Opinión
06Marzo
2008
06 |
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El sueño de Obama

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Marzo 06 | 2008 |
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Llenar el carro de la compra en un supermercado norteamericano se parece mucho a hacerlo en cualquiera de nuestros pueblos o ciudades. Sin embargo desde el primer día algo me llamó la atención. Salvo los productos lácteos y algunos otros perecederos, prácticamente todo es importado. La pasada semana había rebajas en Macy’s, unos grandes almacenes americanos. Se podía encontrar ropa de calidad a buen precio. Toda ella estaba fabricada en lugares como Vietnam, China o la República Dominicana. Costaba encontrar un producto norteamericano. Cada semana The Economist publica los datos de la balanza comercial de cada país respecto a su PIB. Es decir, la diferencia entre lo que el país vende en el exterior menos lo que compra fuera, en comparación con el tamaño de su economía. El segundo mayor déficit es el de los Estados Unidos, el 6,7%. Al hacer la compra se ve claro el porqué. Por cierto, el mayor déficit es el de la economía española con el 7,7%.
Las espadas siguen todavía en alto en el campo demócrata tras las primarias celebradas ayer en cuatro estados. Hace dos meses, cuando Hillary era la gran favorita, escribí sobre el fenómeno Obama. Se palpa en la calle, en la Universidad, entre la gente joven… Obama está haciendo soñar a este país. Kevin es un joven católico implicado en movimientos sociales internacionales. Comí con él hace un mes. Trabaja como voluntario en la campaña de Obama y habla de él como el hombre que puede cerrar las heridas de la sociedad norteamericana y movilizarla a favor de un objetivo común. Jorrit es el investigador con el que comparto despacho. Ha pateado las casas de Boston pidiendo el voto para Obama en las primarias de Massachusetts. Los jóvenes alumnos comparan los casos de liderazgo que estudian en la Universidad con los discursos de Obama. Hay profesores que desarrollan ideas, toman notas y se las pasan a su equipo de campaña. Obama está poniendo en marcha a un país.

Gobernar una sociedad no es gestionarla. Un buen gestor tiene una capacidad de actuación muy limitada. Sus veinticuatro horas y las de su equipo, por muy numeroso y cualificado que éste sea, dan para poco. Gobernar es compartir una visión del futuro con la sociedad. Gobernar es hacer que un país se sienta unido construyendo conjuntamente el porvenir, hacer que la gente se movilice en su trabajo diario a favor de un objetivo. Gobernar es derribar trincheras, extender los valores compartidos, soñar en que todo esto es posible, pero sobre todo hacer que los demás sean partícipes de ese sueño y estén dispuestos a dar lo mejor de sí mismos por él. Hillary Clinton es percibida como una magnífica y experimentada gestora. Tiene incluso todavía alguna posibilidad de ser la nominada. Pero Barack Obama ha hecho que su sueño sea compartido.

Obama sabe que la fotografía de ese carro de la compra sin productos americanos es insostenible. Un país no puede olvidarse de su economía productiva, porque la consecuencia es el cierre de empresas, el paro y la falta de horizonte para muchas personas. Pero no es un demagogo. Sabe que el dar la espalda a la globalización traerá menos competitividad y, a la larga, más paro y pobreza. Su receta es clara: educación, ciencia y tecnología y energías renovables. Plantea el gran reto de movilizar al país para ponerlo detrás de estos tres objetivos. Sacando los mejores recursos de la sociedad civil. Para que la sociedad norteamericana tenga productos y servicios de alto valor añadido, competitivos y que den empleo de calidad. Además, con una apuesta energética que aporte seguridad de abastecimiento y evite la dependencia de los Estados Unidos de zonas productoras de petróleo con alta conflictividad.

Pero Obama sabe que en esa apuesta por la educación, la tecnología y la energía, aunque en conjunto se cree más riqueza, puede haber perdedores. Siempre habrá sectores y personas a los que les vaya peor. Por eso plantea un gran acuerdo social, como el New Deal de Roosevelt. Un acuerdo para crear una red de protección social (Seguridad Social, asistencia médica, desempleo, pensiones…) para que la globalización y la competitividad no supongan que muchos queden en la cuneta. Obama sabe que sólo puede movilizarse un país en pos de un reto si todos se sienten partícipes de la comunidad, y si saben que no serán abandonados si tienen un golpe de mala suerte en la vida.

Hoy se hablará de los delegados que faltan para las mayorías y de lo decisivo que puede ser Pennsylvania el próximo día 22 de abril. Independientemente de quién gane, visto desde nuestro país, conviene detenerse un instante en ese reto que propone Obama. Porque el problema de nuestra competitividad a cinco años vista es muy similar. Si alguien tiene alguna duda, que lea los datos del primer párrafo. Y la receta no es el inútil proteccionismo o la crítica a la globalización. El reto pasa por unir y movilizar al conjunto de la sociedad detrás de ese objetivo con un gran acuerdo social, siendo conscientes de que el efecto tractor del otro lado del Atlántico, como siempre, nos llegará. Y que debemos estar preparados para coger la ola.

El duelo Hillary-Obama se decantará en las próximas semanas. El camino del demócrata que sea nominado no será sencillo. Alguien como John McCain --que se negó a salir de la cárcel en Vietnam por el beneficio de ser hijo de un comandante porque no habían sido liberados aquellos con los que fue detenido-- ofrece coraje y legitimidad. McCain tiene la credibilidad del que afronta los problemas sin demagogia. Del que ha sido vilipendiado por algunos de los suyos por su crítica abierta a las políticas de la Administración Bush. Ohio y Texas han dicho ayer que Hillary Clinton puede todavía convertirse en la primera mujer presidente. Pero es muy probable que la seguridad creíble de McCain o la capacidad de Obama de hacer compartir su sueño de futuro, se crucen en su camino. Los ciudadanos estadounidenses deciden.

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