El 1 de octubre de 1936, en el Congreso de los Diputados, el todavía diputado José Antonio Agirre decía: “Luchando la democracia contra el fascismo, el nacionalismo vasco había de colocarse, como siempre en su historia se colocó, al lado de la democracia. Junto a ella seguimos lealmente, como vosotros sabéis tan bien como nosotros”. Hoy, setenta años más tarde, nuevamente se trata de defender la libertad frente al totalitarismo. Frente a aquellos que amenazan con asesinar a personas por el simple hecho de pensar diferente, frente a aquellos que quieren amedrentar y aterrorizar, nosotros estaremos siempre en la defensa de la libertad.
Lo dijo Manuel de Irujo en 1949: “El nacionalismo basado en los derechos de la persona humana es pues, la democracia; el nacionalismo que prescinde de aquellos derechos es el fascismo, cualquiera que sea su enunciado. No es admisible una libertad nacional que no comience por reconocer, proclamar y respetar la libertad individual de la ciudadanía”. Por ello, sólo pueden ser calificadas como fascistas y totalitarias las actitudes de los que han decidido imponer su proyecto político a este país a través de la violencia, quebrando para ello los derechos fundamentales de las personas, empezando por el primero y más sagrado de ellos: el derecho a la vida.
El comunicado de ETA es la escenificación de una falacia desde la primera de sus líneas. Se habla de ruptura de alto el fuego, cuando el mismo se rompió ya el 30 de diciembre con el asesinato de dos personas en Barajas. Desde entonces, todas y cada una de las comunicaciones de ETA y de la izquierda radical, han ido dirigidas a justificar ante su propio mundo una decisión ya tomada previamente. La de volver a asesinar como forma de imponer su proyecto político frente a la voluntad democrática de los ciudadanos vascos.
Queremos llevar a cabo esta valoración desde las firmes convicciones democráticas, golpeadas por esta amenaza de ETA a nuestro pueblo, pero a su vez desde la serenidad. Porque en estos momentos difíciles y duros, es cuando queremos más que nunca reivindicar la serenidad y la confianza en la democracia. Todo ello desde un firme compromiso con los valores éticos en el discurso y en el ejercicio de la política que viene avalado por 112 años de trayectoria del Partido Nacionalista Vasco.
La serenidad nos tiene que hacer abordar lo que ha pasado con una perspectiva histórica. La primera reflexión nos lleva a constatar que la decisión de ETA de utilizar el terrorismo en un entorno democrático para la consecución de objetivos políticos dura ya tres décadas. Tres décadas en las que hemos vivido con esperanza procesos de paz, y en las que hemos vivido también duros momentos de ruptura de los mismos. Todavía tenemos en nuestra mente las trágicas situaciones que siguieron a la ruptura de la última tregua en diciembre de 1999, período en el que ETA trató de fracturar la sociedad vasca a través de un perverso reguero de asesinatos.
Hace ahora quince meses, creímos que se abría una nueva oportunidad. La hemos trabajado desde nuestra responsabilidad, en algunos momentos con más esperanza y en otros con más escepticismo. Pero conscientes de que nuestra tarea era empeñarnos con convicción en alcanzar la paz. Seguimos la máxima de Joxe Mari Korta, cuando tres meses antes de ser asesinado dijo que “la paz es un valor fundamental, a favor del cual, merece la pena arriesgarse y hasta equivocarse”. Desde hace meses sabemos ya, y el comunicado de este martes así lo rubrica, que esta nueva ocasión ha vuelto resultar fallida.
EAJ-PNV, en circunstancias diferentes, pero en muchos casos en situaciones de sufrimiento y tragedia, siempre ha tratado de dar pasos para alcanzar definitivamente la paz. Para que Euskadi pueda ver realizada esa esperanza. Así lo hicimos en el papel que nos tocaba a lo largo de este proceso. Con responsabilidad y con lealtad a nuestro compromiso con este pueblo, y con la paz y la libertad.
Una esperanza se ha vuelto a quebrar. Y desde una profunda convicción queremos proclamar ante la sociedad vasca, que la ruptura del alto el fuego y el momento que vivimos tiene sólo un culpable. El que ha decidido ejercer la violencia y matar: ETA. Lo decíamos en noviembre de 2000 en el aniversario de la ruptura del anterior alto el fuego: “Sería caer en una trampa el comenzar ahora atribuyendo responsabilidades a unos u otros Partidos o personas en la ruptura del alto el fuego. Porque fue ETA quien omnímodamente decretó y también anuló el período de alto el fuego”. Porque es aquella que ha roto un principio democrático básico, basado en que los problemas políticos y los objetivos políticos tienen que ser resueltos o logrados a través de la palabra, el diálogo, el acuerdo y la voluntad ciudadana.
Uno de los dramas de este proceso ha sido la constatación de la sumisión de Batasuna, de su discurso y de su acción política, a la estrategia de ETA. Batasuna y los componentes de la izquierda radical, han traicionado la Declaración de Anoeta (sacar el conflicto de las calles, apuesta por vías exclusivamente políticas y democráticas...). Una de las bases de este proceso era la confianza en aquella Declaración de Anoeta. Batasuna ha demostrado que no tiene autonomía política. Que su aparente fiereza de algunos momentos, se convierte en docilidad y sumisión ante los que amenazan con iniciar una escalada de asesinatos de personas y convierten a seres humanos en dianas de su intolerancia. Hoy no conocemos interlocutores políticos válidos en Batasuna. Reivindicamos el valor de la palabra, del diálogo. Pero constatando al mismo tiempo que no hay, desgraciadamente, o no lo conocemos, en ese mundo del radicalismo nadie con capacidad y coraje para apostar por la política y la democracia.
