Opinión
05Diciembre
2008
05 |
Opinión

La miseria de ETA

Opinión
Diciembre 05 | 2008 |
Opinión

Xabier Ezeizabarrena

Opinión

El Correo y El Diario Vasco


Lejos de nuestras retóricas políticas habituales, el atroz asesinato de Ignacio Uría en Azpeitia nos vuelve a demostrar, con crudeza, la lacra sanguinaria que este pueblo viene sufriendo durante décadas en nombre de quienes sólo quieren hundirnos en su propia miseria. A lo largo de todo este tiempo, hay hombres y mujeres, familias enteras, resquebrajadas y rotas por las ausencias que ETA nos ha impuesto. Hay niños de mirada perdida en cada uno de nuestros pueblos y ciudades; hay centenares de personas que han perdido el fulgor de su mirada cansadas de buscar en sus mentes a los seres queridos que ETA nos arrebató.
En muchos de estos lugares, las ciudades se levantan cada mañana con el recuerdo de una familia más, como la de Ignacio Uría, que nunca volverá a ser la misma. Allí mismo están los más pequeños, recién salidos de las escuelas, igual que los adolescentes ilusionados, camino de una universidad que también se levanta sobre el recuerdo de quienes fueron borrados del mapa por un tiro en la nuca. Cuando la noche cae definitivamente, todas nuestras ausencias, todas las vidas que nos han arrebatado, se transforman en un enjambre incombustible de recuerdos que se arremolinan entre las fuentes de luz, hasta que mueren formando sueños o pesadillas cuando, por fin, logramos convertir el cansancio en sueño.

Más allá, junto a las aguas del Golfo de Bizkaia, la noche se cierra salvajemente y sólo cobra algo de luz con la tormenta seca que se adivina en el horizonte. Sólo resta la tenue luz del hospital de guardia, donde nuestros hijos siguen naciendo en una tierra donde pueden matarte por pensar distinto a ETA o por trabajar para que un tren que casi vuela nos conecte con el mundo.

El sendero desde y hacia este pueblo sólo se intuye, se difumina en la mente de cada cual, mientras las luces de los lugares se cruzan con el desfile de hombres y mujeres cuyas pupilas brillan abiertas, perplejas, tras contemplar el reguero de sangre. A la mañana siguiente, como siempre durante todos estos años, nos desperezamos pronto y volvemos a nuestras rutinas sin tener certeza de cuánto durará el silencio de las pistolas sobre las sienes de los amenazados. Muchos de aquellos rostros se encuentran demacrados, exhaustos, estriados por el tiempo y lo penoso de sus vidas. Hace demasiado frío y todavía hay quien guarda silencio mientras contempla el cadáver de Ignacio Uría sobre el asfalto. Muchos hombres y mujeres están directamente dormidos, abandonados a la suerte de un largo sueño e involuntariamente remisos a enfrentarse a esta realidad en el corazón de un país rico que nada en la abundancia de lo material.

Esta penosa realidad no es la que nuestros hijos merecen; no es la que este pueblo se merece después de tantos años de violencia atroz y miserable en el falso nombre de unos objetivos políticos. Si como bien nos decía D. Manuel de Irujo, el nacionalismo basado en los derechos de las personas es democracia viva, es claro que el nacionalismo que prescinda de tales derechos supone un ejercicio de fascismo puro y mísero como el que practica ETA. Esa ETA sangrienta, abandonada a su suerte y a la inercia absurda de su propia deriva.

Mientras esto sucede, cualquiera de nosotros puede seguir esperando la misma suerte. Mientras todo esto sucede, los trenes y los aviones del futuro vienen y van desde y hacia nuestra tierra embarrada en el miedo. Y el nuestro, el miedo de todos, quiere salir de nuestras mentes castigadas, como quien huye del peor de sus sueños. Noiz arte?

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