N o tengo ni idea de por qué el mundo dirigente de la mal llamada izquierda abertzale apela a la política a la hora de encontrar 'sus' soluciones, porque lo de ellos no tiene nada que ver con la política, con el arte de lo posible, con el deseo de hacer posible lo que es necesario. Su discurso basado en medias verdades, en tópicos históricos mal engranados, tiene que ver sólo con el totalitarismo, nunca con una política, de la que todos nos quedamos con las ganas, porque tenemos que conformarnos con lo que es posible en cada momento.
De ahí que el viernes 27 de junio, cuando Nekane Erauskin bajó a la tribuna a hablar en nombre del Partido Comunista de las Tierras Vascas -así de gráficos son en su descripción- todos sabíamos en qué iba a consistir su jugada. Ni una sola concesión a la política, ni una sola condena a la violencia, ni un solo atisbo de acuerdo sobre algo que no les diera la razón absolutamente en todo, ni un solo reconocimiento de algún error propio y sí un señalamiento de que hasta la muerte de Manolete era responsabilidad del PNV, al que había que someter a prueba a ver hasta dónde está dispuesto a llegar. Sinceramente, cuando le oí leer aquel texto que no era suyo, me pareció escuchar la lectura de un comunicado de ETA pero leído sin capucha. No me extrañó que el lehendakari airado le preguntara a qué 'vaina' estaba jugando en aquel tema. Íñigo Urkullu, en el centenario del batzoki de Ondarreta, comentó que aquel voto era «el timo de la estampita» tachándolo de ilusorio y de farsa al buscar sólo hacer el máximo daño posible al PNV y al lehendakari.
Se perdió pues una buena oportunidad para que Nekane Erauskin, que se abstuvo, hiciera otro tipo de planteamiento, esta vez político, y habría dejado descolocado no sólo al PP, sino al PSE, si de verdad buscaran solucionar los problemas y no enconarlos, pero como no tienen autonomía de vuelo, ni valentía ante una ETA asesina, seguimos casi igual. De hecho el domingo atentaron contra el batzoki de Gordexola y ensuciaron todo el mobiliario urbano que con tanto esfuerzo está arreglando la Gestora de Ondarroa. Unos construyen, otros destruyen. Es el sino de esta gente.
Lo curioso es que ante la iniciativa de intento de desbloqueo planteado por el Gobierno tripartito, María San Gil deje la política por falta de confrontación de su partido con el PNV. No conozco a ningún político de verdad que deje la política con un análisis tan simplista y tan ligado en su extremo al de Nekane Erauskin por su sectarismo. Y no la comparo con el PCTV, sino con su obcecación. Los extremos siempre se tocan.
¿Y ahora qué?
El campo de juego está marcado. El Tribunal Constitucional paralizará cautelarmente el acuerdo del Parlamento vasco y luego dirá que lo aprobado en esta Cámara es inconstitucional. Ya lo ha dicho su portavoz, el presidente del Gobierno, en el mitin de cierre del Congreso del Partido Socialista de Navarra celebrado el domingo. El mismo que en el debate de investidura le dijo a Uxue Barkos que todo lo ocurrido en este territorio había sido responsabilidad suya cuando, desde la sede central de su partido en Ferraz, se le dijo a su franquicia en Navarra que no se les autorizaba a pactar con Nafarroa Bai, sino que tenían que apoyar a la derecha más antivasca y acomplejada que ha procreado el viejo reino.
Zapatero, que no tuvo el detalle humano de acudir al funeral del fallecido secretario general Carlos Chivite, engoló la voz y nos lanzó este mensaje como una pedrada: «Nadie, ni Ibarretxe, se va a saltar el respeto a la Constitución y a las reglas de juego». Grandes aplausos. Pero, señor presidente del Gobierno español: ¿Y por qué usted se salta a la torera la Constitución y las reglas del juego? ¿Cuál es su bula?
