Opinión
01Julio
2007
01 |
Opinión

Un país en la diana

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Julio 01 | 2007 |
Opinión

Creíamos que era una imagen del pasado. Pero no, tristemente no lo es. Miles de vascos otra vez en la diana, y dibujos de dianas en las calles de Euskal Herria.
No son grafitis, son amenazas. En política, al igual que en la vida, cuando no se tienen argumentos y uno pretende imponerse sobre los demás, se recurre al insulto, a la demagogia, a la calumnia. El mal llamado MLNV tiene además otro recurso: activar la amenaza terrorista previo juicio sumarísimo a los acusados en la plaza pública. Empresarios, concejales, jueces, periodistas, esta misma semana el presidente del PNV; nadie -sólo ellos- está a salvo de esa diabólica estrategia de ser señalado, ser acusado, ser linchado públicamente y ser colocado como objetivo en el centro de la diana.

Todos somos objetivo, porque el blanco final de esa diana es Euskadi. En nombre del pueblo, pretenden hacer pasar a los ciudadanos de ese pueblo por su aro, quieren hacernos tragar sapos y culebras, imponernos su modelo político, social y territorial, el único, según ellos, con auténtico label vasco. O lo tomas o te pongo la pistola encima de la mesa. Eso no es hacer política, eso es matonismo político al servicio de un proyecto totalitario.

Derrotada socialmente ETA, dirigentes del MLNV asumen el papel del "padrino" en la política vasca. Unos y otros deberán asumir que en la sociedad vasca, la razón ética, la razón democrática y la razón política han triunfado definitivamente sobre la sinrazón de la violencia, porque ésta y su apología, justificación o exculpación -inspiradas o no en principios políticos- suponen una violación ética, una imposición no democrática y un suicidio político.

Se anuncian tiempos nuevos sin ser conscientes de que el MLNV sigue en sus trece, anclado en esquemas pseudorevolucionarios de los años 60, mientras los vascos vivimos en la sociedad de la información. Situar a Euskadi en el nuevo escenario de la interrelación y la interdependencia es un reto que nos exige a todos -personas, agentes, organizaciones e instituciones- capacidad de transformación y adaptación permanente. Tampoco los marcos jurídico-políticos son dogmas de fe; son el resultado de procesos y contextos históricos determinados. No hay marcos eternos e inmutables, sino voluntades democráticas renovadas. No hay, pues, soluciones definitivas, el cambio es consustancial al nuevo orden. ¿Qué paradoja, que quien está anclado en modelos totalitarios y militaristas de los 60 pretenda arrogarse la representación y secuestrar la voluntad política de los ciudadanos vascos del siglo XXI!

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