Iñigo Urkullu
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2008
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Iñigo Urkullu
Enero 23 | 2008 |
Entrevistas

Urkullu: "Ni unidad impuesta ni separatismo obligado; sólo la voluntad suficientemente mayoritaria de los vascos y expresada por métodos democráticos"

IGOR CAMAÑO

Iñigo Urkullu (Alonsotegi, 46 años) fue proclamado el pasado 3 de diciembre nuevo presidente del Euzkadi Buru Batzar. Desde que Sabino Arana fundara el PNV hace 112 años, otras diecinueve personas han ostentado la máxima representación de la formación abertzale. Hombre de partido, Urkullu encarna el esfuerzo de consenso y unidad realizado por los jeltzales en los meses precedentes. La pacificación, la normalización política, el bienestar y la adaptación continua de un país moderno y puntero, Euskadi, a un mundo cada vez más globalizado y competitivo sobresalen de su cesta de retos. Maestro de profesión, casado y con tres hijos, euskaldun, discreto, lector empedernido y seguidor practicante del Athletic, de su perfil destaca una indisimulada vocación de servicio a los demás. Trabajador infatigable –excesivo, juzgan quienes le conocen bien–, le aguardan muchos cuadernos de anillas que atiborrar con esas notas escritas a letra pequeña y prieta que, desde hace muchos años, recogen sus reflexiones, las claves de sus reuniones y del país.


Le toca dirigir un partido referente en Euskadi y en sus instituciones. En su opinión, ¿cómo debería ser la Euskadi de dentro de veinte años?

Es urgente e imprescindible que los partidos políticos establezcamos un común denominador, un programa compartido, consecuencia de un nuevo contrato social entre ciudadanos. El Plan Euzkadi 2025 supondría un catálogo de compromisos y actuaciones inmediatas para colocar a nuestro país lo mejor posible en el nuevo mundo globalizado. Las infraestructuras, la formación, el conocimiento, la investigación, el desarrollo del territorio, el medio ambiente, las políticas demográficas y la recuperación de nuestro acervo lingüístico-cultural deben ser, a mi entender, compromisos compartidos en ese nuevo contrato social entre vascos. Las instituciones debemos ser una garantía para la igualdad de oportunidades. Los vascos somos un pueblo pequeño que multiplicamos nuestro tamaño y repercusión a través de la participación social. Pluralismo no es pluripartidismo. La pluralidad no sólo se encauza con los partidos políticos. Una sociedad emergente debe aprovechar el vigor del movimiento ciudadano. Es obvio que hago este planteamiento ajustado al reto que es la construcción social sin olvidar que aspiro a que Euskadi sea ya un Pueblo que ha ejercido su voluntad para toda una generación como consecuencia de un acuerdo integrador en el ámbito de respeto a los Derechos Humanos.

En ese movimiento ciudadano, la inmigración es ya una realidad también en Euskadi. ¿Cómo afectará al futuro del país?

Efectivamente, es una realidad que forma parte del presente y también del futuro de Euzkadi. En primer lugar, hay que aplicar el concepto de justeza, no de justicia, en la distribución de los recursos que tengamos en nuestro país. Debemos propiciar proyectos de cooperación al desarrollo formando a las gentes que tuvieran que venir aquí en los países de origen. Además de la inmigración como concepto general, me refería a la política migratoria propia mirando a los descendientes de los que fueron emigrantes desde Euzkadi, la diáspora vasca. Hago una apelación a actos de justicia con aquellas personas que siendo descendientes de originarios vascos vida tengan unas condiciones de vida en su lugar de residencia peor de las que hay aquí. Deberán ser objeto de atención preferente en aras a la repatriación, si así fuera necesario.

¿Confía en la juventud para que maneje las riendas del futuro?

