Urkullu: "Ni soy autonomista ni soy independentista; soy un nacionalista consciente de lo que reclama la sociedad"
Atrás quedan unas horas más que intensas para él. Atrás quedan cientos de abrazos. Y fotos. Atrás queda la Asamblea General que le ha proclamado presidente del PNV. Delante se presenta el futuro. Un futuro que Iñigo Urkullu estrena con una entrevista a DEIA.
¿Cómo valora los cuatro años de Imaz al frente del partido?
El balance es muy positivo. Josu Jon fue una apuesta por abrir el partido. Su mandato, arriesgado, ha puesto al PNV en relación con otros agentes políticos, con el exterior; ha aportado un sesgo de actualidad, modernidad y una profundización en el concepto de nación con un trabajo especial en Nafarroa e Iparralde. Su último gesto, el de la renuncia y la retirada de la práctica de la política activa, algo que espero sea momentáneo, le honra al dedicarlo a la salud interna.
Dada su cercanía a él, ¿tendrá una forma parecida de gobernar o impondrá un estilo propio?
Tendré mi propia impronta al frente del EBB, que, no lo olvidemos, es un órgano colegiado. Cada uno responde a las circunstancias y a las coyunturas que le toca afrontar. Soy consciente de las circunstancias que se han dado en el pasado y las que se dan en el presente. No obstante, no es tanto el estilo que yo le vaya a dar, sino el estilo que como EBB tengamos que darle en su conjunto. De ahí el esfuerzo que hemos hecho en los últimos meses por abrir una nueva etapa de ilusión en el PNV y por ofrecer a la sociedad vasca un proyecto en el que todos rememos en la misma dirección, marcando la singladura de este buque centenario en pos de la libertad de nuestra patria.
¿Qué retos tiene como presidente?
Los retos del presidente son los retos del partido, del colectivo. Y diría que de la nación vasca. Están definidos en la ponencia política: el reto de la paz, el reto de decidir y el reto de la construcción social en los siete herrialdes. Y también el reto interno. Yo soy un eslabón; nosotros, el EBB, somos un eslabón de un proyecto de 112 años. Ésa es nuestra primera fortaleza. La segunda es la unidad del partido, la profundización y enriquecimiento de la democracia interna. Me refiero a saber arbitrar los debates, a comunicarnos con la sociedad, a adaptarnos a los cambios sociales y políticos de nuestro entorno, y a ser firmes cumplidores de las decisiones que entre todos adoptemos. Democracia interna, libertad de pensamiento pero lealtad en los acuerdos y decisiones tomadas.
Tras este proceso, ¿se atreve ya a hablar de unidad con mayúsculas?
Hay que reconocer que en los últimos años no hemos ofrecido a la sociedad una buena imagen de partido unido. Esa imagen ha estado basada en los matices, en los personalismos que hayamos podido tener y ofrecer cada uno de nosotros. El reto que tenemos, tanto en el ámbito interno como de cara a la sociedad, es saber transmitir nuestra unidad. La política vasca ha girado, gira y tiene que seguir girando en torno al PNV. Auguro que el partido en un futuro inmediato sabrá hacer ver a la población que ha recuperado su fortaleza interna.
¿Ha peligrado este final feliz en algún momento?
No. Este proceso ha tocado lo personal y los matices, no sólo la estrategia política y las líneas de actuación. Siempre hay momentos en los que uno se resiste a pensar que no tiene el cien por cien de la razón, pero estaba claro que había una voluntad de acuerdo. El Alderdi fue un termómetro importante; allí vimos que la gente respiraba aliviada y nos decía: bien, así sí.
¿Cree que usted y el nuevo EBB tendrán la lealtad que Imaz reclamó a la militancia en Sukarrieta?
Estoy plenamente convencido de que todos vamos a remar en la misma dirección. La última escisión fue hace sólo veinte años y desde entonces aquí el PNV ha adquirido mucha madurez política. Es un hecho probado. En estos últimos cuatro años hemos ganado mucho en lo que es nuestra propia experimentación, nuestra convivencia y el reflejo de ello en la sociedad. Todo eso me hace estar absolutamente ilusionado y esperanzado.