Pues muy sencillo, me contestaría Rodríguez Zapatero. Porque los magistrados del Tribunal Constitucional los elegimos entre los diputados y senadores del PSOE y del PP, es decir, el Tribunal es un árbitro que jamás sería dado de alta en la UEFA. Y no digamos nada del Consejo General del Poder Judicial, ni del Tribunal Supremo. 'Y es que con las cosas de comer no se juega', me replicaría sonriendo.
Algo de esto me comentó en su despacho el actual presidente del Tribunal Supremo al inicio de su mandato y sin venir a cuento. «Oiga usted, Anasagasti. El general Franco era hombre sensible a la justicia». «Sí, claro -le respondí-, por eso creó el Tribunal de Orden Público». «No me refiero a eso, me refiero a la justicia ordinaria», concluyó cerrando la admonición que me ilustró sobre la calidad democrática del actual presidente don Francisco José Hernando.
La noche electoral del 14 de marzo del año 2004, los jóvenes socialistas congregados en la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid le pidieron a José Luis Rodríguez Zapatero que no cambiara nunca. Él se comprometió a ello. Pero luego tuvo que gobernar y apoyarse en ERC e IU y de ahí surgió la Ley de la Memoria Histórica, el proceso de paz, la devolución de los Papeles de Salamanca a los catalanes, el matrimonio entre homosexuales, la Ley de Dependencia, un Estatuto catalán que luego recondujo y cosas así.
Cuatro años después Zapatero no tiene nada que ver con aquel joven inexperto que asumía el poder tras cargarse a su vieja guardia y al calor del atentado del 11 de marzo. Es otro, y lo peor es que no tiene un proyecto de nada en la cabeza. Su discurso de hoy es un discurso centrado en la campaña electoral vasca, no en solucionar problema alguno.
Para ello el escenario en el que se va a mover hasta que el lehendakari convoque elecciones será el de esperar lo que diga el Tribunal Constitucional, sabiendo que de Roma viene lo que a Roma va. Tampoco moverá una coma del bloqueado Estatuto de autonomía de Gernika, mientras nos aburrirá diciendo que es el punto de encuentro de los vascos el mismo texto que él, en cuatro años, no ha sacado del congelador.
Y luego hablará de cumplir la Constitución, cuando él la incumple al no completar una ley orgánica refrendada por el pueblo como es el Estatuto de Gernika, porque, además, ha tenido la desfachatez de decirlo públicamente: 'No voy a cumplir esa ley'. Y los suyos le aplaudieron y los analistas olvidaron esta proclama ilegal. Aquí el único ilegal, el único al que se la ha ido la olla es Ibarretxe y, por eso, duro con él. Ésta es la democracia en la que vivimos. Para mí lo ancho, para ti lo agudo.
En este contexto de dureza, ETA tratará de hacer lo único que sabe, porque descartó hace mucho tiempo la funesta manía de pensar. ETA tratará de matar y destruir. Pero para entonces el discurso del PP ya lo había metabolizado Zapatero con lo que no hará falta que el PP le saque las vergüenzas al presidente en el Congreso y en el Senado todas las semanas.
¿De soluciones? Quizás las esboce pasado el período electoral vasco aunque mirando de reojo a las elecciones europeas, con una Rosa Díez en abierta campaña apoyada por los medios de la derecha que quiere hacer un experimento con gaseosa con la diputada de Sodupe.
Éste es pues el campo de juego de lo que queda de año. Tan malo como el que tuvo el Athletic en 1958. Se jugaba la final de Copa con el Real Madrid de Alfredo Di Stefano. Once aldeanos contra aquella máquina del régimen. Como el dictador vivía en Madrid la final tenía que ser en el Bernabéu. El Athletic pidió que se jugara en otra ciudad. La Federación negó tal posibilidad y hubo amenazas gubernativas ante semejante osadía. En la prensa no apareció ni una línea.
Arrieta hizo un juego soberbio los noventa minutos. Mauri y él sentenciaron el partido en sólo tres minutos. Tras recoger la copa, Piru Gainza le dijo a Franco: «Hasta el año que viene».
Pasaron muchas cosas y no se repitió en tiempo aquella escena, pero la filosofía del Athletic tercamente sigue siendo la misma. Y de eso se trata.
Políticamente pues, ¡hasta el año que viene!