Absolutamente. Está más preparada que nunca, pero, a mi entender, es el tercer bien más escaso que tenemos en Euzkadi, tras el territorio y el medio ambiente. El envejecimiento de nuestra población es un hecho. A diferencia de generaciones anteriores estamos ante una sociedad con menos compromiso político, con menos compromiso social. Creo que hay una falta de compromiso en general en todos los ámbitos de la sociedad. Vivimos en una sociedad cada vez más individualista e individualizada, cada vez más satisfecha de sí misma, cada vez más egoísta. Sin embargo, sí veo una juventud muy formada. Pero la propia falta de compromiso me suscita una preocupación: la carencia de debate, de contraste, de enriquecimiento más allá de lo que es la teoría. Confió, no obstante, en que se sepan buscar nuevos cauces de participación de manera que se garantice el gobierno de la sociedad desde la representación genuina y no de grupos de interés.

Ese envejecimiento que hoy es una realidad dentro de no mucho será un problema que requerirá soluciones. ¿Cuáles propone?

La solidaridad debe ser la más potente argamasa social. Ante la imposibilidad familiar de atender a los mayores, cada vez más arrinconados, deben actuar, como lo vienen haciendo, las instituciones. Tenemos una deuda histórica con quienes han hecho posible nuestro presente. Y también con quienes tienen que construir nuestro futuro. Fomentar la natalidad es un objetivo estratégico nacional. El futuro se estrecha cuando la población disminuye. Y por cerrar este círculo social, quiero subrayar que las mujeres vascas deben llegar más pronto que tarde a las direcciones empresariales, al liderazgo social o político… Deben desaparecer todos los obstáculos, no tanto institucionales sino de los hábitos individuales, que impiden conciliar vida profesional y familiar. La mujer no puede situarse ante el dilema de profesión o maternidad, de vida propia o empleo.

Ha citado la crisis de compromiso de la sociedad en general y de la juventud en particular. ¿Aprecia, además, una crisis de las ideologías?

Es el hedonismo. Recuerdo ahora la reflexión de Txema Montero en una reciente entrevista publicada en DEIA. No es cuestión de capitalismo o socialismo. La gente cada vez se siente más satisfecha de sí misma y solamente piensa en sí misma. Creo que hay una crisis de ideologías al estilo contemporáneo, de lucha de clases. Sin embargo, creo que cada vez hay más brecha entre quienes cada vez son más ricos y quienes cada vez son más pobres. No veo categorías al estilo clásico: empresario, trabajador… Todo está mucho más mezclado. La sociedad cada vez es más conformista en el hedonismo.

Sostiene que todo está más mezclado. ¿La izquierda y la derecha también?

No creo que hoy en día existan estos conceptos con la nitidez que tuvieron en la década de los 70. Hasta entonces, con el proceso de industrialización tan brutal que vivió la sociedad vasca, sí asistimos a esa separación de clases, que provocaba también una traslación al ámbito de las ideologías. En lo que al PNV respecta, no rehuyo, ni mucho menos, de lo que nos identifica como partido con una vocación de compromiso político, pero subrayo la vocación de compromiso social. Ya en el año 1977 nos decíamos interclasistas. Entonces no mirábamos ni a uno ni a otro lado, sino que creíamos, y creemos, que tiene que imperar el principio ideológico de la justicia social.

Ha citado la revolución industrial. La globalización quizá sea otra revolución. ¿Cómo cree que tiene que navegar el PNV por esas misteriosas aguas?

La globalización, a la que podríamos denominar como cuarta revolución, no podemos considerarla como una amenaza sino como una oportunidad. Los vascos, desde nuestra pequeñez, debemos saber que la riqueza de un mundo global está definida por la diversidad. Lo pequeño es grande. Los vascos nos jugamos nuestro destino en la globalización. Nuestros mejores momentos han ido unidos a la apertura al mundo: el Consulado de Bilbao, nuestra relación con los Países Bajos trasportando por mar la lana de la Mesta castellana, la colonización de América, la Compañía Guipuzcoana de Caracas, la Revolución industrial, el desarrollo de la minería… Esta cuarta globalización es la de la sociedad del conocimiento. Tenemos un suficiente conocimiento científico y tecnológico históricamente acumulado como para, actualizándolo, encontrar nuestro nicho en la globalización. No nos podemos dormir.

