Opinión
28Febrero
2008
28 |
Opinión

Garantizar el autogobierno fiscal

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Febrero 28 | 2008 |
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Corría el mes de enero de 1999. Dos semanas antes había sido nombrado Consejero de Industria y mantenía mi primera reunión con el Comisario Europea de Competencia, el flamenco Van Miert. Sobre la mesa, la decisión de la Comisión Europea sobre la aplicación del crédito fiscal a dos empresas alavesas. Coincidí con Karel Van Miert en mis años anteriores en el Parlamento Europeo. Conocía de primera mano sus esfuerzos y los de su compañero Mario Monti por armonizar la política fiscal, así como los vetos de los Estados miembros en esta labor. La franqueza de la reunión fue compatible con una ardua discusión. Ya hacia el final le comenté al Comisario: “Entiendo. Francia tiene el mismo crédito fiscal que el de Euskadi y las medidas de la Comisión Europea duermen en ‘el paquete Monti’. O sea, nuestro problema es que nuestras medidas fiscales no son de un Estado europeo”. Van Miert se encogió de hombros. La reunión había sido muy clarificadora.
Aquella tarde, antes de reunirnos con Van Miert, acudimos al despacho del Comisario Marcelino Oreja Aguirre. Queríamos implicarle en la labor de defensa del Concierto Económico. Estábamos sentados en su despacho y Marcelino se levantó, me cogió del brazo y me llevó a su mesa de trabajo. Sobre ella, me mostró una fotografía en blanco y negro de la tribuna del Congreso de los Diputados. Señaló con el dedo al orador de la foto y me preguntó: “¿Sabes quién es?”. Lo imaginé y le dije: “¿Tu padre?”. Me contestó: “Sí. En ese debate de la fotografía está defendiendo el Concierto Económico”. No tuvimos que seguir hablando mucho más tiempo. Recordé a Marcelino Oreja Elosegui, asesinado el 5 de octubre de 1934 en Mondragón, cuatro meses antes de que naciese su hijo Marcelino. Formaba parte de la minoría vasco-navarra en el Congreso junto a José Antonio Agirre, Leizaola y Picabea entre otros. Nos dimos un abrazo, nos prometió su colaboración y nos despedimos.

Aquella noche, en el hotel de Bruselas, pensé en todo lo que había pasado ese día. Había podido comprobar la mayor debilidad y la mayor fortaleza del Concierto Económico. El problema, la dificultad de defender un sistema fiscal que no afecta al conjunto de un Estado, en Europa. Su mayor fortaleza, el que personas de diferentes corrientes políticas en Euskadi compartiésemos la convicción de que el Concierto Económico es el pilar del autogobierno vasco y un instrumento para mejorar el crecimiento y la calidad de vida de los ciudadanos vascos. El futuro pasaba por impulsar la fortaleza y por superar la debilidad. Por interiorizar que el Concierto es de todos y que todos debemos de defenderlo de forma compartida como nuestro, y por explicarlo adecuadamente en Europa dándole la cobertura legal que fuese necesaria.

Nunca ha sido sencillo de vender en las instituciones europeas que una medida fiscal que afecta a una zona determinada de un Estado no es aplicable en otra. Inmediatamente se encienden las alarmas de las ayudas discriminatorias de Estado, de los paraísos fiscales y de las reglas de la competencia. Sin embargo, en septiembre de 2006, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea emitió una sentencia referida a las Azores que suponía la confirmación de la capacidad fiscal plena de aquellos entes subestatales (regiones, comunidades...) que contasen con reconocimiento jurídico para hacerlo. El máximo organismo judicial europeo rechazaba todas las argumentaciones utilizadas sobre el presunto carácter discriminatorio de un régimen fiscal diferente dentro de un Estado de la Unión. Para ello exigía una serie de lógicas garantías de que la capacidad de fijar diferentes tipos partiese de un órgano competente con autonomía plena para hacerlo y de que las medidas fiscales fuesen de aplicación general en ese territorio.

Espero y deseo que ahora el Tribunal de Justicia Europeo consolide la interpretación que apuntó en septiembre de 2006 en la “sentencia Azores”. También entiendo que las instituciones europeas deberán tener en cuenta el Articulo 4.2 del nuevo Tratado que el Consejo de Lisboa aprobó recientemente, que dice “La Unión respetará la igualdad de los Estados miembros ante los Tratados, así como su identidad nacional, inherente a las estructuras fundamentales políticas y constitucionales de éstos, también en lo referente a la autonomía local y regional”. Esta formulación compromete a la Unión Europea en la defensa constitucional de las estructuras de los estados a través de los acuerdos internos a los que en el seno de los mismos se hubiera llegado, incluyendo el autogobierno de los entes subestatales (territorios forales en este caso).

La clave del futuro del autogobierno fiscal y financiero vasco la definía correctamente Iñigo Urkullu, presidente del EBB, cuando la pasada semana pedía un esfuerzo de acuerdo y consenso en torno al Concierto Económico. Porque el autogobierno es de todos, compromete el futuro de todos, y por eso debe ser construido sobre bases amplias. El acuerdo será también necesario para proceder a las modificaciones legales necesarias que den estabilidad jurídica a las empresas y ciudadanos vascos, de forma que las normativas fiscales no puedan ser recurridas de forma continua ante la jurisdicción ordinaria y cuenten con el grado de protección jurídica que tienen las leyes fiscales del resto del Estado. Confiemos en un resultado positivo para nuestro futuro económico desde el Tribunal de Luxemburgo. En el hipotético supuesto de que no fuera así, también necesitaríamos consensos amplios en Euskadi y en el Estado español para que la garantía jurídica del Concierto encontrase su lugar adecuado en los Tratados comunitarios. Acuerdos entre todos en casa y venta y garantías en Europa. Ésos son los dos pilares de nuestro autogobierno fiscal. Los mismos sobre las que reflexionaba en Bruselas aquella fría noche de enero de 1999.

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