apesar de que los países han ratificado la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, donde quiera que se mire, incluyendo las Naciones Unidas, los hombres detentan poder y ventajas sobre las mujeres. Aunque esa realidad ahora se considera algo negativo y contraproducente, se continúa reforzando el lugar central y la superioridad masculinas. La condición marginal, inferior, de las mujeres y su potencial sin realizar, constituyen un castigo para la mitad de la población mundial, pero además nos debilitan a todos."
Son palabras de Stephen Lewis pronunciadas el 26 de febrero del 2006 ante la comisión Jurídica y Social de la Mujer en la ONU.
La constatación de esta realidad nos ha llevado a algunas mujeres a tomar conciencia de lo importante que es variar la idea de la participación de la mujer en ámbitos públicos y de decisión, los llamados ámbitos de poder, y la búsqueda e implantación de formulas y actitudes que nos ayuden a desarrollar nuevos métodos para conseguirlo. Uno y muy importante es el empoderamiento.
Dice N. Kabeer, que "el empoderamiento es la ampliación de la habilidad de las mujeres de hacer elecciones estratégicas en sus vidas en un contexto en que esta habilidad solía estar limitada".
Esto, que en realidad parece reducirse a una simple toma de decisión, se enfrenta a numerosas resistencias que impiden su avance, principalmente debido a la influencia de una cultura predominantemente masculina; sobre todo, cuando nos referimos a espacios de poder o de toma de decisiones referidos a la mujer y su representación en la vida política.
Es desde este espacio en el que me encuentro desde donde me gustaría compartir unas pocas reflexiones, un acercarse desde lo que hay hasta lo que hay que hacer, e intentar que el empoderamiento deje de ser una definición para pasar a ser una constatación.
Porque es en mundos como el político, donde a pesar de los esfuerzos por aplicar acciones de paridad, se sigue constatando que la representación de la mujer es inversamente proporcional al poder ostentado; es decir, que en las instancias más locales o próximas, la representación femenina es mayor, disminuyendo a medida que la responsabilidad o la importancia del cargo aumenta.
Estamos pues, ante nuevos retos para intentar que esa paridad sea visible, y para ello es muy importante superar, tanto la resistencia a reconocer a la mujer como igual como los estereotipos vinculados a la construcción cultural de los géneros por parte de los miembros masculinos de los partidos políticos. Por eso, además de asegurar la llegada de la mujer a los puestos de decisión, hay que asegurar su permanencia en los mismos. Debemos terminar con la sensación de que las mujeres seamos vistas como intercambiables mientras los hombres son considerados como esenciales. Es preciso acabar con modos, tiempos y formas del accionar político adaptadas a la interiorización de las necesidades y características masculinas.
Tenemos que reivindicar el impacto positivo constatable y constatado de la presencia de la mujer y su influencia en el cambio de estructuras e incluso en el discurso de gobernabilidad, enfocándolo hacia la incorporación del ámbito de lo privado como de interés preferente en la discusión política, equiparando las decisiones públicas a las condiciones sociales, con el fin de que los dos ámbitos se correspondan con la realidad y no entren en contradicción.
Es indiscutible la influencia que ejerce nuestra presencia en cuestiones de aumento de concienciación sobre los intereses de las mujeres, y en el trabajo constante por la igualdad de hombres y mujeres en la toma de decisiones, acceso y control de los recursos, así como en el disfrute de los beneficios del desarrollo. Por eso también es fundamental redefinir el concepto de participación política y visibilizar otras formas y espacios desde donde el accionar político de hombres y mujeres se ejerza en igualdad.
Las mujeres en definitiva, debemos ser parte del proceso político, incidiendo en aquellas cosas en las que creemos, e incorporándolas e incorporándonos a los procesos de gobierno, debemos en una palabra, construir poder. Y porque la voz de las mujeres es esencial para garantizar que sus inquietudes e intereses específicos sean escuchados, hay que alentar las redes de colaboración entre mujeres que ocupen cargos de responsabilidad política, ya que todas las mujeres con cargo de responsabilidad política debemos ser correa de transmisión para las demás.
Pero obviamente, para conseguirlo hay que luchar, hay que insistir, hay que empezar pronto y por esos condicionantes sociales y culturales en los que vivimos, sin ninguna duda, asumir riesgos. Hay que tener confianza en la propia condición de mujer y saber transmitirla.
Somos muy conscientes de que no existen varitas mágicas, de que el camino está por construir, pero también que debemos acelerarlo. Esto nos obliga a que las mujeres nos propongamos ser cada día un poco más políticamente activas, más intervencionistas, más participativas y como dice Kabeer extremadamente hábiles para ocupar nuestro espacio, también en política.