En un planeta cada vez más uniforme en algunos aspectos, ¿cree que será posible la pervivencia del euskera?

Rebato absolutamente artículos como el del Wall Street Journal, donde se quería dar una imagen arcaica y bucólica-pastoril del euskera, tipificada como lengua de comunicación y no como lengua de investigación o conocimiento. Creo que hay que seguir impulsando la capacidad de un patrimonio que no correspondo sólo a los vascos sino que es universal, el euskera como idioma. Es una herramienta para comunicarnos, pero también para trabajar, investigar y formarse. Nuestra ponencia política hace una defensa de la reinvindicación de la normalización del uso del euskera. La única manera de que avance es a partir de medidas positivas de normalización de su uso. Hay que ganar nuevos terrenos para su uso.

Sin instituciones comunes que gobiernen a todos los vascos, ¿será posible que perdure la cultura vasca, el sentimiento vasco, fuera de la CAV?

Eso que podríamos denominar la vasquidad no se restringe a los límites físicos de la Comunidad Autónoma Vasca. Siendo así, ese esparcimiento extraterritorial no es específico ni único en nuestro pueblo. Hay ejemplos que permiten ser optimistas. La Kultur alemana, por ejemplo, se desarrolla en la propia Alemania pero también en Suiza, Austria o Polonia. Esos estados conjugan su alemanidad con su propia soberanía. En nuestro caso, sólo se podrá dar cauce a ese anhelo cuando los ciudadanos de Nafarroa e Iparralde expresen libremente su voluntad de vivir bajo instituciones comunes. Hasta ese momento debemos trabajar por fortalecer la relación con actuaciones que repercutan en el bienestar de los ciudadanos y en el desarrollo regional.

Algunos relacionan directamente determinadas propuestas políticas, como la del lehendakari, con un descalabro económico. Por lo que conoce, ¿ese mal augurio representa el sentimiento de la clase empresarial vasca?

Algo similar vivimos con el Nuevo Estatuto Político, el conocido como Plan Ibarretxe. Tanto antes como ahora se ha visto que la clase empresarial no es distinta a la sociedad vasca y forma un colectivo muy plural. Unos han dicho una cosa y otros, otra. Yo me quedo con aquellos que han reconocido que una propuesta política legítima no influye en lo que deba ser el desarrollo competitivo de las empresas vascas. Las empresas vascas se miden por unos parámetros que no son políticos; se miden por la competencia en el producto, en la manufactura y en el resultado de una gestión empresarial. Los empresarios vascos reivindican mayor autogobierno porque ven el carácter centralizador y uniforme del Estado español. El mayor polo tractor de la industria se concentra en el entorno de Madrid y descuida otras zonas. No creo que los empresarios vascos valoren la iniciativa presentada por el lehendakari como un freno a sus aspiraciones. Lo que hace frenar sus aspiraciones son otras tendencias y tensiones de carácter centralizador.

La fusión de las Cajas vascas, ¿ayudaría a los empresarios, y al país, a ser más competitivos?

Los empresarios reivindican todo tipo de herramientas que les favorezcan sinergias entre ellos. Las cajas de ahorro tienen una finalidad, que es la obra social. Y esa obra social no es aquella que se pueda haber entendido hasta la fecha como una obra de beneficencia, sino que la obra social también es una apuesta por el desarrollo de este país. Por tanto, la implicación de las cajas de ahorro en proyectos empresariales, en proyectos que hagan avanzar en progreso a este país, a esta sociedad, es una necesidad. Y para eso es fundamental que las Cajas tengan sus sinergias. Por eso abogamos por la fusión.

La tensión sindical está en un nivel muy elevado y, según coinciden muchos, ELA es la cabeza tractora de esa situación. ¿Cuál será su relación ese sindicato, que durante tanto tiempo fue cercano al partido que preside?

