Opinión
15Enero
2008
15 |
Opinión

Compartir país rompiendo fracturas

Opinión
Enero 15 | 2008 |
Opinión

Josu Jon Imaz

Opinión

El Correo y El Diario Vasco


Corría el mes de agosto de 1996. La sede de los Chicago Bulls, el estadio United Center, acogía la Convención Demócrata que eligió a Bill Clinton como candidato a su reelección. Treinta y cinco mil personas, incluyendo delegados, periodistas e invitados extranjeros, habíamos llegado a una Chicago atenazada todavía por la anterior convención celebrada en la ciudad en 1968. Robert Kennedy, el favorito para la nominación, había sido asesinado en junio del mismo año. Semanas más tarde, Hubert Humphrey era nominado con un partido fracturado por la guerra de Vietnam. Chicago vivió convulsionada aquella elección. Casi tres décadas más tarde, la ciudad se sacudía el miedo y el recuerdo de la anterior convención, y Clinton cautivaba a los que asistíamos a su discurso de aceptación de la nominación. El nuevo presidente fue capaz de llenar el alma de los estadounidenses. Doce años más tarde varios candidatos pugnan por ocupar su hueco.
Aquel año Bill Clinton escribió un libro que jugaba con la palabra 'hope' (esperanza). Hope es un pueblo de diez mil habitantes de Arkansas en el que Clinton nació en el seno de una familia humilde y desarticulada. 'From Hope to History' ('De la esperanza a la historia') era el título del libro con el que el presidente trataba de ganar el corazón de sus compatriotas en aquella campaña. Yo todavía creo en un lugar que se llama esperanza (Hope) fue el lema con el que Clinton atraía a sus seguidores. Hace dos años Barack Obama se abría un hueco en el panorama político americano con otro libro. Curiosamente juega también con el término 'hope': 'The audacity of hope' ('La audacia de la esperanza'). Guardo el ejemplar que un amigo me envió desde Boston en 2006 con una dedicatoria: «Barack nos ha enamorado a todos por la profundidad de sus reflexiones. Creo que merece la pena seguirle la pista». Desde entonces le he seguido la pista intensamente. Incluso cuando el pasado miércoles caía derrotado por tres puntos en New Hampshire. Claro que, en política, los resultados sólo valen en comparación con las expectativas. Y si hace apenas dos meses alguien hubiese dicho que Obama obtendría un 36% de los votos en un estado que parecía volcado hacia Hillary Clinton, nadie le hubiera creído.

Obama percibe un hartazgo en la sociedad estadounidense respecto a la política ejercida de forma maniquea. El país está partido, fracturado desde hace años. El trauma de la guerra de Vietnam se ha reproducido en la siguiente generación. El país se divide en demócratas y republicanos. La guerra de Irak, la política fiscal, el aborto, la tenencia de armas son debates que fracturan y abren en canal a una sociedad tan dinámica y abierta como la americana. Obama plantea que esa sociedad es algo más que estados azules y rojos. Que los retos son comunes y que lo que une a los estadounidenses tiene mucho más que ver con valores compartidos que con las divisiones clásicas de una política que ha conseguido alejar a la ciudadanía por su visión cerrada e incapaz de resolver esa trinchera. La educación, el futuro de los hijos, el hacer una sociedad competitiva en el mundo global que se está creando, el dar oportunidades a los desfavorecidos... son políticas que pueden desarrollarse a partir de valores comunes para una parte importante de la sociedad. Obama percibe que los ciudadanos, sean demócratas o republicanos, comparten mucho más de lo que sus partidos muestran en una descalificación permanente. Y que un país únicamente puede construirse compartiendo un suelo entre una importante mayoría de sus ciudadanos. De lo contrario, sólo hay desgaste, no futuro.

No tengo una bola de pitonisa. No sé cuál será el devenir del proceso electoral en las primarias. Promete ser interesante. Es posible que Michigan, Nevada, Carolina del Norte y Florida no decidan nada. Posiblemente el duelo demócrata con Hillary Clinton esté abierto hasta el Supermartes 5 de febrero. Ese día se elegirán más de la mitad de los delegados con estados tan importantes como California, Nueva York o Illinois. En cualquier caso, el lema de Obama, el cambio, ha triunfado ya. Hillary Clinton lo ha adoptado en su campaña para New Hampshire, el cambio con experiencia, haciendo valer su bagaje político frente al senador por Illinois, que sólo lleva tres años en el cargo. Sea quien sea el candidato demócrata, la corriente Obama marcará la agenda política de los próximos años.

Pero el cambio también ha impregnado el lado republicano. A priori, la baja popularidad de la Administración Bush penaliza al partido del elefante. Por ello, sus candidatos marcan distancia con el Gobierno federal y preconizan también el espíritu de cambio. Giuliani lo proclama en su campaña, aunque no despega en las encuestas. El ex gobernador de Massachusetts, Romney, habla abiertamente del cambio, aunque su opinión fluctuante en muchos temas le pueda reducir los apoyos en mayor medida que el rechazo de sectores evangélicos recelosos hacia su confesión mormona.

El que reluce en el bando republicano es un candidato que a priori podría parecer descartable de la carrera. John McCain supera en dos años la edad de Reagan en su primera campaña presidencial. Sin embargo transmite credibilidad, honestidad y transparencia. Su trayectoria vital es coherente con lo que dice. Puede incluso aprovecharse del excesivo desgaste de un duelo Hillary-Obama que dure más de lo debido. Además hay un dato curioso. Destacan en él la capacidad de unir a diferentes en un proyecto compartido. Es más, algún demócrata como Lieberman (candidato a la vicepresidencia con Al Gore) le apoya, algo inusual incluso en la política norteamericana.

Frente a una nación dividida en la que la gente muestra cansancio respecto a una política que bloquea los problemas y echa en falta acuerdos amplios en torno a temas cruciales para el país, gana un discurso que busca salir de la trinchera. Que cree en un país con valores que puedan movilizar a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Que construya un suelo compartido por la mayoría. Y les aseguro, de verdad, que estoy hablando de la política estadounidense.

COMPARTE