, corresponsabilidad política y económica en un espacio sin fronteras y de soberanías compatibles. Dejar a un lado el esquema de subordinación para dar paso a una coordinación necesaria.
Coordinación en la que si a los vascos nos va bien, que nos irá, también a España le irá bien. Una nueva formulación de Estado asimétrico, en el que la defensa, la política monetaria, la diplomacia y elementos estructurales sea de competencia general y la política del día a día esté bajo el paraguas del gobierno próximo, cercano a la ciudadanía.
En materia económica este nivel de convivencia ha conseguido, incluso en Europa, no sin avatares ni zozobra, consolidarse en torno al denominado Concierto o Convenio.
¿Por qué no intentarlo en el ámbito político?
Sin romper las reglas, ni el mercado, ni la capacidad de cada cual para discrepar.
El nuevo tiempo impone nuevas soluciones. Vivir anclados en el pasado es sostener una tensión de convivencia que nos lastra, a unos y otros, de cara al futuro. El futuro pasa inexorablemente por el acuerdo, por el entendimiento, por la cercanía, por más sociedad, más Euskadi, más libertad y menos subordinación, más Estado... vasco para luchar contra las causas y los síntomas que han propiciado la actual crisis económica.
Por qué no intentarlo. El PNV lo va a hacer, una y mil veces si es preciso. Con una fórmula u otra. Siempre con el respeto a los derechos humanos por delante. Sin parar.
Es nuestra obligación porque así creemos que lo quiere la inmensa mayoría de este país. Convivir sí pero dejando a cada cual su espacio de libertad y autonomía para no sentirse ni subordinado de nadie ni coartado por quienes se aferran en poner vallas al campo, confiando en que lo que hoy decidamos no impedirá que quienes vengan por detrás puedan decidir. Al contrario. Y seguro que a mejor.
Que nadie tenga miedo a abrir las portilleras de ese campo que, por lo menos para nosotros/as, nos sigue resultando pequeño. En todo caso, no vamos a quedarnos encerrados por decisión ajena.
Eso es, en esencia, lo que hoy defendemos como nuevo Concierto Político