Da la sensación de que con usted el nosotros goleará al yo en los próximos años.
Sí, pero soy consciente de que he salido elegido presidente del EBB asumiendo un reto personal. Combinaré mi responsabilidad con la del colectivo, pero ante la sociedad vasca primará el nosotros, el PNV.
Corríjalo si no es así: su mandato va a ir muy ligado a la historia del partido, a sus textos. No parece un hombre de experimentos.
Una cosa es saber de la historia del propio partido y del pueblo vasco y otra cuestión es la habilidad que este partido ha demostrado durante 112 años al saber conjugar la firmeza en las convicciones y principios con la flexibilidad a la hora de hacer la práctica política en función de las coyunturas, que son las que indican si puedes arriesgar o no. El fin de la política de bloques o el fin del ciclo de la violencia exigen una osadía respaldada en un pragmatismo, que a su vez debe basarse en la realidad social. Queremos ofrecer un nuevo contrato social para atender las cuestiones cotidianas de los ciudadanos, porque sin ciudadanos no hay nación.
Con usted, ¿hacia dónde se inclinará el péndulo: hacia el autonomismo o hacia el soberanismo?
Discrepo de que exista un péndulo. Esa supuesta ambigüedad del PNV me parece un tópico sobre el que se ha hecho mucha literatura. Pienso lo contrario: el PNV siempre ha estado en un punto fijo, siempre arraigado a la sociedad y siendo consciente de lo que la mayoría de esa sociedad le reclamaba. Abogo por que desde el objetivo del PNV, que es recuperar la soberanía nacional, conformemos un pueblo de hombres y mujeres libres que puedan decidir, un pueblo que se presente en el siglo XXI como una suma de voluntades y no como el resultado de una imposición. El PNV no va a ir de un lado a otro. Yo ni soy autonomista ni soy independentista; soy nacionalista y quiero que la nación a la que pertenezco decida por sí misma en igualdad. Todo lo demás cae por su propio peso. Nosotros formamos parte de un partido tremendamente arraigado en la sociedad, que debe liderarla desde la interpretación correcta de lo que demanda.
Es decir, conjugar el largo plazo con el día a día.
Habrá gente que diga que después de 112 años no hemos conseguido nuestras aspiraciones. Y que esa conclusión nos lleve a una situación de desesperanza. No. Me niego. Hoy somos más nación que nunca. Tenemos motivos y crédito para decir que éste es un camino que tenemos que recorrer y que ojalá sea lo más corto posible. Hay que hacerlo entre todos. No vale la pena intentar recorrerlo más deprisa que nadie si por detrás dejas al compañero.
¿Cómo llevará la bicefalia del PNV? ¿La disciplina interna va a estar por encima de todos los militantes, independientemente del cargo?
Tiene que ser así. Lo dicen los estatutos del partido. En cuanto a la bicefalia, es una riqueza a la que no queremos renunciar. Lo vemos como algo bueno. Es positivo que, al margen de las responsabilidades institucionales, alguien vele por las directrices que como partido tenemos que impulsar. Hoy es muy difícil, por no decir imposible, hacer gobiernos monocolor. Eso supone que los representantes del PNV tienen que conciliar cuestiones con otros socios de gobierno. Eso acarrea cesiones y el PNV tiene que ser guardián de sus principios e intentar orientar a los hombres y mujeres que representan al partido en función de las posibilidades.
¿Qué le sugiere oír que el lehendakari lleva la batuta del PNV?
Es la cantinela de determinadas formaciones que entienden que la política se hace desgastando al adversario político. Son críticas interesadas, un intento de debilitar la convivencia interna. El lehendakari participará de las reuniones del EBB y de la estrategia del PNV, con una comunicación estrecha, interna y enriquecedora.
