Bilbao: «Pensar que yo voy a ser lehendakari es pura ciencia ficción»
-¿Cuál ha sido el peor momento de su mandato?
-El de la elección.
-¿Por qué?
-Es que no tuve tiempo ni para dudar ni para ponerme nerviosa. Me enteré de que iba a ser presidenta un cuarto de hora antes. Tratar de comunicarte con la familia, no poder hablar con nadie, que cuando consigo decírselo a mi madre por teléfono se pone a llorar y tengo que colgar porque no me puedo emocionar. Mientras tanto, te insisten en que tienes que salir para decir algo, ¡qué voy a decir! Pues lo que me salga del corazón. ¡Y sustituyendo a Juan Mari Atutxa! Fue el momento más convulso.
-¿Y el mejor?
-Han sido la mayoría.
-¿Le ha cambiado mucho la vida?
-Sí. Al principio no era consciente, pero me he dado cuenta de que cada vez te conoce más gente. Pero también es verdad que he tratado de que sea sólo lo imprescindible, seguir siendo yo, mantener las mismas costumbres y amistades, pasear por el mismo sitio. No he construido nada artificial alrededor de todo esto. Quiero seguir siendo Izaskun.
-En alguna ocasión ha apostado por dirigir el Parlamento «en femenino». ¿En qué consiste?
-Mire, lo importante para mí no es que un asunto salga por tener más votos. Tan necesario como eso es que las personas que han discrepado sientan que la decisión final también es de ellas. Eso te permite seguir construyendo el futuro de otra manera, recuperar confianza, integrar a los que no piensan como tú, no sentir que ceder en un acuerdo es una debilidad.
-¿Y eso no lo hacemos los hombres?
-Le voy a contar una anécdota. Hubo una reunión en la que se trataba un asunto que se hubiese resuelto en un minuto con una votación. Al final tardamos veinte y una persona me dijo: «Hemos tardado veinte cuando podíamos haberlo hecho en uno». Era un hombre, claro.
-Es decir, que no sabemos dialogar.
-Las mujeres en general sabemos integrar, escuchar con más humildad. Pero no hablaría tanto de hombres o mujeres, sino de valores femeninos: que yo pueda dirigirme con normalidad al margen del protocolo, que pueda saludar, que haga discursos sencillos en los que lo importante no sea que parezca que me lo sé todo, que la gente me entienda, que pueda conectar con su manera de hablar.
-¿Ve a corto plazo una lehendakari en Ajuria Enea?
-¿Por qué no? Hace 20 años nadie se imaginaba una presidenta del Parlamento vasco y que esta Cámara tuviese un 57% de mujeres como tiene ahora. Pero la sociedad va evolucionando en el camino de la igualdad.
-Se lo digo porque muchos ven en usted muy buenas cualidades para ser la primera.
-Bueno, bueno. La gente puede hacer un montón de valoraciones, pero nada más lejos de mi pensamiento. Es pura ciencia ficción. No le voy a dedicar ni medio segundo.
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Izaskun Bilbao: «Homenajear a un guardia civil no es valiente, es coherente»
Está a punto de concluir su primer mandato como presidenta del Parlamento vasco y la dirección de su partido, el PNV, la ha propuesto para repetir en el cargo. Izaskun Bilbao se mueve siempre con grandes dosis de prudencia. Adopta un papel institucional que le permite huir de todas las polémicas partidistas. Por eso, considera que cuestiones como la decisión de Eusko Alkartasuna de ir en solitario a las elecciones o las relaciones entre Juan José Ibarretxe y Patxi López no son de su «incumbencia».
Pero en otros temas es clara. Apuesta por un «gran acuerdo» de valores en el panorama político vasco y hace autocrítica de la clase parlamentaria. «Necesitamos ser sinceros en los discursos y hacer menos demagogia», afirma Bilbao, quien se muestra rotunda al tratar la cuestión de las víctimas del terrorismo. Sostiene que los homenajes que realizó a los últimos asesinados por ETA y la invitación a la Guardia Civil y al Ejército para que acudieran a la Cámara vasca no fueron un acto de valentía, sino de «coherencia». «Las víctimas son personas al margen del uniforme que vistan».
-A punto de finalizar la legislatura, ¿qué balance hace de su mandato?
-Uno positivo, pero tienen que ser otros los que lo hagan. Mi objetivo ha sido dar a este Parlamento la imagen que como institución se merece Euskadi.