Hoy es momento de reivindicar el valor de la libertad. El valor de los derechos de las personas hoy amenazadas. De clamar por las miles de personas que desde ayer a la mañana viven la tragedia de que una bala o una bomba les siegue la vida en el camino a su trabajo. De denunciar la angustia de sus familias. De decir que no están solas, y que su libertad es una tarea común del conjunto de la sociedad vasca, porque es a través de cercenar su libertad como quieren imponer su proyecto al conjunto de los vascos.
Es momento de recordar que hace ya cinco meses, y lo he repetido en numerosas ocasiones, el Partido Nacionalista Vasco propuso sacar este tema del debate partidista. Porque un atentado de ETA no nos puede pillar con los puentes rotos, reforzando su capacidad de enfrentar a la sociedad y a los representantes políticos. Subrayamos nuestro compromiso en buscar unas bases mínimas para hacer frente al terrorismo, para apoyar a las víctimas sin utilizaciones partidistas, para trabajar conjuntamente un discurso de deslegitimación del terrorismo diciendo claramente que el mismo no es consecuencia natural de problemas políticos y para llegar a acuerdos sobre la aplicación de los mecanismos del Estado de derecho sin políticas de excepción y con respeto escrupuloso de los derechos humanos.
Y aunque hoy sea difícil decirlo, no renunciamos a alcanzar la paz. A canalizar ese ansia de la sociedad para que un escenario de paz sea posible. Pero ello exige diálogo democrático y estrategias claras compartidas. Con voluntad decidida pero sin voluntarismos. Nos comprometemos también a trabajar por ello.
ETA es una organización terrorista que en nombre de una supuesta representación popular que nadie le ha conferido, pretende conseguir fines políticos mediante la práctica de la violencia. EAJ-PNV comunicó ya a ETA en Txiberta, en 1977, que nunca aceptaría su imposición militar y en esa misma posición se mantiene y se mantendrá. En el pasado, ahora y siempre. No vamos a aceptar nunca la imposición totalitaria de una ETA que pretende imponer objetivos políticos a través de la violencia y la amenaza. Y siempre alzaremos nuestra voz ante los que matan, los que asesinan para imponerse al conjunto de la sociedad. Y también ante los que callan de manera sumisa.
Vamos a continuar trabajando desde la política y la palabra. También en nuestro compromiso con el autogobierno vasco, por lo que supone de consolidación y asentamiento institucional de la identidad nacional vasca y de deslegitimación ética y política del ejercicio de la violencia. Practicando además la defensa de la palabra, del debate civilizado, sin violencia y en libertad, en todo tiempo y lugar, como instrumento insustituible de la acción política. Y continuaremos trabajando desde las instituciones vascas en la mejora de la calidad de vida y el bienestar de nuestros ciudadanos. Conscientes de que el tiempo que ahora se abre lleva serias dificultades añadidas para esta labor. Pero comprometidos también en nuestra responsabilidad.
Vamos a impulsar el diálogo político entre las fuerzas políticas que apostamos por la palabra y la democracia, al objeto de alcanzar acuerdos de fondo para la convivencia y el futuro en este país. Acuerdos integradores para la normalización política, siempre establecidos entre aquellos que estamos comprometidos a defender un país basado en el respeto a los derechos básicos de las personas.
Sabemos que nuestra firme voluntad democrática, nuestra apuesta por la política y la palabra, nuestro compromiso con la libertad y nuestra defensa de que el futuro de Euskadi sólo puede ser construido por la libre voluntad de los ciudadanos, nos ha puesto frente a ETA. No es la primera vez en nuestra historia que esto sucede. Pero es responsabilidad del Partido Nacionalista Vasco, partido nacido para recuperar las libertades de la nación vasca, defender con firmeza las libertades individuales de las personas. Por ello, hacemos hoy más que nunca nuestra, la divisa de los Infanzones de Obanos, “Pro libertate patriae, gens libera state”. Por la libertad de la patria, hombres libres en pie.
José Antonio Agirre cerraba aquel discurso del 1 de octubre de 1936 con una frase. Sentencia que hoy, el Partido Nacionalista Vasco hace suya: “Os decimos con entera lealtad: hasta vencer al fascismo, el patriotismo vasco, el nacionalismo vasco, seguirá firme en su puesto”. Hoy, setenta años más tarde, es ésta también la posición del Partido Nacionalista Vasco ante el comunicado de ETA anunciando formalmente la ruptura del alto el fuego.
Y tienen, también, plena actualidad las últimas líneas del propio José Antonio Agirre, en su libro Entre la libertad y la revolución (1930-1935): “Nos culparán de nuevo según les toque el turno. No importa... Hemos luchado entre la libertad que queremos alcanzar como nuestra y la revolución que, entorpeciendo su logro, es ajena a nosotros”.