Hablar de la Real sin mirar al pasado es un ejercicio difícil. Claro que mirar al pasado sin pensar seriamente en el futuro es algo demasiado arriesgado sin pensamos en esa nueva Real Sociedad, fuerte, unida y competitiva que tanto anhelamos. La Real Sociedad debe reconstruirse a sí misma con la ilusión de siempre, con el empuje de nuestra historia, pero con herramientas nuevas en un mundo futbolístico que ha cambiado en casi todo.
En lo que no hemos cambiado es en un dato significativo: tanto si utilizamos el ratio de la población de Donostia como si nos referimos al de Gipuzkoa, la Real Sociedad es uno de los clubes (si no el primero de todo el Estado) con mayor coeficiente de penetración social en función del número de socios y la población correspondiente. Ello incluso estando en segunda división en el momento actual. Este potencial es grande, por tanto, y no debe pasar inadvertido al propio club y a sus futuros gestores. Ahí está el potencial de la Real, en su gran masa social, junto a la cohesión del territorio y la pujanza de la ciudad.
Y voy desde “lo Viejo” hasta el nuevo campo, y casi solo con mi inercia veo, de nuevo, a los equipos que nos hicieron soñar. Luego regreso despacio, para recordar el rugido de nuestras peñas en aquel “Molinón” o en Zaragoza hace ya más de dos décadas. Atrás quedaron los héroes de Puertollano, Ormaetxea, Gaztelu, Celayeta, Olaizola, Gorriz, Gajate, Luis Arconada, Kortabarria, Diego, Alonso, Zamora, Idigoras, “Satrus” y aquel pequeño diablo cuyos espíritus necesitamos resucitar. Claro que no nos va a bastar con el sentimiento o la mera apelación al pasado.
Desde Ondarreta hasta el Sur de Gipuzkoa se sufre con nuestra Real; y hasta en Madrid, en su Euskal-Etxea, conozco a muchos que se agolpan para verles volver a ganar. Pese a todo, mi mente me sigue guiando hasta el viejo Atotxa, aquel campo singular, allí están nuestros recuerdos infantiles, las paradas del gran Arconada, la defensa inexpugnable y las palabras de nuestros extremos junto al saque de esquina, justo antes de marcar. Me detengo a mirar estos viejos recuerdos y el rostro de nuestros grandes rivales derrotados y perplejos, ante marcadores inverosímiles en los roñosos paneles de la tribuna del mercado de frutas. Hace mucho menos tiempo, miles de personas viajamos a Vigo para vibrar con otro equipo de ensueño que no volvió a conquistar la Liga por milímetros. Hace tan solo cuatro temporadas.
Y al pasar de puntillas frente al pasado hemos visto llegar un presente de dudas e incertidumbres. Pero de poco sirve resignarse, hay que volver a ganar; volver al espíritu de Atotxa sin desfallecer hasta el pitido final. Para ello son necesarias nuevas recetas y el espíritu y el carácter de siempre, así como una política clara de puesta en valor de aquellos jugadores que hemos venido "fabricando" con mimo y luego hemos "perdido" casi siempre en el mercado abierto. No haré la lista, pues, con seguridad, es conocida por casi todos.
En suma, Donostia, Gipuzkoa y toda la hinchada con la Real se han de volver a encontrar. Por que sus vidas son paralelas, como lo son nuestra historia y la pujanza de la ciudad. La nueva política que dirija el Club no puede olvidar su historia, pero tampoco renunciar a la innovación y a los nuevos tiempos que rigen en el fútbol. La Real ha ido cambiando y debe cambiar más, pero sin renunciar a su “verdad”. Un buen ejemplo lo están dando los clubs de la liga inglesa, sabiendo adaptarse a la nueva realidad, a un mercado cambiante y abierto, pero sin perder la identidad que siempre les ha caracterizado y siendo, hoy día, más competitivos que nunca en Europa. Sólo en Liverpool hay dos jugadores donostiarras, forjados en nuestra cantera, que son parte fundamental de dos históricos del fútbol inglés: Alonso y Arteta son hoy para Liverpool y Everton algo muy similar a lo que fueron, en los ochenta, el "aita" del primero y un primoroso Diego en una Real dos veces campeona.
No creo que haya, sin embargo, recetas mágicas. Es necesario aprender del pasado y buscarnos en nuestra historia fortaleciendo la cantera y evitando que la misma acabe nutriendo nuestras derrotas. El reto es hacer todo ello posible sin perder los trenes del futuro y sin dejar de ser espejo fiel de una gran masa social que no ha dejado de apoyar a los suyos en los momentos más difíciles. En ese camino el vagón del ascenso ha de ser el primer paso de una nueva Real Sociedad llena de grandes expectativas. GORA ERREALA!!!