Opinión
10Septiembre
2007
10 |
Opinión

Las filtraciones y la paz

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Septiembre 10 | 2007 |
Opinión

La revista Haritik me solicita un apunte sobre la importancia, gravedad y consecuencias de las filtraciones en las conversaciones / negociaciones de paz, casi siempre convenidas para que queden en la discreción de los protagonistas y casi siempre pregonadas en sus diferentes e incluso contradictorias versiones.
No me ha resultado sencillo centrarme en la cuestión a estas alturas de final de verano, cuando a muchas personas se nos ha helado la sangre ante atentados como el de Durango o tentativas como la de Castellón. Pero puede que mirar este rincón del pasado reciente sea provechoso como ejercicio de futuro. Con ese ánimo van las líneas que siguen.

Hablamos de filtración para referirnos al deslizamiento de una determinada información sin revelar la identidad del autor. Quien actúa en este formato, es decir, quien filtra directamente o induce la filtración, se suele amparar en fuentes de toda solvencia, fuentes dignas de crédito… para subrayar el interés de la información. Pero el anonimato siempre tiene algo de impune y adolece de la falta del autocontrol necesario para la mesura y la reflexión o para ejercer la crítica sin descalificaciones.

La crónica política es un género interesante y valioso, incluso en los casos en los que se elabora sobre la base de un conjunto de comentarios anónimos. Somos muchas las personas que atendemos a estos textos periodísticos con verdadero interés y aprendemos de ellos. Y a todos nos beneficia el hecho de que los profesionales de los medios puedan contar para su trabajo con el contraste, las reflexiones y las informaciones necesarias para lograr un buen producto. Nada que objetar, por lo tanto, y sí mucho que reconocer, en general, a los profesionales de los medios de comunicación, a los cronistas, en este caso, de la cosa política.

¿Cómo evitar entonces, lo que tienen de amenaza las filtraciones y, a la vez, potenciar su fortaleza como inspiradoras de una buena reflexión periodística? En lo que concierne a los responsables políticos, sólo conozco una receta: consiste en comunicar en el formato fuentes de solvencia solamente aquello que seríamos capaces de firmar o de expresar abiertamente en una comparecencia pública. No escudarnos en esta forma de anonimato para actuar sin la autocontención que nos demandan la mesura y la serenidad de juicio. Nuestra responsabilidad ante la ciudadanía y el compromiso con el prestigio y el reconocimiento social de la clase política así nos lo exigen.

Las filtraciones a los medios de comunicación en los procesos de paz tienen su espacio propio y se les puede ubicar entre la necesaria discreción y el derecho a la información. En lo que se refiere al último proceso vivido en Euskadi, en la voluntad -estratégica o sólo táctica- de llegar a culminar el proceso está, en buena medida, el origen de las filtraciones.

¿Son contradictorios la discreción y el derecho a la información? Yo no lo creo así; más bien al contrario, considero que la ciudadanía, que deja en manos de la clase política la gestión de sus ideas en relación con la cosa pública, es siempre comprensiva con la discreción. Y que no considera como derecho a la información el relato de chascarrillos o las historietas de políticos que arriman el ascua a su sardina para aparecer como protagonistas de acontecimientos que se interpretan como propiciadores de paz.

La discreción no sólo no está reñida con el derecho a la información: ambos son complementarios y la ciudadanía es consciente de que en procesos tan dificultosos y plagados de obstáculos como el que hemos vivido en Euskadi, hay tiempos para la discreción y tiempos para la explicación. Y todos ellos han de ser gestionados con responsabilidad y madurez.

Y ¿qué pretenden, en este contexto, las filtraciones? La respuesta depende, probablemente, de cómo acabe cada proceso. Los vascos sólo hemos conocido procesos fallidos y tras cada uno de ellos, hemos conocido un insistente relato justificativo de la actuación de la izquierda abertzale, filtrado a los medios, en primer lugar, y comunicado después directamente por ETA. Y, curiosamente /paradójicamente, la responsabilidad, tanto de la quiebra del proceso como de la actuación violenta posterior de ETA, es siempre ajena.

Es evidente que hay tantos relatos como actores y tantas culturas y lenguajes políticos como partidos. Y que entre las formaciones políticas existen diferencias a la hora de informar a la ciudadanía. Son estilos de política que la gente identifica, generalmente con acierto, según parámetros como la madurez, la sinceridad o / y la valentía –que no envalentonamiento - y termina por identificarse mejor con unos que con otros.

Hay un último aspecto en esta cuestión de las filtraciones que no quiero dejar de señalar: todo lo que se mantenga a salvo de ellas es territorio ganado para la confianza y para sentar las bases de una nueva ocasión para la paz. Pero esto es como la veda de la anchoa: o la respetan todos o no sirve de nada el que la respeten unos cuantos, salvo para que se beneficien aquellos que no la respetan. Y cuando se rompen las reglas de juego ya se sabe el final.

Pero a pesar de estas y otras dificultades, sigo considerando que la paz es el horizonte de un proceso más ligado al diálogo que al monólogo, más al consenso que al disenso, mucho más a la educación y a la tolerancia que a la ignorancia, a la desconsideración o a la indiferencia. Y al ejercicio de la política con madurez, serenidad y buen juicio, dignificándola a los ojos de la sociedad e impulsando la participación social en la cosa pública, que es un buen indicador de la democracia.

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