Iñaki Anasagasti
16Febrero
2008
16 |
Opinión

Noventa años haciendo política en Madrid

Iñaki Anasagasti
Febrero 16 | 2008 |
Opinión

En los años 1976 y 1977 se puso en circulación una palabra que le sacaba de quicio al partido socialista: sucursalista. Significaba que tenían una central en Madrid y ellos eran tan solo su sucursal. La usaban fundamentalmente los llamados “eladios” y ESB. Nosotros no. El PNV había trabajado con ellos en el interior y en el exilio durante cuarenta años y había mantenido dos debates sobre este asunto, en 1939 y 1943, para que los partidos que conformaran el Gobierno de Euzkadi fueran de obediencia vasca.
Casi me había olvidado de la palabra hasta que vi en verano el lamentable espectáculo que ofreció el partido socialista navarro, con su viaje al Canosa madrileño a pedir y recibir instrucciones sobre lo que debían hacer para formar o no el Gobierno navarro, y, casi me había vuelto a olvidar de nuevo hasta ver la semana pasada como Miguel Buen era desautorizado, como en su día lo fue José Antonio Pastor, por nuestro insigne amigo Pepe Blanco desde Ferraz. Y es que para el partido socialista quien manda es el Hermano Mayor que no está en la Alameda Rekalde sino en la calle Ferraz de Madrid. Lo comprobaron cuando una vez más en las listas para el Congreso en representación de Bizkaia les han vuelto a imponer un candidato que todos los años recibe de la Asociación de Periodistas Parlamentarios el premio al diputado desconocido. Algo así le ocurre al Partido Popular cuyo cabeza de lista de Bizkaia vive todo el año en Madrid y solo viene a Euzkadi cada cuatro años a la campaña electoral. Es elegido, se va y no vuelve. Lo que se llama despectivamente, un diputado cunero.

Frente a esta realidad, nosotros no tenemos Hermano Mayor en Madrid. Lo tenemos aquí en cada ciudadano vasco. Nuestro ámbito de actuación es Euzkadi, respondemos íntegramente ante los ciudadanos vascos y si vamos a Madrid es porque allí se cuecen demasiadas cosas del día a día de los vascos, para que observemos pasivamente el espectáculo desde lejos.

En 1977 la entonces izquierda abertzale nos pidió que no concurriéramos a las elecciones del 15 de junio ya que no se nos había perdido nada en aquel Foro, y, además que no era admisible que nos presentáramos mientras hubiera presos en las cárceles. A lo primero dijimos que desde 1918 estábamos allí, este año se cumplen noventa años haciendo política en Madrid, salvo en la época de la dictadura, y, a lo segundo, que íbamos a las Cortes a propiciar una ley de Amnistía que vaciara todas las cárceles. El Lehendakari Aguirre ya nos había dicho que teníamos que estar hasta en un congreso de bomberos porque silla que dejas, silla que te ocupan otros.

Dicho y hecho. Fuimos a las elecciones y a los cuatro meses no había un solo preso en las cárceles. Ni uno. ETA posteriormente con su acción criminal y el silencio de HB ante el terror, arrojan para ellos la triste cosecha que vivimos estos días.

Y, en aquel año de niebla, un hombre con las ideas muy claras encabezó la lista de Bizkaia: D. Juan de Ajuriaguerra, un dirigente clave que había sido condenado a muerte en 1937 por seguir la suerte de las tropas vascas, pudiéndose haber salvado, tras el incumplimiento italiano del conocido como Pacto de Santoña. Aquel pedazo de acero salvó la vida de milagro, pero se pasó 800 días con la pena de muerte colgada de una firma y malvivió cinco años pasando por tres cárceles, a cada cual mas dura, para terminar en Canarias en 1943 por negarse a "redimir penas por el trabajo".

Bueno, pues aquel hombre, que por su entrega y dedicación era nuestra gran referencia histórica, lo primero que hizo fue registrar al PNV en Madrid, frente a quienes creían que aquello era una claudicación. Posteriormente decidió, con el EBB, que teníamos que ir a las elecciones por encima de todo. Hizo más. Les dijo a sus compañeros del Equipo Demócrata Cristiano del Estado español, Ruiz Jiménez, Gil Robles y Antón Canyellas que el PNV acudiría solo a aquellos comicios, a pesar de que nos interesaba muchísimo tener una interlocución abierta en Madrid esperando que aquella Democracia Cristiana tuviera una nutrida representación parlamentaria. El PNV lo había pasado tan mal en tiempos de la República en la discusión del estatuto que la experiencia de Ajuriaguerra, Leizaola, Irujo, Jáuregui y demás veteranos era que en la Villa y Corte siempre era bueno tener un partido un poco más amigo, o, un poco menos enemigo que los demás.