ELA nació de las fuentes del nacionalismo vasco, del PNV. Ha compartido con nosotros todo el tránsito por la clandestinidad y el régimen franquista. También abogó en los primeros años de la transición por una sociedad plural, pero ELA identifica a la administración en los últimos años como la gran patronal, como la empresa con la que tienen que competir en el discurso patronal-sindicato. Creo que ELA ha ido más allá de su propia concepción de sindicato intentado convertirse en un agente social con capacidad de incidir en la vida política. Respeto las ideas que cada persona y cada agente social pueda tener, pero quienes nos presentamos a las elecciones cada cuatro años somos los partidos políticos, no los sindicatos. Reconozco el distanciamiento que ha habido en los últimos años entre ELA, como sindicato mayoritario y sindicato nacionalista, y el PNV como partido que sustenta las instituciones vascas y a los representantes institucionales. Me preocupa el riesgo de un excesivo distanciamiento entre un partido que es líder y un sindicato mayoritario. Creo que estamos condenados a entendernos, pero diferenciando los planos. Al PNV nos corresponde el plano político y a ELA, con todos los respetos, el plano sindical. Muchas veces desde el plano sindical se hacen reivindicaciones que son extrañas y que no son justas con el esfuerzo que se hace en las administraciones. En la pugna sindical se reivindica más allá de lo que se puede alcanzar.

Antes unía las mejores etapas de Euskadi con su apertura al mundo. Hoy el mundo más cercano lo representa Europa y las instituciones comunes. ¿Encontrará Euskadi su sitio en Europa?

Hasta el momento, nuestro encaje en Europa no es satisfactorio. Seguimos abogando por la Europa de los pueblos. El concepto de una Europa uniformizadora, sustentada exclusivamente en grandes Estados estancos, no sirve. No ilusiona ni genera confianza a la sociedad. La ciudadanía no ve a esa Europa como algo cercano y útil. Y la cercanía entre las instituciones y la sociedad un valor a tener muy en cuenta. Reivindicamos una presencia con plenos derechos que sirva, a su vez, para defender y aprovechar plenamente lo que Europa puede ofrecer a los vascos. Los vascos tenemos que estar presentes donde se toman las decisiones que nos afectan. En Europa hay estados mucho más grandes que Euzkadi pero también los hay más pequeños. Es nuestra defensa del principio de subsidiariedad entendiendo una construcción desde lo mas pequeño a lo mayor y basada en la voluntad y no imposición.

¿A quién o quiénes situaría como los referentes europeos de los próximos años?

El eje franco-alemán parece que va a seguir siendo un eje potente. Más allá de lo que son los Estados, creo que como partido demócrata europeo tenemos que ser capaces de tener una función de bisagra en el Parlamento europeo y profundizar en el espíritu de las naciones sin Estado y las regiones. El Tratado de la Constitución europea tenían un hándicap, que seguía basando la conformación de Europa sobre la base de los Estados. No rehuso de la posición que tuvimos como partido, una posición europeísta y de aspirar a ser más Europa, pero sí veo una tensión porque los Estados también se están cuestionando su propia naturaleza de ser en la medida que ante la globalización ya no se rige esto por una concepción rígida de Estado jurídico. Hay otros poderes a tener en cuenta: las multinacionales, las empresas, los poderes económicos. El mundo gira de una manera diferente y los Estados están perdiendo señas de identidad; un espacio que pueden ganar las regiones y las sinergias que se den entre los pequeños.

Pero surge una contradicción: sin tener la categoría de Estado es casi imposible, por no decir imposible, tener un sitio con plenos derechos en Europa. ¿Cómo solucionarán esto las naciones sin Estado?