Decía que el Alderdi Eguna fue un termómetro. Las elecciones de marzo serán otro. ¿Qué espera?
Las generales no son las más propicias para los partidos no estatalistas. Hace cuatro años tuvimos unos resultados magníficos pero con unas circunstancias especiales, que no van a ser las mismas que se den ahora. La bipolarización entre PSOE y PP va a ser muy fuerte y nos va a afectar aquí porque habrá votantes que voten a uno para que no salga el otro. Pese a todo, nosotros debemos mantener nuestro discurso. En el Congreso y en el Senado también se juegan las cuestiones que afectan a los vascos. Y quien mejor defiende esos intereses es el PNV. Nosotros no tenemos el problema de los partidos sucursalistas. Hay diputados vascos que votan en contra de los intereses de Euskadi porque no pueden trascender la disciplina de partido. Ha habido casos muy sangrantes, con el Concierto Económico por ejemplo. Eso no pasa ni pasará en el PNV.
El sociómetro les coloca al PSE a sólo cuatro puntos. ¿Le inquieta?
Es, por una lado, parte de la lógica de una sociedad que vive acomodada en la bonanza económica y en el desarrollo y que prefiere mantener el statu quo y fijar la foto en esa comodidad. Pero también está motivado por lo que como PNV hemos provocado. Hemos hecho autocrítica y vamos a ser capaces de volver a captar votantes que se han ido a la abstención. Es la abstención la que nos tiene que preocupar en estos momentos, bien por el descrédito para la política y por lo que no hayamos sido capaces de trasmitir en el sentido de que nos preocupaba más la sociedad que nosotros mismos.
Los socialistas estaban muy preocupados con la marcha de Imaz.
Tengo una queja para con el PSOE y el Gobierno español por cómo han tratado a Josu Jon. Ha sido pagano, en primera persona y casi en exclusiva, de la generosidad con la que el PNV ha actuado para romper la ligazón entre el PP y el PSE y en la cobertura que hemos dado al proceso de pacificación. El pago que ha recibido a cambio han sido halagos en los medios de comunicación pero ningún hecho concreto para profundizar en la normalización política. Demando la autonomía del PSE y su compromiso con la normalización de este país.
Los hechos demuestran que los socialistas periféricos tienen poca autonomía.
Me preocupa. Hemos participado en unas conversaciones profundas, conexas entre lo que es un proceso de pacificación y otro de normalización política, y, al final, la práctica del PSOE demuestra que en este caso ha estado siempre mirando a las elecciones generales. Los socialistas vascos deben ser más conscientes de su papel ante el PSOE y en este país; deben ser coherentes con lo que eran no hace mucho, cuando reivindicaban el derecho de autodeterminación para el País Vasco. El camino emprendido ya hace muchos años va en sentido contrario al compromiso con la solución del problema político.
¿Tienen algo que hacer con el PP, tal como está?
A corto plazo parece muy difícil. En todo caso, nosotros, que defendemos el diálogo aunque nos cueste procesos penales, seguiremos hablando con el PP tratándole de hacer ver que la paz no puede tener más apriorismos que el cese definitivo de la violencia y el respeto a los derechos humanos, y también que la negación del conflicto político vasco perpetúa ese conflicto.
EA también afronta una renovación interna. ¿Qué horizonte le augura sin Errazti?
En primer lugar, respeto las decisiones personales, al igual que me gustaría que otros respetaran las que nosotros adoptamos. Josu Jon comenzó su andadura hace cuatro años planteando un discurso de alianza estratégica con EA. Dentro del PNV muchos creemos que tiene que haber una relación de estrategia entre quienes entendemos el nacionalismo con compromiso institucional. Y eso pese a la actitud de EA con el PNV, que ha rechazado una propuesta de alianza electoral y que nos ha arrebatado algunos consistorios. Sigo abogando por una relación estrecha con EA porque entiendo que el pueblo vasco lo requiere. Nuestro ofrecimiento de hace cuatro años sigue vigente.
