Nació en la localidad vizcaína de Alonsotegi en 1961. Se afilió al PNV en 1977 y ha sido parlamentario en la Cámara vasca entre 1994 y 2005. Desde el 1 de diciembre pasado dirige el PNV, el partido mayoritario en Euskadi. Es profesor de carrera. Euskaldun, amable y conciliador. Está casado y tiene tres hijos.
«Batasuna tiene miedo al juego político»
Iñigo Urkullu es presidente del PNV desde que fuera elegido por unanimidad en diciembre pasado, tras la renuncia al cargo de Josu Jon Imaz. Muy crítico con Batasuna, también reprocha al PP y al PSOE su política con Euskadi.
¿Se está radicalizando el PNV?
No. Mantenemos una constante de firmeza en los principios y flexibilidad en la praxis política. Estamos en un momento político en el que es necesario reafirmar el respeto a los derechos humanos, pero en el que también hay riesgo de regresión y de involución democrática.
Algunos consideran radicalización el que hayan salido a la calle contra decisiones judiciales, como la condena a Atutxa.
Ésos son juegos de los partidos políticos y de los medios de comunicación. El PNV está permanentemente muy sujeto a la demanda social.
¿Cuáles son esos principios?
Diferentes a los de hace 30 años. Vivimos como mínimo dos generaciones: una que asumió un compromiso político y peleó por recuperar libertades e instituciones, y otra, la que nació con libertades
¿Cómo explica que sin el derecho a decidir, que propugna el PNV, no hay futuro?
Somos una comunidad histórica que todavía no ha completado el autogobierno. Por eso el PNV denuncia la falta de lealtad con ese compromiso. Y no sólo eso, sino el riesgo de involución en lo que es esa característica histórica de la comunidad vasca reconocida por la Constitución española.
Parte de la sociedad vasca antepone la paz a cualquier otro movimiento político.
Hay una comunidad plural, y desde el nacionalismo vasco democrático, con vocación institucional, eso lo tenemos absolutamente claro. Se acaban de cumplir 20 años de la Mesa de Ajuria Enea, en la que estaban el PP y el PSE-EE y en su planteamiento político miraban hacia la pacificación y normalización política. Lo que ha sucedido es que esos partidos, por sus objetivos a nivel de Estado, han seguido otra dinámica y hoy nos vemos en un enredo en el que ETA pretende tener capacidad de veto para la acción política y marcar su agenda, y también el PP y el PSOE se valen de ETA para no provocar que pueda hacerse política.
¿Son los otros los que han cambiado y el PNV no?
Nosotros nos mantenemos firmes en ese principio de que la paz es una resultante de un proceso largo donde habrá que hablar de las cuestiones que afectan a la organización terrorista y de los pasos que pueda dar el Gobierno español, dirigido por quien sea. Pero la solución a un problema político es de los partidos, y eso no corresponde a ETA. No le concedemos ningún crédito, pero tampoco queremos que los partidos que no están dispuestos a avanzar en la solución a ese problema político se valgan de la excusa de la existencia terrorista.
¿Cómo se sale del laberinto?
Con un ejercicio de autocrítica, de experiencias como las de los últimos diez años. Pero con la constatación de que sigue habiendo un problema político, y eso sólo lo resolvemos desde la voluntad política. Y eso es lo que el lehendakari ha puesto sobre la mesa nuevamente para negociar con el presidente del Gobierno español que sea.
¿Qué futuro vislumbra para Batasuna?
Debería tener su propia autonomía. Pero su pobreza política es que concede a ETA la capacidad de marcar las líneas políticas.
Parece difícil el desmarque.
Hay que dejar eso claro ante la sociedad. El juego victimista que hace Batasuna, siempre apelando a los demás para que le saquen las castañas del fuego, cuando no son capaces de dar un golpe encima de la mesa en su mundo y decir «que ETA diga lo que quiera, pero somos nosotros los que vamos a hacer política».
¿Por qué no lo hacen?
Creo que es un miedo al vértigo, al futuro. Hubo una ley de amnistía y salieron todos los presos y, a pesar de ello, entramos inmediatamente en una vorágine de violencia. Treinta años después, Batasuna sigue en discursos enredados.
¿Eso cansa a su electorado?
En procesos de pacificación, el electorado siempre ha premiado a Batasuna. Cada vez que estamos a punto de buscar soluciones, ha venido ETA por detrás y les ha dicho «quietos». Pero también nos preocupa que haya un porcentaje de la sociedad que se queda en la marginalidad. Las nuevas generaciones educadas por ese mundo han crecido en el odio, sin análisis político, sino más como una visceralidad de sentimientos y una deriva de antisistema.
¿Podría Batasuna estar en los comicios si quisiera?
Tiene resquicios para hacerlo, pero prefiere jugar al victimismo, a seguir en el enredo. Sabe que puede estar en el grupo mixto en ayuntamientos, juntas generales y Parlamento. Y también que puede conformar un nuevo grupo o agrupaciones electorales, con candidatos limpios, pero tiene miedo a participar en el juego político. Pasan los años y siguen igual.
Hay una dependencia absoluta del poder judicial hacia los políticos. Se reparten entre PPy PSOE»
No queremos que se sirvan de la excusa de ETA para no solucionar el problema político que hay en Euskadi»
La pobreza de Batasuna es que concede a ETA la capacidad de marcar sus líneas políticas»
Sobre PP y PSOE
«Hay un franquismo sociológico en España»
Ha propiciado la ruptura de la tregua un giro en la estrategia del Gobierno y de los jueces?
La justicia tiene que estar al servicio de la sociedad. Pero hay una ideologización y politización en las altas instancias. Se reparten los puestos entre el PP y el PSOE. Hay dependencia total de los políticos.
¿Podría darse una situación como la del caso Atuxa en el Congreso de los Diputados? ¿Se permitiría la acción judicial?
De eso se trata. Si el Congreso de los Diputados tiene prevalencia sobre lo que es un Parlamento vasco o si en un Estado de derecho, donde hay una división de poderes, pueden intervenir los jueces. ¿A alguien se le ocurre que el poder judicial se entrometiera en la acción del Congreso?
¿Por qué alude tanto a una posible involución.
Hay un franquismo sociológico en la sociedad española y la desgracia es que en torno al PP se concentra una ideología moderada con otra extremista. Y están el poder militar, la Iglesia.
¿Daría su apoyo a la investidura de Zapatero?
Hemos tenido experiencias negativas con el PP y con el PSOE. Pero en el PP hay una cerrazón a reconocer que hay un problema político. Habrá que esperar. i.c.