-¿Se ve otros cuatro años como presidenta del Parlamento?
-Eso no depende de mí. He sido propuesta por la dirección de mi partido, pero esa decisión tiene que pasar por las bases y después tiene que haber unas elecciones. Todavía queda mucho camino por recorrer. No me quita ni un minuto de sueño.
-Una condición muy importante para que usted repita es que su partido siga siendo la primera fuerza política. ¿Es algo de lo que está convencida?
-A mí me gustaría que fuera así. Pero eso lo tiene que decidir la ciudadanía.
-¿Lo complica el hecho de que Eusko Alkartasuna haya decidido concurrir en solitario?
-Una parte de la sociedad vasca esperaba que PNV y EA fuesen de manera conjunta a las elecciones. EA ha decidido lo contrario y es una decisión que hay que respetar.
-¿Pero beneficia o perjudica al PNV?
-Ese tipo de cuestiones no son de mi incumbencia.
-Comentaba lo de intentar mejorar la imagen del Parlamento. ¿Cree que lo ha conseguido tras los últimos cuatro años de Juan Mari Atutxa?
-Creo que la situaciones, tanto las buenas, las malas como las regulares son producto de un conjunto de condicionantes. No hay un factor único que haga que algo tenga una imagen crispada o relajada. Lo que puedo decir es que como presidenta me he esforzado en poder reconstruir confianzas y relaciones humanas.
-Si por algo se ha caracterizado su mandato ha sido por la dignificación de las víctimas del terrorismo.
-Cuando llegué a la presidencia, una de las cosas que estaba pendiente era el cumplimiento de los acuerdos firmados en 2003 y 2005. Lo único que he hecho es asumir ese encargo e intentar llevarlo a la práctica con la mayor sensibilidad y comprensión que he podido.
-¿Y le ha resultado complicado?
-He tratado de ponerme en su posición y acortar la distancia que las asociaciones denunciaban que había existido. Si lo hemos conseguido es un logro de todos, también de los colectivos que nos recibieron con los brazos abiertos.
-¿Cómo definiría aquellas primeras reuniones?
-No voy a negar que alguna fue tensa. Hay que tener en cuenta que era la primera vez que se realizaba algo similar, pero era un paso que se tenía que dar. Y esos encuentros sinceros iniciales nos permitieron avanzar en el resto de los proyectos que vinieron después. Lo fundamental es poner cuidado en lo que se hace y actuar con sinceridad.
-Usted ha dado un paso que otros dirigentes abertzales han evitado durante muchos años. ¿Por qué desde el nacionalismo había ese recelo por mostrar cariño hacia las víctimas?
-No lo sé. Lo que puedo decir es que, por ejemplo, Iñigo Urkullu fue presidente de la comisión de Derechos Humanos. Él fue quien empezó el primer recorrido con las diferentes asociaciones y bajo su dirección se aprobaron las medidas que luego yo ejecuté. Y mi grupo parlamentario ha apoyado todos los proyectos desde la primera letra hasta la última coma.
Amenazas a Maixabel Lasa
-Pero ese desafecto ha sido evidente. Incluso ahora, da la sensación de que algunos dirigentes de su partido o de EA no están del todo cómodos al ver a guardias civiles o militares en el Parlamento vasco.
-¿Sabe lo que he comprobado? Que ha habido muchos grupos que no han dado ese paso de acercamiento. Hay cosas que nunca contaré por discreción, pero una de las cuestiones que me ha sorprendido es que muchas de las víctimas han sentido ese alejamiento y desafecto desde muchos ámbitos, y no sólo desde el mundo nacionalista. Es como todo en la vida. Hay una evolución, pasos que no se dieron hace quince años ahora son posibles. Pero no hablaría tanto de nacionalismos o no nacionalismos, la sociedad en su conjunto ha evolucionado en su posición sobre las víctimas.
-Lo cierto es que durante su mandato se ha homenajeado por primera vez a un guardia civil (Juan Manuel Piñuel) y a un militar (Luis Conde). ¿Fue un acto de valentía?
-No fue un acto valiente, fue coherente. Si creemos, y hemos aceptado todos, que durante años ha habido una distancia y una frialdad, algo que he podido comprobar, ése era un paso necesario si entendemos que las víctimas son personas.