Y para cerrar sus apuestas, en la candidatura al Senado, fuimos en una especie de Lizarra transversal con el PSOE y ESEI, preocupados de una Navarra que podía quedar una vez más descolgada. Se llamó Frente Autonómico y fue todo un éxito. Duró poco. Otra hubiera sido hoy la historia.

Entre otros Ramón Rubial y Manuel de Irujo, fueron dos de aquellos históricos senadores elegidos con aquella fórmula que lo primero que hicieron fue constituirse en Asamblea de Parlamentarios vascos en Gernika, con diputados y senadores socialistas, navarros incluidos, para preparar la pre autonomía vasca, Navarra incluida.

La Memoria Histórica, replegada en las neuronas de la sociedad vasca había funcionado nucleada alrededor de las tres palabras que Ajuriaguerra nos había dicho que tenía que ser nuestra propuesta básica: “Fuerza”, porque sin fuerza parlamentaria eres como un banco sin dinero. “Eficacia”, porque llevábamos cuarenta años de retrasos y los problemas acumulados necesitaban urgentemente solución, y “Honradez”, frente al inmenso latrocinio que había sido la época anterior.
Así las cosas y tras reuniones y mas reuniones se decidió crear el Consejo General Vasco, órgano preautonómico preparatorio para lograr que Leizaola, que era el Lehendakari del Gobierno Vasco en el exilio, pudiera volver a Euzkadi con un estatuto similar o superior al aprobado en plena guerra en 1936. Tarradellas había vuelto a Catalunya, pero a nosotros no nos gustó aquella fórmula tan personalista, y, optamos, una vez mas, por las instituciones.

Y hubo más. La última semana de febrero de 1978, se van a cumplir ahora treinta años, había que elegir presidente de aquel primer Consejo preautonómico y todos los boletos indicaban que el presidente iba a ser Juan de Ajuriaguerra ya que el PNV era el partido más votado. Sin embargo, Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra, el cepillador de estatutos, decidieron desde Madrid que lo fuera D. Ramón Rubial, ilustre veterano y hombre que con el PNV siempre mantuvo una relación de respeto y colaboración.

Xabier Aguirre, actual Diputado General de Álava, entonces joven activista, fue quien le llevó en su R-5 a D.Juan a la Diputación de Alava, lugar donde se iban a desarrollar las votaciones. Desde la calle Fueros a la Diputación, Aguirre se lamentó vivamente por la faena que le iban a hacer al viejo luchador jeltzale, pero él, fue quien más le animó. “No importa “-le dijo. “Lo importante es sacar el país adelante, y entre todos lo sacaremos”.

Seis meses después fallecía en Iratxe rodeado del cariño y el respeto de casi todos.

Estas pues son las lecciones que tenemos hoy de aquella generación: la necesidad de un partido fuerte y serio, confiable, eficaz gestor, abertzale sin histerismos, construyendo no destruyendo, predecible, apegado al terreno, respetuoso, defensor de lo vasco sin matices y de una Euzkadi no poblada de vascos buenos y vascos malos o mediopensionistas sino de vascos de toda clase y condición porque en su lógica de Otxandiano decía que lo que era bueno para toda Euzkadi era bueno para el PNV y que el único lugar donde el queso era gratis era en la ratonera.

Cuando le escucho hoy a Rafa Diez Usabiaga, una persona que a veces parece razonable, pedirle al Lehendakari y al PNV un "plante democrático" contra las ilegalizaciones de ANV y el Partido Comunista de las Tierras Vascas me acuerdo de aquel hombre que había sido condenado a muerte, encarcelado y perseguido y que ante un emplazamiento parecido en 1977 arqueó las cejas puso su peor cara de mala leche y contestó: "Cuando haya desaparecido totalmente ETA, pero totalmente, entonces hablamos. Mientras dejarnos en paz que el PNV tiene su camino trazado desde 1895".

Treinta años después conviene recordar estas cosas porque, que yo sepa, seguimos con la misma hoja de ruta. A Dios gracias.

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