EA insiste en una coalición de partidos vascos para las generales.
Me preocuparía que se utilizara un planteamiento de frente abertzale para ocultar unas debilidades propias. O que la defensa de la iniciativa del lehendakari o de lo vasco en general fuera una excusa para obviar la representación que cada uno tenemos. Ese planteamiento no corresponde a este momento. Estas elecciones no hay que entenderlas como un plebiscito. El camino de la normalización política va más allá de estas generales, que están tremendamente polarizadas. Además, me parece bueno que cada formación política clarifique la fortaleza y el apoyo que tiene. No entiendo una negativa a una coalición con el PNV y sí a otra más amplia en la que quien siempre pague el precio más alto sea el PNV.
Ezker Batua parece encantado con su papel de bisagra. ¿Y ustedes?
El periodo posterior a las elecciones municipales no ha sido muy agradable con ellos. EB puede adoptar las estrategias que quiera, pero no va a ser quien condicione la acción política del PNV, por mucho que conviva en el ámbito institucional. Es respetable querer jugar con unos y con otros si no hay más compromiso de por medio, pero eso no es leal a la relación institucional que mantenemos.
¿Espera algo de Batasuna?
El ciclo de ETA está acabado. Sin embargo, sigue habiendo una sumisión de la izquierda radical. Batasuna tiene que romper esa dependencia sabiendo que representa a un cierto espectro de la sociedad vasca. La paz y la normalización política exige que den el paso.
Arranca su mandato con el asesinato de un guardia civil y el estado crítico de otro.
Iniciar así la responsabilidad de dirigir el PNV ha impedido que mi felicidad sea absoluta. Hemos vuelto a ver que en la sociedad aún se vulneran derechos fundamentales. Es una realidad que tiene que acabar más pronto que tarde.
¿Va a seguir intentándolo el PNV?
Venimos de un proceso en el que nos hemos encontrado con una realidad cruda: Batasuna no pinta nada. Cuando casi hemos tocado la solución, no sé si el vértigo, el miedo a renunciar a los postulados maximalistas anteriores, o entender que todo esto tiene que tener un precio y que los únicos beneficiarios deben ser ellos, todo eso ha hecho que Batasuna no haya tenido autonomía para marcar el ritmo de ese mundo, a quien Otegi dijo representar en Anoeta. No obstante, nosotros, que no eludimos la presencia social de ese sector, creemos que tenemos que seguir haciendo esfuerzos para construir esta nación desde la incorporación a las tareas de la construcción nacional de todos aquellos que quieran representar a la sociedad vasca con principios éticos y democráticos. Lo vamos a intentar.
¿Habrá que esperar mucho para que la esperanza vuelva a Euskadi?
Los árboles nos siguen impidiendo ver el bosque. Pese a todo, tengo esperanza en que los tiempos sean más cortos y en que, ojalá más pronto que tarde, estemos en condiciones de abordar un nuevo proceso. La paz es un asunto vital para el pueblo vasco.
Esa esperanza, ¿es fundada?
Me lo guardo para mí. Tampoco quiero hacer un ejercicio de visionario, pero sí son esperanzas e ilusión, unas esperanzas que uno tiene que trabajar desde la responsabilidad política. Tenemos que desbrozar caminos, pero ETA tiene que empezar por el final
¿Tiene algún mensaje para el Gobierno socialista?
El PSOE y el Gobierno español han de saber que el PNV, como ha hecho siempre, defenderá sus propios postulados. Queremos que el derecho del pueblo vasco a decidir su futuro se conciba como un verdadero espacio de encuentro.
Y entre esos postulados, ¿la iniciativa del lehendakari?
Quiero pensar que hoy vivimos, sobre todo los socialistas, condicionados por las elecciones generales. Al mismo tiempo quiero pensar que el PSOE y el Gobierno español serán conscientes de que la sociedad vasca se decanta a favor del diálogo político y a favor de la capacidad de decidir cuál tiene que ser el futuro de este pueblo.