-¿Y cree que se entiende?
-Es lo primero que tenemos que tener claro: las víctimas son personas al margen de su ropa, su uniforme o el lugar en el que hayan sido asesinadas. Y tenemos que pensar que han sido asesinadas y ya no pueden compartir la vida con sus hijos, con su familia, con sus parejas, con sus padres, con sus amigos. Le han arrebatado la vida. Y si partimos de eso, esos homenajes y el reconocimiento a ese sufrimiento no tendrían que sorprender.
-Pero sorprenden, lo que demuestra que ese recorrido ético está todavía por recorrer de manera completa.
-El primer homenaje sorprendió, el segundo se aceptó. Espero que no haya que organizar más, y que de tener que hacerse, sean aceptados porque no puede ser de otra manera.
-¿Qué opina de las amenazas de ETA a Maixabel Lasa?
-Es inhumano. Maixabel tiene la condición de víctima, sabe lo que es que asesinen a su marido, y eso es algo que no se supera. Es indignante e inaceptable.
-¿No está bloqueado el panorama político vasco? ¿No tiene la sensación de que se está dando la vuelta siempre a los mismos temas?
-Totalmente. La sociedad pide un acuerdo y un encuentro sincero. Está todo hablado, todos y todas sabemos cuáles son los problemas que tenemos y qué podemos hacer para avanzar. El diagnóstico está hecho. Tenemos que descargar de política a la política y sentarnos de manera más sincera. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para cambiar las cosas? ¿Qué podemos construir? Necesitamos ser sinceros en los discursos, hacer menos demagogia. Está claro que necesitamos un gran acuerdo y que más allá del objetivo también es importante la metodología. Tenemos muchísimo más en común de lo que parece.
-¿Y cuáles serían las bases de ese gran acuerdo?
-Eso corresponde a los partidos y a los grupos parlamentarios, yo no voy a asumir su responsabilidad.
-Pero tendrá su opinión.
-Bueno, el primer paso que habría que dar es mantener un encuentro sincero, para discrepar o acordar. Reuniones en las que los líderes tuviesen capacidad de preguntar a su adversario, sentados a solas en una habitación: «¿qué miedos tienes?». Como sucede en cualquier organización empresarial. Está muy bien ganar las elecciones, los partidos están para eso. Pero tenemos una responsabilidad que está por encima: trabajar por los acuerdos. Eso es lo que exige la sociedad, nos los está pidiendo a gritos, y como no lo hagamos no vamos a construir el futuro en condiciones.
-Para que exista esa confianza es evidente que tiene que haber una química personal entre los dirigentes políticos, y si algo caracteriza a Euskadi es justamente lo contrario. Algunos no se pueden ni ver.
-Pues esa química es algo que hay que trabajar, no viene sola.
-Perdone, pero no veo a Juan José Ibarretxe y a Patxi López encerrados a solas en una habitación preguntándose el uno a otro por sus miedos.
-Pues sería lo deseable. Y creo que eso es lo que quiere la sociedad vasca. Todos los líderes políticos tendrían que hacer ese ejercicio.
Hipótesis
-¿Cree que durante estos últimos años el lehendakari con su consulta ha hecho los suficientes esfuerzos para alcanzar ese gran acuerdo?
-Yo creo que sí.
-¿Y por qué no se sientan Ibarretxe y López?
-Insisto, esas cuestiones dependen de los partidos.
-¿Un futuro Parlamento sin la izquierda abertzale afín a Batasuna nacería cojo?
-Habrá que esperar a ver lo que sucede, pero lo que está claro es que, si no pueden estar, una parte de la sociedad no estará representada. Ahora bien, también es verdad que las últimas noticias que hemos leído parecen demostrar que es ETA la que está impidiendo conformar algún tipo de opción política.
-Usted siempre ha alabado el papel jugado por su antecesor, Juan Mari Atutxa. ¿Se siente aliviada por no haberse tenido que enfrentar a la disolución del grupo de EHAK tras su ilegalización como le sucedió a él con Sozialista Abertzaleak?
-Yo he tratado de actuar con prudencia. Desde hace prácticamente un año es una de las preguntas que se me han formulado de manera constante. «¿Qué hará cuando suceda esto?». Y siempre he respondido que bastante tenemos con resolver las cuestiones que tenemos encima de la mesa como para estar planteando hipótesis que todavía no han llegado.