En primer lugar, no renunciamos a poder ser un Estado. Es una aspiración legítima y democrática. En una Unión Europa que parece haber superado su gran asignatura pendiente -alcanzar un nivel de desarrollo, de integración y de entendimiento que aleje definitivamente los fantasmas de las guerras cíclicas que asolaban al continente-, los estados, tal y como los hemos conocido, también pierden uno de los elementos que parecía hacerlos inmutables. Tenemos los ejemplos de los balcanes – el caso de Kosovo es paradigmático-. Las fronteras no son ni nunca han sido inmutables. En este momento, podríamos ser independientes sin que aparentemente los ciudadanos y ciudadanas notaran en su vida diaria cambio alguno, salvo el de la mejora de los servicios y de su calidad de vida.

A lo largo de sus 112 años de vida, el PNV ha dado muestras suficientes de trabajar por encontrar soluciones pragmáticas y no rupturistas que encaucen la solución a un conflicto político que se mantiene en el tiempo por la falta de voluntad política de algunos agentes. La Constitución prevé fórmulas para devolver a los vascos el poder político que les fue arrebatado por la fuerza, pero no se aplican, lo que podría considerarse como un fraude de ley. El derecho a decidir que defendemos lo entendemos como un espacio de encuentro, sin imposiciones a nadie pero también sin vetos de nadie. Ni unidad impuesta ni separatismo obligado, sólo la voluntad suficientemente mayoritaria de los vascos y expresada por métodos democráticos. No buscamos la secesión, sino una manera satisfactoria para todos de relación entre Euzkadi y España dentro de Europa. Queremos decidir para sumar, para traer ilusión a esta sociedad. Hay que ser realistas, y serlo significa hacer una política aceptable para el común denominador de los vascos, donde el ritmo de la marcha no deje atrás al compañero de marcha. Ser realista no exige abandonar los sueños. He ahí el reto: soñar la Eusko Naia y mantenernos despiertos para llegar a conseguirla.

En ese sueño, ¿la violencia es sólo una pesadilla que se esfumará algún día?

Los cincuenta años de vida y muerte que ha protagonizado ETA no han conseguido nada más que la propia pervivencia de la organización terrorista. Esta reflexión es una realidad y también un reto. Es innegable que la autodenominada izquierda abertzale es sumisa a ETA, pero cuenta con una presencia social ineludible. El reto pasa por, pese a todo, mejorar la democracia y el funcionamiento de las instituciones democráticas. Debemos favorecer la participación social, ponernos al servicio de la sociedad, de las nuevas realidades como la inmigración, la acogida de los nuevos vascos. Ante ETA sólo cabe más democracia; con la izquierda radical abertzale, siempre que rompan amarras con el terror, hay, a priori, todo un mundo a construir conjuntamente con el resto. Como advirtió Ajuriagerra, el crimen siempre es crimen. Nuestro objetivo es la construcción nacional de Euzkadi y su soberanía como pueblo libre formado por mujeres y hombres libres. Pero sin ninguna imposición. El PNV ha sufrido en carne propia imposiciones, represalias, violencia. Esa experiencia dolorosa nos reafirma en aquella acertada reflexión de Manuel de Irujo, quien decía que merece la pena morir por una idea pero jamás matar por ella.

Ha citado a dos dirigentes históricos del PNV. ¿Quiénes son sus referentes abertzales? ¿Quién le ha marcado?

Sin despreciar a nadie, hay dos figuras que me han marcado mucho y que tengo como referentes. Una es Juan Ajuriagerra, en lo que representa de firmeza en los principios y praxis política. La otra es Jesús Insausti, Uzturre, por su forma de entender el nacionalismo como compromiso social. Jesús, por ejemplo, fue quien ya en sus últimos años puso en marcha la acogida de niños saharauis en verano.

E Iñigo Urkullu, ¿cómo pasará a la historia del PNV?

Las personas somos parte del engranaje de este partido, de una cadena de 112 años. Y esa cadena no puede romperse. Las personas son fundamentales pero no imprescindibles ni singulares en el funcionamiento global del PNV. Las personas pasamos pero el partido sigue. Es un tópico pero es cierto, es una correa de transmisión que está por encima de todos nosotros y que deberá estarlo siempre. Iñigo Urkullu será un eslabón más de esa gran cadena que es el PNV.

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